WALLON
Los orígenes del carácter del niño
Tercera parte: LA CONCIENCIA DE SI
CAPITULO 1: las premisas psicofisiológicas hasta los 6 meses
La conciencia de si no es esencial y primitiva, es un producto ya diferenciado de la
actividad psíquica. A partir de los 3 años el niño comienza a conducirse y a
conocerse como un sujeto distinto del otro. Hasta los 3 años, la evolución de la
conciencia presenta una consistencia que se debe a su dependencia, casi exclusiva,
de las condiciones y transformaciones biológicas propias de la infancia.
El niño solo puede reaccionar a las circunstancias que se relacionan con las
necesidades orgánicas. Cuando experimenta su dependencia frente a lo que lo
rodea, es su simple partenaire (oposición entre la pareja). Por un largo trabajo de
asimilación e identificación, aprende a descifrar el mundo que se opone a él, y a
atribuirse como suyo lo que va a hacerlo capaz de oponer al otro las exigencias de
su persona.
Hay sensibilidad intro y propioceptiva:
Antes de los 3 meses, la actividad extroceptiva (que proveerá los motivos para sus
percepciones del mundo exterior), está muy subordinada. Parece reaccionar
primeramente a impresiones de no-completud: cuando falta algo en su bienestar o
de su ser actual. En esta época, esta acaparado por su sensibilidad interoceptiva, y
en menor grado, por su sensibilidad propioceptiva: es decir, por sus funciones
alimenticias y por la posición +o- confortable de sus miembros y su cuerpo. Las
reacciones son provocadas por las impresiones significativas para su bienestar
digestivo y corporal.
Impresiones visuales y auditivas:
Solo en el 3er mes aparece la coordinación entre los movimientos de la cabeza y de
los ojos, necesaria para fijar y proyectar la mirada.
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Las primeras excitaciones exteroceptivas capaces de producir en el niño
reacciones significativas son excitaciones auditivas. En la 3era semana la voz
humana está ligada al deseo de mamar; no hay todavía intuición selectiva entre los
sonidos humanos y los ruidos materiales. Hay simple agrupación de reflejos
condicionados alrededor de necesidades interoceptivas.
Las impresiones auditivas responden mejor a la pasividad del lactante. Por el
contrario, la vista es un sentido activo, investigador.
El lactante reacciona solo a las excitaciones que señalan lo que es susceptible de
influir sobre ellas. No tiene reacciones frente a cosas y aun frente a otros niños.
Solo es sensible a la presencia de adultos, y solo despiertan su aparato sensorio-
motor las excitaciones que preludian la satisfacción de sus necesidades.
2º MES
Es sensible a la presencia de personas en que sintió algún afecto. La voz humana
comienza a provocar también la sonrisa, una reacción mímica.
ENTRE 2º y 3º MES:
Su personalidad comienza por ser exclusiva. Pasan el umbral solo las excitaciones
siempre más intensas. Frente a las personas mayores su sensibilidad va más allá.
Las excitaciones no tienen necesidad de estar ligadas actualmente a su bienestar o
deseos para provocar reacciones. Toman una especie de autonomía significativa.
En consecuencia, llega a ser capaz de disociar en sus complejos sensitivos,
percepciones auditivas, orientarse hacia ellas, aislarlas buscándolas. Anticipación y
orientación que lo muestran preparado para identificar como tales ciertas
categorías de excitaciones.
Este progreso es paralelo al despertar de la actividad visual, el instrumento más
preciso de discriminación objetiva. La acción se completaría si la impresión visual
completa la situación. La reacción deja de ser puramente global.
3º MES:
Nueva fase. Las reacciones del niño con lo que lo rodea van a tomar un carácter
más objetivo, dependen de los progresos motrices y presentan 2 etapas. En la
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primera, tienen un mejor equilibrio y aparecen sinergias que permiten estabilizar
la cabeza y la mirada o combinar sus desplazamientos de manera de mantener el
objeto en el campo visual.
Después, al terminar el 2do semestre, aparece la prehension, que diversifica las
relaciones del niño con el medio en su forma y objeto. A partir del 6to mes, hay una
sociabilidad mucho más activa y extensiva.
Solo sabe vincularse a lo que entra en su campo visual, sin ser capaz de reunir los
fragmentos entre ni de integrarlos al conjunto de donde proceden. La vista se
hace apta para provocar sus reacciones introceptivas. Las acciones que se
desencadenan aparecen en forma primitiva, se obedece a un nuevo excitante, pero
no es modificada por el como ocurris tarde (ejemplo: al ver una persona
extraña dar de mamar, reclama el seno de su madre). Todavía permanece
indiferente a la presencia de otro niño y percepción visual permanece global.
ENTRE EL 4º Y 5º MES:
Nacen los primeros gestos de prehension. Permanece atento con la mirada fija.
Tiende con más frecuencia la mano hacia otro niño que hacia un objeto. Sin
embargo, al estar juntos, suelen permanecer ajenos entre . (ej: si el niño ve a otro
mamar, no se vuelve hacia si madre, quiere que lo lleven hacia la nodriza extraña, y
le toma el seno con las 2 manos). La vista provee al acto de su objetivo, lleva la
actividad del niño hacia fines extraños o adaptaciones nuevas. La vista tiene asi a
llegar a ser la más segura garantía de una presencia, el signo más decisivo de la
realidad externa.
Hasta los 6 meses los progresos no cambian de naturaleza. En el comienzo de la
percepción extroceptiva, como de la interoceptiva, las sensaciones de no-
completud son las primeras en pasar el umbral de la sensibilidad y en generar
reacciones afectivas o motrices.
Se puede comprobar cierto progreso sobre el mes precedente (7º). Cuando un
niño mira a otro es al rostro o al conjunto de su persona que se dirige. Al encontrar
su mirada muestra ya una satisfacción manifiesta
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CAPITULO 2: sociabilidad sincrética
2do semestre: reacciones frente a otro van a alcanzar su máximo de frecuencia. La
simple fijación sin gestos de las personas desciende en el 7º mes, los gestos hacia el
partenaire ascienden al igual que los gestos sobre mismo.
Entre el 7º y 12º mes, los movimientos dirigidos hacia el otro son más frecuentes.
El niño puede entrar en relación con cualquier persona recién llegada; pero frente
a las cosas hay una actitud contemplativa que no supera hasta los 12 meses.
Los gestos de prehension, multiplicándose, contribuye a esta efusión continua del
niño sobre el otro: hay gestos amistosos y gestos de competición. Las reacciones
vocales son una función nueva, que se descubre al ejercerse. Además, se matizan
de acuerdo a la situación ps. La mímica se hace expresiva. Los ojos buscan los ojos;
la sonrisa termina por afirmarse como un reflejo exclusivo de sociabilidad: ya no es
provocada solo por la voz, sino también por el encuentro de la mirada con un
adulto o niño.
La sensibilidad social del niño precede las relaciones sensorio motoras del niño con
los objetos del mundo físico. Sus manifestaciones son al principio, en los comienzos
del comportamiento intero-propioceptivo, exclusivas y determinadas por la
situación.
Actitudes reciprocas de los niños:
Ch. Bühler ponía a 2 niños lactantes frente a frente, y las reacciones de cada niño
estaban determinadas por las de su partenaire o resultaban de una relación donde
cada uno parecería perder su autonomía y recibir su papel de la estructura o
situación de la que participaba. Es una subordinación de las actividades indivuales
a la fórmula del grupo.
Entre 2 niños que están juntos, puede haber ausencia de relaciones cuando la
diferencia de edad es grande: el mayor no sabe interesarse por el más joven, y este
último no sabe admirar al mayor. La primera condición para que se establezcan
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relaciones entre nuños pequeños, es que haya un mínimo de acuerdo entre sus
maneras de reaccionar.
La diferencia de edad puede compensarse cuando el niño es capaz de conquistar
su personalidad sobre lo que lo rodea y sobre las situaciones en q participa; hacia
el 3er año, con frecuencia, estará excitado por la solicitud o exaltación hacia
lactantes. Antes del 3er año, las relaciones entre niños de diferente edad se dan
por intermedio de adultos o niños mayores.
Antes del 6to mes, el periodo de acomodación sensorial no dio lugar todavía al e
prehension, el niño juego casi exclusivamente el papel de espectador. Pueden
producirse gestos de aproximación y de intercambio. La contemplación solo pide
exteriorizarse: está impregnada de un sentimiento de presencia. Es más comunión
o participación que pura contemplación.
La actitud inversa y complementaria consiste en exhibirse. Lo hacen los mayores. El
sentimiento de presencia es dinamógeno para aquel a quien su edad le da la
iniciativa, pero entre el espectador y el ejecutante el acto es indivisible. Los
papeles se distribuyen según la ley de la edad, pero los partenaires están
cautivados igualmente por la situación nacida de su reciproca vecindad.
El acto en relación con la situación resultante del contacto que se establece a la vez
entre los 2 niños y con el juguete, toma aquí una especie de autonomía, y para
ejecutarse puede, ya sea remplazar por un objeto cualquiera aquel que necesitaría,
ya sea abstenerse de todo objeto y limitarse a hacer un simulacro. La
individualización del gesto provocado por una situación precede a la de los
partenaires.
Un poco más tarde, son estos los que parecen individualizarse, son primeramente
sus puntos de vista recíprocos. Ellos estarán de acuerdo o en conflicto. El acuerdo
puede presentarse bajo los aspectos de una concesión, de la compasión, del
desinterés.
El juguete puede ser ofrecido y también impuesto a su vecino por el niño que no lo
quiere más. Este ejemplo muestra como una situación pasa de ser receptiva a
activa, de agasajante a autoritaria.
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Oposición, rivalidad, despotismo:
La oposición puede traducirse en cierto despotismo o en rivalidad. Esta última no
se manifiesta jamás entre 2 niños cuya diferencia de edad sobrepasa los 2 meses y
medio por año. En el despotismo, en más de la mitad de los casos la diferencia
sobrepasa los 3 meses. Asi, las condiciones de edad dominan casi sin excepción
sobre las disposiciones individuales.
La rivalidad puede ser competición en el juego. Pero algunas veces se refiere
verdaderamente al objeto y otras, el objeto no parece ser más que un pretexto. A
menudo la rivalidad es directa y repentina. Una sonrisa de triunfo puede mostrar la
satisfacción de haber sobrepasado al adversario, solo a partir de los 8 meses.
El despotismo es el sentimiento de superioridad buscando ejercerse bajo su forma
pura. Es todavía participación porque se funda sobre el sentimiento que el
adversario tiene de su derrota. No se da por completo sin el consentimiento
reconocido o supuesto del vencido. El despotismo no implica necesariamente los
malos tratos o la hostilidad; es con frecuencia más benigno. Solo exige señales de
asentimiento o admiración. El déspota no podría ser tal sin la docilidad del otro:
depende de ella.
La contra-partida del despotismo es la sumisión que supone puede ser una
verdadera estupidez; el partenaire soporta todo. O bien el efecto producido es la
angustia y el despotismo pierde allí todos sus derechos. Otros tienen actitudes de
defensa. Puede ocurrir también que las relaciones se inviertan en provecho del más
joven.
CAPITULO 3: Sincretismo diferenciado
I. Los celos
El estado de combinación con el otro da cuenta de manifestaciones de apariencia
muy compleja, pero, de aparición precoz como los celos y la simpatía. Cuando se
producen, hay regresión hacia un estadio de relativa indiferenciación. Se explican
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partiendo de la pareja contemplación-exhibición: los 2 polos de la situación están
integrados en el mismo individuo.
A la contemplación se agrega el sentimiento o la necesidad de ser aquel que actúa
o que exhibe. Hay una atracción por los 2 polos.
El mecanismo de esta etapa, que marca la transición entre una total sujeción a las
relaciones resultantes de la situación afectiva y la neta discriminación de las
personas presentes. Si no está en el estadio de la contemplación pura, evoluciono
hacia el extremo de la simpatía.
Las primeras reacciones de celos se ven habitualmente a los 9 meses.
Primitivamente, son muy uniformes: el niño grita, llora, se agita cuando ve que una
persona mayor se aproxima a otro niño. Raramente se pone celoso de un adulto
con otro adulto. Eventualmente, puede estar celoso de un objeto; él puede querer
sustituir más temprano y espontáneamente a aquellos que se le asemejan más
(SUSTITUIR LO CELADO).
Los celos adquieren, posteriormente, formas y motivos que responden a los
progresos de la edad. Se puede dar que en lugar de tratar de sustituir lo celado, el
niñx se enoja o frunce el sueño. En el conflicto entre la contemplación y el deseo
de accion, es la accion la va a ser decididamente inhibida, rechazada, dando lugar a
la angustia. Domina el mascullar doloroso antes q la rivalidad activa.
La propia existencia resulta invadida, asolada, por los éxitos del otro; se siente
desposeído de aquello que esa imagen le muestra. Persistencia de una confusión
entre si y el otro.
Una contemplación, de una mascullacion largo tiempo contenida, explota un gesto
para apartar o castigar al rival. Con mayor frecuencia ocurre que los celos
permanecen fieles a mismos. El celoso no ve otra salida a su angustia que
aniquilar aquello que siente debe ser suyo, después de aniquilarse el mismo.
Complacientemente con su angustia, lo alimentara con torturas infligidas a este
doble de sí mismo que pone con el objeto deseado.
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Es goce solo como consecuencia de esta confusión entre si y el otro que constituye
la base de los celos. El espectador, de pasivo llega a ser activo, sin dejar de ser
espectador. En los celos puros domina el masoquismo.
Los celos son una vuelta hacia el estadio en que aquel que participa de una
situación afectiva, siente las actitudes complementarias. Experimenta una
ansiedad de la que frecuentemente se hace cómplice. El espectador esta poseído
por la acción del rival; es una simpatía sufriente y pasiva.
CAPITULO 4: sincretismo diferenciado
II. La simpatía
Es necesario distinguirla del mimetismo afectivo del cual procede y, del altruismo
que en parte procede de ella. El sujeto ya no sufre pura y simplemente el contagio
de las emociones que se expresan a su alrededor; no reacciona siempre de manera
similar, sino que de manera complementaria a veces.
Participa simultáneamente de 2 situaciones, sin poder todavía disociar los 2 puntos
de vista. Por esto, la simpatía se distingue del altruismo. Este último implica una
individualización del otro y de sí.
Asistir a la aparición de la simpatía en el niño, es controlar de que fuentes surge.
Hay una rápida y violenta aparición de la simpatía entre el y 2º año.
A. Mimetismo afectivo y sociabilidad
La simpatía es ella misma un simple residuo de acciones pasadas, cuyo despertar
estaría inhibido actualmente (Guillaume). Ch Bühler sugiere referir las
manifestaciones de simpatía a mecanismos muy precoces y contemporáneos de
las primeras manifestaciones por las que parece anunciarse, desde tiempo atrás, la
simpatía.
A partir del 2º mes hay concordancia mímica: él bebe responde con gritos a los
gritos, con sonrisas a las sonrisas maternas. Es necesaria una cierta concordancia
de edad entre los niños para que este efecto se realice.
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También hay reacciones de punto de partida intero-propioceptiva: recuerda
asociaciones condicionadas como el acto de mamar junto a la voz humana.
Hay un carácter contagioso de las manifestaciones afectivas, que se observa con
gran precocidad en el niño. Estas manifestaciones responden a una función que
tiene interés en comprometer las relaciones del individuo con el mundo físico. Se
tendría como efecto provocar las reacciones del otro y se buscaría asegurar la
unión de las reacciones y de las impulsiones entre los miembros del grupo.
Hay más preocupación por lo afectivo en sociedades más vulnerables. Darwin
plantea que la simpatía del niño se refiere más a la de su grupo que a la del hombre
en general.
B. Plasticidad postural y formulación mental
La mímica y sus manifestaciones pueden extraer del mundo exterior ciertos
complementos, también desarrollar acciones dramáticas y escenas figuradas; sus
fines y sus objetos no pertenecen al mundo exterior; están en ellas mismas. Son
más cercanas a la representación que a la acción. Pero es una representación
todavía confundida con su objeto, que es el sujeto.
Más que una representación, es una formulación que responde a una situación
determinada. Se libera por gestos plásticos, por ritmos, por contorsiones o
espasmos. Procede de las funciones posturales.
La mímica es la función postural apropiada a las necesidades de la expresión y
de las relaciones afectivas entre los individuos.
La función postural es una función de acomodación. Acomoda el organismo a
las reacciones que las circunstancias ordenan; los órganos sensoriales a los
objetos q pasan por el campo de la percepción. Hay doble acomodación.
Sobre la reacción inmediatamente útil puede dominar la mímica. Por sus
reacciones mímicas, el niño hace, junto con el aprendizaje de su propia
sensibilidad, el aprendizaje del medio viviente que las estímulo y les imprimió su
huella. Por la mímica comienza por confundirse con lo que lo rodea.
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A la acomodación automática y global que resulta de la mímica ya constituida, se
agrega luego una acomodación más autónoma y diferenciada. El niño pequeño se
absorbe en la mirada de aquello que le interesa como si estuviera incorporada a
eso. Parece una impregnación postural que se resolvió en gestos de imitación.
La imitación no podría ser de origen intimo; utiliza movimientos familiares y
modelos exteriores. Pero, particularmente en el niño, la imitación nace de su
plasticidad interna. No es la simple y directa réplica del modelo. El modelado de
sus actitudes solo pudo llegar a ser suficiente por una acomodación gradual de su
aparato motor: se trata de un poder de preformación motriz. El movimiento es
solo la exteriorización de una especie de formulación intima.
C. Del mimetismo afectivo a las manifestaciones de simpatía
Las formas de reacción que responden a la simpatía representan un nivel en el
desarrollo del niño. Es el nivel que sigue al del simple mimetismo afectivo, el cual
solo permanece al segundo semestre (edad en que aparecen las emociones
diferenciadas).
Hay un desdoblamiento que esboza en la simpatía la diversidad de las situaciones y
de las personas. Este desdoblamiento no comienza hasta el año. La simpatía
supone todavía la confusión parcial entre si y el otro. Pero no existiría si no se
manifestara ya el sentimiento de una cierta diferenciación.
Desde que aparece la simpatía se manifiesta entre sus condiciones algo de
objetividad. La participación afectiva no es más la ciega adaptación de la emoción.
En un primer momento, la simpatía, puede manifestarse en 2 sentidos contrarios:
CENTRIFUGA
CENTRIPETA
El niño transfiere el objeto habitual de sus
propios deseos o temores en aquel que
suscito la compasión.
Reacción a lo que le interesa o amenaza al
otro como si se tratara de el mismo.
EJ: oyendo gritar a otro niño dice a su
madre: “mama teta”. Toma su propio
vestido, lo levanta, y ofrece su seno al
otro.
EJ: grita si alguno se acerca a un objeto
que el teme y se va.
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En la simpatía, la situación entre espectador e interesado permanece bastante
indiferenciada. El niño está más cerca de la participación afectiva que la de la
simpatía verdadera.
D) Simpatía y representación
La simpatía que se manifiesta a propósito de imágenes, comienza un poco más
tarde. EJEMPLO: Preyer vio a su hijo llorar si uno le cortaba realmente uno sus
miembros a la figura de un hombre hecho de papel.
Hay una fuerza de ilusión que una imagen puede ejercer sobre un niño. Hay
diferencias que distinguen la imagen de la realidad y, en consecuencia, dificultades
que debe experimentar el niño para reconocer lo que la imagen representa.
Hay un plano que requiere que se lea la puesta en perspectiva; la edad en que un
niño puede descifrar una perspectiva es relativamente tardía. Se observa una
oposición entre la representacion diferenciada y la intuición afectiva.
Lo que el niño comienza a asimilar es aquello que recibe de sus propias
disposiciones una especie de existencia común, y a veces, aquello que no tiene
otra razón para estar unido que haber sido percibido por él, en un momento de
deseo o emoción. Lo que puede asociar es aquello que extrajo de una misma
totalidad perceptiva.
Tiene en el pensamiento la última imagen evocada, por eso no es exigente para
establecer analogías. Hay una imposibilidad para representarse nada que no sea
concreto. Tendrá la noción de que la imagen y el objeto son 2 cosas diferentes
cuando llegue a ser más exigente para aceptar una semejanza, cuando llegue a
comparar.
El despertar de la simpatía por las imágenes supone una participación afectiva
que excluye en la misma proporción la objetividad de la visión.
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E) Simpatía y lenguaje
El lenguaje muestra etapas por las que pasa el niño:
al principio, es una especie de confusión entre su punto de vista y el del otro
después es su desdoblamiento
y finalmente, la adopción exclusiva del suyo propio.
Sus primeras frases son simples palabras, cuya significación es ambigua o
polivalente (ej: dice “mano” para que le tomen la mano, o para designar una mano
que reconoce en una foto). Hay un índice de confusión inicial entre el yo, el otro y
los efectos resultantes de los objetos inanimados.
Bajo esta gran diversidad de sentidos, subsiste una misma intuición fundamental. El
niño no está en estado aun de utilizar las distinciones o categorías familiares en el
adulto; debe gradualmente aprender a delimitar. Es una manera todavía muy
subjetiva de sentir las cosas, en que la sensibilidad esta mezclada a su objeto. Así se
explica la confusión entre el tuyo y el mío, entre el sujeto y el objeto.
El estado del lenguaje es reducido todavía a una sola palabra indeclinable donde se
expresa toda una frase, opone su uniformidad a las intenciones que podrían existir
en el pensamiento del niño. La ambivalencia de su lenguaje conviene al
movimiento de su pensamiento, que le hace cambiar de papel en su propia acción.
El deseo y la defensa permanecen disociados. Pasa de uno al otro, como si
permaneciera dividido entre las 2 posiciones, sin referirlas a la unidad. Su empleo
del yo es hasta entonces intermitente, ocasional o ligado a ciertas circunstancias.
Con mayor frecuencia habrá en 3era persona designándose a si mismo por su
propio nombre. Hay imposibilidad para integrar las situaciones en las que él
participaba en el sentimiento dominante de su identidad personal.
CAPITULO 5: Estadio de las personalidades intercambiables
Estado de dispersión que precede el momento en q el niño podrá identificar
solidariamente su personalidad y la de los otros. Las situaciones entre las que se
esparce su vida lo mantienen esparcido a el mismo, o como dividido. No sabe
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realizar una coherencia entre ellas, ni (en consecuencia) en su propia conducta o en
su conocimiento de las personas.
El niño está tentado de confundir sujetos diferentes, e inversamente, de disociar el
mismo en tantos personajes como hay visto en diversas condiciones. Él mismo no
está siempre muy seguro de su propia identidad.
Incapaz de sobrepasar cada situación actual, lo es también de disociarse
suficientemente como para disociar al otro, y, por ende, para regular su conducta
en relación a lo que conoce o presume en el otro.
En esta edad el niño puede ser muy sensible a las modificaciones de las actitudes o
a los incidentes que se producen en el mundo que lo rodea.
Así como no llega todavía a disociarse el mismo de las situaciones en las que
participa, el niño subordina más o menos la identidad de las personas a las
circunstancias en las que éstas se le manifiestan.
En lugar de fusión entre las personas puede producirse desdoblamiento de una
misma. La personalidad permanece como adherida a la situación. La influencia de
una situación vieja o nueva sobre la personalidad del niño para hacerle adoptar
maneras de ser diferentes, u otra identidad.
La percepción del niño progresa por grados, a través de totalidad más y más
comprensivas. Solo posteriormente podrá operarse la disociación de la totalidad
en sus partes.
Las personalidades pueden conducir a una actividad compuesta, que traduce la
participación simultanea del niño en varios de los papeles que constituye la
situación. EJEMPLO: ante una escena, el niño toma los papeles de ambos
personajes: aquí la situación domina sobre la individualidad de los personajes; no
existe más que en relación a esta y no se distinguen unos de otros.
La confusión del sujeto con lo que lo rodea puede tomar una última forma, la del
TRANSITIVISMO: trastorno de la limitación del yo, se les atribuyen a otros los
sentimientos propios. El transitivismo precede al instante en que el niño sabrá
distribuir sin error, entre él y el otro, los estados y los actos que percibe. Él se
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opone ya a las personalidades que no son la suya. Pero puede ocurrir que se les
atribuya lo que es exclusivamente suyo.
Por otra parte, imagen y afectividad varían una en razón inversa a la otra, la caída
de la tensión afectiva deja que la imagen pase a primer plano. Pues la imagen es de
naturaleza espacial. Hay una dificultad extraña para que el niño haga coincidir su
imagen exteroceptiva con la intuición propioceptiva que tiene de su actividad y de
su cuerpo. Debe revestir idealmente su ser propioceptivo con su imagen
exteroceptiva, necesitara que sea exterior a él mismo.
CAPITULO 6: Crisis de personalidad (3 años)
Afirmación del yo y objetividad
Hacia el 3er año comienza un cambio bastante brusco en las maneras del niño y en
sus relaciones con lo que lo rodea. Se adopta un punto de vista exclusivo y
unilateral: el suyo, de una personalidad particular y constante. Deja de confundirse
con el contenido de su percepción. Se alcanza un progreso que supone una especie
de desdoblamiento frente a la intuición correcta.
La distinción del yo y del yo-no es una de las primeras etapas. Al mismo tiempo, el
niño testimonia una mayor objetividad en sus reacciones y en sus motivos de
acción. No reacciona ya solo a las impresiones presentes, sino también a las
imágenes que guarda el pasado a las representaciones que configura.
Ya no pertenece únicamente al plano de lo concreto y de lo actual, sino que
comenzó a dirigirse hacia un plano en que lo real se refiere a nociones estables y
capaces de resistir a las fluctuaciones momentáneas de la sensibilidad o de las
disposiciones subjetivas (ej: niño dice: “solo”, “yo puedo solo”).
Se genera una impresión de ser mirado bajo la influencia del sentimiento de
prestancia. La atención que el sujeto siente fijada sobre él mismo, lo obliga a él
mismo a observarse. Una intuición subjetiva que tiene de su propio personaje.
Siente la necesidad de adaptarse a la presencia del otro y, con frecuencia,
sustituye al desarrollo correcto de los automatismos necesarios por cierto reflejos
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mímicos, o espasmos violentos, con perturbaciones, enrojecimientos, palidez,
sudores.
Hay una inhibición de la actividad objetiva, es decir, el individuo abandona la
acción si otro lo mira, pero en cuanto ese otro se va se retoma o comienza la
acción.
Las reacciones de prestancia (sujeto manifiesta su necesidad por hacerse notar,
provoca un comportamiento bajo la mirada del otro) cambian con las etapas del
crecimiento. Antes del 3er año son como rudas y no diferenciadas. La inhibición y
los reflejos son, en esta edad, más bien el resultado de una complexión nerviosa o
de un estado físico defectuoso. Solicita con frecuencia la atención del otro si cree
estar cumpliendo con un rodeo difícil.
Después del 3er año esta acción tiende a diversificarse y a entrar en relación con
las circunstancias y las personas. Aparece la vergüenza”.
El desdoblamiento que se da entre su personalidad y la de los otros incita al niño a
ensayar el poder de la suya, utilizando todas las circunstancias favorables. Con sus
allegados pretende llegar a ser para ellos un objeto de solicitud exclusivo. Llega a
cometer intencionalmente errores o faltas para hacerse reprender o para retener
la atención de los demás. Sus reacciones pierden su inmediata simplicidad; y la
intención que surge puede enmarcarse.
Durante este periodo de crisis, parece llevado siempre por una latente
comparación entre él y los otros. No aborda a cualquier niño, sino solo a aquellos
de los cuales cree podes sacar alguna ventaja. Se siente fácilmente frustrado por
ellos y muestra con bastante frecuencia ideas de prejuicio.
Se encarniza en perturbar el juego de niños que saben jugar mejor que él. Busca
sentirse superior. Sin embargo, debe reconocer los derechos del otro. Dejo de
confundir con su propia existencia todo lo que entra en el círculo de su existencia,
dejo de confundir lo mío con el yo.
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