
ingenieros en telecomunicaciones, aunque los biólogos se han interesado desde hace mucho en las propiedades mecánicas
de lo que usualmente llamamos las telarañas. Sin olvidar la importancia de las redes en las rutinas milenarias de los
pescadores.
En lo que hace a Internet como dispositivo, su especificidad está expresada entonces, no en la última doble V (Web) sino
en las dos primeras (World Wide). O sea que el emergente es el alcance, el campo de aplicación, y no el concepto. Si nos
focalizamos en la red como configuración de trayectorias, llegamos a la inescapable noción de “híper-texto”, que me parece
idéntica al concepto de inter-textualidad propuesto por la semiología unas dos décadas antes de Internet. Desde mi punto de
vista, la hiper-textualidad es un invariante de la dinámica histórica de los textos desde el surgimiento de la escritura. En el
caso de Internet, los emergentes decisivos son entonces el alcance y la velocidad, resultados de la automatización, aunque
no excluyo en modo alguno la idea marxista según la cual una acumulación de diferencias cuantitativas pueda culminar en
un salto cualitativo. Ahora bien, dada la magnitud de esa acumulación cuantitativa y la consiguiente complejidad,
inmediatamente se vuelve crucial el tema de la inteligencia de las trayectorias. En este sentido, el líder indiscutido hasta el
momento sigue siendo Google.
2
Aunque se pueda decir que Internet es un sistema experto a escala planetaria, no creo que tenga interés (al menos hasta
nuevo aviso) la metáfora neuronal: las características operatorias de la Red están todavía muy lejos de parecerse en algo al
funcionamiento cerebral. Como se sabe, sobre estos temas la polémica es enorme y estamos todavía muy lejos de ver el fin
de las disputas sobre la inteligencia artificial. Personalmente, me inclino a coincidir con el punto de vista de sociólogos
como Harry Collins, que piensan que la lógica lineal de los sistemas expertos es aplicable a ciertos tipos de
comportamientos humanos y no a otros
3
y también (aunque en este caso sin la más minima capacidad para evaluar
técnicamente la cuestión) con neurobiólogos como Edelman que explican, de una manera que me parece convincente, cómo
y por qué el funcionamiento cerebral es cualitativamente distinto del funcionamiento de una computadora.
4
Ahora bien, más
allá de la disputa acerca del eventual isomorfismo entre redes computacionales y redes neuronales, lo interesante hoy es
obviamente el hecho de los millones de cerebros (biológicos) que se conectan a Internet, sin olvidar que esa conectividad
está fatalmente constreñida y limitada por las diferencias cualitativas (insoslayables, me parece, hasta el momento por lo
menos) entre la Red y el cerebro.
En cuanto a las tres dimensiones de la semiosis, ellas estaban ya integradas al proceso de la mediatización antes del
surgimiento de la Red. El protocolo Internet ha simplemente permitido introducir los resultados discursivos de las
operaciones cognitivas de la primeridad, la secundariedad y la terceridad en el ciberespacio. Esto no nos dice nada, por
supuesto, acerca de las eventuales transformaciones que el dispositivo Internet pueda inducir en las prácticas de los más
diversos sectores de la actividad social materializadas en esas tres dimensiones: enorme campo de investigación que apenas
comienza a explorarse y que es en el que se aventuran los trabajos reunidos en este libro.
La comparación, en fin, entre los usos de “búsqueda” en Internet, es decir, la navegación a través de lo que sería, al
límite, la totalidad de los contenidos del conocimiento humano, y los usos “relacionales”, que se configuran en las llamadas
redes sociales, no me parece plantear, desde el punto de vista técnico, ningún problema particular: aquí el isomorfismo es
completo, puesto que, en la materialización del ciberespacio, una “persona” no es estrictamente otra cosa que un conjunto
de archivos entre los cuales se han definido vínculos.
Podemos ahora volver a la pregunta sobre lo que Internet aporta de nuevo dentro del proceso histórico de la
mediatización. Conviene insistir en que cualquier respuesta, hoy, sólo puede ser provisoria y exploratoria.
He aquí una síntesis brutal pero que no me parece demasiado insatisfactoria: la WWW comporta una mutación en las
condiciones de acceso de los actores individuales a la discursividad mediática, produciendo transformaciones inéditas en
las condiciones de circulación. Esa mutación va a tener después múltiples consecuencias y va a afectar progresivamente, a
través de bucles retroactivos, muchos otros aspectos de la mediatización.
La consecuencia directa de esta mutación de las condiciones de acceso es la transformación de los mecanismos de
creación de valor en el mercado de los medios. En el caso de los medios más clásicos, portadores de escritura, la
digitalización altera profundamente las condiciones de circulación. En el caso de los medios audiovisuales, la crisis
del broadcasting modifica, de manera definitiva, los procesos de creación de valor.
Los dos grandes tipos de usos ya estabilizados, que llamo usos de búsqueda y usos relacionales (entre estos últimos se
puede incluir el correo electrónico, que en el contexto de la presente discusión no tiene mayor importancia), plantean,
respectivamente, dos cuestiones cruciales: la relación al conocimiento y la relación al Otro. Por un lado, la Red pone en el
centro de la escena el inmenso tema de la relación de los actores individuales con el conjunto del conocimiento humano.
Desde este punto de vista, simpatizo profundamente con la posición de Robert Darnton, según la cual todas las sociedades
humanas, cada una a su manera, han sido sociedades de la información.
5
Creo que a la vez se puede afirmar, sin ninguna
contradicción, que la Red plantea ese problema de una manera nueva y radical. Por otro lado, las redes sociales reactivan
permanentemente la pregunta sobre el vínculo social, en las tres dimensiones de la semiosis: afectiva, factual y normativa.
Esas son las dos grandes dimensiones de Internet, y el interpretante no puede ser otra cosa que político. En la medida en
que el dispositivo de la Red permite a cualquier usuario producir contenidos y teniendo en cuenta además que, por primera
vez, el usuario tiene el control del “switch” entre lo privado y lo público, podemos empezar a hacernos una idea de la