SZASZ, T. - LA ENFERMEDAD MENTAL
El concepto de enfermedad mental tuvo su utilidad histórica pero es, en la actualidad,
científica y médicamente anticuado, y moral y políticamente dañino por las razones que
veremos en este artículo.
En 1961, Thomas Szasz, médico psiquiatra, psicoanalista y actualmente Profesor Emérito
de la Universidad del Estado de New York, publicó “El mito de la enfermedad mental”, que
inició un debate mundial sobre los denominados trastornos mentales. Szasz anota que la
mente no es un órgano anatómico como el corazón o el hígado; por lo tanto, no puede
haber, literalmente hablando, enfermedad mental. Cuando hablamos de enfermedad
mental estamos hablando en sentido figurado, como cuando alguien declara que la
economía del país está enferma. Los diagnósticos psiquiátricos son etiquetas
estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan o ofenden a la
sociedad.Si no hay enfermedad mental, tampoco puede haber hospitalización o
tratamiento para ella. Desde luego, las personas pueden cambiar de comportamiento, y si
el cambio va en la dirección aprobada por la sociedad es llamado cura o recuperación.
Por consiguiente, las intervenciones psiquiátricas deben ser definidas con claridad como
voluntarias o involuntarias. En las voluntarias, la persona busca la ayuda del profesional
movida por sus problemas. Típicamente, el individuo es un beneficiario de la intervención
del psiquiatra. En las involuntarias, la sociedad impone la intervención. Típicamente, el
individuo es una víctima de la acción del psiquiatra, en tanto que la sociedad(la familia) es
la beneficiaria. La psiquiatría involuntaria es incompatible con los principios de una
sociedad democrática y libre, y debe ser abolida.
LA FABRICACIÓN DE LA LOCURA
En 1970, Szasz publicó “La fabricación de la locura: Estudio comparado de la Inquisición y
el Movimiento de la Salud Mental”, un monumental estudio histórico dedicado a demostrar
que-con el declinar de la cosmovisión teológica y del poder del Estado Teocrático(la
alianza del Estado y la Religión), y el ascenso de la cosmovisión científica y del poder del
Estado Terapéutico(la alianza del Estado y la Medicina y, en particular, la Psiquiatría-, el
mito teológico de la herejía fue remplazado por el mito científico de la enfermedad mental,
la persecución de brujas y herejes por la persecución de pacientes mentales y
drogadictos, y la poderosa burocracia papal de la Inquisición por la poderosa burocracia
estatal de la Psiquiatría Institucional.
En esta obra, que dio inicio a la nueva disciplina de la historia crítica de la psiquiatría
(junto con la “Historia de la locura en la Era Clásica”, de Michel Foucault), Szasz define
también los dos tipos de psiquiatría: la institucional y la contractual.
La Psiquiatría institucional comprende todas las intervenciones impuestas a las
personas por los demás. Estas intervenciones se caracterizan por la completa
pérdida, por parte del denominado paciente, del control de la relación con el
psiquiatra. Su aspecto económico más importante es que el psiquiatra es un
empleado pagado por una entidad privada o pública. Su característica social más
destacada es el uso de la fuerza o del engaño.
La Psiquiatría Contractual comprende todas las intervenciones psiquiátricas
buscadas por las personas, motivadas por sus dificultades o problemas. Estas
intervenciones se caracterizan por la completa retención, por parte del llamado
paciente, del control de la relación con el psiquiatra. Su aspecto económico más
importante es que el psiquiatra es un profesional privado pagado por la propia
persona(en nuestros días, la situación se complica por la existencia de los seguros
médicos). Su característica social más notoria es la evitación de la coacción o del
engaño.
Al negar la validez científica del concepto de trastorno mental no se niega la realidad de
los fenómenos a los que, desactualizadamente, mucha gente, tanto profesionales como
legos, llama enfermedades mentales. Por lo general, se refieren a las siguientes:
1. Alteraciones involuntarias de conducta (por ejemplo alucinaciones, depresión,
euforia, confusión, pérdida de la memoria y de la orientación temporo-espacial, y cambios
importantes de la conducta o la personalidad) por enfermedades endocrinas, infecciosas,
metabólicas, neurológicas o de otro tipo. Pero estas no son enfermedades mentales sino
médicas.
2. La locura, ahora llamada esquizofrenia, o paranoia , o psicosis, u otro término
psiquiátrico. La literatura sobre la esquizofrenia, considerada la más grave de las tales
enfermedades mentales comprende ahora miles de publicaciones que adolecen de un
serio error epistemológico: hablar de la esquizofrenia como si fuese una enfermedad
genuina como la diabetes cuando, en realidad, se trata de un insulto psiquiátrico que
justifica el internamiento forzado de los locos.
Por otra parte, los psiquiatras llevan un siglo alegando que la esquizofrenia es, en
realidad, una enfermedad cerebral. Si es así, ¿por qué sigue siendo definida como una
enfermedad mental y tratada por psiquiatras en vez de por neurólogos? Con relación a las
anormalidades detectadas mediante técnicas de imagenología diagnóstica en los
cerebros de los llamados esquizofrénicos, surgen enseguida dos inquietudes:
a) ¿Esas anomalías son causa o consecuencia de la conducta anormal?
b) Si la esquizofrenia es una enfermedad del cerebro como, digamos, la enfermedad de
Parkinson , o la enfermedad de Alzheimer, o la esclerosis múltiple, ¿ cómo es que en
muchos países hay leyes especiales de salud mental que obligan al internamiento o al
tratamiento forzado de los llamados esquizofrénicos? Que yo sepa, no hay leyes
especiales para el tratamiento coercitivo de las pacientes con Parkinson, Alzheimer y
esclerosis múltiple.
Al señalar que la esquizofrenia es parte del mito moderno de la enfermedad mental,
tampoco estoy negando la existencia de la locura. De hecho, la locura abunda dentro y
fuera de los manicomios( ahora llamados hospitales mentales). Lo que estoy
cuestionando es la veracidad científica de categorizarla y tratarla como una enfermedad
legítima tan curable como una apendicitis o una neumonía. La locura, en su sentido
clásico y literario, es más bien un asunto personal (locura individual) o político(locura
colectiva).
3. El crimen y la violencia. El concepto psiquiátrico del crimen surgió en el siglo XX con
la publicación de “El criminal, el juez y el público”(1929), de F. Alexander y H. Staub. Para
estos autores, había dos clases de criminales: el normal y el anormal. Para el normal la
penología tradicional era suficiente, en tanto que, para el anormal, Alexander y Staub
recomendaban la abolición de los castigos y la implantación de tratamientos psiquiátricos.
Es importante tener en cuenta que esta tesis nació en la época del ascenso al poder de
las ideologías totalitarias de la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética
comunista, en las que los psiquiatras estaban dispuestos a cooperar con gobiernos
dictatoriales en la represión de los ciudadanos.
Por su parte, Thomas Szasz, desde la publicación de “El derecho, la libertad y la
psiquiatría”(1963), ha advertido que la Psiquiatría Institucional se ha convertido en una
agencia represiva de control social .
Esta psiquiatrización del crimen ha dado origen al mito del paciente mental peligroso: con
bastante frecuencia los medios masivos de comunicación informan sobre un crimen al
que, enseguida y tras la entrevista a un psiquiatra o psicólogo, se le endilga el calificativo
de trastorno mental. Aunque no hay ninguna evidencia de que los llamados pacientes
psiquiátricos son más peligrosos que los normales(la situación actual apunta más bien a
todo lo contrario), el mito del paciente mental peligroso se resiste a morir.
4. El consumo de drogas legales e ilegales. Aunque la humanidad ha usado(y abusado
de) drogas tales como el alcohol, la coca, la marihuana, el opio y sus derivados, y el
tabaco durante siglos, el llamado problema de la droga, o drogadicción, o
farmacodependencia, o abuso de drogas fue una creación del siglo XX con la
promulgación de las primeras leyes antidrogas , y la inclusión del uso de ciertas drogas en
la lista oficial de trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana. Hasta ese
entonces, no teníamos el llamado problema de la droga, ni la palabra drogadicción tenía
la connotación peyorativa que hoy tiene. (De hecho, adicción quiere decir apego,
dedicación como cuando decimos que Fulano es adicto al Partido Liberal, o Mengano es
adicto al catolicismo).
Décadas más tarde, la guerra antidrogas, supuestamente ejecutada para erradicar el
consumo, es llevada a cabo con tanta insensatez y ferocidad que sus terribles
consecuencias(un ambiente de persecución inquisitorial, criminalidad, corrupción, daño
ecológico y toxicidad agregada por la impureza) han terminado por afectar a toda la
sociedad. Pero en vez de atribuir estas nefastas consecuencias a la ilegalidad y la guerra,
los gobiernos las achacan a las drogas , los drogadictos y los traficantes.
Por mi parte, sugiero que prohibir ciertas drogas porque su abuso puede ser dañino para
la salud es tan sensato como prohibir los automóviles porque su abuso puede ser
perjudicial para la salud, y postulo que la guerra antidrogas nos está haciendo más daño
que la denominada drogadicción. Por consiguiente el asunto no es cómo acabar con las
drogas y los drogadictos sin cómo acabar con la persecución y la guerra.
5. Los conflictos personales e interpersonales. Por último, cuando seguimos hablando
de trastornos mentales, tenemos en mente otros tipos de hechos: los conflictos
personales e interpersonales tales como la angustia, el desempleo, las dificultades o
desviaciones sexuales, la discordia marital o familiar, la estupidez, las fobias, la incultura,
las inhibiciones y demás problemas de la condición humana. Se piensa entonces que la
vida es armónica y que los conflictos son causados por psicopatologías subyacentes que
es preciso curar para ser felices. Esta es la versión pseudocientífica actual de la
psiquiatría y la psicología clínica convencionales. No obstante,me parece más realista
aceptar de una vez por todas que la vida es, en sí, una ardua tragicomedia, y que lo que
llamamos salud mental(que prefiero llamar virtud o salud espiritual) es un largo y tortuoso
camino de aprendizaje cotidiano.
CONCLUSIONES
La historia de la ciencia está llena de teorías y modelos que fueron descartados una vez
que se lograron avances que permitieron un conocimiento preciso de los fenómenos. No
veo por qué no va a ocurrir lo mismo con la teoría de la enfermedad mental. Nos
corresponde a los científicos la responsabilidad social de revisar crítica y constantemente
el estado de nuestros conocimientos para así ponernos al día en nuestra labor.
La teoría de la enfermedad mental tuvo, pues, su utilidad histórica hasta el siglo pasado
pero es, en la actualidad, científica y médicamente anticuada pues permite diagnosticar y
tratar como enfermos mentales a pacientes con enfermedades cerebrales o de otro tipo
que cursan con trastornos involuntarios de conducta; y es moral y políticamente dañina
porque se ha vuelto una cortina de humo para toda una serie de problemas económicos,
existenciales, morales y políticos que, estrictamente hablando, no requieren terapias
médicas sino alternativas económicas, existenciales, morales y políticas.
La teoría de la enfermedad mental es científicamente anticuada pues permite diagnosticar
como enfermos mentales a pacientes con enfermedades cerebrales; y socialmente dañina
pues es una cortina de humo para una serie de problemas sociales. Hay dos tipos de
psiquiatría: voluntaria e involuntaria. La psiquiatría involuntaria es incompatible con los
principios de una sociedad democrática y libre, y debe ser abolida. Al negar la validez
científica de la teoría de la enfermedad no estoy negando la realidad de las enfermedades
neurológicas, la locura, el crimen, el consumo de drogas y los conflictos sociales.
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