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En el ciclo de vida parasitario (homogónico, asexual o directo) las larvas filariformes
que se encuentran en el suelo penetran la piel mediante una irregularidad epidérmica o
un folículo piloso, luego migran al intestino delgado. La migración más importante que
se puede considerar según el aspecto clínico es la ruta pulmonar, donde estás larvas
se mueven a través del torrente sanguíneo a los pulmones, ascendiendo al árbol
traqueobronquial, y en la faringe son tragados hasta que llegan al intestino. Por otro
lado, las larvas filariformes pueden migrar de forma directa al intestino mediante la
penetración de tejido conectivo. Cuando las larvas logran llegar al intestino delgado,
mudan dos veces y se convierten en hembras adultas; ellas viven enhebradas en la
lámina propia del duodeno y por partenogénesis producen sus huevos, de los cuales
nacen las larvas rabditoides y proceden a ser expulsadas por medio de las heces. Por
otro lado, si las larvas no son expulsadas llegan a causar autoinfección (en otros
autores este es considerado otro ciclo vital) las cuales pueden ser producidas por dos
vías. Una de estas es, la vía interna es cuando algunas larvas rabditoides se
transforma en filarifomes antes de ser excretadas, penetrando la mucosa intestinal del
colón experimentando otro ciclo migratorio antes de volver al intestino. La otra vía es la
externa, aquí las larvas se quedan en las grietas de la zona perianal; posteriormente
estas penetran la piel de esta zona. La carga de gusanos puede incrementarse y la
infestación puede persistir de manera indefinida, sin necesidad de reinfección mediante
el ambiente y a menudo tiene consecuencias graves en el huésped. Otros autores
proponen que la influencia de factores genéticos en los huevos, lo que hace que
presenten diferentes dotaciones cromosómicas 1n, 2n y 3n; de los cuales nacen las
larvas rabditoides respectivamente (según la dotación cromosómica). Las larvas 3n se