SOCIOLOGÍA Y CULTURA: Algunas propiedades de los campos - Bourdieu
Los campos se presentan a la aprehensión sincrónica como espacios estructurados de
posiciones cuyas propiedades dependen de la posición en dichos espacios y pueden
analizarse en forma independiente de las características de sus ocupantes. Existen leyes
generales de los campos: campos diferentes como el de la política, el de la filosofía o el de
la religión tienen leyes de funcionamiento invariantes. Cada vez que se estudia un nuevo
campo se descubren propiedades específicas, propias de un campo en particular, al
tiempo que se contribuye al progreso del conocimiento de los mecanismos universales de
los campos que se especifican en función de variables secundarias. Sabemos que en
cualquier campo encontraremos una lucha, cuyas formas específicas habrá que buscar
cada vez, entre el recién llegado que trata de romper los cerrojos del derecho de entrada, y
el dominante, que trata de defender el monopolio y excluir la competencia. Un campo se
define, entre otras formas, definiendo aquello que está en juego y los intereses específicos,
que son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses
propios y que no percibirá alguien que no haya sido construido para entrar en ese campo.
Para que funcione un campo, es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a
jugar, que esté dotada de los habitus que implican el conocimiento y reconocimiento de las
leyes inmanentes al juego, de lo que está en juego, etc.
La estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las
instituciones que intervienen en la lucha, o si se prefiere, de la distribución del capital
específico que ha sido acumulado durante luchas anteriores y que orienta las estrategias
ulteriores. Esta misma estructura siempre está en juego: las luchas que ocurren en el
campo ponen en acción al monopolio de la violencia legítima que es característico del
campo considerado, esto es, en definitiva, la conservación o subversión de la estructura de
la distribución del capital específico.
Aquellos que, dentro de un estado determinado de la relación de fuerzas, monopolizan el
capital específico, que es el fundamento de poder o de la autoridad específica
característica de un campo, se inclinan hacia estrategias de conservación (tienden a
defender la ortodoxia), mientras los que disponen de menos capital se inclinan a utilizar
estrategias de subversión: las de la herejía. La herejía, la heterodoxia, como ruptura crítica,
que está a menudo ligada a la crisis, junto con la doxa, es la que obliga a los dominantes a
salir de su silencio y les impone la obligación de producir el discurso defensivo de la
ortodoxia.
Otra propiedad menos visible de un campo: toda la gente comprometida con un campo
tiene una cantidad de intereses fundamentales comunes, es decir, todo lo que está
vinculado con la existencia del campo; de allí que surja una complicidad objetiva que
subyace en todos los antagonismos. Los que participan en la lucha contribuyen a
reproducir el juego, al contribuir, de manera más o menos completa según los campos, a
producir la creencia en el valor de lo que está en juego. Los recién llegados tienen que
pagar un derecho de admisión que consiste en reconocer el valor del juego y en conocer
ciertos principios de funcionamiento del juego. Ellos están condenados a utilizar
estrategias de subversión, pero estas deben permanecer dentro de ciertos límites, so pena
de exclusión. En realidad, las revoluciones parciales que se efectúan continuamente dentro
de los campos no ponen en tela de juicio los fundamentos mismos del juego. Por el
contrario, en los campos de producción de los bienes culturales, la subversión herética
afirma ser un retorno a los orígenes, al espíritu, a la verdad del juego, en contra de la
banalización y degradación de que ha sido objeto (uno de los factores que protege los
diversos juegos de las revoluciones totales, capaces de destruir el juego mismo, es
precisamente la magnitud de la misma inversión, tanto en tiempo como en esfuerzo, que
supone entrar en el juego y que contribuye a que resulte inconcebible prácticamente la
destrucción simple y sencilla del juego). A través del conocimiento práctico que se exige a
los recién llegados, están presentes en cada acto del juego toda su historia y todo su
pasado. Existe el efecto de campo cuando ya no se puede comprender una obra (y el
valor, es decir, la creencia que se le otorga) sin conocer la historia de su campo de
producción.
El principio de las estrategias filosóficas no es el cálculo cínico, la búsqueda consciente de
la maximización de la ganancia específica, sino una relación inconsciente entre un habitus
y un campo. Las estrategias de las cuales hablo son acciones que están objetivamente
orientadas hacia fines que pueden no ser los que se persiguen subjetivamente. La teoría
del habitus está dirigida a fundamentar la posibilidad de una ciencia de las prácticas que
escape a la alternativa del finalismo o el mecanicismo.
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