A continuación hace una reseña, desde mi punto de vista, muy inteligente y observadora, y se refiere al
hecho de los motivos históricos que lo impulsaron: la adscripción a una determinada confusión religiosa
no aparece como causa de fenómenos económicos, sino más bien como consecuencia de los mismos.
Tras la Reforma, se vislumbra en Alemania una “ruptura” con el tradicionalismo (concepto, éste, que se
analizará más adelante), aunque esto no significó, en absoluto, la eliminación del poder eclesiástico sobre
la vida; así se entiende la perdurabilidad de pueblos con una fisonomía económica moderna que soportan
el dominio de la Iglesia católica la cual castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador. El hecho de
que, precisamente, los países económicamente más progresistas y aparentemente más reformadores, se
viesen sometidos de forma tan clara a una tiranía puritana, hasta ese momento desconocida, centra el
análisis de Weber y pone las bases para entender al mayor participación de los protestantes en la posesión
del capital y la dirección de la economía. Se vislumbra así, el verdadero espíritu del capitalismo, el cual se
ve presionado y encuentra en el protestantismo un lugar de desarrollo ideal.
A la hora de trazar las diferencias que pueden existir entre el catolicismo clásico y el protestantismo,
Weber se refiere a los aspectos que delimitan su actividad social y son fiel reflejo tanto de la estructura
social alemana, como de la forma de vida allí desarrollada. En un principio señala las diferencias que
encuentra entre el tipo de enseñanza que dan a sus hijos los padres católicos con relación a los
protestantes. Se desglosa en este aspecto que la formación católica es de tipo humanística, mientras que
los estudios técnicos y para profesiones de tipo industrial y mercantil son cursados en número
notablemente mayor por los protestantes. Este aspecto será de gran trascendencia para el estudio que
sobre la profesión, haga Weber en posteriores capítulos.
Otra diferencia o elemento diferenciador, es que los católicos participan también en menor proporción en
las capas ilustradas del elemento trabajador de la moderna gran industria, es decir, los católicos se
inclinan más a seguir en el oficio, mientras que los protestantes se lanzan en número mucho mayor a la
fábrica en la que escalan los puestos superiores del proletariado ilustrado y de la burocracia industrial.
Todos estos elementos nos llevan a postular que han sido siempre los protestantes (singularmente en
alguna de sus confesiones, a saber, pietistas, mennonitas, calvinistas, etc., las cuales son descritas en la
segunda parte de la obra con detalle), los que como oprimidos u opresores, mayoría o minoría han
mostrado una tendencia más marcada hacia el racionalismo económico. La razón a estas conductas tan
diferentes hay que buscarla, según Weber, en alguna característica personal determinada y permanente, y
no sólo en un cierta situación histórico - político de cada confesión.
El protestante opta por comer bien, mientras que el católico prefiere dormir tranquilamente, este símil
metafórico puede darnos una idea aproximada del impulso motivado que llevó al protestantismo a
adelantarse en la moderna actividad económica capitalista. Pero si lo que se pretende es profundizar más,
habrá que eliminar estas generalidades y habría que pensar que si toda esa supuesta oposición entre
alejamiento del mundo, áscesis y piedad de una parte, y participación en la actividad capitalista de otra,
no debería quedar más bien convertida en un íntimo parentesco.
Todos estos supuestos fallan cuando se da al mismo tiempo en una persona o colectividad, la “virtud”
capitalista del sentido de los negocios y una forma de piedad intensa que impregna y regula todos los
actos de la vida, y esto no se da aisladamente, sino que precisamente constituye un signo característico de
grupos enteros de las sectas e iglesias más importantes del protestantismo, especialmente en el
calvinismo, cuando éste se desarrollaba en un territorio con posibilidades reales de evolución capitalista.
Tiene razón Gothein cuando califica a la diáspora calvinista como el “vivero de a economía capitalista”.
A la hora de desarrollar el concepto de “espíritu del capitalismo”, Weber utiliza los principios, en forma
de mofa de Benjamín Franklin y también incluye algún pasaje del filósofo Ferdinand Kürnberger al trazar
el cuadro de la cultura americana en su libro Der Amerikanüde (Francfort 1855) como por ejemplo: de
las vacas se hace manteca y de los hombres dinero; lo característico de esta “filosofía de la avaricia” es el