Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Humanidades y Ciencias
Introducción a la Sociología
Material de cátedra elaborado por Ricardo Sidicaro
Selección de textos de Karl Marx
Año 2010
Índice de contenidos
Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política ...................................... 2
Lucha de clases .............................................................................................................. 5
Las clases sociales.......................................................................................................... 8
Carta a Joseph Weydemeyer........................................................................................... 9
Los campesinos parcelarios franceses ¿una clase? ....................................................... 10
Los dos grandes grupos de intereses en los que la burguesía se divide ......................... 16
Revolución francesa ...................................................................................................... 17
Emancipación de la burguesía: Materialismo y Revolución francesa. .............................. 18
Clase e individuo ........................................................................................................... 18
Clase y estamento......................................................................................................... 19
Ideología y clase dominante ......................................................................................... 21
Las relaciones de clase y los cambios religiosos. ........................................................... 26
Esencia del luteranismo................................................................................................. 28
Emancipación de la burguesía: Lutero y Calvino. ........................................................... 28
Estado como comunidad ilusoria ................................................................................... 29
Formas del Estado ........................................................................................................ 30
Estado y poder .............................................................................................................. 30
El Estado como patrimonio de la burguesía ................................................................. 32
Estado y democracia ..................................................................................................... 32
Abolición del Estado ...................................................................................................... 33
La supresión de la alienación......................................................................................... 33
Relación entre el Estado y el derecho y la propiedad .................................................... 34
Contra el determinismo económico, el Materialismo económico ..................................... 35
Librecambio y libertad del capital ................................................................................... 35
La dominación británica en la India ................................................................................ 37
Carta de Marx a Pavel Vasilyevich Annenkov (28 de diciembre de 1846) ....................... 38
Fragmentos carta de Engels a Schmidt sobre la relación entre estructura y
superestructura ............................................................................................................. 45
2
Acomo Darwin. descubrió la ley del desarrollo del mundo orgánico, Marx descubrla
ley del desarrollo de la historia humana, a saber: el hecho elemental y sencillo, que hasta
ahora aparecía enterrado bajo una mara ideológica, de que los hombres, antes de
ocuparse de política, de ciencia, de arte, de religión, etc., deben, por encima de todo,
comer, beber, vestirse y tener un techo, y que, por lo tanto, la producción de los medios
materiales de existencia, y con ello, el grado de desarrollo ecomico de un pueblo o de
una época, constituyen la base de donde se deduce, y, por consiguiente se explican (y no
a la inversa, como hasta el presente era la regla), todas las instituciones del Estado, los
conceptos jurídicos, el arte, y, aun, las ideas religiosas de los hombres.
F. Engels: "Discurso ante la tumba de Karl Marx", (17 de marzo de 1883).
Prólogo de la “Contribucn a la crítica de la economía política
1
Karl Marx
Estudio el sistema de la Economía burguesa por este orden: capital, propiedad del
suelo, trabajo asalariado; Estado, comercio exterior, mercado mundial. Bajo los tres
primeros títulos, investigo las condiciones económicas de vida de las tres grandes clases
en que se divide la moderna sociedad burguesa; la conexn entre los tres títulos
restantes salta a la vista. La primera sección del libro primero, que trata del capital,
contiene los siguientes capítulos: 1. La mercancía; 2. El dinero o la circulación simple; 3.
El capital en general. Los dos primeros capítulos forman el contenido del presente
fascículo. Tengo ante mí todos los materiales de la obra en forma de monografías,
redactadas, con grandes intervalos de tiempo para el esclarecimiento de mis propias
ideas y no para su publicación; la elaboración sistemática de todos estos materiales con
arreglo al plan apuntado, dependerá de circunstancias externas.
Aunque había esbozado una introducción general, prescindo de ella, pues, bien
pensada la cosa, creo que el adelantar los resultados que han de demostrarse, más bien
sería un estorbo, y el lector que quiera realmente seguirme deberá estar dispuesto a
remontarse de lo particular a lo general. En cambio, me parecen oportunas aquí algunas
referencias acerca de la trayectoria de mis estudios de economía política.
Mis estudios profesionales eran los de Jurisprudencia, de la que, sin embargo,
sólo me preocu como disciplina secundaria, al lado de la filosofía y de la historia. En
1842-1843, siendo redactor de la Gaceta del Rin
2
, me vi por vez primera en el trance
difícil de tener que opinar acerca de los llamados intereses materiales. Los debates de la
Dieta renana sobre la tala furtiva y la parcelación de la propiedad del suelo, la polémica
oficial mantenida entre el señor Von Schaper, a la sazón gobernador de la provincia
renana, y la Gaceta del Rin, acerca de la situación de los campesinos del Mosela, y
finalmente, los debates sobre el libre cambio y el proteccionismo, fue lo que me movió a
ocuparme por vez primera de cuestiones ecomicas. Por otra parte, en aquellos tiempos
en que el buen deseo de “marchar a la vanguardiasuperaba con mucho el conocimiento
de la materia, la Gaceta del Rin dejaba traslucir un eco del socialismo y del comunismo
1
Extraído de MARX, K y ENGELS, F. Obras Escogidas, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957,
g.340-343.
2
Rheinische Zeitung, diario radical que se publicó en Colonia en los os 1842 y 1843. Marx fue el
redactor jefe de dicho periódico desde el 15 de hasta el 18 de marzo de 1843. (N. de la Edit.)
3
francés, teñido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de aquellas
chapucerías, pero confesando al mismo tiempo francamente, en una controversia con la
Gaceta general de Augsburgo
3
, que mis estudios hasta entonces no me permitían
aventurar ningún juicio acerca del contenido propiamente dicho de las tendencias
francesas. Lejos de esto, aproveché ávidamente la ilusión de los gerentes de la Gaceta
del Rin, quienes creían que suavizando la posición del periódico iban a conseguir que se
revocase la sentencia de muerte ya decretada contra él, para retirarme de la escena
blica a mi cuarto de estudio.
Mi primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue una
revisión ctica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción vio la luz en
1844 en los Anales franco-alemames
4
, que se publicaban en París. Mi investigación
desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de
Estado no pueden comprenderse pormismas ni por la llamada evolución general del
espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida
cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo
XVIII, bajo el nombre de sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que
buscarla en la Economía política. En Bruselas, adonde me trasladé en virtud de una orden
de destierro dictada por el señor Guizot, hube de proseguir mis estudios de Economía
política, comenzados en París. El resultado general a que lleg, y que, una vez obtenido,
sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su
vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura [Uberbau] jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona [bedingen] el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes,
o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad
dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.
De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten
en trabas suyas. Se abre a una época de revolución social. Al cambiar la base
ecomica se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura
erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre
los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que
pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, arsticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que
los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo
modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de , no podemos
juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario,
3
Allgemeine Augsburger Zeitung, diario alemán reaccionario fundado en 1789; desde 1810 hasta
1882 se editaba en Augsburg. En 1842 publicó una falsificación de las ideas del comunismo y el
socialismo utópicos y Marx lo desenmascaró en su artículo “El comunismo y el Allgemein Zeit ung
de Augsburg, que fue publicado en el Reinische Zeitug, en octubre de 1842 (N. de la Edit.)
4
Deutsch-Franzosische Jahrbücher, órgano de la propaganda revolucionaria y comunista, editado
por Marx en París, en el o 1844 (N. de la Edit.)
4
hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.
Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de
producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado
en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre
únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos
siempre que estos objetivos lo brotan cuando ya se dan, o, por lo menos, se están
gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos
designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación ecomica de la
sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal, y el moderno burgués. Las
relaciones burguesas de producción son la última forma antanica del proceso social de
producción; antagónica no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un
antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las
fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al
mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta
formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.
Friedrich Engels, con el que yo mantenía un constante intercambio escrito de
ideas desde la publicación de su genial bosquejo sobre la crítica de las categorías
ecomicas (en los Anales franco-alemames), había llegado por distinto camino (Véase
su libro La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra) al mismo resultado que yo. Y
cuando, en la primavera de 1845, se estableció también en Bruselas, acordamos
contrastar conjuntamente nuestro punto de vista con el ideológico de la filosofía alemana;
en realidad, liquidar, con nuestra conciencia filosófica anterior. El propósito fue realizado
bajo la forma de una crítica de la filosofía posthegeliana. El manuscrito -dos gruesos
volúmenes en octavo
5
- llevaba ya la mar de tiempo en Westfalia, en el sitio en que había
de editarse, cuando nos enteramos de que nuevas circunstancias imprevistas impedían
su publicación. En vista de esto, entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los
ratones, muy de buen grado, pues nuestro objeto principal: esclarecer nuestras propias
ideas, estaba ya conseguido. Entre los trabajos dispersos en que por aquel entonces
expusimos al blico nuestras ideas, bajo unos u otros aspectos, sólo cita el Manifiesto
del Partido Comunista, redactado en colaboración con Engels y por mi, y un Discurso
sobre el Libre Cambio, que yo publiqué. Los puntos decisivos de nuestra concepción
fueron expuestos por vez primera, científicamente, aunque lo en forma polémica, en la
obra Miseria de la Filosofía, etc., publicada por mi en 1847 y dirigida contra Proudhon. La
publicación de un estudio escrito en alemán sobre el Trabajo Asalariado, en el que
recogía las conferencias dictadas por mí acerca de este tema en la Asociación obrera
alemana de Bruselas
6
, fue interrumpida por la revolución de Febrero, que trajo como
consecuencia mi alejamiento forzoso de Bélgica.
5
Se trata de la obra de Marx y Engels La ideología alemana.
6
La Asociación Obrera Alemana de Bruselas fue fundada por Marx y Engels a fines de agosto de
1847, con el fin de educar poticamente a los obreros alemanes residentes en Bélgica y mantenía
contacto directo con los clubs obreros flamencos y walones. Los mejores elementos de la
asociación entraron luego en la organización de Bruselas de la Liga de los Comunistas. Las
actividades de la Asociación Alemana en Bruselas se suspendieron poco después de la revolución
burguesa de febrero de 1848 en Francia, debido al arresto y expulsión de sus miembros por la
policía belga.
5
La publicación de la Nueva Gaceta del Rin, (1844-1849) y los acontecimientos
posteriores, interrumpieron mis estudios económicos, que no pude reanudar hasta 1850,
en Londres. Los inmensos materiales para la historia de la Economía política acumulados
en el British Museum, la posición tan favorable que brinda Londres para la observación de
la sociedad burguesa, y, finalmente, la nueva fase de desarrollo en que parecía entrar
ésta con el descubrimiento de oro de California y de Australia, me impulsaron a volver a
empezar desde el principio, abriéndome paso de un modo crítico, a través de los nuevos
materiales. estos estudios me llevaban, a veces, por mismos, a campos aparentemente
alejados en los que tenía que detenerme durante más o menos tiempo. Pero lo que sobre
todo me mermaba el tiempo de que dispoa era la necesidad imperiosa de trabajar para
vivir. Mi colaboración desde hace ya ocho años en el primer periódico anglo-americano, el
New York Tribune
7
, me obligaba a desperdigar extraordinariamente mis estudios, ya que
sólo en casos excepcionales me dedico a escribir para la prensa correspondencias
propiamente dichas. Los artículos sobre los acontecimientos ecomicos más salientes
de Inglaterra y el continente formaban una parte tan importante de mi colaboración, que
esto me obligaba a familiarizarme con una serie de detalles de carácter pctico situados
fuera de la órbita de la ciencia propiamente económica.
Este esbozo sobre la trayectoria de mis estudios en el campo de la Economía
política tiende simplemente a demostrar que mis ideas, cualquiera que sea el juicio que
merezcan, y por mucho que choquen con los prejuicios interesados de las clases
dominantes, son el fruto de largos años de concienzuda investigación. Y a la puerta de la
ciencia, como a la puerta del infierno, debiera estamparse esta consigna:
Qui si convien lasciare ogni sospetto
Ogni viltá convien che qui sia morta
Karl Marx, Londres, enero de 1859
Lucha de clases
Karl Marx y Frederik Engels
La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días
8
es la
historia de las luchas de clases.
7
New York Tribune, diario democrático que se publicó en Nueva York entre 1841 y 1924. Marx
colaboró en él desde 1851 hasta 1862.
Déjese aq cuanto sea recelo, mátese aq cuanto sea vileza” (Dante, La divina Comedia).
8
O más exactamente, la historia escrita. En 1847. la historia de la organización social que precedió
a toda la historia escrita, la prehistoria era casi totalmente desconocida. Posteriormente,
Haxthausen ha descubierto en Rusia la propiedad colectiva de las tierras; Maurer ha demostrado
que esta fue la base social de la que se derivaron históricamente todas las tribus alemanas y poco
a poco se ha ido descubriendo que la comunidad campesina, con la posesión colectiva del suelo,
es o ha sido la forma primitiva de la sociedad, desde las Indias hasta Irlanda. La organización
interna de esa sociedad comunista primitiva ha sido puesta en claro, en lo que tiene de típico, con
el culminante descubrimiento hecho por Morgan del verdadero carácter de la gens y su posicn
dentro de la tribu. Al disolverse estas comunidades primitivas comenzó a escindirse la sociedad en
clases distintas y, finalmente, enfrentadas. (Nota de F. Engels, adicionada en 1890).
6
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores siervos, maestros y oficiales
en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre mantuvieron una lucha cons-
tante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la
transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases
beligerantes.
En las primeras épocas de la Historia encontramos casi por todas partes una
estructuración completa de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala
gradual de condiciones sociales. En la Roma antigua hallamos patricios, caballeros,
plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales de
los gremios y siervos de la gleba, y, además, en casi todas estas clases todavía
encontramos gradaciones particulares.
La moderna sociedad burguesa, que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, no
ha abolido los antagonismos de clase. No ha hecho más que establecer, en lugar de las
viejas, nuevas clases, nuevas condiciones de opresn, nuevas formas de lucha. (...)
Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber
simplificado los antagonismos de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en
dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, antagónicas: la burguesía y el
proletariado.
De los siervos de la Edad Media surgieron los ciudadanos libres de las primeras
ciudades; de este estamento urbano brotaron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la
burguesía en ascenso, un nuevo campo de actividad. El mercader de China y de las Indias
orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los
medios de cambio y de las mercancías en general dieron al comercio, a la navegación y a la
industria un empuje hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del
elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
La antigua organizacn feudal o gremial de produccn ya no poa satisfacer la
demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Ocu su puesto la
manufactura. La clase media industrial suplan a los maestros de los gremios; la división
del trabajo entre las diferentes corporaciones fue suplantada por la división del trabajo
dentro del mismo taller.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no
bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria revolucionaron
entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustitu a la manufactura; el
lugar de la clase media industrial vinieron a ocuparlo los magnates de la industria jefes de
verdaderos ercitos industriales-, los burgueses modernos. (...)
La burguesía moderna, como podemos ver, es por sí misma producto de un largo
proceso de desarrollo, de una serie de transformaciones radicales en el modo de producción
y de cambio. (...)
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven
ahora contra la propia burguesía. Pero la burguesía no solo ha forjado las armas que
deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñan esas armas: los
obreros modernos, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital,
desarrollándose también el proletariado, la clase obrera moderna, que no vive sino a
7
condición de encontrar trabajo, y lo encuentra únicamente mientras su trabajo acrecienta
el capital. (...)
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su
salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguea: el casero,
el tendero, el prestamista, etcétera.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos,
toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, son absorbidos por el
proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer
grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más
fuertes; otros, porque sus aptitudes profesionales quedan sepultadas ante los nuevos
métodos de producción. Apues, el proletariado se recluta entre todas las clases sociales.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía
comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de
una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el
burgs aislado que los explota directamente. No se limitan a dirigir sus ataques contra las
relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de
producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las
máquinas, incendian las bricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del
trabajador medieval.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el ps y
desunida por la concurrencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta acción no
es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino fruto de la unión de la burguesía,
que para alcanzar sus propios fines políticos debe y por ahora aún puede poner en
movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa, los proletarios no combaten, por
tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es
decir, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los
burgueses no industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se
concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada triunfo así alcanzado es una
triunfo de la burguesía.
Sin embargo, el desarrollo de la industria, no lo nutre las filas del proletariado, sino
que los concentra en masas considerables; su fuerza crece y adquieren mayor conciencia
de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan
cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce
el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la
creciente competencia de los burgueses entre y de las crisis comerciales que ella
ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las
colisiones individuales entre el obrero y el burgués adquieren más y más el carácter de
colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses
y actúan en común para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes
para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques circunstanciales. De
tanto en tanto la lucha estalla en sublevación.
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo transitorio. El verdadero objetivo de sus
luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino la unn cada vez más extensa de los
obreros. (...)
8
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases, está, a punto de decidirse, el
proceso de desintegración de la clase gobernante, de toda la vieja sociedad, adquiere un
carácter tan violento y tan patente que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y
se adhiere a la causa revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así
como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de
la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos burgueses
que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento
histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, lo el proletariado es
una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van pereciendo y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es el producto más
peculiar.
La condición esencial de la existencia y del predominio de la clase burguesa es la
concentración de la riqueza en manos de particulares, la formación y el incremento
constante del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El
trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí.
El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oporsele, es agente
involuntario, reemplaza el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su
unión revolucionaria mediante la asociación. A, el desarrollo de la gran industria
remueve bajo los pies de la burguesía los fundamentos sobre los que ésta produce y se
apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios enterradores. Su
muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables. (...)
MARX, K y ENGELS, F. El manifiesto comunista, Edicomunicación, Barcelona, 1998 Pág.
96-98; 104; 106-109; 112. (original redactado en 1848).
La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de
producción, y con ello las relaciones de producción, y con ellos las relaciones de toda la
sociedad. Conservación de los antiguos modos de producción en forma inalterada, fue,
por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales
precedentes. Revolucionando la constante de la producción, la perturbación
ininterrumpida de todas las condiciones sociales, la incertidumbre eterna y la agitación
distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Toda la fija, las relaciones rápidas
congeladas, con su cortejo de creencias y venerable y opiniones, son barridas, todo
nuevo otras se hacen ejas antes de que puedan osificarse. Todo lo sólido se
desvanece en el aire, todo lo que es sagrado es profanado, y el hombre es, al fin se
ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
con sus semejantes.
K. Marx y F ENGELS: El manifiesto comunista
Las clases sociales
Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los
propietarios de tierras, cuyas respectivas fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y
la renta del suelo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes,
forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el gimen capitalista
de producción.
9
Es en Inglaterra, indiscutiblemente, donde más desarrollada se halla y en forma
más clásica la sociedad moderna, en su estructuración económica. Sin embargo, ni aquí
se presenta en toda su pureza esta división de la sociedad en clases. También en la
sociedad inglesa existen fases intermedias y de transición que oscurecen en todas partes
(aunque en el campo incomparablemente menos que en las ciudades) las líneas divi-
sorias. Esto, sin embargo, es indiferente para nuestra investigación. Ya hemos visto que
es tendencia constante y ley de desarrollo del régimen capitalista de producción el
establecer un divorcio cada vez más profundo entre los medios de producción y el trabajo
y el ir concentrando los medios de producción desperdigados en grupos cada vez
mayores; es decir, el convertir el trabajo en trabajo asalariado y los medios de
producción en capital. Y a esta tendencia corresponde, de otra parte, el divorcio de la
propiedad territorial para formar una potencia aparte frente al capital y al trabajo,
9
o sea,
la transformación de toda la propiedad del suelo para adoptar la forma de la propiedad
territorial que corresponde al régimen capitalista de producción.
El problema que inmediatamente se plantea es éste: ¿q es una clase? La
contestación a esta pregunta se desprende en seguida de la que demos a esta otra: ¿qué
es lo que convierte a los obreros asalariados, a los capitalistas y a los terratenientes en
factores de las tres grandes clases sociales?
Es, a primera vista, la identidad de sus rentas y fuentes de renta. Ttase de
tres grandes grupos sociales cuyos componentes, los individuos que los forman, viven
respectivamente de un salario, de la ganancia o de la renta del suelo, es decir, de la
explotación de su fuerza de trabajo, de su capital o de su propiedad territorial.
Es cierto que desde este punto de vista también los médicos y los funcionarios, por
ejemplo, formarían dos clases, pues pertenecen a dos grupos sociales distintos, cuyos
componentes viven de rentas procedentes de la misma fuente en cada uno de ellos. Y lo
mismo podría decirse del infinito desperdigamiento de intereses y posiciones en que la
división del trabajo social separa tanto a los obreros como a los capitalistas y a los
terratenientes, a estos últimos, por ejemplo, en propietarios, de viñedos, propietarios de
tierras de labor, propietarios de bosques, propietarios de minas, de pesquerías, etc.
(Al llegar aquí se interrumpe el manuscrito F.E.)
Extraído de MARX, K. El Capital, Tomo III, Fondo de Cultura Económica, México, 1987,
Cap. LII Pág. 817-818 (original redactado en 1864-1865)
Carta a Joseph Weydemeyer
Londres, 5 de marzo de 1852
...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de
las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos
9
F. List observa acertadamente: "El régimen predominante de las grandes finanzas cultivadas por
cuenta propia sólo demuestra la ausencia de civilización, de medios de comunicación, de industrias
nacionales y de ciudades ricas. Por eso encontramos generalizado este gimen en Rusia, Polonia,
Hungría, Mccklcmburgo. Antiguamente, era también predominante en Inglaterra; pero al aparecer
el comercio y la industria las grandes fincas se desintegraron en explotaciones de tipo mediano y
se impuso el gimen de arriendos" {Die Ackerverfassung, die Zwergwirtschaft nnd die
Auswanderung, 1842, p. 10).
10
historiadores burgueses haan expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases
y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he
aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a
determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases
conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no
es de por más que el tnsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una
sociedad sin clases...
Los campesinos parcelarios franceses ¿una clase?
Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en
idéntica situación, pero sin que entre ellos existan muchas relaciones. Su modo de
producción los aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos.
Este aislamiento es fomentado por los malos medios de comunicación de Francia y por la
pobreza de los campesinos. Su campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo
división alguna del trabajo, ni aplicación alguna de la ciencia; no admite, por tanto,
multiplicidad de desarrollo, ni diversidad e talentos, ni riqueza de relaciones sociales.
Cada familia campesina se basta, sobre poco más o menos, a misma, produce
directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus materiales
de existencia más bien en intercambio con la naturaleza que en contacto con la sociedad.
La parcela, el campesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino y otra familia.
Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea, y unas cuantas aldeas, un
departamento. Así se forma la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de
unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman
un saco de patatas. En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones
ecomicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por
su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllos forman una
clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente
local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna
unión nacional y ninguna organización política, no forman una clase. Son, por tanto,
incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de
un parlamento o por medio de una Convención. No pueden representarse, sino que tienen
que ser representados. Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su
señor, como una autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que
los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por
consiguiente, la influencia política de los campesinos parcelarios encuentra su última
expresión en el hecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la sociedad.
La tradición histórica hizo nacer en el campesino francés la fe milagrosa de que un
hombre llamado Napoleón le devolvería todo el esplendor. Y se encuentra un individuo
que se hace pasar por tal hombre, por ostentar el nombre de Napoleón gracias a que el
Code Napoléon ordena. «La recherche de la paternité est interdite». Tras 20os de
vagabundaje y una serie de grotescas aventuras, se cumple la leyenda, y este hombre se
convierte en emperador de los franceses. La idea fija del sobrino se realizó porque
coincidía con la idea fija de la clase más numerosa de los franceses. (....)
Pero entiéndase bien. La dinastía de Bonaparte no representa al campesino
revolucionario, sino al campesino conservador; no representa al campesino que pugna
por salir de su condición social de vida, la parcela, sino al que, por el contrario, quiere
consolidarla; no a la población campesina, que, con su propia energía y unida a las
ciudades, quiere derribar el viejo orden, sino a la que, por el contrario, sombríamente
retraída en este viejo orden, quiere verse salvada y preferida, en unn de su parcela, p or
11
el espectro del imperio. No representa la ilustración, sino la superstición del campesino,
no su juicio; sino su prejuicio, no su porvenir, sino su pasado, no sus Cévennes
modernas, sino su moderna Vene.
Los tres años de dura dominación de la reblica parlamentaria habían curado a
una parte de los campesinos franceses de la ilusión napoleónica y los habían
revolucionado, aun cuando lo fuese superficialmente; pero la burguesía los empujaba
violentamente hacia atrás cuantas veces se ponían en movimiento. Bajo la república
parlamentaria, la conciencia moderna de los campesinos franceses pug con la
conciencia tradicional. El proceso se desarrolló bajo la forma de una lucha incesante entre
los maestros de escuela y los curas. La burguesía abatió a los maestros. Por vez primera
los campesinos hicieron esfuerzos para adoptar una actitud independiente frente a la
actividad del Gobierno. Esto se manifestó en el conflicto constante de los alcaldes con los
prefectos. La burguesía destituyó a los alcaldes. Finalmente, los campesinos de diversas
localidades se levantaron durante el período de la reblica parlamentaria contra su
propio engendro, el ejército. La burguesía los castigó con estados de sitio y ejecuciones.
Y esta misma burguesía clama ahora acerca de la estupidez de las masas, de la vile
multitude que la ha traicionado frente a Bonaparte. Fue ella misma la que consolidó con
sus violencias las simpatías de la clase campesina por el Imperio, la que ha mantenido
celosamente el estado de cosas que forman la cuna de esta religión campesina. Claro
está que la burguesía tiene necesariamente que temer la estupidez de las masas,
mientras siguen siendo conservadoras, y su conciencia en cuanto se hacen
revolucionarias.
En los levantamientos producidos después del golpe de Estado, una parte de los
campesinos franceses protestó con las armas en la mano contra su propio voto del 10 de
diciembre de 1848. La experiencia adquirida desde 1848 les haa abierto los ojos. Pero
habían entregado su alma a las fuerzas infernales de la historia, y ésta los cogía por la
palabra, y la mayoría estaba aún tan llena de prejuicios, que precisamente en los
departamentos más rojos la población campesina vo públicamente por Bonaparte.
Según ellos, la Asamblea Nacional le había impedido caminar. Ahora no había hecho más
que romper las ligaduras que las ciudades habían puesto a la voluntad del campo. En
algunos sitios, abrigaban incluso la idea grotesca de colocar, junto a un Napoleón, una
Convención.
Después de la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos
en propietarios libres de su tierra. Napoleón consolidó y reglamentó las condiciones bajo
las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les
acababa de asignar, satisfaciendo su an juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la
ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de
propiedad consolidada en Francia por Napoleón. Fueron precisamente las condiciones
materiales las que convirtieron al campesino feudal francés en campesino parcelario y a
Napoleón en emperador. Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado
inevitable: el empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del
agricultor. La forma «napoleónica» de propiedad, que a comienzos del siglo XIX era la
condición para la liberación y el enriquecimiento de la población campesina francesa, se
ha desarrollado en el transcurso de este siglo como la ley de su esclavitud y de su
pauperismo. Y es precisamente esta ley la primera de las idees napoléoniennes que viene
a afirmar el segundo Bonaparte. Si comparte todavía con los campesinos la ilusión de
buscar la causa de su ruina, no en su misma propiedad parcelaria, sino fuera de ella, en la
influencia de circunstancias secundarias, sus experimentos se estrellarán como pompas
de jabón contra las relaciones de producción.
12
El desarrollo ecomico de la propiedad parcelaria ha invertido de raíz la relación
de los campesinos con las demás clases de la sociedad. Bajo Napoleón, la parcelación
del suelo en el campo completaba la libre concurrencia y la gran industria incipiente de las
ciudades. La clase campesina era la protesta omnipresente contra la aristocracia
terrateniente, que se acababa de derribar. Las raíces que la propiedad parcelaria echó en
el suelo francés quitaron al feudalismo toda sustancia nutritiva. Sus mojones formaban el
baluarte natural de la burguesía contra todo golpe de mano de sus antiguos señores. Pero
en el transcurso del siglo XIX pa a ocupar el puesto de los señores feudales el usurero
de la ciudad, las cargas feudales del suelo fueron sustituidas por la hipoteca y la
aristocrática propiedad territorial fue suplantada por el capital burgués. La parcela del
campesino sólo es ya el pretexto que permite al capitalista sacar de la tierra ganancia,
intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar como pueda su
salario. Las deudas hipotecarias que pesan sobre el suelo francés imponen a los
campesinos de Francia un interés tan grande como los intereses anuales de toda la
deuda nacional británica. La propiedad parcelaria, en esta esclavitud bajo el capital a que
conduce inevitablemente su desarrollo, ha convertido a l amasa de la nación francesa en
trogloditas. Dieciséis millones de campesinos (incluyendo las mujeres y los niños) viven
en chozas, una gran parte de las cuales sólo tienen una abertura, otra parte, dos
solamente, y las privilegiadas, tres. Las ventanas son para una casa lo que los cinco
sentidos para la cabeza. El orden burgués, que a comienzos del siglo puso al Estado de
centinela de la parcela recién creada y la abo con laureles, se ha convertido en un
vampiro que le chupa la sangre y la médula y la arroja ala caldera de alquimista del
capital. El Code Napoléon no es ya más que el código de los embargos, de las subastas y
de las adjudicaciones forzosas. A los cuatro millones (incluyendo niños, etc.) de pobres
oficiales, vagabundos, delincuentes y prostitutas, que cuenta Francia, hay que adir
cinco millones, cuya existencia flota al borde del abismo y que o bien viven en el mismo
campo desertan constantemente, con sus harapos y sus hijos, del campo a las ciudades y
de las ciudades al campo. Por tanto, los intereses de los campesinos no se hallan ya,
como bajo Napoleón, en consonancia, sin en contraposición con los intereses de la
burguesía, con el capital. Por eso los campesinos encuentran su aliado y jefe natural en el
proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués. Pero el Gobierno
fuerte y absoluto -que es la segunda ie napooninne que viene a poner en práctica el
segundo Napoleón- está llamado a defender por la violencia este orden «material». Y este
orden material es también el tópico en todas las proclamas de Bonaparte contra los
campesinos rebeldes.
Junto a la hipoteca, que el capital le impone, pesan sobre la parcela los impuestos.
Los impuestos son la fuente de vida de la burocracia, del ejército, de los curas y de la
corte; en una palabra, de todo el aparado del poder ejecutivo. Un gobierno fuerte e
impuestos elevados son cosas idénticas. La propiedad parcelaria se presta por la
naturaleza para servir de base a una burocracia omnipotente e innumerable. Crea un nivel
igual de relaciones y de personas en toda la faz del país. Ofrece también, por tanto, la
posibilidad de influir por igual sobre todos los puntos de esta masa igual desde un centro
supremo. Destruye los grados intermedios aristocráticos entre la masa del pueblo y el
poder del Estado. Provoca, por tanto, desde todos los lados, la injerencia directa de este
poder estatal y la interposición de sus órganos inmediatos. Y, finalmente, crea una
superpoblación parada y no encuentra cabida ni en el campo ni en las ciudades y que, por
tanto, echa mano de los cargos públicos como de una respetable limosna, provocando la
creación de cargos del Estado. Con los nuevos mercados que abra punta de bayoneta,
con el saqueo del continente, Napoleón devolvió los impuestos forzosos con sus
intereses. Estos impuestos eran entonces un acicate para la industria del campesino,
13
mientras que ahora privan a su industria de sus últimos recursos y acaban de exponerle
indefenso al pauperismo. Y de todas las idées napoléoniennes, la de una enorme
burocracia, bien galoneada y bien cebada, es la que más agrada al segundo Bonaparte.
¿Y cómo no había de agradarle, si se ve obligado a crear, junto a las clases reales de la
sociedad una casta artificial, para la que el mantenimiento de su régimen es un problema
de cuchillo y tenedor? Por eso, una de sus primeras operaciones financieras consistió en
elevar nuevamente los sueldos de los funcionarios a su altura antigua y en crear nuevas
sinecuras.
Otra idée napoléonienne es la dominación de los curas como medio de gobierno.
Pero si la parcela recién creada, en su armonía con la sociedad, en su dependencia de
las fuerzas de la naturaleza y en su sumisión a la autoridad que la protegía desde lo alto
era, naturalmente, religiosa, esta parcela, comida de deuda, divorciada de la sociedad y
de la autoridad y forzada a salirse de sus propios horizontes, limitados, se hace,
naturalmente, irreligiosa. El cielo era una añadidura muy hermosa al pequo pedazo de
tierra acabado de adquirir, tanto más cuanto que de él viene el sol y la lluvia, pero se
convierte en un insulto tan pronto como se le quiere imponer a cambio de la parcela. En
este caso, el cura ya lo aparece como el ungido perro rastreador de la policía terrenal:
otra idée napoléonienne. La pxima vez, la expedición contra Roma se llevará a cabo en
la misma Francia, pero en sentido inverso al del señor Montalembert.
Finalmente, el punto culminante de las idées napoléoniennes es la preponderancia
del ejército. El ejército era el point d'honneur de los campesinos parcelarios, eran ellos
mismos convertidos en roes, defendiendo su nueva propiedad contra el enemigo de
fuera, glorificando su nacionalidad recién conquistada, saqueando y revolucionando el
mundo. El uniforme era su ropa de gala; la guerra su poesía; la parcela, prolongada y
redondeada en la fantasía, la patria, y el patriotismo la forma ideal del sentido de la
propiedad. Pero los enemigos contra quienes ahora tiene que defender su propiedad el
campesino francés no son los cosacos, son los alguaciles y los agentes ejecutivos del
fisco. La parcela no está ya enclavada en lo que llaman patria, sino en el registro
hipotecario. El mismo ejército ya no es la flor de la juventud campesina, sino la flor del
pantano del lumpemproletariado campesino. Está formado en su mayoría por
remplaçants, por sustitutos, del mismo modo que el segundo Bonaparte no es más que el
remplaçant, el sustituto de Napoleón. sus hazañas heroicas consisten ahora en las
caceas y batidas contra los campesinos, en el servicio de gendarmería, y si las
contradicciones internas de su sistema lanzan al jefe de la Sociedad del 10 de diciembre
del otro lado de la frontera francesa, tras algunas hazas de bandidaje el ejército no
cosecha precisamente laureles, sino palos.
Como vemos, todas las «idées napoléoniennes» son las ideas de la parcela
incipiente, juvenil, pero constituyen un contrasentido para la parcela caduca. No son más
que las alucinaciones de su agoa, palabras convertidas en frases, espíritus convertidos
en fantasmas. Pero la parodia del imperio era necesaria para liberar a la masa de la
nación francesa de peso de la tradición y hacer que se destacase nítidamente la
contraposición entre el Estado y la sociedad. Conforme avanza la ruina de la propiedad
parcelaria, se derrumba el edificio del Estado construido sobre ella. La centralización del
Estado, que la sociedad moderna necesita, lo se levanta sobre las ruinas de la máquina
burocrático-militar de gobierno, forjada por oposición al feudalismo.
Las condiciones de los campesinos franceses nos descubren el misterio de las
elecciones generales del 20 y 21 de diciembre, que llevaron al segundo Bonaparte al
Sinaí pero no para recibir leyes, sino para darlas.
14
Manifiestamente, la burguesía no tenía ahora más opción que elegir a Bonaparte.
Cuando, en el Concilio de Constanza, los puritanos se quejaban de la vida licenciosa de
los papas y gemían acerca de la necesidad de reformar las costumbres, el cardenal Pierre
d'Ailly dijo, con voz tonante: «¡Cuando lo el demonio en persona puede salvar a la
Iglesia católica, vosotros pedís ángeles!» La burguesía francesa exclamó también,
después del coup d'état: ¡Sólo el jefe de la Sociedad del 10 de Diciembre puede ya salvar
a la sociedad burguesa! ¡Sólo el robo puede salvar a la propiedad, el perjurio a la religión,
el bastardismo a la familia, y el desorden al orden!
Bonaparte, como poder ejecutivo convertido en fuerza independiente, se cree
llamado a garantizar el «orden burgué. Pero la fuerza de este orden burgués está en la
clase media. Se cree, por tanto, representante de la clase media y promulga decretos en
este sentido. Pero si es algo, es gracias a haber roto y romper de nuevo diariamente la
fuerza política de esta clase media. Se afirma, por tanto, como adversario de la fuerza
política y literaria de la clase media. Pero, al proteger su fuerza material, engendra de
nuevo su fuerza política. Se trata, por tanto, de mantener viva la causa, pero de suprimir
el efecto allí donde éste se manifieste. Pero esto no es posible sin una pequeña confusión
de causa y efecto, pues al influir el uno sobre la otra y viceversa, ambos pierden sus
características distintivas. Nuevos decretos que borran la línea divisoria. Bonaparte se
reconoce al mismo tiempo, frente a la burguesía, como representante de los campesinos
y del pueblo en general, llamado a hacer felices dentro de la sociedad burguesa a las
clases inferiores del pueblo. Nuevos decretos, que estafan de antemano a los
«verdaderos socialista su sabiduría de gobernantes. Pero Bonaparte se sabe ante todo
jefe de la Sociedad del 10 de Diciembre, representante del lumpemproletariado, al que
pertenece él mismo, su entourage, su Gobierno y su ejército, y al que ante todo le interesa
beneficiarse a mismo y sacar premios de lotea californiana del Tesoro blico. Y se
confirma como jefe de la Sociedad del 10 de Diciembre con decretos, sin decretos y a
pesar de los decretos.
Esta misión contradictoria del hombre explica las contradicciones de su Gobierno, el
confuso tantear aquí y allá, que procura tan pronto atraerse como humillar, unas veces a
esta y otras veces a aquella clase, poniéndolas a todas por igual en contra suya, y cuya
inseguridad práctica forma un contraste altamente mico con el estilo imperioso y
caterico de sus actos de gobierno, estilo imitado sumisamente del tío.
La industria y el comercio, es decir, los negocios de la clase media, deben florecer
como planta de estufa bajo el Gobierno fuerte. Se otorga un sinmero de concesiones
ferroviarias. Pero el lumpemproletariado bonapartista tiene que enriquecerse. Manejos
especulativos con las concesiones ferroviarias en la Bolsa por gentes iniciadas de
antemano. Pero no se presenta ningún capital para los ferrocarriles. Se obliga al Banco a
adelantar dinero a cuenta de las acciones ferroviarias. Pero, al mismo tiempo, hay que
explotar personalmente al Banco, y, por tanto, halagarlo. Se exime al Banco del deber de
publicar semanalmente sus informes. Contrato leonino del Banco con el Gobierno. Hay
que dar trabajo al pueblo. Se ordenan obras públicas. Pero las obras públicas aumentan
las cargas tributarias del pueblo. Por tanto, rebaja de los impuestos mediante un ataque
contra los rentistas, convirtiendo las rentas al 5 por 100 en renta al 4,5 por 100. Pero hay
que dar un poco de miel a la burguesía. Por tanto, se duplica el impuesto sobre el vino
para el pueblo, que lo bebe al por menor, y se rebaja a la mitad para la clase media, que
lo bebe al por mayor. Se disuelven las asociaciones obreras existentes, pero se prometen
milagros de asociación para e porvenir. Hay que ayudar a los campesinos: Bancos
hipotecarios, que aceleran su endeudamiento y la concentración de la propiedad. Pero a
estos Bancos hay que utilizarlos para sacar dinero de los bienes confiscados de la casa
15
de Orleans. No hay ningún capitalista que se preste a esta condición, que no figura en el
decreto, y el Banco hipotecario se queda reducido a mero decreto, etc.
Bonaparte quisiera aparecer como el bienhechor patriarcal de todas las clases.
Pero no puede dar nada a una sin quitárselo a la otra. Y así como en los tiempos de la
Fronda se decía del duque de Guisa que era el hombre más obligeant de Francia, porque
había convertido todas sus fincas en obligaciones de sus partidarios, contra él mismo,
Bonaparte quisiera ser también el hombre más obligeant de Francia y convertir toda la
propiedad y todo el trabajo de Francia en una obligación personal contra él mismo.
Quisiera robar a Francia entera para regarsela a Francia, o mejor dicho, para comprar
de nuevo a Francia con dinero francés, pues como jefe de la Sociedad del 10 de
Diciembre tiene necesariamente que comprar lo que quiere que le pertenezca. Y en
institución del soborno se convierten todas las instituciones del Estado: el Senado, el
Consejo de Estado, el Cuerpo Legislativo, la Legión de Honor, la medalla del soldado, los
lavaderos, los edificios blicos, los ferrocarriles, el Estado Mayor de la Guardia Nacional
sin soldados rasos, los bienes confiscados de la casa de Orleans. En medio de soborno
se convierten todos los puestos del ejército y de la máquina de gobierno. Pero lo más
importante de este proceso en que se toma a Francia para entregársela a ella misma, son
los tantos por ciento que durante la operación de cambio se embolsan el jefe y los
individuos de la Sociedad del 10 de Diciembre. El chiste con el que la condesa L., la
amante del señor de Morny, caracterizaba la confiscación de los bienes orleanistas;
«C'est le premier vol de l'aigle»
10
Es el primer vuelo (= robo) del águila»], puede
aplicarse a todos los vuelos de este águila, que más que águila es cuervo. Tanto él como
sus adeptos se gritan diariamente, como aquel cartujo italiano al avaro, que contaba
jactanciosamente los bienes que habría de disfrutar durante largos os: «Tu fai conto
sopra il beni, bisogna prima far il conto sopra gli anni»
11
. Para no equivocarse en los
os, echan las cuentas por minutos. En la corte, en los ministerios, en la cumbre de la
administración y del ejército, se amontona un tropel de bribones, del mejor de los cuales
puede decirse que no sabe de nde viene, una bome estrepitosa, sospechosa y ávida
de saqueo, que se arrastra en sus casacas galoneadas con la misma grotesca dignidad
que los grandes dignatarios de Soulouque. Si queremos representarnos plásticamente
esta capa superior de la Sociedad del 10 de Diciembre, nos basta con saber que Véron-
Crevel
12
[3]
es su predicador de moral y Granier de Cassagnca su pensador. Guando
Guizot, durante su ministerio, utilizó a este Granier en un periodicucho contra la oposición
dinástica, solía ensalzarlo con esta frase: «C'est le roi des drôles», «es el rey de los
bufones». Sería injusto recordar a propósito de la corte y de la tribu de Luis Bonaparte a la
Regencia o a Luis XV. Pues «Francia ha pasado ya con frecuencia por un gobierno de
favoritas pero nunca todaa por un gobierno de chulo
Acosado por las exigencias contradictorias de su situación y al mismo tiempo
obligado como un prestidigitador a atraer hacia sí, mediante sorpresas constantes, las
miradas del blico, como hacía el sustituto de Napoleón, y por tanto a ejecutar todos los
días un golpe de Estado en miniatura, Bonaparte lleva el caos a toda la economía
burguesa, atenta contra todo lo que a la revolución de 1848 haa parecido intangible,
10
La palabra vol significa vuelo y robo (N. de Marx.)
11
«Cuentas los bienes, cuando lo que debieras contar son los os». (N. de Marx.)
12
En su obra La Cousine Bette, Balzac presenta en Grevel, personaje inspirado en el doctor Véron,
propietario del periódico Constitutionnel, al tipo de filisteo más libertino de París. (N. de Marx.)

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