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agente socializador secundario, habituarlo en el respeto a las órdenes, a las reglas de convivencia
y a la autoridad. La necesidad de que la disciplina ocupase un lugar central y que los docentes se
mostrasen rigurosos e inflexibles ante las faltas de los alumnos era un elemento imprescindible en
la construcción de la moral social que para Durkheim era el factor decisivo de la vida en sociedad.
En especial, señalaba que cabía ser estricto con los castigos a las faltas en apariencia leves ya
que las graves solían ser excepcionales y, en cambio, el laxismo ante las primeras y más
frecuentes hacía que su no penalización incitase objetivamente a la falta de aceptación de las
reglas. Oponiéndose a quienes eran favorables a métodos más permisivos, nuestro autor sostuvo
que “es necesario que el niño sienta en la regla una necesidad igual a la de las leyes naturales; en
esas condiciones adquirirá el hábito de representarse convenientemente el deber, es decir, como
algo que se impone irresistiblemente a las voluntades, con el que no se discute ni se anda con
rodeos, como algo inflexible en el mismo grado que las fuerzas físicas, aunque de otro modo. Si,
por el contrario ve que la regla retrocede frente a cualquier contingencia, moldeable, la concebirá y
la tratará como tal”
30
.
Al respecto, Durkheim estimaba que el sistema escolar tenía entre sus funciones “hacerle
comprender al niño que el medio para ser feliz es proponerse objetivos cercanos, realizables,
vinculados a la naturaleza de cada uno, y lograrlos, y no poner en tensión dolorosamente, la
voluntad en fines infinitamente alejados y por lo tanto inaccesibles. Sin ocultarle las injusticias del
mundo, comunes a toda época, es necesario hacerles sentir que la felicidad no crece
ilimitadamente junto al poder, el saber o la riqueza”
31
. Esas consideraciones sobre el rol de la
escuela no hacían sino remitir en el dominio educativo una concepción sociológica en la que la
situación de anomia generaba o se observaba en la ausencia de límites de las aspiraciones
individuales provocadas, en principio, por la falta de reglamentaciones en la vida económica y
proyectada luego al conjunto de las prácticas sociales.
Durkheim hizo una serie de consideraciones sobre el Derecho y la Justicia para fundamentar
metodológicamente su estudio sobre la división del trabajo social y aclaró que “la solidaridad social
es un fenómeno completamente moral que, por sí mismo, no se presta a observación exacta ni,
sobre todo, al cálculo. Para proceder tanto a esta clasificación como a esta comparación, es
preciso, pues, sustituir el hecho interno que se nos escapa, con un hecho externo que le simbolice,
estudiar el primero a través del segundo”
32
. A los efectos de explicar las diferencias entre los tipos
30
Durkheim, Émile: La educación moral, Buenos Aires, Buenos Aires, Schapire, 1973 p. 223
31
Ibídem. pp. 60-61
32
Durkheim, Émile: De la división… p. 61