derecho, al menos en el sentido de que un sistema político ya no fue visto como un
sistema jurídico. Así despojada, la política resulta diferente a todo. ¿Pero qué es en
sí, considerada en sí misma?
Comencemos por señalar una paradoja. Durante casi dos milenios la palabra
política -es decir la locución griega- cayó ampliamente en desuso, y cuando la
volvemos a encontrar, como en la expresión dominium politicum, denota solamente
una realidad muy circunscrita, totalmente marginal. Tenemos que llegar hasta
Altusio -corría el año 1603- para encontrar a un autor de fama utilizando la palabra
"política" en su título: Política Metodice Digesta. Lo sigue Spinoza, cuyo Tractatus
Politicus apareció publicado en forma postuma en 1677, prácticamente sin dejar
huella. Por último, Bossuet escribía la Politique l´irée de l'Écriture Sainte en 1670;
pero el libro fue publicado recién en 1709, y el término no vuelve a aparecer en otros
títulos importantes del siglo XVIII. No obstante, en todo este tiempo se pensó
siempre en la política, porque siempre se pensó que el problema de los problemas
terrenos era moderar y regular el "dominio del hombre sobre el hombre". Rousseau
estaba ganado por esta preocupación cuando escribía que el hombre nació libre pero
está encadenado. Al decir esto, Rousseau pensaba en la esencia de la política, aun
cuando la palabra no apareciera en sus títulos. Hoy, en cambio, la palabra está en
boca de todos, Pero ya no sabemos pensar la cosa. En el mundo contemporáneo la
palabra se emplea sin tasa ni medida, pero la política sufre una "crisis de
identidad".28 Una primera manera de afrontar el problema es plantearnos la
pregunta que Aristóteles no se formulaba, qué es un animal político en su diferencia
con el hombre religioso, moral, económico, social, y así sucesivamente. Por
supuesto, estos son "tipos ideales" y las variadas facetas de un mismo poliedro. No
es que nos deleitemos con abstracciones ni en dividir al hombre en fantoches
abstractos. Al contrario, nos planteamos una pregunta muy concreta, de qué manera
traducir la política, la ética, la economía, en comportamiento, en un tangible y
observable "hacer". Nos preguntamos, ¿en qué aspecto se distingue un
comportamiento económico de un comportamiento moral? ¿Y qué diferencia a
ambos de un comportamiento político?
De alguna manera, sabemos responder a la primera pregunta; a la segunda,
bastante menos. El criterio de los comportamientos económicos es útil: la acción
económica es tal en la medida en que se dirige a llevar al máximo una ganancia, una
utilidad, un interés material. En el otro extremo, el criterio de los comportamientos
éticos es el bien: la acción moral es una acción "debida", desinteresada, altruista, que
persigne fines ideales y no ventajas materiales. ¿Pero cuál es la categoría o el
criterio de los comportamientos políticos? Todo lo que podemos decir al respecto es
que ellos no coinciden ni con los morales ni con los económicos, aun cuando
debemos registrar que -históricamente- la exigencia del deber se atenúa y la
tentación del "provecho material" se acrecienta. Quien estudia los comportamientos
electorales, hasta los puede asimilar a los económicos. ¿Pero cómo negar la