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Por ej., una diferencia de rendimiento se puede explicar por el currículo, por la formación de los
maestros, por el sustrato económico o cultural de estos o de los alumnos, por las modalidades
institucionales, etc. Cada una de estas dimensiones presenta a su vez numerosas variables
relevantes. Y no es posible desagregar el fenómeno para medirlo por partes. Ni sería
conveniente ponerse a experimentar a costa de generaciones de estudiantes.
En definitiva, sin la posibilidad de experimental, y con la obligación de controlar tantas variables,
cualquier generalización resulta imposible. Cada caso solo es igual a sí mismo y, por lo tanto,
no resulta factible determinar experimentalmente como actúa cada variable. Cualquier
formulación sobre el tema, entonces, solo tiene carácter hipotético, porque no hay
contrastabilidad de las leyes generales que predicen las interrelaciones de las variables.
También es limitada la contrastabilidad general de las mejoras llevadas a cabo por la tecnología
social. El resultado de su aplicación -la distancia entre el desarrollo y el subdesarrollo, por ej.-
puede ser contundente, pero como cada elemento particular no es fácilmente medible, el
diagnostico sobre las causas de las diferencias siempre es polémico.
Es sabido que algunas corrientes, como la teoría de la comprensión, ponen en duda que el
método de explicación nomológico-deductiva sea realmente universal, y proponen otros
métodos posibles para las ciencias sociales. Baste observar dos cosas. La idea de la
comprensión sugiere que el objeto de los estudios sociales son los propios seres humanos, es
posible alcanzar una comprensión de su comportamiento por empatía, sin la formulación de
leyes universales. Ello implica seleccionar el conjunto de variables relevantes de manera más
intuitiva que sistemática. La diversidad de formas de comprender la conducta humana en esta
variante es , por lo menos, tan amplia como la que emerge de la formulación de modelos mas
rígidos.
El otro punto tiene que ver con el rechazo a la posibilidad de definir la ciencia desde el punto de
vista metodológico. Kuhn sugirió que no es la unidad metodológica lo que da relevancia a la
ciencia, sino el reconocimiento social que adquieren ciertas comunidades científicas, las que
establecen sus propias normas de legitimidad disciplinaria, tanto sociológicas como filosóficas.
Los sistemas conceptuales de las ciencias sociales son más laxos, menos coherentes y, sobre
todo, mas polémicos que los de sus congéneres exactas y naturales.
Ya sea que concibamos un sistema científico mas cerrado -con sus conceptos fundamentales,
sus métodos, sus instrumentos, según el concepto de paradigma de Kuhn-, o que lo
concibamos como algo más fluido y dinámico, al modo de Toulmin, la situación de las ciencias
sociales esta siempre en desventaja con respecto a las físico-naturales. En el primer caso
podemos ver la competencia entre diferentes escuelas como un eterna competencia entre
paradigmas diversos, una eterna revolución, que nunca termina por resolverse con el
predominio de ninguno. Por cada, caído surgirá un nuevo contendiente que ponga en
entredicho cualquier posible hegemonía. Si, en cambio, optamos por la visión más flexible y
aceptamos sistemas científicos eclécticos, nos veremos llevados a concluir que la diversidad
conceptual de las ciencias sociales es tal que, en realidad, se encuentran siempre en un
estado de disciplinas posibles o de ciencia inmadura. Parte del problema debe provenir de la
falta de resultados contundentes o que se perciban como contundentes. En última instancia, el
criterio que termina erigiendo a uno como triunfante es la capacidad de resolver problemas:
problemas de la propia ciencia, ante todo, pero, en definitiva, problemas prácticos de la
sociedad. Y a las ciencias sociales les resulta muy difícil hacer visible como han ido