El objetivo simbólico escondido detrás de uno concreto,
tiene el mismo sustrato pero oculta el valor cuya
satisfacción busca el actor. Una superficie de campo como
objetivo concreto en una disputa cualquiera, es un sustrato
material con valor económico. Pero si uno lo reclama en una
disputa sucesoria o societaria, no por el valor que tiene
en un cálculo de intercambio con otros bienes, sino por el
principio de que ese particular bien representa la jefatura
espiritual de la familia, como ocurría con los castillos
medievales, transforma el objetivo concreto en uno
simbólico. Frente a este tipo de objetivos resulta más
difícil encontrar una solución que no sea la total ganancia
o pérdida del actor que sustenta la pretensión
En ciertas circunstancias los actores tienden a teñir
los objetivos concretos agregándoles valoraciones que los
convierten en simbólicos, porque les preocupa, más que
obtener satisfacción a su valor mediante el logro del
objetivo, provocar en su adversario una pérdida.
Por último, llamamos objetivo trascendente a aquel en el
que en realidad puede decirse que el valor mismo está
puesto como objetivo porque no se divisa que esté anexo a
un objeto tangible ni divisible.
En ese aspecto, toda transacción supone perder parte de
algo que en su integridad ha sido declarado fundamental
para mí. No puedo aceptar ser “menos” moralmente rígido en
las transacciones comerciales, ni “menos” jefe de familia,
ni “menos “socialista “ni “menos” capitalista.
Cuando se detectan objetivos simbólicos o trascendentes,
el conflicto en que aparecen tiene una dimensión distinta
que cuando los objetivos en pugna son concretos. Las
actitudes de las partes y su disposición para coincidir en
la creencia de que existen soluciones que puedan satisfacer
los valores de ambas cambian sustancialmente. Además, las
dificultades de administración y resolución de esos
conflictos se multiplican.
Capítulo 6: Juegos , relaciones sociales y conflictos.
Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial se
intensificaron los análisis teóricos sobre los conflictos
de objetivo único y conflictos de objetivos múltiples.
Mucho antes se acuñaron sus nombres: conflictos puros e
impuros. A los conflictos puros, se les atribuyó la
particularidad de arrojar, como único resultado posible al
tiempo de su resolución , un ganador y un perdedor. En los
conflictos impuros, parecía ocurrir lo contrario. Los
resultados que podían obtenerse al resolverlos, permitían
una distribución de ganancias, entre los actores. En los
primeros, la resolución producía un ganador y un perdedor.
En los segundos no había perdedores. Todos ganaban.
En medio de este complejo proceso, la Teoría de Juegos,
desempeñó un papel que no tenían previstos sus creadores.