La conducta supone dos aspectos esenciales y estrechamente interdependientes: uno
afectivo, otro cognoscitivo.
Según Claparede, los sentimientos asignan un objetivo a la conducta, en tanto que la
inteligencia se limita a proporcionar los medios (la “técnica”). El sentimiento dirige la
conducta atribuyendo un valor a sus fines, hay que limitarse a decir que proporciona las
energías necesarias a la acción, en tanto que el conocimiento le imprime una estructura.
La conducta supone un “campo total” que abarca al sujeto con los objetos, tanto que su
estructuración se halla asegurada por las percepciones, la motricidad y la inteligencia.
La vida afectiva y la vida cognoscitiva, aunque distintas, son inseparables. Lo que son
porque todo intercambio con el medio supone a la vez una estructuración y una
valoración, sin que por eso sean menos distintas, puesto que estos dos aspectos de la
conducta no pueden reducirse el uno al otro.
Cada estructura debe concebirse como una forma de equilibrio, escalonadas por sectores,
deben considerarse como sucediéndose según una ley de evolución tal que cada una
asegure un equilibrio más amplio y más estable a los procesos que intervenían ya en el
seno de la precedente. Designa las formas superiores de organización o de equilibrio de la
estructuración es cognoscitivas.
La inteligencia es esencialmente un sistema de operaciones vivas y actuantes. Es la
adaptación mental más avanzada.
Naturaleza adaptativa de la inteligencia:
La inteligencia es adaptación. La adaptación debe caracterizarse como un equilibrio entre
las acciones del organismo sobre el medio y las acciones inversas. “Asimilación” puede
llamarse a la acción del organismo sobre los objetos que le rodean. La asimilación mental
es, la incorporación de los objetos en los esquemas de la conducta.
Recíprocamente, en la “acomodación” el medio obra sobre el organismo, pudiendo
designarse esta acción inversa de acuerdo con el lenguaje de los biólogos, el ser viviente
no sufre nunca la reacción de los cuerpos que le rodean, sino que esta reacción modifica
el ciclo asimilador acomodándolo a ellos.
La adaptación es un equilibrio entre la asimilación y la acomodación, que es como decir un
equilibrio de los intercambios entre el sujeto y los objetos.
En el caso de la adaptación orgánica, tales intercambios, cuando son de naturaleza
material, suponen una interpenetración entre tal o cual parte del cuerpo viviente y tal o
cual sector del medio exterior. La adaptación orgánica no es segura, en efecto, más que un
equilibrio mediato, y limitado, entre el ser viviente y el medio actual. Las funciones
cognoscitivas elementales, como la percepción, la prolongan en el sentido de la extensión
presente y de las anticipaciones.