es el de partir de consideraciones de condiciones esencialmente individuales, como el placer y el dolor, y de resolver el
problema tradicional del bien común en la suma de los bienes individuales.
la doctrina democrática había ideado un Estado sin cuerpos intermedios, característicos de la sociedad corporativa de las
ciudades medievales y del Estado estamental o de órdenes anteriores a la afirmación de las monarquías absolutas, una
sociedad política en la que, entre el pueblo soberano, compuesto por muchos individuos (un voto por cabeza) y sus
representantes, no existiesen las sociedades particulares. Lo que ha sucedido en los Estados democráticos es exactamente
lo opuesto: los grupos se han vuelto cada vez más los sujetos políticamente pertinentes, las grandes organizaciones, y
cada vez menos, los individuos. No son los individuos sino los grupos los protagonistas de la vida política en una sociedad
democrática, en la que ya no hay un solo soberano, ni el pueblo o la nación, compuesto por individuos que adquirieron el
Derecho de participar directa o indirectamente en el gobierno, el pueblo como unidad ideal (o mística), sino el pueblo
dividido objetivamente en grupos contrapuestos, en competencia entre ellos.
El modelo ideal de la sociedad democrática era el de una sociedad centrípeta. La realidad que tenemos ante nosotros es
la de una sociedad centrífuga, que no tiene un solo centro de poder sino muchos, y merece el nombre, de sociedad
policéntrica o poliárquica. La sociedad real que subyace en los gobiernos democráticos es pluralista.
LA REIVINDICACIÓN DE LOS INTERESES
De esta primera transformación (primera porque se refiere a la distribución del poder) deriva la segunda referente a la
representación. La democracia moderna, nacida como democracia representativa, en contraposición a la democracia de
los antiguos, debería haber sido caracterizada por la representación política. El principio en el que se basa la
representación política es exactamente la antítesis de aquél en el que se fundamenta la representación de los intereses,
en la que el representante, al tener que velar por los intereses particulares del representado, está sometido a un mandato
obligatorio.
Una prueba de la reivindicación, diría definitiva, de la representación de los intereses sobre la representación política, es
el tipo de relación que se ha instaurado en la mayor parte de los Estados democráticos europeos, entre los grandes grupos
de intereses contrapuestos (representantes de los industriales y de los obreros respectivamente) y el Parlamento, una
relación que ha dado lugar a un nuevo tipo de sistema social que ha sido denominado, bien o mal, neocorporativo.9 Tal
sistema está caracterizado por una relación triangular en la que el gobierno, representante de los intereses nacionales
(teóricamente), interviene únicamente como mediador entre las partes sociales y, a lo más, como árbitro (generalmente
impotente) del respeto de los acuerdos.
PERSISTENCIA DE LAS OLIGARQUÍAS
Considero en tercer lugar, como una falsa promesa, la derrota del poder oligárquico. El principio fundamental del
pensamiento democrático siempre ha sido la libertad entendida como autonomía, es decir, como capacidad de legislar
para sí mismo. La democracia representativa, que es la única forma de democracia existente y practicable, es en sí misma
la renuncia al principio de la libertad como autonomía. El precio que se debe pagar por el compromiso de pocos es
frecuentemente la indiferencia de muchos. Nada es más peligroso para la democracia que el exceso de democracia.
Naturalmente la presencia de élites en el poder no borra la diferencia entre regímenes democráticos y regímenes
autocráticos. Ya que comencé con una definición fundamentalmente procesal de la democracia, no puedo olvidar que uno
de los partidarios de esta interpretación, Joseph Schumpeter, captó perfectamente el sentido cuando sostuvo que la
característica de un gobierno democrático no es la ausencia de élites sino la presencia de muchas élites que compiten
entre ellas por la conquista del voto popular.
EL ESPACIO LIMITADO
Si la democracia no ha logrado derrotar totalmente al poder oligárquico, mucho menos ha conseguido ocupar todos los
espacios en los que se ejerce un poder que toma decisiones obligatorias para un completo grupo social. Al llegar a este
punto la distinción que entra en juego ya no es aquella entre poder de pocos o de muchos, sino aquella entre poder
ascendente y poder descendente. cuando se desea conocer si se ha dado un desarrollo de la democracia en un
determinado país se deberla investigar si aumentó o no el número de quienes tienen derecho a participar en las decisiones
que les atañen, sino los espacios en los que pueden ejercer ese derecho. Hasta que los dos grandes bloques de poder que
existen en lo alto de las sociedades avanzadas, la empresa y el aparato administrativo, no sean afectados por el proceso
de democratización, el proceso de democratización no podrá considerarse realizado plenamente. la concesión de los