es la forma de vid que merece ser vivida? De ahí el interés esencial por lo que los griegos llamaban eudaimonía
(felicidad). Este interés es central también en la obra de Aristóteles.
El teologismo aristotélico dice: el bien es aquello hacia lo cual todas las cosas tienden. En ética, de lo que se trata, es de
hallar el bien del hombre, esto es, el fin hacia el cual tiende el hombre.
La eudaimonía es para Aristóteles un fin querido por sí mismo, un fin último por el cual queremos todo lo demás.
Aristóteles entiende que la eudaimonía es algo que: se elige por ella misma (es el bien más perfecto); es suficiente en sí
misma (si alguien la posee no desea nada más); hay que buscarla en la función propia del hombre, la actividad del alma
racional. Por lo tanto, la vida contemplativa es la más propia del hombre y, por ende, es equivalente a la eudaimonía.
A su vez, la ética de Aristóteles reconoce explícitamente la importancia de otros factores en la vida feliz, como el placer y
la riqueza. El obrar y vivir bien causan en el hombre placer.
2. La virtud ética
Aristóteles también se ocupa de la virtud. Esta noción recoge este el sentido que aún hoy en día mantenemos para las
diversas prácticas particulares y lo aplica a las acciones del hombre en cuanto ser vivo que convive en una polis con otros
seres semejantes y en donde tiene que realizar su vida del mejor modo posible. La virtud moral es una disposición que
nos permite manejarnos debidamente en las acciones con respecto a los placeres y dolores.
Para ser correctas, las acciones morales (según Aristóteles) deben ser realizadas por el agente de acuerdo con cierta
disposición. El agente debe saber lo que hace, debe elegir las acciones virtuosas por ellas mismas y debe hacerlas con
firmeza, con cierto estado de ánimo.
Teniendo en cuenta que en todas las cosas puede haber exceso, defecto y término medio, la virtud es un término medio.
La virtud es una facultad, un hábito, un modo de ser, exige cierta continuidad en el tiempo. Ese hábito en que consiste la
virtud debe estar determinado por la razón, es decir, que la virtud exige deliberación, un proceso de ponderación de
diversos cursos de acción que le otorga el estatus selectivo, racional y cognitivo a la virtud ética. El hombre virtuoso es
aquel que, habiendo contemplado diversas posibilidades de acción, razonando correctamente elige la acción virtuosa por
sí misma y por las razones correctas. Finalmente, la acción debe realizarse tal como la haría el hombre prudente.
3. Las virtudes dianoéticas: la prudencia
La virtud ética es un modo de ser relativo a la elección, y la elección es un deseo deliberado, el razonamiento por esta
causa, debe ser verdadero, y el deseo recto, si la elección ha de ser buena, y lo que la razón diga, el deseo debe
perseguir. La acción virtuosa exige la articulación correcta de razonamiento (deliberación) y deseo. Únicamente cuando el
razonamiento se combina con el deseo, el primero puede ser práctico, esto es, dar lugar a la acción. El razonamiento
teórico, desligado del deseo, por tanto, no mueve a acción alguna. En este sentido, la manera de arribar a los fines es tan
importante para Aristóteles como el alcanzar los fines.
El hombre prudente es aquel que es capaz de deliberar rectamente sobre lo bueno y conveniente para sí mismo y para
vivir bien en general. La prudencia es un modo de ser racional verdadero y práctico respecto de lo que es bueno y malo
para el hombre. El hombre prudente es, pues, el que delibera correctamente y sabe lo que es mejor para el hombre. La
prudencia no se limita al conocimiento de lo universal, sino que atiende fundamentalmente a lo particular, porque es
práctica y la acción siempre tiene que ver con lo particular.
Aristóteles termina afirmando que la función propia del hombre se lleva a cabo gracias a la prudencia y la virtud moral,
porque la virtud postula los fines correctos mientras que la prudencia ofrece los medios adecuados para ellos.
Deontologismo
1. La filosofía moral de Kant (filósofo alemán del siglo XVIII)
Kant entiende que en la naturaleza no hay libertad sino mera causalidad. Por ende, debemos buscar el reino de la moral
fuera del reino de la naturaleza. La moral tiene que ser independiente de lo que sucede en el mundo. En su indagación