
logrando resultados importantes a través de los métodos utilizados en la enseñanza de
niños sordomudos y que demostró que el niño era un posible autista) retomará y
extenderá sus métodos fundando una tradición muy fecunda, que es el origen de la
educación especial en Francia, continuada por Delasiauve, Bourneville y sus alumnos.
Aquél funda en los EE.UU. Todo el sistema de instituciones especializadas para niños
anormales, e inspirará, a través de María Montesorri, lo que se llama la pedagogía
nueva. Por otra parte, el problema planteado por la selección de niños retrasados y su
orientación en clases especiales, llevará a Binet y Simon a inventar su famoso test, en
los primeros años del siglo XX.
2do período: Comienza en la segunda mitad del siglo XIX, pero no deviene manifiesto
más que a fines de los años 1880, con la publicación de la primera generación de
Tratados de psiquiatría infantil en la lengua francesa, alemana e inglesa, y abarca, en
continuidad, el primer tercio del siglo XX. Se caracteriza por la constitución de una
clínica psiquiátrica del niño que es esencialmente el calco de la clínica y de la
nosología elaborada en el adulto, en el período correspondiente. En efecto es la época
donde se constituye la clínica clásica en la psiquiatría del adulto gracias al cambio
realizado a la consideración clínica de Falret y Morel, que no describían estados sino
enfermedades. Los conceptos surgidos de Morel van a orientar la atención hacia la
infancia de los alienados, y al mismo tiempo, hacia la existencia del niño con una
patología mental. En este período, hay varios trabajos de distintos autores que se
caracterizan por tratar siempre de encontrar en el niño, junto al retraso, los síndromes
mentales descritos en el adulto, que varía según las referencias nosológicas de los
autores: excitación y manía, depresión y melancolía, obsesiones y fobias, paranoia,
alucinaciones y delirios, locura moral (perversión) y neurosis en el antiguo sentido del
término: histeria, epilepsia, tics, etc. En el plano patogénico, estos trastornos son
comprendidos ya sea como manifestaciones de tipo tóxico-infecciosas, o como la
marca de un desequilibrio degenerativo que explica la gran mayoría y que justifica la
eclosión de trastornos mentales importantes por causas morales, es decir
psicológicas, de aparente débil alcance.
Pero de todas maneras, en un primer tiempo, la psiquiatría infantil –dejando de lado el
retraso mental- permanecerá más bien como un objeto de curiosidad y un campo
complementario de la clínica y de la teoría psiquiátrica del adulto, que como un
verdadero campo autónomo de investigación. Sólo con el cambio de siglo, con la
importación de los conceptos surgidos de la nosología kraepeliana, como así también
de la paido-psiquiatría, podrá, a pesar de todo, disponer de nociones que tengan un
valor heurístico seguro, en el plano de investigación clínica.
Lo que los trabajos de esta época retoman de Kraepelin son ante todo las
modalidades generales de su nosología, por ejemplo la noción de personalidades
psicopáticas, en su sentido amplio, alemán, que abarca el conjunto de los trastornos
constitucionales y reactivos (en general para nosotros las neurosis, las psicopatías en
el sentido moderno, restringido y la paranoia); también es la concepción de las
grandes afecciones endógenas: epilepsia, maníaco-depresivo y demencia precoz.
Precisamente este último concepto es el que va a ejercer una considerable influencia
sobre la paido-psiquiatría. En efecto, en el interior del retraso aparece la idea de
distinguir de las formas congénitas de la concepción clásica, ciertas formas adquiridas
en los primeros años, es decir verdaderas demencias infantiles, de las que por otra
parte, Esquirol ya suponía su existencia. Ahora bien, entre estas nuevas rúbricas
etiológicas del retraso, progresivamente va a destacarse una entidad particular que
plantea un importante problema conceptual, al que Sante de Sanctis denomina en
1906, como “demencia precosísima”, y de la que Heller, en el mismo año, hace una
descripción autónoma, “dementia infantiles”. Se trata de la aparición, a partir de los 3-
4 años, en niños que hasta entonces habían tenido un desarrollo normal, de un estado
de morosidad, de indiferencia, con negativismo, oposición, trastornos afectivos (cólera,
ansiedad), luego una disgregación del lenguaje y diversos trastornos motores.