
Saussure, al separar la lengua del habla, se separa a la vez: 1º, lo que es social de lo que es individual; 2º, lo que es
esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental. La lengua es la parte social del lenguaje y que sólo existe
en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad; el individuo no puede
modificarla ni crearla y necesita un aprendizaje para comprender y conocer su funcionamiento. Se trata de un
fenómeno netamente psíquico, homogéneo y de adopción pasiva por parte de la comunidad. El habla, por el
contrario, es un acto individual de voluntad e inteligencia por el cual los sujetos hablantes utilizan el código de la
lengua para expresarse, heterogéneo y de naturaleza física, psíquica y fisiológica.
INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO.
LA INMUTABILIDAD. La lengua siempre se nos aparece como una herencia de una época precedente, una lengua ya
constituida. Si con relación a la idea que representa, el significante aparece como libremente elegido; con relación a
la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre sino impuesta. Esto quiere decir que la lengua se presenta como
algo que es impuesto y que el hablante individual, en el momento en que la recibe y aprende, no la puede modificar
a su criterio; más bien, la debe aceptar tal cual es porque la lengua se presenta como una herencia social de la
generación precedente.
A) el carácter arbitrario del signo: para que algo sea cuestionado es necesario que se base en una norma razonable.
B) la multitud de signos necesarios para construir cualquier lengua. Los signos de una lengua son innumerables.
C) el carácter demasiado complejo del sistema: el sistema de la lengua es un mecanismo complejo que solo se puede
comprender con la reflexión.
D) la resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística: Las otras instituciones sociales, como los ritos
religiosos, nunca ocupan más que a cierto número de individuos a la vez y durante un tiempo limitado; la lengua,
por el contrario, es usada por los individuos en día entero, está extendida en toda la masa.
LA MUTABILIDAD. El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, el de alterar más o menos
rápidamente los signos lingüísticos. El signo está en condiciones de alterarse porque se continúa en el tiempo. El
principio de alteración se funda en el principio de continuidad. Cualesquiera sean los factores de alteración, siempre
conducen a un desplazamiento de la relación entre el significado y el significante. Para que la lengua se altere son
necesarios dos factores, el tiempo y la masa hablante. La es mutable en el tiempo (diacrónicamente) ya que, como
fenómeno social, está sujeta a cambios, a modificaciones, a evolución, tanto de sus significantes como de sus
significados. Según Ferdinand de Saussure, el tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, en
apariencia contradictorio: el de alterar, más o menos, los signos lingüísticos; y, con ello, posibilita la evolución de las
lenguas.
EL VALOR. La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica. Concebir la lengua como un sistema de
valores implica afirmar que los elementos que la integran no poseen una identidad en sí mismo. El valor es la
relación de oposición de un elemento de la lengua con los otros que lo rodean, de modo que ese elemento es lo que
los otros no son. La lengua es un sistema de valores porque los dos elementos que entran en juego en su
funcionamiento: las ideas y los sonidos. El pensamiento en sí mismo es una masa amorfa, carente de toda forma y
organización. La lengua “da forma”, organiza, crea un sistema en aquello que estaba amorfo. La lengua al segmentar
las unidades en el plano del pensamiento y las unidades en el plano del sonido, establece un sistema de oposiciones
en el que dichas unidades pueden ser identificadas.
EL VALOR LINGUSITICO CONSIDERADO EN SU ASPECTO CONCEPTUAL. Los valores están siempre constituido por: 1)
una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo valor está por determinar; 2) por cosas similares que
se pueden comparar con aquella cuyo valor está por ver. Estos dos factores son necesarios para la existencia de un
valor.
Dentro de una misma lengua todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente: sinónimos
como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su
contenido iría a sus concurrentes.
EL VALOR LINGUSITICO CONSIDERADO EN SU ASPECTO MATERIAL. Lo que importa en las palabras no es el sonido
por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir una palabra de todas las otras, el significante
lingüístico esta así constituido “únicamente por las diferencias que separan su imagen acústica de todas las demás”
Saussure ejemplifica la noción de valor desde el punto de vista material, apelando a otro sistema semiótico, la
escritura.
1) los signos de la escritura son arbitrarios, ninguna conexión, por ejemplo, hay entre la letra “t” y el sonido que
designa.