
Protágoras enseñaba el arte mediante el cual podían volverse buenas las malas razones, y malos los buenos argumentos, es decir el arte de
discutir con habilidad tanto a favor como en contra de cualquier tesis, pues respecto de todas las cuestiones hay siempre dos discursos, uno a
favor y otro en contra, y el enseñaba como podía lograrse que el más débil resultase el más fuerte, es decir, que lo venciese independientemente
de su verdad o falsedad, bondad o maldad.
Gorgias: fue otro sofista de auténtica nivel filosófico. Era uno de los sofistas más cotizados de y cobraba muy caras sus lecciones. Su
pensamiento lo resumió en tres principios:
1. Nada existe.
2. Si algo existiese, el hombre no lo podría conocer
3. Si se lo pudiese conocer, ese conocimiento seria inexplicable e incomunicable a los demás
SOCRATES
Sócrates nació en Atenas en 470/69, y allí murió en 399. Vivió, por tanto, los dos últimos tercios del siglo V, la época más esplendida en la historia
de su ciudad natal, y de toda la antigua Grecia: el llamado siglo de Pericles, en honor al celebre político que convirtió a Atenas en centro de un
gran imperio e impuso su extraordinaria cultura.
Sócrates no dejo nada escrito y los testimonios que sobre el se poseen no son coincidentes y aun son contradictorios en cuestiones capitales.
Sócrates representa la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofísticos. Sostenía que la virtud era el conocimiento y el vicio la ignorancia.
Una vez el oráculo de Delfos dijo que Sócrates era el hombre mas sabio, como el no opinaba eso decidió ir a hablar con las personas que se
autoproclamaban sabios. Al final de esta travesía comprende por fin Sócrates la verdad profunda de la declaración de dios: los demás creen
saber, cuando en realidad no saben ni tienen conciencia de esa ignorancia, mientras que el sí poseía esa conciencia de su ignorancia que a los
demás les falta. Sócrates decía: “solo sé que no se nada”, y en esto consiste toda su sabiduría y su única superioridad sobre los demás.
El origen divino del oráculo convence a Sócrates de que tiene una misión. Sócrates llega a la conclusión, entonces, de que el Dios Apolo le ha
empoderado la tarea de examinar a los hombres (así como el se examina a si mismo) para mostrarles lo frágil de su supuesto saber, para
hacerles ver que en realidad no saben nada. Sócrates insiste una y mil veces que el no sabe nada, y que lo único que pretende es poner a
prueba el saber que los demás dicen tener.
Convencido de su misión, Sócrates persigue sin cesar a sus conciudadanos, por las plazas y los gimnasios, por las calles y casa; y los interroga
constantemente para saber si llevan una vida noble y justa, o no, y exigiéndoles además en cada caso las razones en las que se fundan para
obrar como lo hacen, y comprobar así si se trata de verdaderas razones o solo de razones aparentes.
Sócrates no comunicaba ninguna doctrina a los que interrogaba. Su objeto fue completamente diferente: consistió en el continuo examen a los
demás y a si mismo, en la permanente incitación y requerimiento a problematizarlo todo, considerando que lo mas valioso del hombre, lo que lo
define, esta justo en su capacidad de preguntar, de plantearse problemas, que es lo que mejor recuerda la condición humana.
Método: su filosofía, la ejercita Sócrates con aquellos a quienes somete a examen; su filosofar es co-filosofar. El filosofar socrático es ir
conversando con los demás, mediante el dialogo cómo especial organización de preguntas y respuestas convenientemente orientadas, y en el
que consiste el método socrático.
Una característica general del método es la “ironía”. En griego la palabra ironía significa “disimulo”, o la acción de interrogar fingiendo ignorancia.
En Sócrates se trata de su especial actitud frente al interrogado: disimulando hábilmente la propia superioridad, manifiesta Sócrates su falta de
conocimiento acerca de tal o cual tema, y finge estar convencido del saber del otro, con objeto de que le comunique ese supuesto saber; para
terminar, obligándolo intelectualmente a que reconozca su propia ignorancia.
El método socrático tiene dos momentos: la refutación y la mayéutica.
La Refutación: el primer momento del método socrático se llama refutación y consiste en mostrar al interrogado, mediante una serie
de hábiles preguntas, que las opiniones que cree verdaderas son, en realidad, falsas, contradictorias, incapaces de resistir el examen
de la razón. Los interrogados creen saber lo que se les pregunta, pero el interrogatorio al que Sócrates los somete pone en evidencia
que se trata de un falso saber, en el momento en que ello se hace manifiesto, Sócrates los ha refutado.
El proceso de refutación entonces consiste en llevar al absurdo la afirmación del interlocutor; mediante una serie de conclusiones
legitimas se pone de relieve el error o contradicción que aquello encierra, aunque a primera vista no lo parezca.
La meta que la refutación persigue es la purificación o purga que libra al alma de las ideas o nociones erróneas. Para Sócrates la
ignorancia y el error equivalen al vicio, a la maldad; solo se puede ser malo por ignorancia, porque quien conoce el bien no puede dino
obrar bien. Por tanto, quitarle a alguien las ideas erróneas equivale a una especie de purificación moral. La refutación hace que el
refutado se llene de vergüenza por su falso saber y reconozca los limites de mismo. Solo a merced de este proceso catártico es que
puede colocarse al hombre en el camino que lo conduzca al verdadero conocimiento.
La Mayéutica: el segundo momento del método socrático se llama mayéutica, que significa el arte de partear, de ayudar a dar a luz y
está inspirado en la madre de Sócrates que era partera. Porque, así como la partera ayuda a dar a luz, pero ella misma no da a luz, del
mismo modo el arte de Sócrates consiste, no en proporcionar el mismo conocimiento, sino en ayudar al alma de los interrogados a dar