otros que se contentan con imaginarse meramente esa satisfacción; a estos últimos no les
hace falta ningún objeto pues lo sustituyen en la fantasía.
Ahora bien: ¿Qué aptitud se adopta – se pregunta Freud – frente a estas maneras
inusuales de satisfacción sexual? La neurosis histérica puede hacer sus síntomas en todos
los sistemas de órgano y, por esa vía, perturbar todas las funciones. El análisis muestra
que en ello encuentran exteriorización todas las mociones llamadas perversas que quieren
sustituir los genitales. Estos se comportan entonces como genitales sustitutivos; y
justamente la sintomatología de la histeria nos llevó a comprender que a los órganos del
cuerpo ha de reconocérseles, además de su papel funcional, una significación sexual
(erógena).
Por este camino, Freud llega a su segunda novedad: La investigación psicoanalítica, en
efecto, se ha visto precisada a tomar consideración también, por la vida sexual del niño, y
ello debido, por cierto, a que en el análisis de los síntomas (en adultos), los recuerdos y
ocurrencias por regla general reconducían a los primeros años de la infancia. Se llegó
entonces, al siguiente resultado: Todas las inclinaciones perversas arraigan en la infancia;
los niños tienen toda la disposición a ellas y la ponen en práctica en una medida que
corresponde a su inmadurez. En suma, la sexualidad perversa no es otra cosa que la
sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares.
Que los niños no poseen ninguna vida sexual hasta los 12 o 14 años es un error. Lo que
despierta en ese período es la función de reproducción. Este error es tendencioso y tienen
su fuente en el hecho de que todos fuimos niños y estuvimos sometidos a la influencia de
la educación. Se prohibieron y desalentaron en el niño casi todas las prácticas sexuales; se
estableció como meta ideal conformar asexuada la vida del niño y se calificaron a las
exteriorizaciones bajo el título de “malas costumbres de los niños”. El periodo que
contradice el prejuicio de la práctica asexuada, que llega hasta el 5º o 6º año, es cubierto
después en la mayoría de las personas por una amnesia.
En este punto, Freud expone lo que más claramente puede averiguarse acerca de la vida
sexual del niño. Y es el concepto de libido. Exactamente igual que el hambre, la libido está
destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión: en este caso la pulsión
sexual, en el caso del hambre, la pulsión de nutrición.
Las primeras mociones de la sexualidad infantil aparecen en el lactante apuntaladas en
otras funciones importantes para la vida (recepción de alimento). Luego quiere repetir la
acción de recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar, ya que no está bajo la
pulsión de hambre, sino que chupetea porque le da satisfacción.
Así nos enteramos de que el lactante ejecuta acciones cuyo único propósito es la ganancia
de placer. Primero en la recepción de alimento, pero luego se separa de esta condición. Y
va a llamar zonas erógenas a estas partes del cuerpo (boca, labios) y designara como