Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos
Freud va a decir que si se convierten a la función de la reproducción en el núcleo de la
sexualidad, se corre el riesgo de excluir toda una serie de cosas que no apuntan a la
reproducción y que no obstante, son con seguridad sexuales (como la masturbación y el
besar).
Cuidadosas indagaciones, le han hecho conocer a Freud, grupos de individuos cuya vida
sexual se aparta, de la manera más llamativa, de la que es habitual en el promedio (los
perversos).
A estos perversos, Freud los divide en dos grupos: Aquellos en que se ha mudado el objeto
sexual
1
(Los homosexuales) y aquellos en quienes principalmente se alteró la meta
sexual
2
.
Al primer grupo (los que mudaron el objeto sexual) pertenecen los que renunciaron a la
unión de los dos genitales y en el acto sexual lo sustituyen, con un compañero, por otra
parte o región del cuerpo. Al hacerlo, se sobreponen a la falta del dispositivo orgánico y al
impedimento del asco (boca, ano en lugar de vagina). También están los otros para los
que cuentan los genitales, mas no a causa de sus funciones sexuales, sino de otras. En
ellos se advierte que las funciones excretorias siguen siendo capaces de atraer sobre si el
pleno interés sexual. Otros han resignado enteramente como objeto los genitales,
elevando en su reemplazo otra parte del cuerpo a condición de objeto anhelado: el pecho
de la mujer, el pie, una trenza, etc. Vienen después los que no se interesan siquiera por
una parte del cuerpo, pues una pieza de indumentaria les llena todos los deseos: un
zapato, una ropa interior; son los fetichistas. Por último, las personas que reclaman el
objeto total, pero le hacen determinadas demandas, raras u horrendas (necrofilia).
El otro grupo (los que mudaron la meta sexual) está constituido por los perversos que han
establecido como meta de los deseos sexuales lo que normalmente es solo una acción
preliminar y preparatoria. Son los que anhelan mirar o palpar a la otra persona, o
contemplarlas en sus funciones íntimas; o los que desnudan las partes pudendas de su
cuerpo con la oscura esperanza de ser recompensados con una acción idéntica del otro.
Siguen los enigmáticos sádicos, cuya aspiración tierna no tiene otra meta que infligir
dolores y martirizar a su objeto. Y para contrabalancearlos, sus correspondientes, los
masoquistas, cuyo único placer es soportar de su objeto amado toda clase de
humillaciones y martirios, tanto en forma simbólica como real. También los hay lo que
unen estas dos desviaciones. Por último, hay que saber que cada uno de estos grupos
existe de dos maneras: junto a los que buscan su satisfacción sexual en la realidad, existen
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La persona de la que parte la atracción sexual.
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Acción hacia la cual esfuerza la pulsión.
otros que se contentan con imaginarse meramente esa satisfacción; a estos últimos no les
hace falta ningún objeto pues lo sustituyen en la fantasía.
Ahora bien: ¿Qué aptitud se adopta se pregunta Freud frente a estas maneras
inusuales de satisfacción sexual? La neurosis histérica puede hacer sus síntomas en todos
los sistemas de órgano y, por esa vía, perturbar todas las funciones. El análisis muestra
que en ello encuentran exteriorización todas las mociones llamadas perversas que quieren
sustituir los genitales. Estos se comportan entonces como genitales sustitutivos; y
justamente la sintomatología de la histeria nos llevó a comprender que a los órganos del
cuerpo ha de reconocérseles, además de su papel funcional, una significación sexual
(erógena).
Por este camino, Freud llega a su segunda novedad: La investigación psicoanalítica, en
efecto, se ha visto precisada a tomar consideración también, por la vida sexual del niño, y
ello debido, por cierto, a que en el análisis de los síntomas (en adultos), los recuerdos y
ocurrencias por regla general reconducían a los primeros años de la infancia. Se llegó
entonces, al siguiente resultado: Todas las inclinaciones perversas arraigan en la infancia;
los niños tienen toda la disposición a ellas y la ponen en práctica en una medida que
corresponde a su inmadurez. En suma, la sexualidad perversa no es otra cosa que la
sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares.
Que los niños no poseen ninguna vida sexual hasta los 12 o 14 años es un error. Lo que
despierta en ese período es la función de reproducción. Este error es tendencioso y tienen
su fuente en el hecho de que todos fuimos niños y estuvimos sometidos a la influencia de
la educación. Se prohibieron y desalentaron en el niño casi todas las prácticas sexuales; se
estableció como meta ideal conformar asexuada la vida del niño y se calificaron a las
exteriorizaciones bajo el título de “malas costumbres de los niños”. El periodo que
contradice el prejuicio de la práctica asexuada, que llega hasta el 5º o 6º año, es cubierto
después en la mayoría de las personas por una amnesia.
En este punto, Freud expone lo que más claramente puede averiguarse acerca de la vida
sexual del niño. Y es el concepto de libido. Exactamente igual que el hambre, la libido está
destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión: en este caso la pulsión
sexual, en el caso del hambre, la pulsión de nutrición.
Las primeras mociones de la sexualidad infantil aparecen en el lactante apuntaladas en
otras funciones importantes para la vida (recepción de alimento). Luego quiere repetir la
acción de recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar, ya que no está bajo la
pulsión de hambre, sino que chupetea porque le da satisfacción.
Así nos enteramos de que el lactante ejecuta acciones cuyo único propósito es la ganancia
de placer. Primero en la recepción de alimento, pero luego se separa de esta condición. Y
va a llamar zonas erógenas a estas partes del cuerpo (boca, labios) y designara como
sexual al placer alcanzado mediante el chupeteo (acción sexual separada del fin de la
nutrición).
El mamar el pecho satisface las dos grandes necesidades vitales; es el punto de partida de
toda vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior. El pecho es
el primer objeto de la pulsión sexual, importante para todo hallazgo posterior de objeto.
Luego es sustituido por una parte de su propio cuerpo (pulgar, lengua) y en las
exploraciones de su propio cuerpo descubre sus zonas genitales excitables, con lo cual
halla el camino del chupeteo al onanismo
Tras la consideración del chupeteo, se toma conocimiento de dos caracteres de la
sexualidad infantil: 1) Esta aparece apuntalada en la satisfacción de las grandes
necesidades orgánicas y 2) se comporta de manera autoerotica, es decir, busca y
encuentra sus objetos en el cuerpo propio.
Lo mismo sucede con la excreción. Pero el mundo exterior se le aparece como un poder
inhibidor de sus aspiraciones de placer, ya que debe expeler sus excrementos cuando los
otros lo determinan. Se le declara que todo lo relacionado a la función es indecente. Por
primera vez debe intercambiar placer por dignidad social. Sus heces las aprecia y le es
difícil separarse, y son el primer regalo para aquellas personas a quienes quiere.
Ahora bien, en verdad, si el niño tiene en efecto una vida sexual, no puede ser sino de
índole perversa, pues, salvo unos pocos y oscuros indicios, a él le falta lo que convierte a la
sexualidad en la función de reproducción.
Conferencia 21: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales.
No tiene ningún sentido excluir de la serie de personas normales y declarar perversas a las
que exhiben algunos de estos rasgos aislados; más bien, cada vez que advertimos con más
claridad que lo esencial de las perversiones no consiste en la trasgresión de su objeto o
meta sexual, sino solamente en que estas desviaciones se consuman de manera exclusiva,
dejando de lado al acto sexual al servicio de la reproducción.
Aun así, hay una diferencia entra la sexualidad infantil y la perversa. La sexualidad
perversa esta, por regla general, centrada; todas las acciones presiona hacia una meta y
una pulsión parcial tiene la primacía. En cambio, la sexualidad infantil carece de semejante
centramiento y organización; sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos y
cada una persigue por cuenta propia el logro de placer.
Ahora bien, la pulsión sexual tiene desde el principio un objeto y lo retienen como en la
pulsión de apoderamiento (sadismo) y pulsiones de ver y de saber. Otras anudadas a una
determinada zona del cuerpo, lo tienen solo al comienzo, mientras se apuntalan en
funciones no sexuales y lo resignan cuando se desligan de estas. Así, el primer objeto de
los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno, con el fin de la nutrición
del lactante. En el acto del chupeteo se vuelven autónomos los componentes eróticos que
se satisfacen al mamar; el objeto se abandona y se sustituye por un lugar del cuerpo
propio, por lo que la pulsión oral se vuelve autoerótica, como desde el comienzo lo son las
pulsiones anales y las otras pulsiones erógenas. El resto del desarrollo tiene dos metas:
Primero: abandonar el autoerotismo, permutar de nuevo el objeto situado en
cuerpo propio por un objeto ajeno.
Segundo: unificar los diferentes objetos de las pulsiones singulares, sustituirlos por
un objeto único. Esto solo puede lograrse cuando dicho objeto único es a su vez un
cuerpo total, parecido al propio.
Cuando en la infancia, antes de que ocurra el periodo de latencia, el proceso alcanza
cierto cierre, el objeto hallado resulta ser casi idéntico al primer objeto de la pulsión
placentera oral, ganado por apuntalamiento. Llamamos a la madre el primer objeto
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de
amor. De amor hablamos, cuando traemos al primer plano el aspecto anímico de las
aspiraciones sexuales y empujamos al segundo plano los requerimientos pulsionales de
carácter corporal o “sexual” que están en la base. A esta elección de la madre como
objeto de amor se anuda todo lo que ha adquirido importancia en las neurosis bajo el
nombre de “complejo de Edipo”.
No cabe duda que el complejo de Edipo es una de las fuentes más importantes de la
conciencia de culpa que hace penar a los neuróticos. Se ve con facilidad que el varón
quiere tener a la madre para él solo, siente como molesta la presencia del padre y a
menudo promete casarse con ella. Las cosas son semejantes en la niña hacia su padre.
Esta 1º elección del objeto es incestuosa.
En la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por 1º vez en
toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos de
nuevo libidinosamente. Esos procesos tienen que permanecer en buena parte alejados de
la CC y la tarea del hijo consiste en separar de la madre sus deseos libidinosos a fin de
emplearlos en la elección de un objeto de amor ajeno y reconciliarse con el padre. En los
neuróticos, esto no sucede por lo que el hijo permanece toda la vida sometido a la
autoridad del padre y no está en condiciones de transferir su libido a un objeto sexual
ajeno. En este sentido, el complejo de Edipo es considerado como el núcleo de las
neurosis.
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La primera elección de objeto es, por regla general, incestuosa; en el hombre, se dirige a la madre y
hermanas.
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