
Su contenido es la suma de todos nuestros conocimientos sobre la realidad que utilizamos de un modo efectivo en la
vida cotidiana y del modo más heterogéneo. Existe, según Heller un determinado mínimo de saber cotidiano que es
la suma de los conocimientos que todo sujeto debe interiorizar para poder existir y moverse en un ambiente.
Se caracteriza por ser:
• Superficial: se conforma con lo aparente, con lo que compruebo en el simple pasar junto a las cosas. Se
expresa en frases como “porque me lo dijeron”, “porque todo el mundo lo dice”.
• No sistemático: se limita a percibir lo inmediato a través de experiencias, vivencias, estados de ánimo y
ecuaciones de la vida diaria, permaneciendo a nivel de certeza sensorial. El mismo sujeto organiza las
experiencias y conocimientos de un modo no sistemático.
• Acrítico: los conocimientos del saber vulgar pueden ser verdaderos o no, lo cierto es que la pretensión de
serlo no se plantea de una manera crítica o reflexiva. Como ya se dijo, es un conocimiento que está a nivel
de certeza sensorial, o sea, un saber que puede decir acerca de lo que pasa, pero no porque paso lo que
pasa.
Sin embargo, el saber cotidiano acoge (o puede suceder que acoja) ciertas adquisiciones científicas, pero no el saber
científico como tal. Cuando un conocimiento científico cala en el pensamiento cotidiano, el saber cotidiano lo asimila
englobándolo en su propia estructura; estos saberes científicos están implicados en el pragmatismo del pensamiento
cotidiano… hay informaciones y conocimientos científicos que forman parte de la cultura.
SABER CIENTIFICO: en su práctica social el hombre se enfrenta a una serie de problemas que no puede resolver con
los conocimientos corrientes, ni por sentido común. Por otro lado, para el hombre que naturalmente desea saber,
como decía Aristóteles, no le basta la captación de lo externo, ni el sentido común, puesto que existen fenómenos
que no se captan en el solo nivel perceptivo. Es preciso superar la inmediatez de la certeza sensorial del
conocimiento vulgar y espontaneo de la vida cotidiana; hay que ir más allá del conocimiento ordinario. Este salto,
que no supone una discontinuidad radical en lo que hace a la naturaleza pero si en cuanto al METODO, (utilizando la
reflexión sistemática, los razonamientos lógicos y respondiendo a una búsqueda intencionada. Para esta búsqueda
se delimita el problema que se estudia, se diseña la investigación, se proveen medios e instrumentos de indagación y
se procede a un análisis e interpretación de todo lo estudiado) conduce al CONOCIMIENTO CIENTIFICO, que es
resultado de una tarea de investigación que se vale del método científico.
Entre uno y otro tipo de conocimiento, no hay una “ruptura” radical en lo que hace al contenido, tema, sustancia o
verdad para el campo de las ciencias humanas, pero si para las ciencias físicas y químicas.
SABER-DOXA Y SABER-EPISTEME
Según Platón la doxa u opinión es aparencial y se contrapone a la ciencia y al saber verdadero. Para Heller la doxa no
puede ser separada de la acción práctica, ya que en ella esta única y exclusivamente su verdad.
Por el contrario, la episteme no constituye nunca una sola cosa, sino que es un saber sobre una cosa en relación con
otras cosas (conjuntos). Esta actitud no es práctica, sino teórica. Conocer un fenómeno en el plano de la episteme
significa conocer la conexión que lo liga a otros fenómenos, captar el puesto que ocupa en el sistema de otros
fenómenos.
Mientras la doxa, como el saber cotidiano, es indemostrable e irrefutable en sus datos y preceptos, la episteme,
como saber de la ciencia, posee un doble sistema de referencia. Por un lado (sus verdades) deben ser validas en la
realidad (praxis) y por otro deben ser situables dentro de un determinado sistema cognoscitivo.
SUPUESTOS DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO
El conocimiento científico pretende alcanzar la esencia y las leyes de los fenómenos y los hechos. Para ello se
estructura sobre algunos supuestos: