Elegir es finalmente el motivo habitual de consulta y una clínica en orientación vocacional
debe generar las condiciones para que el sujeto pueda llevarla a cabo. La elección está
directamente asociada con la dialéctica del deseo. No el deseo en términos sustantivos,
como hemos visto, sino en cuanto desear. La elección resulta del entramado entre sujeto,
objeto y contexto. El sujeto elije un objeto vocacional en un contexto sociohistórico
determinado.
Aquí la noción de objeto resulta controversial. Por un lado, podemos pensar en el objeto
como aquello de la realidad social que se nos ofrece para ser elegido: carreras, profesiones,
trabajos, proyectos de vida en general. Por otro, podemos pensarlo como una instancia de
inscripción psíquica en un doble sentido: los “objetos” como instancias de derivación de las
pulsiones, es decir, modalidades socialmente instituidas para investir y sublimar, y los
“objetos” como polos de identificación, esto es, otros que operan como referentes donde
anclar el flujo de representaciones, afectos, y deseos.
Entonces, ¿cómo pensar la provocativa frase “el deseo es un deseo sin objeto”? Es
promovida por la idea de que es necesario que algo falte para poder desear. La dinámica de
la vida reclama que algo tiene que faltar. Una falta de estructura que nada tiene que ver con
las faltas materiales tan propias de las sociedades capitalistas y desiguales en las que
vivimos. El deseo no tiene objeto si la cualidad que se le asigna al mismo es total, absoluta.
Habrá objeto en la medida en que este sea parcial. Deseo de objeto hasta encontrarlo allí
donde está, pero no está. Está (en tanto objeto parcial), pero no está (en tanto objeto total).
Elegir, entonces, es vérnosla con la falta. Modalidades subjetivas singulares obsesivas,
fóbicas, histéricas de lidiar con la falta.
Si bien las nociones psiquiátricas de “estructuras” (histérica, obsesiva, esquizofrénica,
paranoica, etc.) pueden servir de indicios iniciales y rudimentarios para el trabajo analítico,
no resisten a un microanálisis atento a la heterogeneidad y a la polivalencia de los
representantes psíquicos. Estamos cada vez más obligados a concebir interferencias de
estructuras, así como “estados límites” que, siendo hechos clínicos nuevos que indican la
evolución de la subjetividad y de los estados psíquicos, tienen sobre todo la ventaja de
cuestionar fundamentalmente la validez de las nosografías clásicas (Kristeva, 1993).
El elegir resultará una experiencia vital conflictiva inevitable, aunque no necesariamente
dramática ni patológica. Freudianamente podríamos decir que el conflicto se expresa en tres
registros. El tópico, que alude a las distintas instancias del aparato psíquico: yo, superyó,
ello; el económico, en relación con la energía libre, energía ligada al proceso primario y
secundario, y el dinámico, referido a las diversas exigencias pulsionales: Eros, pulsión de
muerte.
–Me olvidé que me tenía que anotar en la facultad. Se me pasó la fecha.
Cuando fui, me di cuenta que no tenía todos los papeles que te piden y no
me pude inscribir. Una mina muy mala onda la que me atendió… Igual me
vino bien, porque no sabía en qué anotarme. Ahora puedo pensar que me
gusta y empezar tranquila el año que viene.
–De chico siempre me gustaron la naturaleza, los bichos, las plantas.
Siempre supe que quería ser biólogo. Pero ahora no sé si voy a poder
estudiar tanto, aprobar los parciales y los finales, es muy difícil todo. Si