
chimentos, se consumen personajes polémicos, sus dichos sus actos, ellos
y el personaje polémico o cómico viven o curran con eso (el canje, el rating,
la fama) basta con sintonizar Intrusos en la tv para constatarlo.
El consumo es la nueva vía para quedar adentro o poner afuera, en tanto
que este determina la identidad y la pertenencia a la sociedad, el consumo
le da un valor o significado a la identidad, productos que prometen
delgadez, salud, más pelo, menos arrugas, menos celulitis, menos rollitos,
dientes más blancos, más sofisiticación o elegancia. El temor a la
exclusión según Bauman o lo que Bonano expresa como el temor a que el
soberano le de muerte en las subjetividades de hoy, que se manifiesta ante
un acto en una relación de asimetría (que se piensan hoy como simétricas)
como la de docente-alumno como un sometimiento, o peor, resultan por
experimentar el acto como un fenómeno de mortificación, por ej.
desaprobar una materia o ser calificado con una nota baja, confluye en el
consumo como medio del deseo de quedar dentro, pero ese plus-de-goce
tiende a ser nocivo, patológico y mortificante. Algo de la ley soberana de la
edad media, está presente como elemento que condiciona la autonomía,
este rasgo de la ley aparece como una cara del consumo. Gilles Lipovetsky
habla en su libro “La era del vacío” de que la posmodernidad es la
apoteosis, es decir, la culminación, el momento más acabado y logrado del
consumo. Ya que en esta época el consumo se rige en todas las esferas de
la vida, es la referencia cultural. Se busca la calidad de vida, la pasión por la
personalidad, sensibilidad ecologista, abandono de los grandes sistemas
de sentido, culto a la participación y la expresión. El individuo se mantiene