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La psicología del desarrollo puede caracterizarse como la disciplina cientíca
que se ocupa de estudiar, interpretar, describir y explicar la evolución, cambios o
transformaciones psicológicas vinculadas con el proceso de desarrollo humano a lo
largo del tiempo. Su interés no sólo está puesto en estudiar al hombre en las distintas
etapas por las que atraviesa, sino que además busca descubrir las leyes que gobiernan
el desarrollo y cómo se van formando las conductas y funciones adultas.
La psicología del desarrollo infantil abarca todas las facetas del cambio y crecimiento
humano pero considerando desde el nacimiento y hasta la adolescencia.
Podemos decir que la psicología evolutiva se diferencia de otras disciplinas
psicológicas interesadas por procesos de cambio fundamentalmente por dos rasgos
esenciales: 1- su carácter normativo ó cuasi-normativo, en tanto son aplicables
a todos los seres humanos o a gran parte de ellos -miembros de cierta cultura en
un momento sociohistórico determinado- y 2- el hecho de que los cambios en el
desarrollo se relacionan íntimamente con la edad o etapas de la vida por las que
los individuos atraviesan (Palacios, Marchesi y Coll, 1995). Desde sus orígenes, el centro
de atención de la disciplina estuvo puesto en la infancia. El desarrollo era entendido
como el progreso de las funciones y/o estructuras psicológicas y del comportamiento
hacia niveles cada vez más diferenciados, complejos y mejores. Su objeto de estudio se
centraba en el proceso de humanización a partir del nacimiento tomando a la mente
adulta como el resultado de una génesis producida en los años de la infancia y de la
adolescencia (Delval, 1996).
El interés centrado en la infancia y la desatención de los cambios producidos
durante la adultez y vejez cambia a partir de 1970 con el enfoque de la Psicología Evolutiva
Contemporánea del Ciclo Vital. Desde estas concepciones más actuales el desarrollo se
entiende como un proceso constructivo donde el sujeto participa activamente, estando
fundamentalmente caracterizado por la multidimensionalidad y la pluricausalidad en cada
fenómeno que lo dene. Se plantea aquí una ruptura conceptual y metodológica con
lo que se venía sosteniendo en torno al desarrollo infantil aportando una visión más
amplia e integral. El desarrollo humano se entiende entonces a partir de los cambios
psicológicos evidenciados desde el nacimiento hasta la vejez, atendiendo a los múltiples
factores que lo determinan, en tanto implica un proceso multicausal, pluridimensional
y multidimensional, en el cual la historia y la cultura tienen una incidencia fundamental.
Es por ello que actualmente se deja de hablar de infancia en singular comenzándose
a hablar de infancias en plural, considerando al ciclo vital como un proceso continuo,
progresivo y exible que abarca tanto el desarrollo biológico y psicológico, como así
también los aspectos sociales, culturales e históricos que inciden en el desarrollo del
hombre. Hoy se reconoce que son múltiples los factores que afectan al desarrollo. Por
un lado, se encuentran los factores endógenos o internos, no directamente perceptibles,
producto de la herencia y la maduración y, por el otro, los factores exógenos, externos o
visibles, entre los que se incluye el aprendizaje y los procesos de socialización.
Comúnmente, cuando se habla de desarrollo humano se tiende a confundir este
término con los procesos de maduración, crecimiento y aprendizaje que el mismo
implica. Estos procesos, necesarios para sostener el desarrollo, bajo ningún punto de vista