El gobierno deudor puede iniciar negociaciones para establecer las nuevas
condiciones de repago, pero los acreedores pueden elegir no participar e incluso
no aceptar la propuesta. En Argentina se consolida en la década de los 90 el
crecimiento del mercado de deuda luego de la implementación del plan BRADY,
surgido como respuesta a la crisis latinoamericana iniciada en 1982.
El primer caso que involucró a nuestro país sentó un precedente fundamental
sobre el carácter de las actividades de emisión de deuda. En 1986, al vencer una
serie de títulos públicos en dólares estadounidenses emitidos durante la dictadura,
el gobierno democrático de Alfonsín manifestó no contar con las reservas para
hacer frente a los pagos y unilateralmente forzó una restructuración al sustituirlos
por otras obligaciones. Se inició una demanda en los tribunales de Nueva York,
donde el Estado argentino alegó en su defensa la inmunidad soberana. Sin
embargo, tanto la Primera Instancia, como la Cámara de Apelaciones y la Corte
Suprema de Justicia de EE. UU. Dictaminaron en contra del país. El fallo, que
sentó jurisprudencia, sostuvo que la emisión de bonos, independientemente del
propósito de la misma, es una actividad comercial en los términos de la FSIA y
que la postergación unilateral de los pagos es una “actividad comercial conexa”,
que tiene un efecto directo sobre los Estados Unidos, debido a que allí se
realizaban los pagos. Para los jueces, ya que el Estado argentino al emitir los
bonos había actuado al igual que un privado en un mercado y no como un
regulador, no podía invocar la inmunidad. Desde entonces, tanto la colocación de
bonos como la cesación de pagos dejaron de ser considerados como actos
soberanos y se equipararon con las actividades comerciales de agentes del sector
privado.
A fines del 2001 el Estado argentino declaró la suspensión de los pagos de la
deuda externa. En el caso de la renegociación iniciada en 2003, la primera
propuesta de restructuración no reconocía los intereses adeudados, planteaba una
quita del 75% sobre el valor nominal, y anticipaba la emisión de tres tipos de
bonos y de valores atados al crecimiento de la economía; la cual fue fuertemente
criticada y rechazada por los distintos grupos de acreedores.
En Junio de 2004 Argentina presentó una nueva propuesta que contenía mejoras
para los tenedores de títulos. El canje comenzó a mediados de enero de 2005 y se
extendió hasta finales de Febrero de ese año; el Congreso aprobó la ley 26.017,
conocida como “cerrojo”, que impedía reabrir el canje a los no adherentes.
En Marzo se anunciaba la salida del DEFAULT, se daban a conocer los resultados
de la reestructuración, el 76,15% de la deuda elegible había sido canjeada, y se
presentaba la operatoria como el inicio de una política de desendeudamiento. La
Administración de Cristina Fernández de Kirchner abriría en Abril de 2010 la