
técnicas diferentes. La más importante será expuesta en el capítulo siguiente: se refiere
al origen y localizador del nombre de las cosas. La más indirecta, de la que varaos a
tratar ahora, es también la más discutible. Consiste simplemente en preguntar al niño si
las palabras "tienen fuerza" y en hacerle ver su sofisma, si cae en la trampa. El in-
conveniente del procedimiento es precisamente que existe una trampa. Por esto no
osaríamos deducir resultados de este método si lo hubiéramos empleado
exclusivamente. Pero, junto a los métodos del capítulo II, tiene su interés.
Hemos hallado tres tipos de respuestas correspondientes a las tres etapas sucesivas.
Durante la primera etapa (hasta hacia los siete-ocho años), los niños no llegan de ningún
modo a hacer la distinción de la palabra y de la cosa: no comprenden el problema.
Durante la segunda etapa (siete-once años), los niños comprenden el problema, pero no
llegan a resolverlo sistemáticamente. Durante la tercera etapa (diez-once años) dan la
solución justa.
He aquí ejemplos de la primera etapa:
Bourg (6; 0). "—¿Tiene fuerza una palabra? —No... sí. —Di una palabra que tenga
fuerza. —Papá, porque es un papá, y después es fuerte. —Cuando digo "nube", ¿la
palabra "nube" tiene fuerza? —Sí, porque alumbra durante la noche [es la creencia
bastante general de que las nubes alumbran en ausencia del sol]. —La palabra
"paraguas", sólo la palabra, no el "paraguas", ¿es fuerte? —Un poco, porque podemos
metérnoslo en los ojos y puede matarnos."
Bov (6; 5). "—Cuando digo "paraguas", digo una palabra, o "cajón", es una palabra,
no hay cajones, todo esto son palabras. Si no te dijera palabras no sabrías lo que yo
quiero decir. Di una palabra... ¿La palabra "sol" es fuerte? —No, porque es ligero [el
solí. —¿La palabra "pegar" es fuerte? —No; bastante fuerte. —¿Por qué? —Porque a
veces hace daño. —¿Es la palabra "pegar" lo que es fuerte? Cuando yo digo la palabra
"pegar", con la boca, solamente la palabra, ¿es ésta fuerte? —No, porque la boca no
puede gritar. —Di una palabra fuerte. —Cuando un cabello se irrita.
Cam (6; 0). "—Si digo la palabra "correr", yo no corro. Digo la palabra con la boca.
¿Es fuerte una palabra? —Sí. —¿Por qué? —Porque se dice esto. —Si digo la palabra
"saltar", ¿esta palabra es fuerte? —Sí, porque las niñas saltan con una cuerda."
Pero es claro que los casos de esta primera etapa no prueban nada por sí mismos. Es
posible, en efecto, que estos niños tengan la noción de lo que es una palabra, pero que
no tengan vocablo para designar esta noción, implicando para ellos el vocablo "palabra"
la presencia de la cosa misma. Si tal fuera el caso, nuestra [58] experiencia no valdría
nada. Es posible también que no hayamos sabido hacernos comprender. En una palabra,
el único medio de probar que estos niños confunden realmente la palabra y la cosa
nombrada, consiste en demostrar que los niños de más edad llegan a comprender el
problema sin llegar, no obstante, a resolverlo. Es lo que van a demostrarnos los
ejemplos de la segunda etapa. La segunda etapa es, pues, paradójica. De un lado, el niño
comprende el problema y distingue, por consiguiente, la palabra de la cosa nombrada.
Pero, de otro lado, esta distinción no es suficiente para que el niño evite la trampa que
se le tiende: vuelve a caer en ella a cada instante. He aquí unos ejemplos:
Krug (6; 0). "—¿Es fuerte una palabra? —No, nada de esto. —¿Hay palabras que
tienen fuerza, o no? —Las hay que tienen fuerza. —¿Qué palabras son? —La palabra
"fuerte", porque decimos que es fuerte. —¿La palabra "elefante" tiene fuerza? —Sí,
porque un elefante puede llevamos. —El elefante, sí, pero ¿y la palabra solamente? -—
No es fuerte. —¿Por qué? —Porque no hace nada. —¿Qué cosa? —La palabra. —
¿Tiene fuerza la palabra "dormir"? —Es débil, porque cuando se duerme se está
fatigado. —¿La palabra "correr" tiene fuerza? —Sí, porque es fuerte..., porque es fuerte