muriera durante mi guardia. Mystery era
más que un amigo; era mi mentor: Había
cambiado mi vida, igual que había
cambiado la de tantos otros como yo.
Tenía que conseguirle Valium, Xanax o
Vicodin; lo que fuese. Cogí mi agenda y
pasé rápidamente las hojas, buscando a
alguien que pudiera proporcionarme
esas pastillas: tipos que tocaran en
grupos de rock, mujeres que acabaran de
someterse a una operación de cirugía
plástica, antiguos niños prodigio del
cine… Pero no había nadie en casa y, si
había alguien, o no tenía drogas o decía
no tenerlas para no compartirlas.
Sólo me quedaba una persona a