Este libro nos detalla la increíble
historia de Neil Strauss, periodista
de prestigio y hombre vulgar, que
pasó de ser un desgarbado escritor
a ser el genial e infalible Style, un
tipo irresistible para las mujeres.
Strauss se infiltró en un grupo que
se autodefinen como maestros de la
seducción, una comunidad de
hombres que se ponen en contacto
a través de internet, siguen a un
gurú que imparte cursos
presenciales y dedican su tiempo a
perfeccionar la técnica de conquistar
a las mujeres.
Neil Strauss
El método
The Game
ePUB v1.3
postNuKe 15.05.12
Título original: The game.
Autor: Neil Strauss.
Traductor: Agusn Vergara.
Lengua de traduccn: Inglés.
Lengua de publicación: Castellano.
Fecha Edición: 09/2005.
Transcriptores a pdf: Mystic, rigodon,
SirQuinto y N3M3 del foro
http://www.elmetodo.es
La maquetación se ha realizado a partir del
fichero Neil StraussEl metodo (Buena
traduccion).pdf de la página
http://www.elmetodo.es
Dedicado a las miles de personas
con las que he hablado en bares,
discotecas, centros comerciales,
aeropuertos, supermercados,
metros y ascensores durante los dos
últimos años.
Si lees esto quiero que sepas que
en tu caso no usé
ninguna técnica. Contigo fui
sincero. De verdad,
lo nuestro fue diferente.
No pude convertirme en nada: ni en
bueno ni en malo, ni en un sinvergüenza
ni en un hombre honesto, ni en héroe ni
en insecto. Y ahora estoy alargando mis
as en mi esquina, torturándome con el
amargo e inútil consuelo de que un
hombre inteligente no puede convertirse
seriamente en nada; de que tan sólo un
idiota puede convertirse en algo.
Fiodor Dostoievski,
Memorias del subsuelo
Paso 1: Elige el
objetivo
Los hombres no eran realmente el
enemigo; ellos también eran ctimas
que sufan las consecuencias de una
anticuada mística masculina que los
hacía sentirse inútiles cuando no había
algún oso al que matar.
BETTY FRIEDAN,
La mística de la feminidad
OS PRESENTO A
MYSTERY
[1]
La casa estaba hecha un desastre.
Las puertas estaban arrancadas de
sus goznes, destrozadas; las paredes,
llenas de golpes, golpes dados con el
puño, con un teléfono, con un florero.
Temiendo por su vida, Herbal se había
refugiado en la habitación de un hotel, y
Mystery lloraba tumbado sobre la
moqueta del salón; llevaba dos as
llorando sin parar.
Las lágrimas pueden entenderse.
Pero las de Mystery habían llegado más
allá de lo comprensible. Mystery haa
perdido el control. Llevaba una semana
oscilando entre períodos de ira y
violencia y episodios de llanto
espasmódico. Ahora, amenazaba con
quitarse la vida.
Viamos cinco en la casa: Herbal,
Mystery, Papa, Playboy, y yo. Venían
hombres de todos los rincones de la
tierra para estrecharnos la mano, para
hacerse fotos con nosotros, para
aprender de nosotros, para intentar
convertirse en nosotros. A mí me
llamaban Style
[2]
; me lo había ganado.
Nunca ubamos nuestros
verdaderos nombres; tan sólo nuestros
apodos. Incluso nuestra mansión tenía un
apodo. Se llamaba Proyecto Hollywood.
Y el Proyecto Hollywood estaba hecho
una ruina.
Los sofás y los cojines descoloridos
que cubrían el suelo del salón olían a
sudor y a los fluidos corporales de
numerosos hombres y mujeres. La
moqueta blanca se había tornado gris
bajo el constante ir y venir de las
perfumadas jóvenes que todas las
noches eran pastoreadas desde Sunset
Boulevard. En el jacuzzi flotaban
tristemente docenas de colillas y
condones usa dos. Y, durante los últimos
dos as, los arranques de violencia de
Mystery habían dejado el resto de la
casa prácticamente en ruinas. Mystery
medía más de un metro noventa y estaba
histérico.
—No puedo explicar cómo me
siento —consiguió decir entre sollozos.
Le temblaba todo el cuerpo—. No sé lo
que voy a hacer; pero no va a ser nada
bueno.
Levantó un brazo y dio un puñetazo a
la sucia tapicería roja del sofá. Su
abatimiento se tornó en un grito,
invadiendo la habitación con el lamento
de un hombre adulto que se ha
despojado de todo aquello que lo
diferencia de los animales.
Llevaba puesta una bata de seda
dorada demasiado pequeña que dejaba
al descubierto sus rodillas cubiertas de
heridas. El cinturón de seda apenas era
lo suficientemente largo para anudarlo
alrededor de su cintura y ambos lados
de la bata estaban separados por al
menos quince centímetros de piel,
revelando un pecho pálido e imberbe y,
debajo de éste, unos holgados
calzoncillos grises Calvin Klein. La otra
prenda que cubría su tembloroso cuerpo
era el gorro de lana que le apretaba el
cráneo.
Era el mes de junio y estábamos en
Los Ángeles.
—La vida es absurda —volvió a
hablar Mystery—. Absurda. No tiene
sentido. Se volvió hacia mí y me miró
con los ojos húmedos y enrojecidos.
—Es como jugar al tres en raya. No
hay manera de ganar, así que lo mejor
que puedes hacer es no jugar.
No había nadie más en la casa, por
lo que tendría que ser yo quien
resolviera el problema. Debería sedarlo
ahora, antes de que la ira volviera a
invadirlo. Con cada nuevo ataque, la
situación empeoraba, y yo tenía miedo
de que esta vez Mystery llegara a hacer
algo que no pudiera subsanarse después.
No podía permitir que Mystery
muriera durante mi guardia. Mystery era
más que un amigo; era mi mentor: Había
cambiado mi vida, igual que haa
cambiado la de tantos otros como yo.
Tenía que conseguirle Valium, Xanax o
Vicodin; lo que fuese. Cogí mi agenda y
pasé rápidamente las hojas, buscando a
alguien que pudiera proporcionarme
esas pastillas: tipos que tocaran en
grupos de rock, mujeres que acabaran de
someterse a una operación de cirugía
plástica, antiguos niños prodigio del
cinePero no haa nadie en casa y, si
había alguien, o no tenía drogas o decía
no tenerlas para no compartirlas.
Sólo me quedaba una persona a

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