Vuelta de la democracia argentina (1983-1989)
El 10 de diciembre de 1983 Alfonsín le gana al PJ (Partido justicialista), gracias a que Alfonsín
tuvo la virtud de percibir correctamente el clima de época, de captar que lo que esta vez se
iniciaba era algo distintivo, y era capaz de detener el péndulo civico-militar, su apelación
ferviente, apologética a los valores democráticos y a la Constitución, justo lo que reclamaba el
público sin compromisos partidarios, que terminó definiendo las elecciones. El peronismo, no
quiso o no supo mostrarse alejado y autocrítico de su última y catastrófica experiencia en el
poder.
Alfonsín estaba obsesionado con la modernización, el pluralismo y la paz, que fue visible desde
los comienzos de su presidencia, firmó la paz con chile por la casi guerra del 1978 por
problemas limítrofes, en el ámbito educacional realizó un congreso pedagógico, el impulso a la
universidad estatal, y la sanción de la ley permitiendo el divorcio, ganándole a la antipatía de la
iglesia católica.
Había tensión en el problema de la política de reparación por las violaciones a los DDHH de
la dictadura, la estrategia fue intentar diferenciar a los autores de los crímenes de las fuerzas
armadas como institución, una solución que difícil de aplicar. En 1985 la justicia civil condenó
a los máximos jerarcas del proceso, pero quedaban por condenar muchos oficiales menores, que
se beneficiaron de las leyes de Punto Final (tiempo límite para presentar denuncias a militares) y
de Obediencia Debida (distingue autores materiales e intelectuales de las violaciones de
DDHH). Esta última se sancionó en el primer levantamiento militar contra Alfonsín en 1987.
Hacia 1987 los índices de inflación volvieron a los habituales posteriores a 1975, en cuanto al
PJ, los comicios de 1985 lo encontraron sumido en una crisis de identidad, fruto de la
reestructuración interna que se había desatado después de la derrota de 1983, el ‘’peronismo
después de perón’’ fracasó, especulando con que el movimiento murió al morir su fundador, el
peronismo ortodoxo era de raíz corporativa y nacionalista, opuesto al gobierno, encabezada por
Antonio Cafiero, que buscaba rescatar un contenido democrático para el peronismo, y valoraba
los progresos de Alfonsín.
La nueva corriente justicialista representa el principal adversario político de Alfonsín. Tanto así,
que en las elecciones de diputados y gobernadores de septiembre de ese año el radicalismo cayó
derrotado en casi todos los distritos. En 1988, el gobernador de La Rioja, Carlos Menem, fue
elegido candidato a presidente.
Herencias de Alfonsín
Alfonsín recibió de los militares una economía en un momento muy problemático, el impacto de
la crisis de la deuda fue muy violento, los pagos al exterior por intereses y utilidades crecieron
de un 2,2% a un 9,4% del PBI entre 1980 y 1983. El ajuste a la restricción obligó, en los
primeros años de los 80, a obtener superávits comerciales por la vía de una contracción de
importaciones, al costo de una caída pronunciada de la inversión bruta interna. En 1983, tanto
las importaciones como la inversión estaban en la mitad de su valor de 1980. Se expandió la
demanda del nivel de vida, cuya satisfacción dependía del presupuesto general (bienes públicos,
gasto social, inversiones en infraestructura, etc), ponía en riesgo a un estado deficitario, por lo
que se debió recurrir a formas de financiamiento extraordinarias y riesgosas, como el
endeudamiento interno y la emisión monetaria.
Cinco factores caracterizaban a la Argentina: Endeudamiento externo, estancamiento, cierre
de economía con bajo grado de competencia interna, desequilibrio fiscal e inflación.
Para controlar las importaciones, se hizo de todo, comenzando por una devaluación récord de
2200% en solo dos años, también se impusieron restricciones cuantitativas a las importaciones.
Gracias a las devaluaciones bruscas, el PBI per cápita registró un retroceso de más de 10% entre
1979-80 y 1982-83. La tasa de inflación pasó de 101 a 343% entre 1980 y 1983, alimentada por
un déficit público que en 1982 superó el 10% del PBI. Para evitar quiebras, el estado se hizo
cargo del endeudamiento externo privado, expandiendo el gasto público, y convirtiendo la
deuda, en un problema fiscal.
Viejas fórmulas, nuevos problemas
Alfonsín intenta recrear lo impuesto por Illia, entonces, asume el ministro Bernardo Grinspun,
con objetivo en mantener un alto nivel de empleo con crédito barato y gasto público, mientras
se combatía la inflación gradualmente con una política de ingresos que diera lugar a una
recuperación de los salarios reales. Así, después de un aumento inicial de sueldos, se estableció
un sistema de pautas para dirigir su evolución y la de los precios, tipo de cambio y tarifas de
servicios públicos.
Pronto aparecieron problemas, las directivas de precios eran ignoradas por los sectores fuera del
control gubernamental, abriendo brecha entre variables que obligó a nuevos aumentos, esta vez
retroactivos de los salarios, se pasó a un esquema de indexación salarial completa, abandonando
cualquier intento de contener la inflación, hubo ausencia de políticas monetarias o fiscales
restrictivas. Durante 1984, los aumentos de precios subieron trimestralmente, 58% enero-marzo,
63% abril-junio, 85% julio-septiembre.
Las negociaciones por la deuda externa se tornaban combativas, de todos modos, la ayuda
externa seguía dependiendo del éxito de un programa de ajuste concentrado en reducir el déficit
fiscal, bajar la inflación, controlar la oferta monetaria, y alentar el crecimiento económico
interno. Pero Grinspun no estaba dispuesto a aceptar condiciones, complicando aún más la
situación, esto obligó a acudir a una ayuda combinada entre los más importantes países
latinoamericanos y Estados Unidos.
El año 1984 cerraría con un aumento del salario real del 35%, pero con la economía en
recesión y una inflación de 626%. Lazos entre Alfonsín y la gente se debilitaban, las débiles
políticas salariales, fiscales y monetarias, y la beligerancia ante los bancos acreedores recreaban
un perfil de políticas populistas. La revaluación de la moneda permitió la recuperación salarial,
pero esto era una carga para el sector agropecuario.
Tras la firma de un acuerdo con el FMI a fines de 1984, el gobierno hizo explícita su decisión de
priorizar la lucha contra la inflación, entonces recurrió a instrumentos convencionales de una
política de administración de la demanda, devaluó la moneda, incrementó las tarifas públicas, y
restringió la oferta monetaria, junto a algunas medidas de recorte del gasto público. Moderando
el déficit fiscal y el aumento de precios.
Estabilización heterodoxa
En febrero de 1985 Grinspun fue reemplazado por Juan Vital Sourrouille. Se comenzó a
preparar un plan de estabilización, Sourrouille admitía que el déficit fiscal y la emisión
monetaria eran la principal causa de la inflación en el largo plazo, pero otros factores jugaban
un papel más importante también. Como por ejemplo, las expectativas de la inflación, es decir,
si se esperaba una alta inflación, iba a ocurrir, ya que, para definir salarios, precios y contratos,
se estima la inflación del mes en curso como un dato fundamental. Los trabajadores se
preocupaban más por su poder adquisitivo que por la cantidad de dinero que ganen, a los
empresarios les interesaba el costo real del trabajo y la relación de sus precios con los de los
competidores.
Para bajar la inflación había que bajar las expectativas, buscando expectativas de estabilidad,
que generen estabilidad. Se informó sobre casos pasados, en donde fue necesario congelar
salarios, precios, etc (Krieger 1967, Gelbard 1973, etc), y sobre la insuficiencia de programas
ortodoxos que no actuaron sobre las expectativas (Alsogaray 62-63, MDHoz 1977, Alemann
1982)
La cuestión era desactivar las causas del problema (déficit fiscal y emisión monetaria), para
consolidar la nueva situación y las expectativas de que se mantuviera con el tiempo. Antes de
anunciarse el Plan Austral se aumentaron algunos precios que se creían retrasados, de modo
que no fueran a aumentar una vez en marcha el programa de estabilización. Se devaluó el tipo
de cambio a un nivel récord, y las tarifas públicas se elevaron hasta cubrir los costos de las
empresas estatales, se aumentaron los precios de la carne para no repetir lo pasado con Krieger
y MDHoz, y se negociaba con USA, y el FMI un paquete de ayuda.
Las medidas de corrección de precios previas al Plan Austral aceleraron la inflación, en abril y
mayo los precios mayoristas se elevaron más del 30%, estando cerca de una hiperinflación.
La noche del viernes 14 de junio de 1985 se anunció el Programa de Reforma Económica,
rebautizado como PLAN AUSTRAL. El austral sería la nueva moneda, que cotizaría a un tipo
de cambio fijo de 80 centavos de austral por dólar. Quedaban congelados en el acto todos los
precios de la economía, salvo en los mercados donde los precios reflejaban las condiciones de
oferta y demanda, como en el de los alimentos frescos.
El Banco Central dejaría de emitir dinero destinado a financiar los desequilibrios del Tesoro
Nacional. La recuperación fiscal se basaba en impuestos adicionales a la exportación, un
esquema de ‘’ahorro forzoso’’ (un impuesto porque la tasa de interés real de la deuda que el
estado contraía con el contribuyente sería negativa), el aumento en algunos gravámenes
específicos y la reducción del período de pago del IVA.
Para evitar ganancias inesperadas de acreedores y propietarios, se introdujo el ‘’desagio’’, los
contratos pactados en la moneda antigua, que incorporaban una alta expectativa de inflación, se
transformaban automáticamente a australes a través de una tabla de conversión que mantenía el
valor real esperado de los pagos futuros. La tasas de interés reguladas se reducían a un promedio
de 5% mensual, intentando instalar la expectativa de la baja de la inflación.
El plan fue bien recibido, los ahorristas renovaron sus depósitos y la distancia entre el dólar
oficial y paralelo se acortó de 30 a 4%. En octubre la inflación al consumidor se estabilizó, y
marcó un 2% mensual, no se alcanzó la inmovilidad, pero si una gran estabilización, sin que
fuera necesario forzar el control de precios. Se comenzó a desarticular las expectativas de
inflación, la recaudación por impuestos se elevaba a más de la mitad de lo obtenido por la
emisión monetaria antes del Austral. También se aumentaron gravámenes al comercio exterior y
a los combustibles, el producto del ‘’ahorro forzoso’’ y la contención de los salarios de la
administración pública también contribuyeron a que el déficit fiscal se mantuviera estables.
La estabilidad trajo consigo el aumento inmediato del salario real, reaparición de líneas de
crédito para consumo, lo cual ayudó a tonificar la demanda, y estimular la producción., hacia fin
de año se notaba una clara reactivación. Esto ayudó a que en 1985 el radicalismo se consolide
como mayoría, y en octubre una encuesta marcó que el 68% de la población consideraba bueno
el plan austral, mientras que un 9% decía que era malo.
Al comenzar 1986, el Plan Austral era un éxito, teniendo visitas extranjeras, como el premio
Nobel de Economía Franco Modigliani y el secretario del Tesoro norteamericano David
Mulford, con excusa en observar cómo se aplica el plan austral, que era visto como un
‘’milagro’’.
Se dio un plan masivo de privatizaciones en telecomunicaciones y tráfico aéreo.
La reactivación de la demanda empezaba a impactar sobre los valores de venta de los productos
con precios libres, transmitiendo una moderada inflación a otros sectores de la economía,
activando mecanismos de indexación. Se comenzó a plantear la necesidad de pasar a una
segunda etapa, porque se comenzaba a generar desajustes de precios relativos, como el tipo de
cambio y las tarifas.
Estabilidad Relegada
En marzo de 1986 la inflación ya alcanzaba el 4,6%, el superávit de la balanza comercial se
debilitaba. En abril se anunció una ‘’flexibilización’’, a partir de entonces, los precios públicos
(tarifas y tipos de cambio) se irían ajustando paulatinamente, dando una pauta para el
crecimiento de los salarios y los precios privados. A los 10 meses de comenzado, el Plan
Austral era irreconocible, se reconvirtió con objetivo en: Evitar la erosión de los salarios reales,
aparición de desequilibrios de las finanzas públicas, y la pérdida de competitividad de las
exportaciones argentinas.
La flexibilización fue como una bandera de largada para la reapertura de las pujas distributivas
entre sectores, los cuales eran un factor de aumento de la inflación, ya que el congelamiento de
precios tuvo un papel como tregua forzada de estos conflictos distributivos.
Las renegociaciones de salarios resultaron en aumentos cada vez más rápidos, los salarios reales
fueron corroídos por una inflación lenta pero constante. Durante los meses de mediados de
1986, se generó un problema de coordinación de políticas, el ministerio de economía aconsejaba
un manejo monetario más prudente, pero las autoridades del Banco Central intentaban expandir
el crédito para reanimar la producción. El objetivo de ‘’dinero barato’’ fue cumplido, de niveles
fuertemente positivos se pasó, a mediados del 86, a tasas negativas. La inflación se situó por
encima de las previsiones gracias a un error de cálculo que perjudicó a los acreedores. Fue el
segundo peldaño que siguió la tasa de inflación hasta la hiperinflación de 1989.
A partir del repunte inflacionario del invierno del 86, la política de estabilización careció de
estrategia estructurada. Se comenzó devuelta con la emisión de dinero, ya que no se podía
financiar los déficit públicos que había.
Las causas del déficit fiscal estaban intactas, por parte del gasto, la compresión de salarios y
jubilaciones sobre las que se venía basando el ajuste no podía mantenerse, por parte de los
ingresos, parte de la recomposición se había apoyado en la supresión del efecto Olivera-Tanzi
(+ impuestos ahorro), hubo además mala suerte, los precios de los productos exportables
tuvieron una caída de 20% en dos años, complicando un esquema de funcionamiento público
que contaba entre sus pilares a los impuestos al comercio exterior, esto tenía dos efectos, baja
precio de venta, baja producido por un impuesto que era proporcional, y además, el sector
agropecuario presionó para una reducción de retenciones, finalmente cedida en 1987.
En esas condiciones era imposible sostener la restricción monetaria, con una inflación que subía
exponencialmente a principios de 1987, se volvió al lado heterodoxo y dispuso un nuevo
congelamiento de precios: ‘’australito’. Además, surgió otra urgencia que fue el resurgimiento
del peronismo frente a las elecciones de septiembre.
El desequilibrio del PBI en 1987 habría sido mucho más grande si las jubilaciones, salarios
estatales, e inversión pública no se hubiesen elevado, signo de que el estado estaba en una crisis
de financiamiento y no podía cumplir todas sus funciones plenamente, produciendo una
‘’erosión del contrato social’’ entre el estado y la sociedad, esto se dio en el proceso de
acumulación de funciones del estado argentino, que fueron 3: Estado Gendarme (encargado de
la defensa exterior, interior y administración general. Estado de bienestar (garantizaba un
consumo mínimo de ciertos bienes y servicios a la población que lo lleven a un nivel de vida
digno), Estado productor (encargado de corregir ineficiencias del mercado, alta participación
del estado, altos niveles de actividad, empleo, crecimiento), mediante dos maneras, directa
(haciéndose cargo de ciertas actividades) o indirecta (estimulando la producción privada).
Hacia 1987, un 43% del gasto público total correspondía al estado productor, subsidios, y
gastos a la producción privada que sumaba un total de 11,1% del gasto estatal, o un 6,6% del
PBI. Sin empresas estatales y sin subsidios a la producción privada las cuentas públicas
mejoraban a tal punto que cambiaban un déficit del 7% del PBI a un superávit del 3%. Por lo
que se comenzó a pensar en privatizar empresas.
En julio de 1987, se comenzó una reforma integral del sector público, en donde se planearon
muchas medidas, pero muy pocas se llevaron a cabo, como el del alineamiento de los precios
del petróleo a niveles internacionales.
Hiperinflación
En 1987 se lanza un congelamiento de precios en octubre y en febrero, en el de octubre, el
congelamiento formaba parte de un paquete de medidas, que contenía desde iniciativas para
mejorar la situación fiscal (modifica régimen impositivo, sistema de coparticipación, esquema
de financiamiento de la seguridad social) hasta un movimiento hacia la liberalización financiera
(desregulación tasas de interés, cotización libre del dólar), además de reformas estructurales.
La inflación bajó de un 20% en octubre a un 3% en diciembre gracias al conjunto del control de
precios y de una política monetaria restrictiva. En la semana final del año, se abandonó el
congelamiento, no se redujo el déficit y se devaluó el peso, se inició 1988 con una inflación
librada a su suerte, sin ningún tipo de control, las herramientas, como congelamientos y pautas
no tenían consenso ni credibilidad.
Había escasez de divisas, el saldo de la balanza comercial apenas superaba los 500 millones de
dólares, a diferencia de los 3400 millones al inicio de la gestión de Alfonsín. El país estaba en
una situación complicada considerando los compromisos del endeudamiento externo, las
negociaciones con los acreedores se intensificaban a medida que las cuentas comerciales
amenazaban con comprometer el financiamiento exterior. En 1987 el gobierno logró un acuerdo
para reestructurar la deuda con los bancos comerciales y obtener dinero por 1950 millones de
dólares, con una contrapartida, durante ese año, los intereses girados al exterior sumaron más de
4000 millones, que al no ser compensados por un nuevo endeudamiento provocaron una pérdida
de reservas de 1100 millones. Logrando que la posición externa argentina llegue a un punto
crítico, entonces, en abril de 1988, el país dejó de pagar la deuda, ingresando en una
moratoria.
Durante la primera mitad de 1988, la inflación creció casi ininterrumpidamente, alcanzando un
27,6% en agosto con mayor causa en la incapacidad del gobierno para cerrar las cuentas
fiscales. Otras dificultades provenían del BCRA que emitía enormes sumas de dinero para
compensar al sector financiero, porque por los efectos inflacionarios de las emisiones anteriores,
muchos de los activos de los bancos privados estaban inmovilizados en el BCRA
Para tener una chance de un triunfo en las elecciones de 1989 con el peligro de la hiper, se
conformó el Plan Primavera, anunciado a fines de agosto de 1988, consistió en un acuerdo
desindexatorio con las empresas líderes agrupadas en la UIA (unión industrial argentina), y con
la Cámara de Comercio, quienes a cambio de su apoyo se beneficiaron en una Baja del IVA,
para lograr un ajuste fiscal, se intentó una corrección a través del BCRA por dos vías, se diseñó
un nuevo régimen cambiario: la autoridad monetaria compra dólares a exportadores de
productos tradicionales en el mercado oficial y los vende a los importadores en el mercado
financiero, quedándose con una diferencia. Además, se refinanció de manera forzosa parte de la
deuda interna con el sistema financiero privado. Al mismo tiempo, se intentaba una nueva
convergencia de expectativas hacia una menor inflación, pronunciando el tipo de cambio y
asegurándose la existencia de una determinada relación entre los tipos oficial y financiero.
En 1988 entraban capitales para obtener la alta y creciente tasa de interés, mientras el dólar se
mantuvo dentro de los márgenes programados, el efecto del acuerdo sobre los precios se hizo
sentir, volviendo en diciembre a una inflación de un dígito mensual.
El plan tenía dos amenazas, la escasez de reservas, que estaba temporalmente cubierta por
capitales que llegaban aprovechando la alta tasa de interés, y la incertidumbre política y
económica ante las elecciones.
Iniciado 1989, se termina el Plan Primavera, la inflación era mayor que la devaluación, se
sospechaba que el Banco Mundial suspendería su ayuda a la Argentina, causando una corrida
contra el Austral en fines de enero del 89, en pocos días el BCRA se desprendió 900 millones de
dólares para evitar la depreciación. La fuga hacia el dólar seguía, y el 6 de febrero se creó un
tercer mercado cambiario, el dólar libre, sumado al oficial y al financiero. Comenzando la
hiperinflación
Después del colapso del Plan, la fuga hacia el dólar provocó una depreciación cambiaria
enorme, se intentó evitar la transmisión del dólar a los precios internos con sucesivos sistemas
cambiarios, 6 en total, esto generó problemas, entre otras cosas porque los exportadores retenían
divisas, entre febrero y mayo, la inflación creció exponencialmente, 9,6% y 78,4%.
Cada sector ideaba sus estrategias defensivas; los trabajadores exigían pagos adelantados de sus
remuneraciones, y aumentos excepcionales; los empresarios se cubrían aumentando sus precios
o acumulando inventarios; los exportadores retenían mercaderías, haciendo escasear los dólares.
El mito de un país rico (Menem)
En la campaña presidencial, Menem se presentó con una imagen que recordaba a Facundo
Quiroga, un caudillo de las luchas entre unitarios y federales, se mostró nacionalista y
‘’antiyanqui’’ cuando pidió la ruptura de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos frente
al bombardeo de la residencia privada del presidente de Libia, también prometió recuperar las
Malvinas, trabó amistad con Seineldín, prometió ‘’salariazo’’, y la ‘’revolución productiva’’. Al
asumir planteó terminar con la corrupción y la especulación, además de poner en marcha la
economía. También planteó un proyecto de gestión que integrara al país a la comunidad
internacional y el respeto a los compromisos extraídos en materia de deuda externa.
El mensaje en su conjunto era un fuerte alegato a la unidad nacional, que se relejó en un
gabinete inicial de gobierno que convocaba a figuras de distintos sectores. El sindicalista Jorge
Triacca en el ministerio de trabajo, el abogado Roberto Dromi en Obras Públicas, educador
católico Antonia Salonía en Educación, ex senador Ítalo Luder en Defensa, ex miembro de la
cámara federal que juzgó a los militares León Arslanian, el economista Cavallo en Relaciones
Exteriores, y un ejecutivo del grupo Bunge & Born, Miguel Roig en el Ministerio de
Economía, además de Alsogaray como asesor para la deuda externa.
En medio del clima acalorado que se vivía previo al cambio de gobierno, fue abriéndose paso el
denominado Plan Bunge & Born, con medidas duras, el paquete consistió en una devaluación,
un ajuste del tipo de cambio, que pasó de 210 a 650 australes por dólar, y de aumentos de entre
200 y 600% en los combustibles líquidos, gas, electricidad, agua y teléfonos, con el
compromiso de mantener fijos los nuevos valores. De este modo se procuraba estabilizar las
finanzas públicas y moderar la emisión de moneda. El esquema incluía acuerdo de precios y
pautas para futuros aumento de salarios. A Los días, fallece Roig, y asume Rapanelli como
ministro de economía, también alto ejecutivo de Bunge & Born.
También, dio una reducción en las retenciones a la exportación de los productos del campo,
Menem visitaba distintos ámbitos empresariales y daba mensajes dejando sensaciones positivas.
El congreso aprobó en tiempo récord dos leyes: La Ley de Emergencia Económica, que
suspendió una multitud de subsidios al sector privado, que drenaban las arcas fiscales, y la de
Reforma del Estado, que habilitó los mecanismos para la privatización de las empresas
públicas, también obtuvo legislación en extender el IVA a diversos bienes y servicios hasta
entonces exceptuados.
En noviembre de 1989 se logró un nuevo acuerdo con el FMI por 1500 millones de dólares, los
requisitos para los desembolsos eran: Apertura comercial, libre movimiento de capitales,
liberalización del sistema bancario, privatizaciones, desregulación de la economía, reducción
del déficit fiscal, desregulación del mercado petrolero y compromiso de recortar la operatoria
del Banco Hipotecario Nacional y del Banco Nacional de Desarrollo.
En el corto plazo, las medidas no lograban estabilizar la economía, no se ordenaron las finanzas
públicas, las demandas salariales iban en ascenso y la inflación comenzó a acelerarse, el tipo de
cambio no se pudo sostener, y la compra de dólares aumentó elevándose su cotización en el
mercado paralelo, el gobierno elevó las tasas de interés para mantener a los tenedores de pesos.
El equipo económico comenzó con un nuevo Plan Bunge & Born 2, que consiste en un nuevo
programa de ajuste, devaluación de un 54%, alzas de tarifas y retenciones a las exportaciones,
modificaciones en los salarios públicos y privados y una reprogramación de los vencimientos de
la deuda pública interna.
Las nuevas medidas aumentaron la desconfianza, los ahorristas retiraron masivamente los
depósitos de los bancos (corrida contra el peso), tasas de interés 50% mensual, dólar
comenzó a trepar más del 10% diario. Condujo a la renuncia de Rapanelli, y asume Erman
González. Este ministro liberó el mercado de cambios, dejando flotar el dólar, volvió atrás con
el aumento de las retenciones, para incentivar la liquidación de divisas por parte de los
exportadores agropecuarios y mantuvo el aumento de tarifas dispuesto por su antecesor.
Diciembre de 1989 cerró con una inflación del 40%, acumulando 5000% en el año, una caída
del poder de compra del salario del 33% y una contracción de la economía del 4,8%, y una suba
del 57% del dólar. Ese mes, el valor del dólar alcanzó un promedio de 1137 australes, 650 había
sido al inicio del gobierno.
Se comenzó con el Plan Bonex, ya que la corrida sobre los bancos no se detenía, entonces, el 3
de enero de 1990, el gobierno decidió la conversión forzosa de los depósitos a plazo fijo por
títulos públicos en dólares a 10 años de plazo. Exceptuando depósitos menores a 1000
dólares, y los destinados al pago de salarios, también a entidades de bien público y a fondos
requeridos por particulares para pagar impuestos.
Se transformó en bonos el 60% de la masa monetaria, generando un enorme grado de
ILIQUIDEZ que acentuó la recesión, entonces, en 1990 la emisión monetaria crec un 35%,
alimentada por el déficit fiscal que estaba fuera de control. Los precios, estaban en ascendencia,
79% de inflación en enero, 62% en febrero y 95% en marzo,
Erman González puso en marcha un nuevo paquete de ajuste que incluía más aumentos de
tarifas e impuestos y un importante programa de reducción del gasto público. Menem comenzó
a buscar comprensión y consenso, el gobierno estaba siendo cuestionado, además de por varios
escándalos de corrupción que involucraba funcionarios del gobierno.
Se lograron avances en el proceso de reforma del Estado con la privatización de Aerolíneas
Argentinas, la compañía de teléfonos, canales de televisión y radios, parte de las empresas
petroquímicas y la concesión del 40% de la red caminera sujeta a peaje. También, una
ampliación de la corte suprema, de 5 a 9 miembros, en un intento de que la justicia no
intervenga en las futuras decisiones.
Después de las medidas económicas de marzo, la inflación cedió por unos meses y en mayo el
gobierno restableció el acuerdo con el FMI, pero en agosto los precios se empinaron
nuevamente y las medidas de ajuste fiscal calmaron la economía.
El último trimestre de 1990 estuvo teñido por tres acontecimientos políticos, en septiembre, el
gobierno anunció que la Argentina participaría junto a los Estados Unidos en la Guerra del
Golfo, generando un intenso debate, ya que la medida se tomó sin autorización del gobierno.
En noviembre, la empresa Swift-Armour, puso en conocimiento del embajador estadounidense
que se le había exigido el pago de comisiones para agilizar trámites de radicación de una planta
industrial en Rosario. El embajador Todman realizó una presentación formal al gobierno,
trascendiendo el hecho públicamente y desatando crisis, culminando con la renuncia del asesor
presidencial Emir Yoma, la creación del Ministerio de Justicia y la supresión del Ministerio de
Obras y Servicios Públicos.
El 3 de Diciembre se produjo un nuevo alzamiento militar encabezado por el coronel Mohamed
Seineldín. Pero el Presidente actuó con rapidez y el ejército le respondió aplastando la rebelión.
Poco tiempo después, Menem indultó a los ex jefes de las Juntas Militares y a los principales
dirigentes de los Montoneros.
En 1990 la economía creció un 0,4%, impulsada por las exportaciones, mientras que la
inversión y el consumo seguían en descenso. La inflación alcanzó el 1344% y el poder
adquisitivo del salario recuperó los niveles de principios de 1989.
El ajuste permitió equilibrar las cuentas externas, las exportaciones superaron en casi 8000
millones de dólares a las importaciones, lo que junto al retorno del financiamiento externo
generó 2700 millones de dólares de reservas. También comenzó a sentirse el efecto fiscal de las
privatizaciones; los bienes transferidos produjeron 791 millones de dólares de ingresos en
efectivo y 6741 millones de dólares en títulos de la deuda pública. A pesar de los resultados, el
dólar pasó de valer 1316 australes en diciembre de 1989, a 5130 australes un año después.
La quinta convertibilidad
A fines de 1991 Menem nombró a Domingo Cavallo como Ministro de Economía en
reemplazo de Erman González. El recambio también incluyó a Guido Di Tella al Ministerio de
Relaciones Exteriores.
El 19 de febrero de 1991, el gobierno envió al Congreso un proyecto de ley que establecía la
convertibilidad fija del austral con el dólar estadounidense a una relación de 10.000 australes
por dólar. El esquema era, el BCRA vendía al tipo de cambio establecido todas las divisas que
le fueran demandadas y debería retirar de la circulación todos los australes recibidos en su pago,
a su vez, podía comprar a precios de mercado todas las divisas que se le ofrecieran, haciendo
uso de la emisión si fuera necesario.
Las reservas internacionales en oro y divisas debían ser por lo menos iguales a la base
monetaria.
Fortalezas: Capacidad para restaurar credibilidad y mantener bajo control la emisión monetaria,
baja inflación
Debilidades: Si los precios internos aumentan, los bienes nacionales se encarecerían en dólares,
y se abaratarían las importaciones generando desequilibrios en las cuentas del país. Además, el
BCRA tiene que emitir moneda en ciertas situaciones para ayudar a otros bancos, pero, si no se
recibe ayuda externa, los bancos colapsan, y la convertibilidad también, ya que no se puede
emitir dólares.
Se trataba de un mecanismo forzoso para que el estado abandonara la emisión de moneda,
además, la ley preveía el cese de todos los mecanismos de indexación, para evitar que la
inflación destruya este modelo. La ley se levó a cabo desde el 1 de abril de 1991.
La apertura el comercio exterior volvió a ocupar un lugar destacado en la agenda mediante una
simplificación de las escalas de los aranceles de importación y la rebaja de los mismos. Era para
profundizar la competencia externa, para que la argentina misma sea competitiva.
Una ‘’oleada de libertad económica’’ arrasó con toda restricción a la compraventa de bienes y
servicios (como los controles de precios), flexibilizó las negociaciones salariales, eliminó
limitaciones a la prestación de los servicios de transporte, suprimió multitud de tasas y derechos
que gravaban diversas actividades, eliminó fijación de honorarios profesionales por las
asociaciones profesionales y libero el mercado de capitales. También suprimió la juntas de
carnes y granos.
Se continuó la privatización, con la venta de centenares de inmuebles del Estado, el Hotel Llao-
Llao y los talleres navales Tandanor, la concesión de los ferrocarriles y de diversas áreas
petroleras. Ese año, las privatizaciones rindieron por casi 2000 millones de dólares. Que se
integraron a los recursos corrientes del Estado a la par de la recaudación impositiva regular.
Durante ese año se retomó el acuerdo con el FMI y se iniciaron las negociaciones para
regularizar la deuda en el marco del Plan Brady. En pocos meses, a partir de marzo, la inflación
se desaceleró, y había fines de año se ubicó por bajo del 1% mensual. Pero desde abril, los
precios al consumidor aumentaron un 21% mientras que el tipo de cambio permanecía fijo, por
lo que la economía perdía competitividad.
Esto se reflejó en el comercio exterior, las importaciones pasaron de 4.079 millones de dólares
en 1990 a 8275 millones en 1991. Parte de este aumento fue por el crecimiento de la economía
que demandaba más insumos, y a la reanudación de la inversión, que requería más maquinaria y
equipos.
Las exportaciones, cayeron de 12.353 millones de dólares en 1990 a 11.978 un año más tarde, la
disminución más importante se produjo en los productos industriales.
El saldo comercial seguía positivo, se concentraron más reservas para respaldar la
convertibilidad, la economía creció casi un 9%, el consumo un 13% y la inversión un 25%. La
reaparición del crédito al consumo y de los viajes al exterior terminó de confirmar que argentina
estaba creciendo.
Entre 1991 y 1994 la economía creció un 34%, impulsada por el consumo y la inversión, con
una tasa de interés internacional extremadamente baja, el nuevo programa económico
argentino se convertía en un imán para el flujo de capitales hacia los países emergentes.
Entre 1991 y 1994 el ingreso de capitales totalizó casi 35.000 millones de dólares, una tercera
parte producto de los pagos en efectivo de las privatizaciones. Siguiendo el esquema de
convertibilidad, los capitales que ingresaban se incorporaban a las reservas internacionales y se
emitía una suma igual de moneda nacional. En consecuencia, la cantidad de dinero en la
economía aumentaba impulsando el consumo, y los depósitos en los bancos crecían,
favoreciendo la aparición del crédito.
El costado bueno de la convertibilidad tenía su contrapartida, entre 1991 y 1994 el saldo de la
balanza comercial cambió de signo, pasó de un superávit de 3700 millones de dólares a un
déficit de 5700 millones. Las exportaciones aumentaron un 30%, pero las importaciones
aumentaron un 160%.
En octubre de 1994 la tasa de desempleo superó el 12%, el doble que al inicio del proceso.
El proceso de privatizaciones siguió: Segba 1992, Transportadoras y distribuidoras de gas 1992,
Somisa 1992, Aceros Paraná S.A. 1992, YPF 1992-93, El Chocón 1993, Alicurá 1993, Piedra
del Águila 1993, Cerros Colorados 1993, Caja Nacional de Ahorro y Seguro 1994, ELMA
1994, Fábricas Militares varias 1994, Buques Petroleros 1994.
La reforma del estado se extendió a una institución mas compleja: Las jubilaciones y pensiones.
En octubre de 1993 se promulgó la ley que creaba una nueva institución, las Administradoras de
Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) de carácter privado, a cuyo cargo que daba un
sistema de retiros basado en la capitalización de los fondos personales de los aportantes. El
traspaso al nuevo sistema era voluntario, en los meses siguientes la campaña comercial atrajo a
tres millones y medio de afiliados. A partir de 1994 los aportes personales de la población
comenzaron a ser transferidos a las AFJP, con lo que el estado perdió una importante fuente de
ingreso, mientras que al mismo tiempo debía sostener el pago de las jubilaciones existentes.
El impulso de cambio también alcanzó el Mercosur. En julio de 1990 Menem y Collor de Mello
firmaron un documento denominado Acta de Buenos Aires, que aceleraba el desmantelamiento
de las barreras comerciales con Brasil. Esto consistía en un cronograma progresivo de rebajas de
aranceles al comercio exterior que culminaba con una situación de libre comercio a fines de
1994. En marzo de 1991 Uruguay y Paraguay se sumaron al proceso a través del Acta de
Asunción.
George Bush había lanzado su iniciativa para las Américas, con la cual pretendía edificar una
zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Enfrentando a la necesidad de
definir una postura común, el flamante Mercosur respondió con el Tratado del Cuatro más Un,
que consagró el principio de un proceso de negociación conjunto.
Finalmente, en diciembre de 1994, a través del Protocolo de Ouro Preto, todos los socios
convinieron un nivel de protección uniforme para las importaciones del resto del mundo, con la
cual quedó completada la Unión Aduanera.
En abril de 1994 el gobierno afrontó sin dificultades a las elecciones para Convencionales
Constituyentes, que conducirían a la reforma constitucional que habilitó la reelección
presidencial. Con 38% de los votos, el justicialismo obtuvo 134 de los 305 cargos. La
Convención Constituyente comenzó a fines de mayo y el 22 de agosto quedó consagrada una
nueva Constitución. Se firmó un pacto Menem Alfonsín por reelección.
Tormenta Mexicana
A partir de 1994 La Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a incrementar la tasa de
interés, en un año era de 5,45%, esto se hizo sentir en la economía Argentina.
La economía mexicana sufrió esto, porque no logró financiamiento para sus desequilibrios, y
fue devaluado el peso mexicano, iniciando un proceso de expansión de la crisis hacia el resto de
los mercados conocido como el efecto tequila.
El gobierno actuó rápidamente, aumentó el IVA de 18 a 21%, interrumpió las rebajas en las
contribuciones patronales al Sistema de Seguridad Social, flexibilizó normas de asistencia a los
bancos por parte del BCRA y convocó a la comunidad de negocios para que financiaran al
gobierno para la compra de títulos públicos. También se tomó deuda, obtuvo un paquete de
ayuda del FMI por 2400 millones de dólares, además de aportes del BID, y el Banco Mundial,
formando una nada total de 4200 millones.
Se fugaron 9000 millones de dólares, pero, estos recursos, y unos 1000 millones provenientes de
las privatizaciones tuvieron un rol central para compensarlos.
En el mercado de trabajo, en mayo de 1995, el desempleo alcanzó un 18,4%, y el subempleo el
11,3%. La población pasaba problemas laborales y poder adquisitivo del salario deteriorado. En
el sur, comenzó a originarse el fenómeno ‘’piquetero’, impulsado por desempleados
provenientes de la privatización de la industria petrolera y la finalización de obras públicas. La
argentina dividida por beneficiados por la convertibilidad, y quienes sufrían sus efectos.
El 14 de mayo de 1995 Menem renovó su liderazgo con el 51% de los votos, 1995 cerró con
una caída del PBI del 2,8%, y con un desempleo de un 18,4%. Las exportaciones crecieron un
32% respecto del año anterior, gracias a un aumento de los precios internacionales y una fuerte
demanda de Brasil.
Se incrementó el comercio con Brasil, además de que pusieron en marcha un programa de
estabilización llamado Plan Real, que abatió la inflación e hizo crecer la economía.
Recuperación y ocaso (posterior a crisis del tequila)
En 1996 la economía creció un 5,5%, el desempleo un 17% en 1997 la expansión fue de un
8,1% con un desempleo del 11%, 1998, 3,1%, desempleo 13%, 1999 -3,4%, desempleo 14%.
El tipo de cambio estaba atrasado, el país se inundaba de bienes importados que aumentaban a
mayor velocidad que las exportaciones. Pero el fuerte ingreso de capitales, que sumaron 46000
millones de dólares, cubría con creces esa brecha.
El gobierno emitía bonos de unos 11.000 millones de dólares anuales para sufragar el déficit
fiscal. Las inversiones sumaban 4000 millones de dólares y tenían por destino la compra de
empresas productivas o entidades financieras.
Los tres años postequila la deuda pública aumentó en 15.400 millones de dólares y la privada en
25300 millones de dólares. A fines de 1998, la deuda externa sumaba 139.000 millones de
dólares, con un pago de intereses de 10.000 millones más.
En mayo de 1996 asume como Jefe de Gobierno de CABA Fernando de la Rúa, que triunfó
con casi 40%. Menem respondía a las adversidades con inesperadas iniciativas, el gobierno
gravó los pagos complementarios de los salarios mediante los ‘’tickets canasta’’, a lo que se
sumó una rebaja de las asignaciones familiares para los salarios por encima de los mil pesos.
Esta medida generó una reacción negativa, más que nada con los sindicatos, la respuesta de la
CGT fue la convocatoria a un paro general. A fines de julio, Menem despidió a Cavallo.
Convocando como nuevo ministro a Roque Fernández.
Lanzó un paquete de medidas para enderezar la situación fiscal, se trataba de un clásico plan de
ajuste, aumento del precio del combustible, extensión del IVA a rubros no cubiertos,
modificación del impuesto a las ganancias y rebaja de la devolución de impuestos a las
exportaciones.
En 1998 se sumó la crisis en Rusia, que aumentó la preocupación por la estabilidad financiera.
Esto causó cierres en los mercados financieros para Argentina, afectando la forma de
financiar la brecha fiscal, que sumaba 5,700m de Dólares.
Estas necesidades financieras de 5700 millones de dólares serán cubiertas con desembolsos del
BID, del Banco mundial, colocaciones de títulos en las AFJP y un aporte de algunos bancos
internacionales. A fines de 1998 la gestión de Menem registró un 64% de rechazo en la opinión
pública.
Por esos días, el Plan Real afrontaba una severa crisis, y el gobierno gestionaba un paquete de
ayuda internacional, el 13 de enero de 1999 Brasil decidió devaluar su moneda, el Real se
precipitó en caída, y dejó flotar el tipo de cambio. La devaluación en Brasil hizo cerrar el
mercado Brasilero, principal mercado de los productos argentinos, además, de experimentar la
competencia de las importaciones baratas brasileñas. Menem optó por huir hacia adelante
proponiendo la dolarización de todo el Mercosur, el cual fue severamente rechazado. Además,
esta dolarización no estaba bien vista por los ojos de Estados Unidos, desechando la idea.
Se continuaron abaratando los costos laborales mediante la disminución de aportes patronales y
la flexibilización de las condiciones de trabajo. Cuando en diciembre de 1999 Menem entregó el
mandato a de la Rúa, la economía estaba en crisis, 1999 Cerró con una caída del PBI del 3%,
un déficit fiscal de 11,788 millones de dólares, desocupación del 14%, y una pobreza del
36%, récord en ese entonces. Mercado internacional de capitales inaccesible, y convertibilidad
imposible de sostener.
Post Menem
La campaña presidencial de 1999 estuvo teñida por dos cuestiones, la habilitación para que
Menem fuese reelecto por tercera vez y la definición del rumbo de la convertibilidad por parte
de los candidatos. A comienzos de marzo el Juez Federal Electoral de Córdoba habilitó a
Menem para presentarse en las elecciones del partido justicialista, para presentarse a las de la
presidencia. La constitución fue una barrera para su reelección, ya que requería otra reforma,
finalmente la Corte Suprema de la Justicia rechazó cualquier pedido y Menem no se presentó a
las elecciones de 1999.
Desde el inicio de campaña, los principales partidos se mostraban firme frente al sostenimiento
de la convertibilidad.
La deuda externa argentina era impagable sin una amplia reestructuración que alargara los
plazos, la solución que se proponía era un proceso de reestructuración voluntaria, es decir, el
país canjea en el mercado los títulos de vencimiento a corto plazo por otros con más
posibilidades de pago del país. Para que esto pudiera ocurrir, se requería que el país sea
confiable ante el mundo, era necesario que los bonos argentinos sean calificados como aptos
para inversión. Para eso, el futuro gobierno debía realizar un ajuste fiscal que demostrara
voluntad de erradicar el déficit de las cuentas.
Duhalde planteó que el modelo menemista estaba agotado. El célebre financista Soros declaró a
la prensa que el peso argentino estaba sobrevaluado, Krugman, también coincidió con Soros,
además agregó que la convertibilidad no podría durar más de 4 o 5 años. Sachs, comentó las
afirmaciones de Soros, dijo que el peso estaba sobrevaluado, que Argentina era un país muy
caro en dólares comparado con otros países de similares niveles de tecnología y productividad,
si Argentina no estuviera atada a la convertibilidad, el peso se devaluaría entre un 20 y un
25%.
Las elecciones presidenciales del 24 de octubre de 1999 consagraron a de la Rúa como
triunfador con un 48,4% de los votos, la fórmula justicialista de Duhalde se ubicó en segundo
lugar con un 38,3%, y Cavallo con un 10%. Machinea, ministro de Economía, López Murphy,
ministro de Defensa, Giavarini, ministro de Relaciones Exteriores, Llach, ministro de
educación. La Alianza (UCR y FREPASO)
De la Rúa pidió a la dirigencia política tres herramientas para reordenar la economía: un pacto
fiscal con los gobernadores provinciales, la aprobación del presupuesto para el año siguiente y
una reforma tributaria, a fines de diciembre todas las leyes fueron aprobadas.
La reforma tributaria ‘’impuestazo’’, fue un duro golpe para la clase media, estableció que el
impuesto a las ganancias alcanzaría niveles salariales, además, se extendió el IVA a rubros
como el transporte, medicina prepaga, y se aumentaron los impuestos sobre cigarrillos, agua
mineral, bebidas gaseosas y alcohólicas.
Los industriales comenzaron a reclamar por la falta de competitividad frente a Brasil, también
se comenzó a hablar de una posible devaluación, se decía que el país era un desastre, la actitud
del gobierno de ligar el peso al dólar estaba matando la economía, perdiendo competitividad.
Muchas empresas emigraban a Brasil, notable en el sector autopartista, Magneti Marelli, Valeo,
Dynacast, Sidertec, Frenos Vargas, Firestone, Pirelli y Goodyear, además, Argentina estaba
dejando de producir nuevos modelos de vehículos, con lo que comenzó a morir la industria.
El grupo Macri, anunció inversiones en tres empresas alimentarias en Brasil, emigraron más
empresas, Grafa, Alpargatas, Gillette, Philips, Nestlé, Estrada, Cica, Royal. Entonces, se
comenzaron a tomar medidas para que ninguna empresa más abandone el país, empezando con
un dólar especial para exportar a Brasil.
Argentina y el FMI
A principios de febrero el gobierno recibió 7200 millones de dólares de préstamo, un
desembolso ‘’precautorio’’, que será usado en caso de emergencia. Pero la economía seguía
estancada, en mayo, tuvo lugar otro ajuste fiscal que incluía una reducción entre 12 y 15% en
los sueldos del sector público mayores a 1000 pesos y un nuevo impulso al proceso de
desregulación de las obras sociales. Tras cuatro meses de debate, el Congreso aprobó una ley de
reforma laboral que introducía cambios en la negociación salarial y extendía la duración del
periodo de prueba.
El 7 de mayo se habían celebrado elecciones para elegir autoridades en CABA, y el oficialismo
obtuvo un triunfo contundente, mientras el justicialismo protagonizó la peor elección de su
historia.
El 5 de octubre el Presidente introdujo cambios en su gabinete, el Vicepresidente renunció y el
gobierno se sumió en una crisis, el presidente se debilitó y fue aislado políticamente. En el
exterior, el FMI seguía la situación.
En abril de 1999 el FMI introdujo un mecanismo denominado Líneas de Crédito Contingente,
con propósito de proporcionar una ayuda especial a países que enfrentaran dificultades en sus
cuentas externas, según Paul Blustein, el FMI decidió en sigilo encargar a un grupo de expertos
un plan para la Argentina, el Plan Gamma.
Hacia noviembre, el Plan Gamma tomó forma, el 9 de noviembre De la Rúa anunció nuevas
medidas de ajuste. El apoyo del FMI llegó a la mañana siguiente, el 24 de noviembre el
gobierno enfrentó un nuevo paro general, mientras los mercados esperaban el resultado de las
negociaciones con el FMI. El 18 de diciembre llegó el nuevo paquete de ayudas, denominada
‘’blindaje’’, que configuraba un monto global de 39.700 millones de dólares, aportados por el
FMI (13.700M), BID y Banco Mundial (2500M C/U), AFJP Locales (3000M) Gobierno de
España (1000M), Bancos locales (10.000M) y un mecanismo de canje de deuda (7000M).
El año concluyó con un achicamiento de la economía del 0,8% y los sectores productivos en una
recesión fuerte, y una caída de la inversión de un casi 7%.
A lo largo del año los argentinos comenzaron a incorporar el concepto de ‘’riesgo país’’, que
mide la diferencia entre la tasa de interés obtenida por los bonos de la tesorería de Estados
Unidos, y los rendimientos de los títulos de deuda locales. El blindaje hizo bajar notoriamente el
riesgo país.
Últimos meses de la convertibilidad
El blindaje trajo un alivio temporario, se recuperó la confianza y las tasas de interés bajaron, en
Febrero, la crisis en Turquía acentuó la desconfianza internacional sobre los países emergentes,
y profundizó el estancamiento de Argentina. Machinea renunció y fue reemplazado por Ricardo
López Murphy.
Remarcaba que salir de la convertibilidad era un error, propuso un programa centrado en
corregir el déficit fiscal, varias medidas impopulares: despido de empleados públicos, nuevas
privatizaciones, reducción de las transferencias a las provincias con destino a la educación,
recorte del presupuesto de las universidades nacionales.
Al día siguiente, el 17 de marzo, la City, se pobló de 700 empresarios que acudieron a la Bolsa
de Comercio de Buenos Aires para escuchar las propuestas del ministro. La representación
empresarial era dispar, la UIA no concurrió, marcando una línea divisoria con el gobierno y sus
políticas. Sin embargo, los asistentes del sector financiero, se mostraron entusiasmados con el
ministro.
En la Casa Rosada, a metros del recinto de la Bolsa, y en Olivos, el clima político era otro, los
ministros de Educación y del Interior renunciaron en desacuerdo con las medidas, y el
FREPASO anunció su retiro del gobierno, precipitando la salida de muchos funcionarios
públicos, algunos de los cuales asumieron sus cargos pocas horas atrás. En la propia UCR el
clima era de oposición al rumbo elegido.
Los gremios docentes y otros sectores sindicales anunciaron medidas de fuerza para los días
siguientes y poblaron las calles con manifestaciones estudiantiles en forma de rechazo al
presupuesto educativo. La crisis argentina se convirtió en centro de los comentarios, y era visto
por el exterior, el clima de confusión se empinó cuando se comenzó a iniciar contactos con
Cavallo.
Finalmente López Murphy renunció y el 20 de marzo de 2001 Domingo Cavallo volvió al
ministro de Economía. Impulsó un conjunto de cambios que funcionalizaron la
institucionalidad económica del país con objetivo en mantener de pie la convertibilidad.
El Congreso aprobó una legislación que delegaba en el Poder Ejecutivo importantes facultades
legislativas en materia económica. Casi de inmediato se puso en vigencia el impuesto a los
créditos y débitos bancarios y un sistema de incentivos a la producción, denominado ‘’planes de
competitividad’’ que proveía beneficios fiscales a cambio de diversos compromisos en materia
de producción y empleo. Este complejo sistema rindió escasos resultados.
Se aumentaron los derechos de importación de bienes de consumo desde fuera del Mercosur y
se redujeron a cero los de bienes de capital, con resultado en reorientar el comercio hacia Brasil.
En abril, el gobierno envió una ley al Congreso incluyendo al euro en el cálculo de la
convertibilidad. En junio se puso en marcha un sistema de canasta de monedas entre el peso,
dólar y euro, denominado fator de convergencia, mediante el cual se gravaban importaciones y
se subsidiaban exportaciones, en julio se sancionó una reforma tributaria que modificaba
impuestos e imponía una regla de ‘’déficit cero’’ para el manejo del gasto público. En agosto el
gobierno instrumentó un programa de cancelación de su deuda con las provincias, mediante un
título denominado LECOP.
Se daban muchas fugas de capitales, como las de un crédito del FMI aprobado en mayo,
desembolsado en agosto por 8000 millones de dólares,
En agosto el Congreso sancionó una ley de intangibilidad de los depósitos, que impedía
adoptar cualquier medida de restricción sobre la libre disponibilidad de los mismos y prohibía
su canje por bonos y otros activos del Estado. La ley no decía como se procedía frente a la
corrida de depósitos, cerraba cualquier alternativa de intervención en el mercado, lo que
quedaba que quiebren las entidades insolventes.
El 14 de octubre se celebraron elecciones para la renovación parcial de la Cámara de Diputados
y el Senado. El justicialismo se impuso en 17 de los 24 distritos electorales, retuvo mayoría en
el Senado y la alianza perdió su carácter de primera minoría en la Cámara de Diputados.
En un último intento de contener el colapso, Cavallo lanzó un nuevo plan con la intención de
reactivar el consumo; rebaja de aportes provisionales, devolución del IVA en las compras con
tarjeta de débito y crédito y extensión del pago en las asignaciones familiares.
El 30 de noviembre, los depositantes del sistema financieros retiraron en una sola jornada 1500
millones de dólares. Finalmente, el 1 de diciembre de 2001, el gobierno impuso un
congelamiento de los depósitos bancarios ‘’corralito’’, que establecía que no se podrían
realizar extracciones en efectivo superiores a los US$ 250 dólares semanales por cuenta,
mientras que los depósitos a plazo fijo eran convertidos en depósitos a la vista a medida que se
producía su vencimiento. El dinero inmovilizado en los bancos podía ser utilizado mediante la
emisión de cheques o a través de tarjetas de débito o crédito.
Se dio el fenómeno ‘’goteo’’, se registró la apertura de 600.000 nuevas cuentas bancarias, y
miles de nuevos titulares de cuentas se abalanzaban para retirar sus 250 dólares semanales.
Junto a estas medidas, se impuso un severo control de cambios que paralizó las operaciones de
comercio exterior.
El FMI suspendió sus desembolsos, el régimen cambiario no era sostenible. El 20 de diciembre
De la Rúa renunció, y fue sucedido por Adolfo Rodríguez Saá, que declaró el default de la
deuda externa.

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