Para controlar las importaciones, se hizo de todo, comenzando por una devaluación récord de
2200% en solo dos años, también se impusieron restricciones cuantitativas a las importaciones.
Gracias a las devaluaciones bruscas, el PBI per cápita registró un retroceso de más de 10% entre
1979-80 y 1982-83. La tasa de inflación pasó de 101 a 343% entre 1980 y 1983, alimentada por
un déficit público que en 1982 superó el 10% del PBI. Para evitar quiebras, el estado se hizo
cargo del endeudamiento externo privado, expandiendo el gasto público, y convirtiendo la
deuda, en un problema fiscal.
Viejas fórmulas, nuevos problemas
Alfonsín intenta recrear lo impuesto por Illia, entonces, asume el ministro Bernardo Grinspun,
con objetivo en mantener un alto nivel de empleo con crédito barato y gasto público, mientras
se combatía la inflación gradualmente con una política de ingresos que diera lugar a una
recuperación de los salarios reales. Así, después de un aumento inicial de sueldos, se estableció
un sistema de pautas para dirigir su evolución y la de los precios, tipo de cambio y tarifas de
servicios públicos.
Pronto aparecieron problemas, las directivas de precios eran ignoradas por los sectores fuera del
control gubernamental, abriendo brecha entre variables que obligó a nuevos aumentos, esta vez
retroactivos de los salarios, se pasó a un esquema de indexación salarial completa, abandonando
cualquier intento de contener la inflación, hubo ausencia de políticas monetarias o fiscales
restrictivas. Durante 1984, los aumentos de precios subieron trimestralmente, 58% enero-marzo,
63% abril-junio, 85% julio-septiembre.
Las negociaciones por la deuda externa se tornaban combativas, de todos modos, la ayuda
externa seguía dependiendo del éxito de un programa de ajuste concentrado en reducir el déficit
fiscal, bajar la inflación, controlar la oferta monetaria, y alentar el crecimiento económico
interno. Pero Grinspun no estaba dispuesto a aceptar condiciones, complicando aún más la
situación, esto obligó a acudir a una ayuda combinada entre los más importantes países
latinoamericanos y Estados Unidos.
El año 1984 cerraría con un aumento del salario real del 35%, pero con la economía en
recesión y una inflación de 626%. Lazos entre Alfonsín y la gente se debilitaban, las débiles
políticas salariales, fiscales y monetarias, y la beligerancia ante los bancos acreedores recreaban
un perfil de políticas populistas. La revaluación de la moneda permitió la recuperación salarial,
pero esto era una carga para el sector agropecuario.
Tras la firma de un acuerdo con el FMI a fines de 1984, el gobierno hizo explícita su decisión de
priorizar la lucha contra la inflación, entonces recurrió a instrumentos convencionales de una
política de administración de la demanda, devaluó la moneda, incrementó las tarifas públicas, y
restringió la oferta monetaria, junto a algunas medidas de recorte del gasto público. Moderando
el déficit fiscal y el aumento de precios.
Estabilización heterodoxa
En febrero de 1985 Grinspun fue reemplazado por Juan Vital Sourrouille. Se comenzó a
preparar un plan de estabilización, Sourrouille admitía que el déficit fiscal y la emisión
monetaria eran la principal causa de la inflación en el largo plazo, pero otros factores jugaban
un papel más importante también. Como por ejemplo, las expectativas de la inflación, es decir,
si se esperaba una alta inflación, iba a ocurrir, ya que, para definir salarios, precios y contratos,
se estima la inflación del mes en curso como un dato fundamental. Los trabajadores se
preocupaban más por su poder adquisitivo que por la cantidad de dinero que ganen, a los