NIETZSCHE
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX conocido por su crítica radical de la moral tradicional, la
religión y la filosofía occidental. Influenció a Michel Foucault. Sus ideas principales:
Voluntad de poder: Nietzsche sostiene que la voluntad de poder es el motor principal de la vida y que
todas las acciones humanas son expresiones de esta voluntad.
Superhombre: Propuso la idea del Übermensch o superhombre, un ser humano que trasciende las
limitaciones impuestas por la moral tradicional y crea sus propios valores.
La muerte de Dios: Es conocido por su afirmación "Dios ha muerto", que no es una declaración literal
sobre la existencia de Dios, sino sobre la pérdida de la base metafísica de la moral occidental.
La crítica a la moral tradicional: Nietzsche critica fuertemente la moralidad tradicional basada en la
religión, argumentando que es una forma de esclavitud que reprime el potencial humano y limita la
expresión de la voluntad de poder.
Nietzsche ‘El crepúsculo de los ídolos’ fragmentos
‘LA RAZÓN EN LA FILOSOFÍA
Nietzsche critica la tendencia de los filósofos a deshistorizar las ideas, tratándolas como si fueran eternas
y desligadas de su contexto histórico. Esta práctica, según él, equivale a una especie de idolatría del concepto,
convirtiendo las ideas en "momias conceptuales" que están desconectadas de la realidad en constante cambio.
Para Nietzsche, los filósofos representan una visión monótona del mundo al rechazar el proceso de cambio y
transformación, prefiriendo la idea estática de un ente eterno y un cuerpo inmutable y perfecto. Esta actitud,
advierte, es perjudicial para la vida, ya que impide la aceptación de la realidad tal como es, incluyendo aspectos
como la muerte, el cambio y la vejez.
En este sentido, los filósofos se aferran a la creencia en un mundo verdadero más allá de lo que perciben los
sentidos, lo cual, según Nietzsche, constituye una forma de engaño que nos aleja de la realidad concreta y de
la experiencia sensorial. Por otro lado, Nietzsche también critica la ciencia histórica, que se apoya en la
observación y estudio de los hechos históricos. Para él, esta disciplina representa otra forma de fe en los
sentidos, pero más específicamente, señala que no se trata de que los sentidos nos engañen, sino que es la
mente humana la que interpreta de manera falsa lo que perciben los sentidos al buscar conceptos como la
unidad, la substancia o la persistencia.
Según Nietzsche, la razón es la responsable de esta distorsión al intentar imponer una falsa coherencia y
estabilidad sobre el mundo cambiante y multifacético que perciben los sentidos. El mundo tal como lo percibimos
es el único real, mientras que la idea de un "mundo verdadero" es simplemente una construcción de la mente
humana que busca ordenar y dar sentido a la realidad.
Confiar en los sentidos como herramientas de observación ha servido para fundamentar la verdadera ciencia.
Nuestra confianza en los sentidos ha impulsado el progreso científico, al igual que nuestra capacidad para
afinarlos y emplearlos de manera efectiva. Para él, la verdadera ciencia surge cuando nos comprometemos con
la observación empírica y nos esforzamos por mejorar y profundizar nuestra comprensión de la realidad a través
de los sentidos. En contraposición, identifica lo que denomina "no-ciencia", que engloba disciplinas como la
metafísica, la teología, la psicología y la teoría del conocimiento. Estas áreas de estudio, según él, carecen de
validez científica porque no se basan en la observación empírica o en el testimonio de los sentidos, sino en
especulaciones abstractas y conceptos no verificables.
Además, Nietzsche critica la ciencia formal, como la lógica y las matemáticas, por su desconexión de la realidad
concreta. Aunque reconoce su utilidad en ciertos contextos, como herramientas para organizar y analizar
información, considera que estas disciplinas no abordan directamente la realidad y, por lo tanto, no pueden
considerarse ciencia en el sentido empírico.
En el cuarto pasaje, Nietzsche critica a los filósofos y la idea de un Dios visto como la causa suprema, la idea
más real y verdadera. Para él, eso es una invención de nuestra mente, porque nos encanta inflar ideas
abstractas y universales. Según él, esto no solo distorsiona nuestra visión del mundo, sino que también puede
ser peligroso para la humanidad.
En el siguiente pasaje, Nietzsche contrasta la forma en que abordamos el concepto del error y la apariencia.
En tiempos anteriores, se solía asociar el cambio y el devenir con la apariencia y el engaño, como si indicaran
que algo nos estaba confundiendo. Sin embargo, en la época moderna, debido al sesgo de la razón que nos
lleva a buscar unidad, identidad y persistencia en todas las cosas, terminamos enredados en el error, a pesar
de saber internamente que este error está presente.
Nietzsche señala que el lenguaje juega un papel crucial en este proceso. Él argumenta que el lenguaje, al surgir
en un tiempo donde la psicología era rudimentaria, nos lleva a un fetichismo al hacernos conscientes de los
presupuestos básicos de la metafísica lingüística y la razón. El lenguaje tiende a personificar y atribuir acción a
conceptos como la voluntad y el yo, creando así la ilusión de que tienen una existencia activa y sustancial.
El filósofo critica la noción errónea de que la voluntad es una facultad que actúa, cuando en realidad es solo
una palabra. Él argumenta que más tarde, los filósofos se sorprendieron al notar la seguridad subjetiva en el
uso de las categorías de la razón, y concluyeron que estas categorías no podían provenir de la experiencia, ya
que parecían contradecirla.
Nietzsche concluye sugiriendo que mientras sigamos creyendo ciegamente en la gramática y en la razón como
fundamentos absolutos del conocimiento, no nos libraremos de la ilusión de un Dios creado a través de estas
construcciones lingüísticas y racionales. En resumen, está advirtiendo sobre los peligros de aceptar sin
cuestionar las estructuras conceptuales y lingüísticas que forman la base de nuestro entendimiento del mundo.
Nietzsche plantea cuatro tesis como parte de su crítica a ciertas concepciones tradicionales sobre la realidad
y la existencia. Su objetivo principal es desafiar las ideas arraigadas en la filosofía occidental que promueven la
existencia de un "mundo verdadero" detrás del mundo percibido por los sentidos.
La realidad de este mundo es fundamentada por las razones que se han usado para considerarlo como
aparente; una realidad distinta es completamente inverosímil. Esta afirmación desafía la noción de una
realidad más allá de lo que percibimos.
Las características atribuidas al "verdadero ser" de las cosas son en realidad características de la nada;
el "mundo verdadero" se ha construido contradiciendo el mundo real, siendo este último una ilusión
moral y óptica. Esto sugiere que lo que consideramos como la esencia de las cosas es, en realidad, una
construcción artificial que contradice la realidad tangible.
Fabular sobre otro mundo distinto a este carece de sentido, a menos que sea una forma de calumniar,
menospreciar o desconfiar de la vida; en última instancia, es una venganza contra la vida imaginando
una vida "mejor". Esta tesis implica que la verdadera aceptación y apreciación de la vida requiere
enfrentarla tal como es, en lugar de escapar hacia ideales inalcanzables.
Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y uno "aparente", ya sea al estilo cristiano o kantiano, es un
síntoma de decadencia; es una sugestión de la decadencia y un signo de vida que se deteriora. En lugar
de buscar una realidad trascendente, Nietzsche aboga por una perspectiva que abrace la vida en toda
su complejidad y ambigüedad, sin recurrir a conceptos abstractos que la nieguen o la reduzcan.
Conclusión
El autor, Friedrich Nietzsche, en su texto desarrolla una crítica profunda a la filosofía tradicional y a la forma en
que se ha concebido la realidad y la verdad a lo largo de la historia. Argumenta que el mundo real, tal como lo
percibimos, ha sido considerado como aparente, mientras que se ha construido un "mundo verdadero" basado
en conceptos abstractos e idealizados. Nietzsche sostiene que esta inversión de valores ha llevado a una
distorsión de la realidad y ha creado una ilusión moral y óptica.
A lo largo del texto, Nietzsche aborda varios temas centrales, como la crítica a la deshistorización de las ideas
filosóficas, la sobrevaloración de los conceptos abstractos y universales, y la influencia del lenguaje y la razón
en la creación de ilusiones y errores conceptuales. También cuestiona la noción de un mundo divino o
trascendente, argumentando que tal concepción carece de sentido y es una forma de venganza contra la vida.
En resumen, Nietzsche presenta una crítica radical a la forma en que se ha concebido la realidad y la verdad
en la historia de la filosofía, y aboga por una reevaluación de nuestros conceptos y creencias fundamentales en
aras de una comprensión más auténtica y vital de la existencia humana.
Nietzche ‘La Gaya ciencia’
En el prólogo de "La gaya ciencia", Nietzsche presenta el estado emocional y filosófico que define su obra,
sugiriendo un quiebre con las formas convencionales de pensamiento y expresión.
Primero, reflexiona sobre la relación entre la salud y la filosofía, explorando cómo el estado físico y emocional
de una persona influye en su manera de pensar y filosofar. Para aquellos que sufren, la filosofía puede
convertirse en una necesidad vital, un refugio y una forma de enfrentar la enfermedad. Por otro lado, para
aquellos que disfrutan de buena salud y bienestar, la filosofía puede ser un lujo, una exploración intelectual que
surge de la satisfacción y la plenitud.
Nietzsche sugiere que los pensadores enfermos han sido prominentes a lo largo de la historia de la filosofía,
planteando a la pregunta de cómo la enfermedad influye en el pensamiento y afecta la percepción. A partir de
esto, propone una reevaluación de las ideas y valores previamente establecidos.
Además, especula sobre si la filosofía ha sido en gran medida una expresión de necesidades fisiológicas
subyacentes, disfrazadas bajo el pretexto de la objetividad y la abstracción intelectual. Sugiere que las
evaluaciones filosóficas del mundo pueden ser indicativas de la salud o la enfermedad tanto del individuo como
de la sociedad en general.
Nietzsche argumenta que los filósofos no pueden separar el alma del cuerpo ni del espíritu, sino que deben
integrar todas sus experiencias, incluyendo el dolor y la enfermedad, en su proceso de pensamiento. Describe
cómo el gran dolor, en particular, puede ser un catalizador para la profundización del pensamiento y la
autoexploración. Además, sugiere que el sufrimiento extremo puede llevar a los filósofos a cuestionar todas las
creencias y certezas previas, llevándolos a un estado de profunda reflexión y autoconocimiento.
El sufrimiento profundo y la enfermedad pueden transformar y enriquecer la experiencia humana, llevando a
una nueva percepción del placer y el arte. Aquellos que han atravesado grandes dificultades pueden desarrollar
un gusto más refinado y una sensibilidad más aguda para la alegría y el disfrute de la vida. Ante estas ideas,
critica la superficialidad del placer consumista y la búsqueda del goce fácil, contrastándolo con la experiencia
más profunda y auténtica del arte.
Asimismo, sugiere que los filósofos y artistas conscientes deben aprender a olvidar y a dejar de lado la obsesión
por la verdad absoluta, adoptando una actitud más respetuosa hacia el misterio y la incertidumbre de la vida.
En resumen, invita a una reevaluación de los valores culturales y a una apreciación más profunda y sutil del
arte y el misterio de la existencia.
Delli’Unti Cristóbal ‘Una aproximación a la filosofía de Nietzsche’
El siglo XIX fue un período de gran expansión y complejidad para la filosofía, así como para otras disciplinas
sociales y humanas. Durante este tiempo, surgieron y se consolidaron diversos proyectos filosóficos y
destacadas figuras como Hegel, Marx, Schopenhauer, Nietzsche, Freud y Peirce se convirtieron en referentes
históricos indispensables en los estudios sociales. Este crecimiento disciplinario enfrentó el desafío de
comprender y explicar los cambios en una realidad en constante evolución.
Dentro de este contexto, la obra de Friedrich Nietzsche (1844-1900) ocupa un lugar destacado, ya que desafió
los supuestos de la modernidad a través de su Filosofía crítica.
Nietzsche se destacó por la formulación de sus tres críticas hacia la Filosofía de su época
1. Critica a la Razón
Nietzsche cuestiona la idea de que la razón sea una facultad innata en el ser humano, sugiriendo que su
surgimiento está más relacionado con necesidades prácticas de la vida que con una esencia humana
preexistente. Esta perspectiva implica una revisión de la importancia y el estatus de la razón en nuestra
comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Sostiene que el pensamiento no se despliega a través de estructuras gicas de razonamiento, sino que se
sumerge en el ámbito de la imaginación, en lo irreal. Desde esta perspectiva, la fantasía se convierte en la
fuerza impulsora natural de la mente, sugiriendo que la razón no es el único camino hacia la verdad.
Crítico también de la representación de las ideas, Nietzsche argumenta que estas no son meras copias precisas
de los objetos del mundo, sino productos de la fantasía humana sobre ese mundo. Esto desafía la noción de
una correspondencia directa entre el pensamiento y la realidad objetiva.
Además, propone una visión pragmática de la verdad y la mentira. Para él, no son valores abstractos, sino
herramientas para la supervivencia. La verdad es deseada solo en la medida en que beneficia a la vida, mientras
que la mentira también es valorada en función de sus resultados.
En su crítica, también señala la violencia inherente al lenguaje, que impone interpretaciones sobre el mundo y
homogeniza las diferencias entre las cosas. Esto conlleva a una desconexión con lo instintivo y animal del ser
humano, en aras de una seguridad proporcionada por el mundo racionalizado.
En resumen, desafía las concepciones tradicionales de la razón y la verdad, proponiendo una visión más
compleja y pragmática de estas facultades humanas. Su crítica busca liberar al pensamiento de las restricciones
impuestas por la tradición filosófica y promover una comprensión más profunda de la naturaleza humana y su
relación con el mundo.
2. Crítica a los Valores Morales
Nietzsche critica los valores morales en su obra "La Genealogía de la Moral" debido a su percepción de que
estos valores no son intrínsecos o universales, sino que son el resultado de procesos históricos y de la lucha
por el poder. Utilizando la genealogía, investiga el origen de la moral y busca restituir su dimensión histórica
como expresión del sometimiento.
En lugar de aceptar los valores morales como verdades absolutas, argumenta que estos son impuestos por
fuerzas en acción en la sociedad, y que no se reducen a la voluntad de un individuo. Él sostiene que la moral
es el resultado de una batalla entre estas fuerzas por definir los conceptos de bien y mal.
Se opone a la idea de una subjetividad fundamental y fundante, proponiendo en su lugar una concepción donde
los sujetos se constituyen a partir de la subordinación al poder. En otras palabras, sugiere que los individuos
adoptan ciertos valores morales como resultado de la influencia del poder en la sociedad, en lugar de llegar a
estas conclusiones de manera independiente o racional.
En última instancia, en la crítica hacia los valores morales, el autor revela que los significados morales no son
inherentes a los conceptos, sino que son el resultado de la lucha por el poder. Esta perspectiva genealógica
que ha planteado desafía la idea de una moralidad objetiva y universal, al destacar su naturaleza contingente y
su relación con el contexto histórico y social en el que se desarrolla.
Nietzsche distingue entre dos grandes grupos de fuerzas en acción en la sociedad:
Las fuerzas activas afirman la vida como valor superior y buscan imponer su modo de comprender el
mundo.
Las fuerzas reactivas se vuelven contra sí mismas, generando debilidad y mala conciencia. Niegan la
vida y promueven ideales de debilidad e impotencia, lo que resulta en la creación de sujetos dóciles.
Aunque las fuerzas reactivas pueden parecer débiles, tienen la capacidad de imponerse sobre las fuerzas
activas. Por ejemplo, el cristianismo, como sistema de creencias y preceptos morales, es una manifestación de
una fuerza reactiva que se impuso sobre las fuerzas activas de diversas sociedades.
Nietzsche sugiere que la moral dominante en su época surge como una reacción al potencial humano, un intento
de sujetarlo a valores basados en el resentimiento y de domesticarlo. El hombre se está volviendo cada vez
más dócil y mediocre. Esta situación, caracterizada por el cansancio y la falta de reverencia hacia el hombre,
es un reflejo del nihilismo de la época, donde se ha perdido la voluntad de afirmar la vida.
La religión católica, en particular, promueve un ideal ascético que valora la vida en función de una existencia
futura en el "más allá" o en el "reino de los cielos". Desde la perspectiva de Nietzsche, esta visión desprecia la
vida terrenal y promueve valores basados en la negación de uno mismo y en la renuncia a los deseos terrenales.
Nietzsche ve en esta doctrina una expresión del resentimiento y la impotencia humanas, ya que enseña a buscar
la redención en la sujeción y el sufrimiento, en lugar de en el empoderamiento y la realización personal.
3. Crítica a la Trascendencia
Nietzsche proclamó la famosa frase "Dios ha muerto" como un grito de liberación y un desafío a las nociones
trascendentes que dominaban el pensamiento de su época. Para él, la idea de un Dios supremo que trasciende
la realidad terrenal era una ilusión que limitaba la capacidad humana de afirmar su propia existencia y crear sus
propios valores. Al declarar la muerte de Dios, buscaba liberar a la humanidad de las cadenas de la moral y la
religión tradicionales, invitándola a asumir la responsabilidad de crear su propio significado en un mundo sin
fundamentos trascendentes. Al proclamar la muerte de Dios, Nietzsche no estaba simplemente negando la
existencia de una deidad sobrenatural, sino que estaba desafiando la noción misma de trascendencia y la
dependencia humana de un principio superior para encontrar sentido y orientación en la vida. En su lugar,
abogaba por una filosofía que reconociera la inmanencia de la vida y la capacidad del ser humano para crear
sus propios valores y significados en un mundo sin Dios.
La muerte de Dios representa el fin de la autoridad divina como fuente última de valores y significado, lo que
deja al ser humano confrontado con la tarea de construir su propia moral y dar sentido a su existencia. Esta
idea es central en la filosofía de Nietzsche y marca un punto de inflexión en su crítica a la trascendencia y su
defensa de una perspectiva inmanente de la realidad.
La muerte de Dios, en el contexto de la filosofía de Nietzsche, tiene profundas implicaciones tanto a nivel
individual como estructural en la concepción del mundo y los valores.
A nivel individual, la muerte de Dios representa la liberación de la moralidad y los valores impuestos desde una
perspectiva trascendente. La figura de Dios, en su concepción tradicional, encarna una serie de valores y
normas que desvalorizan la vida terrenal en función de un más allá. La creencia en la inmortalidad del alma y
la existencia de un mundo extraterrenal llevan a una desvalorización de la vida real, donde el sentido y el
propósito se encuentran situados en otra dimensión. La eliminación de esta figura abre la posibilidad de crear
nuevos valores arraigados en la afirmación de la vida terrenal y el mundo presente.
A nivel estructural, la muerte de Dios no implica necesariamente la eliminación de la estructura del pensamiento
trascendental. Aunque la figura de Dios puede ser suprimida de las ciencias y el conocimiento, el espacio
suprasensible que ocupaba puede ser llenado por otras formas de trascendencia, como la autoridad de la
conciencia, el dominio de la razón o el progreso histórico. Este intercambio de figuras no elimina la estructura
del pensamiento trascendental, sino que simplemente la reemplaza, manteniendo intacta la disposición del
pensamiento que desvaloriza la vida terrenal en función de valores externos.
La figura del "último hombre" representa la consecuencia de la muerte de Dios, donde el hombre se convierte
en el centro de atención y en el fin en sí mismo. Sin embargo, en lugar de afirmar la vida y sus potencialidades,
el "último hombre" busca la comodidad y la mediocridad, renunciando a cualquier aspiración más allá de lo trivial
y lo mundano. Esta figura, para Nietzsche, sigue negando la vida al conformarse con la mediocridad y la
conformidad en lugar de aspirar a la grandeza y la superación.
Nietzsche se opone al humanismo de su época, que promueve la idea de un hombre universal resultado del
devenir histórico y cultural, alineado con el ateísmo y la idea del progreso como culminación de la historia. Este
humanismo propone la homogenización cultural y desvaloriza las culturas pasadas como primitivas,
presentando al "último hombre" como el ideal a alcanzar, el fin de la historia y el momento trascendente. Sin
embargo, esta figura requiere que nada cambie, que no surjan nuevos modos de pensar, sentir o valorar.
En contraposición al "último hombre", Zaratustra propone la doctrina del superhombre.
La doctrina del superhombre propuesta por Nietzsche implica una superación del hombre, pero esta superación
no debe interpretarse en términos biogicos o raciales, sino como el establecimiento de nuevas relaciones con
la tierra y con los demás seres humanos. Estas nuevas relaciones se basan en una visión inmanente del mundo,
en la que se elimina la verticalidad propia de la trascendencia y se promueve un diálogo horizontal entre los
seres humanos.
La muerte de Dios hace posible este diálogo horizontal, ya que se elimina la necesidad de invocar lo sagrado y
se promueve la proclamación de la suprema posibilidad humana: la doctrina del superhombre. Esta posibilidad
humana se basa en la dimensión creativa del hombre, en su capacidad para afirmar la vida y los instintos. Sin
embargo, para crear algo nuevo es necesario destruir lo viejo, lo establecido. Este proceso de ruptura y creación
se denomina transvaloración de los valores.
El superhombre representa la transvaloración de los valores porque implica una nueva forma de valorar, una
nueva estructura de pensamiento y de vida. La creación es un acto de voluntad, no simplemente un ejercicio de
la razón. La voluntad de poder o de potencia es lo que permite esta afirmación creativa.
Zaratustra no enuncia los nuevos valores de manera explícita en su obra porque hacerlo sería repetir la
estructura trascendente de pensar, estaría rompiendo el lazo horizontal de comunicación y pretendiendo
imponer una tabla de valores desde fuera de la vida. En lugar de eso, la obra de Zaratustra invita a cada individuo
a encontrar sus propios valores y a crear su propio sentido de la vida, en línea con la visión inmanente y creativa
propuesta por Nietzsche.
TEÓRICOS: Nietzsche: Desafíos a la tradición y su influencia en el pensamiento del siglo XX.
Se cuestiona tres pilares fundamentales: la razón, los valores morales y la idea de trascendencia.
Nietzsche critica severamente la razón y la concepción tradicional del conocimiento que se ha desarrollado a
lo largo de la historia de la filosofía, particularmente en el contexto del siglo XX. Aquí hay varios puntos centrales
de su crítica:
Desmitificación de la razón como esencia humana: Nietzsche rechaza la idea tradicional de que la
razón es la esencia distintiva del ser humano. Argumenta que la razón no es una cualidad intrínseca o
específica del ser humano, sino más bien un producto contingente y derivado de la evolución. Esta
perspectiva desmitifica la razón y desafía su posición privilegiada en la tradición filosófica.
Desplazamiento de la razón: Niezsche argumenta que la razón no es una característica intrínseca o
específica del ser humano, sino más bien un invento surgido en la búsqueda de la supervivencia.
Rechaza la noción de que el conocimiento es lo que distingue al ser humano de los animales, afirmando
que todos compartimos instintos y que el conocimiento es simplemente una adaptación para sobrevivir.
El conocimiento como conflicto con los instintos: Para Nietzsche, el conocimiento no surge de
manera natural ni evolutiva, sino como resultado de un conflicto con los instintos humanos. Describe el
conocimiento como una "metaforma de la chispa", que surge en la confrontación de diferentes fuerzas
internas.
Ruptura entre conocimiento y realidad: Niezsche argumenta que no hay afinidad entre el
conocimiento y el mundo conocido, lo que provoca una ruptura entre las palabras y el mundo. Critica al
lenguaje por su violencia sobre el mundo al homogeneizar y eliminar las diferencias, lo que lleva a una
concepción falsa de la realidad.
Pérdida de la dimensión histórica del conocimiento: Nietzsche critica a la razón por su pérdida de la
dimensión histórica del origen de la verdad y la mentira, así como por la eliminación del conflicto como
situación originaria. Esto lleva a concebir el conocimiento como necesario, ahistórico y único, lo cual
considera probletico.
En resumen, Nietzsche cuestiona profundamente la concepción tradicional de la razón y el conocimiento,
sugiriendo que el conocimiento es una herramienta surgida de la lucha entre los instintos humanos y que no
hay una correspondencia directa entre el conocimiento y la realidad. Considera que la promoción de la razón
ha llevado al olvido de aspectos fundamentales de la existencia humana, como los instintos y la dimensión
histórica del conocimiento.
La crítica de Nietzsche a los valores morales se centra en varios puntos clave:
Valoración histórica de la moral: Nietzsche argumenta que los valores morales son construcciones
históricas y culturales, en lugar de verdades universales e inmutables. Considera que nuestras ideas
sobre lo que es bueno o malo están determinadas por las condiciones históricas y sociales en las que
vivimos. Por lo tanto, se interesa en el estudio genealógico de los valores morales para entender cómo
se han desarrollado a lo largo del tiempo y cómo están relacionados con el poder.
Origen genealógico de los valores: Nietzsche examina el origen de los conceptos morales a través de
la etimología de las palabras. Sugiere que la moral es una expresión de relaciones de poder y
sometimiento, y que los valores morales surgen de la interacción de fuerzas en disputa en la sociedad.
Esta visión desafía la idea de que los valores morales son simplemente el resultado de la voluntad
individual o subjetiva.
División entre fuerzas activas y reactivas: Nietzsche distingue entre fuerzas activas y reactivas en la
sociedad. Las fuerzas activas defienden la vida concreta y material, promoviendo el desarrollo y el
florecimiento de la vida. Por otro lado, las fuerzas reactivas rechazan la vida como sufrimiento y dolor,
buscando valores más allá de la vida terrenal, lo que resulta en una actitud de negación hacia la vida
presente.
Triunfo de las fuerzas reactivas: Nietzsche observa que a lo largo de la historia, las fuerzas reactivas
han prevalecido, particularmente con la influencia del cristianismo, que promueve la idea de que el único
sentido de la vida es la muerte y la vida después de esta. Esto ha llevado a una negación de la
importancia de la vida concreta y corpórea, generando sujetos dóciles y sumisos que aceptan la
autoridad y la tradición impuesta.
La subjetividad como efecto histórico: Nietzsche sostiene que el sujeto humano no es una entidad
fija y esencial, sino más bien un efecto histórico de la lucha de fuerzas en la sociedad. La subjetividad
emerge de la interacción de estas fuerzas y está moldeada por las condiciones históricas y sociales en
las que se desarrolla.
En resumen, Nietzsche critica los valores morales al considerarlos construcciones históricas y relaciones de
poder, y argumenta que la moralidad está estrechamente vinculada al desarrollo de la subjetividad y a las luchas
de poder en la sociedad.
Por último, la crítica de Nietzsche a la idea de trascendencia se fundamenta en varios puntos centrales:
Filosofía de la inmanencia: Nietzsche rechaza las filosofías de la trascendencia, que buscan
explicaciones superiores o exteriores al mundo material. En cambio, él propone una filosofía de la
inmanencia, que busca comprender el mundo a través de principios internos y presentes dentro de la
realidad misma.
Negación de la vida concreta: Nietzsche argumenta que las filosofías de la trascendencia, incluidas
las religiones que se basan en ellas, niegan la importancia de la vida real, concreta y material. Estas
filosofías tienden a favorecer las fuerzas reactivas que desprecian la vida terrenal y promueven la idea
de un mundo sin conflicto después de la muerte.
Muerte de Dios: La afirmación "Dios ha muerto" representa para Nietzsche la superación de la idea de
trascendencia. Dios, como figura paradigmática de la trascendencia, es visto como una negación de la
vida terrenal. Su muerte simbólica marca el comienzo de una nueva era en la que se buscan nuevos
valores que afirmen y enriquezcan la vida en la tierra.
Revalorización de lo terrenal: Nietzsche aboga por una revalorización de la vida terrenal y del mundo
material. Critica la idea de que la espiritualidad está en contra de lo corpóreo y argumenta que ambas
dimensiones están intrínsecamente entrelazadas. Por lo tanto, propone una visión en la que lo espiritual
y lo corpóreo coexisten y se complementan mutuamente.
Ficción y elección de creencias: Nietzsche sugiere que toda nuestra comprensión, incluso la noción
de sujeto, es una construcción ficticia. Esta idea lleva a cuestionar qué creencias elegimos adoptar y
cómo estas creencias influyen en nuestra percepción y experiencia del mundo.
El superhombre como figura de cambio: Nietzsche presenta la figura del superhombre como aquella
que desafía la tradición y crea nuevos valores. El superhombre rompe con las concepciones
trascendentes y verticales de la moralidad, promoviendo una visión más horizontal y centrada en la
afirmación de la vida terrenal.
En resumen, Nietzsche critica la idea de trascendencia al considerarla una negación de la vida concreta y
material, y propone en su lugar una filosofía de la inmanencia que valora y enriquece la vida en la tierra. La
muerte de Dios simboliza el comienzo de una nueva era en la que se buscan valores que afirmen y enriquezcan
la vida terrenal.
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