transformar la naturaleza. La mayoría de las ciencias sociales son tributarias de la ilusión metafísica
que inundó la modernidad y que separó al ser humano de la naturaleza, generando una ficción
antropocéntrica que aún persiste entre pensadores y las corrientes más avanzadas de la ciencia
contemporánea.
La concepción acerca de lo que es natural deviene de la propia definición que construimos sobre la
naturaleza, pero esta mirada es culturalmente mediada. En otros términos: toda visión sobre la naturaleza
presupone una construcción cultural. Aquellas nociones que permean nuestro cotidiano a pesar de formar
parte de construcciones culturales particulares frecuentemente son vividas, pensadas y sentidas, como
fácilmente extensibles a los distintos colectivos humanos, que, cuando presentan actitudes,
comportamiento o valoraciones diferentes de las propias, nos llevan a reflexionar acerca de lo relativo de
nuestras concepciones. Naturalizamos nuestras construcciones.
El aprendizaje que cada sociedad desarrolla en interacción con su ambiente va a conformar en los sujetos
una particular percepción de su entorno. La mirada que construyen los actores sociales de su medio se
traduce en escalas que asignan valores diversos al entorno en que los sujetos desarrollan su existencia,
como así también en las representaciones, comportamientos y apropiaciones respecto del ambiente.
Analizar el tema ambiental desde la perspectiva de las representaciones sociales permite recuperar la
importancia de los significados, el papel de los aspectos simbólicos y de la actividad interpretativa de las
personas, otorgándoles un lugar destacado a las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en
que se encuentran los actores sociales, ya que estas serán relevantes para la lectura que realizan del
ambiente. Los problemas ambientales generados por el desarrollo particular de nuestra sociedad existen
objetivamente, aunque no se los perciba en toda su magnitud.
De la naturaleza al ambiente
Todo período histórico comparte formaciones inconscientes que condicionan y estructuran los
conocimientos. Cada época va conformando un perfil particular, proporcionando un tono que permite
establecer límites y distinciones puestas de manifiesto en los discursos que circulan. Al ser todo discurso
un producto social, no es posible pensarlo fuera de las condiciones de su producción, lo que involucra
aspectos ideológicos, culturales, institucionales y las posibilidades de los actores de expresarse dentro de
las particulares condiciones históricas en que se encuentran.
La concepción antropocentrista de la vida, que toma al ser humano como la medida de todas las cosas,
hegemónica desde la modernidad, fue determinante para la relación del hombre con su medio.
El antropocentrismo toma a la naturaleza como una entidad externa, un objeto, un recurso destinado a
satisfacer las necesidades humanas, susceptible de apropiación, modificación, control, transformación,
cualquier actividad que decida imponerle la razón humana. Razón considerada capaz de construir los
conocimientos necesarios que le permiten colocarse por encima de todo lo existente, creando y recreando,
tantas veces como sea necesario, el mundo material.
Esta mirada, que sitúa al ser humano como centro de todo lo que lo circunda y fin absoluto de la
naturaleza, asociada a la concepción propia del sistema capitalista, donde el beneficio económico ocupa el
primer lugar en el esquema de prioridades, resulta en una combinación fatal para la vida del planeta.