Naturaleza y cultura: una dicotomía de límites difusos- MILESI
Introducción
En la actualidad asistimos a un proceso de discusión teórica y epistemológica que coloca en duda la validez
y eficacia de diversas dicotomías acuñadas en la modernidad, tales como mente/cuerpo, hombre/mujer,
naturaleza/cultura.
El auge y prestigio alcanzado por las ciencias naturales en el siglo XIX impactó en la configuración del
saber. Esto trajo como consecuencia que el marco de desarrollo de la producción científica estuviera dado
por la organización del conocimiento distribuido en disciplinas. Esta estructuración colocó a la
Antropología en un lugar de privilegio para el tratamiento de los temas que atañen a la cultura, al tiempo
que vino a reforzar los límites con los dominios de la naturaleza. La disciplina desde sus inicios se interesó
por los modos en que los distintos colectivos sociales interactúan con su entorno, pero dentro de los
estrechos límites establecidos por la dicotomía naturaleza/cultura.
En las últimas décadas la proliferación de problemas ambientales ha instalado esta cuestión en la agenda
política y también ha llevado a una mayor complejización de las producciones teóricas en las ciencias
naturales y sociales. La Antropología no ha sido ajena a este proceso. La emergencia de la crisis ambiental
ha puesto en evidencia la potencialidad de sus estudios para el tratamiento de la relación entre naturaleza
y cultura.
En su
dimensión epistemológica, estaría siendo puesta en cuestión una concepción del conocimiento que
engloba la forma de clasificar y catalogar que encuentra su expresión en categorías duales; por caso, la
dicotomía naturaleza/cultura.
En su dimensión social es posible señalar la gestación de procesos sociales de resignificación en los cuales
se reconocen los impactos negativos de la actividad humana en la naturaleza y las respuestas que esta
genera. La tradicional creencia en la superioridad de la especie, y con ello de la cultura, queda desvirtuada
al observarse ciertas reacciones de la naturaleza. Más aún la posibilidad de continuar pensando a la
naturaleza el ámbito de “lo dado” y a la cultura potestad humana por excelencia de “lo creado”.
Desde la Antropología, la proliferación de estudios relativos a las relaciones naturaleza, cultura y sociedad,
en los cuales las problemáticas ambientales constituyen preocupaciones de primer orden, aportan
elementos para poner en duda la adecuación de los abordajes basados en la distinción arriba mencionada.
Enfoques de la antropología sobre la relación naturaleza/cultura
La antropología se ha preocupado por analizar las relaciones de los distintos colectivos sociales con su
entorno natural. La magnitud de estos trabajos dio origen a un área específica: la
Antropología Ecológica
.
El término ecología, acuñado por el biólogo alemán Ernst Haeckel, hace referencia al estudio de los
distintos organismos en su “oikos” (casa- hábitat- ambiente- medio). La Antropología Ecológica toma este
nombre para dar cuenta de las relaciones entre grupo humano, cultura y medio natural. La preocupación
abarca procesos migratorios y de supervivencia, como así también las transformaciones ambientales,
económicas y sociales; los impactos en las actividades productivas y organizacionales; los aspectos
psicológicos y las representaciones sociales, etc., siempre con la idea de considerar la interacción
permanente y necesaria de la naturaleza y la cultura. Desde finales de los 70’ cobra fuerza la
Antropología
Ambiental
(variante particular dentro de la Antropología Ecológica) que coloca el acento en situaciones de
crisis ambiental, sea por mal manejo de los recursos, disputas de territorio, modalidades de apropiación
cultural del ambiente por los colectivos sociales, etc.
En su desarrollo, la Antropología Ecológica presenta
3 modalidades principales
de tratamiento de la
cuestión:
1) Una primera versión la ofrece el llamado
“determinismo ambiental”
. Estos estudios sustentan un
condicionamiento del medio sobre la vida social y cultural del hombre. Dentro de esta perspectiva
se considera que los factores ambientales inciden directamente sobre los comportamientos de los
colectivos humanos, quienes deben adaptarse a su entorno, y por lo tanto sus acciones son
determinadas por el medio en que desarrollan su existencia. Algunos estudios encuentran en el
clima principal factor explicativo del comportamiento humano, hallando las posibilidades de
desarrollo de las culturas necesariamente ligadas a la su benignidad.
2) En la misma línea, una versión más moderada conocida con el nombre de
“posibilismo”
veía en el
ambiente más que una determinación ineludible un límite a las posibilidades de desarrollo social y
cultural de los grupos humanos. Ej: un periodo de sequía podría afectar las estrategias de
desplazamiento de grupos cazadores, pero no implicaba que estos cambios debieran ocurrir.
3) Otra de las propuestas es la ofrecida por el
“determinismo cultural”
. El acento se traslada a los
colectivos sociales que en sus procesos de adaptación impactan en el entorno. Así, los procesos
culturales pasan a ser los determinantes de la dinámica ambiental. Este tipo de abordaje entiende
que el entorno podría contribuir a explicar ciertos rasgos culturales, pero en modo alguno es
considerado como un factor determinante.
4) Finalmente encontramos los
“análisis ecosistémicos”
. En esta perspectiva el ambiente natural
constituye un factor de creatividad que ejerce una presión selectiva sobre la cultura. El acento se
coloca en la interacción entre el ámbito de la cultura y el del medio natural. El empleo del concepto
de ecosistema rescata la idea de interconexión estable entre cultura, biología y medio ambiente.
Desde esta mirada, la especie humana es una más entre la variedad de especies biológicas en el
planeta, siendo sus interacciones con el medio físico y biológico continuas, indisolubles y
necesarias.
Las posiciones reseñadas presentan la particularidad de mantener la dicotomía naturaleza/cultura.
Actualmente nos encontramos con tendencias que cuestionan esta dicotomía. Ponen al descubierto
cuánto tiene de cultural pensar la realidad desde esta dicotomía y de qué modo esto correspondería a una
construcción cultural de Occidente.
En un contexto donde la naturaleza se muestra impactada por la actividad humana, surgen importantes
producciones teóricas que desde diversas ramas del conocimiento reflexionan acerca de la relación
naturaleza/cultura abriendo un abanico de posibilidades para su tratamiento, entre las que se destaca el
propio cuestionamiento de esta dicotomía.
La práctica dominante en las ciencias sociales procede considerando a los seres humanos como
situados en el vacío como si la satisfacción de sus necesidades no obligara a utilizar, manipular y
transformar la naturaleza. La mayoría de las ciencias sociales son tributarias de la ilusión metafísica
que inundó la modernidad y que separó al ser humano de la naturaleza, generando una ficción
antropocéntrica que aún persiste entre pensadores y las corrientes más avanzadas de la ciencia
contemporánea.
La concepción acerca de lo que es natural deviene de la propia definición que construimos sobre la
naturaleza, pero esta mirada es culturalmente mediada. En otros términos: toda visión sobre la naturaleza
presupone una construcción cultural. Aquellas nociones que permean nuestro cotidiano a pesar de formar
parte de construcciones culturales particulares frecuentemente son vividas, pensadas y sentidas, como
fácilmente extensibles a los distintos colectivos humanos, que, cuando presentan actitudes,
comportamiento o valoraciones diferentes de las propias, nos llevan a reflexionar acerca de lo relativo de
nuestras concepciones. Naturalizamos nuestras construcciones.
El aprendizaje que cada sociedad desarrolla en interacción con su ambiente va a conformar en los sujetos
una particular percepción de su entorno. La mirada que construyen los actores sociales de su medio se
traduce en escalas que asignan valores diversos al entorno en que los sujetos desarrollan su existencia,
como así también en las representaciones, comportamientos y apropiaciones respecto del ambiente.
Analizar el tema ambiental desde la perspectiva de las representaciones sociales permite recuperar la
importancia de los significados, el papel de los aspectos simbólicos y de la actividad interpretativa de las
personas, otorgándoles un lugar destacado a las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en
que se encuentran los actores sociales, ya que estas serán relevantes para la lectura que realizan del
ambiente. Los problemas ambientales generados por el desarrollo particular de nuestra sociedad existen
objetivamente, aunque no se los perciba en toda su magnitud.
De la naturaleza al ambiente
Todo período histórico comparte formaciones inconscientes que condicionan y estructuran los
conocimientos. Cada época va conformando un perfil particular, proporcionando un tono que permite
establecer límites y distinciones puestas de manifiesto en los discursos que circulan. Al ser todo discurso
un producto social, no es posible pensarlo fuera de las condiciones de su producción, lo que involucra
aspectos ideológicos, culturales, institucionales y las posibilidades de los actores de expresarse dentro de
las particulares condiciones históricas en que se encuentran.
La concepción antropocentrista de la vida, que toma al ser humano como la medida de todas las cosas,
hegemónica desde la modernidad, fue determinante para la relación del hombre con su medio.
El antropocentrismo toma a la naturaleza como una entidad externa, un objeto, un recurso destinado a
satisfacer las necesidades humanas, susceptible de apropiación, modificación, control, transformación,
cualquier actividad que decida imponerle la razón humana. Razón considerada capaz de construir los
conocimientos necesarios que le permiten colocarse por encima de todo lo existente, creando y recreando,
tantas veces como sea necesario, el mundo material.
Esta mirada, que sitúa al ser humano como centro de todo lo que lo circunda y fin absoluto de la
naturaleza, asociada a la concepción propia del sistema capitalista, donde el beneficio económico ocupa el
primer lugar en el esquema de prioridades, resulta en una combinación fatal para la vida del planeta.
La multiplicación y profundización de los problemas ambientales derivados del mal manejo de los suelos,
de la contaminación del aire y del agua, de la disminución desaparición de especies animales y vegetales,
de los cambios en el clima, del crecimiento no planificado de los centros urbanos, de considerables
aumentos de la población mundial fueron conformando señales de alerta.
La década del 60’ momento de despegue de las preocupaciones relacionadas con los impactos negativos
derivados de la actividad humana sobre la naturaleza. La preocupación por este tema toma formas
definidas, primero focalizadas en problemáticas puntuales (contaminación del agua, uso de pesticidas, etc)
avanzando hacia miradas más abarcativas (calidad de vida en general). En algunos sectores académicos,
comenzó a gestarse una conciencia acerca de las limitaciones que debían imponerse a los hallazgos
científicos, interesados en el rédito económico y sin la adecuada ponderación del empleo de métodos,
técnicas, sustancias y descubrimientos para la vida misma.
El trabajo de Rachel Carson Primavera Silenciosa, constituye un referente histórico de relevancia. En ese
texto la autora advertía acerca del empleo indiscriminado de sustancias químicas peligrosas para los
distintos tipos de vida en la tierra. Realizaba una enfática llamada de atención a la acción humana sobre la
naturaleza.
En 1972 se celebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. En esa
oportunidad la cuestión ambiental logró alcanzar a los centros de poder. En los dominios donde imperaba
un discurso basado en la idea de “al mundo natural hay que transformarlo”, comenzó a manifestarse la
idea de “al mundo hay que conservarlo”. La naturaleza comenzó a abandonar su carácter inagotable para
perfilarse como un bien limitado. Por otra parte, los problemas generados a partir de la relación del ser
humano con el ambiente dejaron de ser cuestiones apenas limitadas a un reducido círculo, para alcanzar
cierta masividad, al menos en el discurso. Salieron cuestiones ambientales del ámbito académico y
científico provocando un paulatino crecimiento en su difusión a un público no especializado. Un nuevo
discurso comienza a perfilarse: el de la preservación. También surge el de la
resistencia a un desarrollo
ilimitado y sin control.
Este fenómeno causó fuerte impacto dentro de las ciencias sociales. La emergencia de los movimientos
ambientalistas en el mundo, llevó a que se constituyan en tema de interés entre los investigadores,
pudiendo señalarse dos tendencias: por un lado y en Europa, los estudios se orientaron al análisis del
ambientalismo en términos de su potencial social y posibilidades de generación de cambios históricos. Por
otro lado en EEUU, las investigaciones se dedicaron al análisis de las características organizacionales del
movimiento.
En Latinoamérica, los trabajos presentan una preocupación por recuperar las categorías nativas, su papel
en la transformación y construcción de sus entornos, como así también las articulaciones entre los
movimientos sociales y las políticas ambientales.
Lo que hay que destacar es que la nota común a estas perspectivas es el desplazamiento de aquellas ideas
de naturaleza como entidad externa y pasiva, en dirección a las posturas que le reconocen un papel activo.
Ej: Hipótesis Gaia acuñada por James Lovelock para quien la naturaleza es considerada una suerte de
organismo viviente con capacidad de reacción frente a distintos estímulos, entre otros el comportamiento
de la especie humana. Un espacio vital con leyes propias que no podrían ser alteradas o transgredidas sin
tener en cuenta las consecuencias de estos comportamientos.
Dicho autor llegó a sugerir que la verdadera función del hombre era la de constituir el medio ideal para la
vida de millones de bacterias que habitaban en su organismo.
En este marco puede observarse la transformación en la percepción del entorno y como progresivamente
la relación social con este cobra relevancia. Este cambio en la forma de ver la relación del ser humano con
la naturaleza también se manifiesta en las formas de expresión. En los discursos fue sustituyéndose el
término
"naturaleza”
por el de
“medio ambiente”
o simplemente
“ambiente”
Los discursos sobre la naturaleza/ambiente reflejan un desplazamiento de visiones antropocéntricas a
versiones biocéntricas: todo ser vivo merece consideración. El interjuego de relaciones entre medio físico y
actividad humana pasa a formar parte del paisaje. Se proclama la necesidad de atender a las dinámicas
con que tienen lugar los procesos. Las interrelaciones y la mutua interdependencia entre los ecosistemas y
las condiciones sociales, económicas y culturales aparecen como la clave para abordar la cuestión.
Hay una coincidencia dentro de la Antropología, las representaciones que construyen los distintos grupos
sociales respecto de su entorno está relacionada directamente con la forma en que se usan y viven en su
ambiente, por lo que no debería sorprendernos que los conceptos de naturaleza en las sociedades
industriales sean complejos y ambiguos.
En este contexto se observan diferencias en las percepciones. Posicionamientos que oscilan entre la
tragedia y el colapso inevitable y la euforia confiada en los descubrimientos tecnológicos dan cuenta del
ambiente en crisis y de las prácticas que seguir.
Los discursos se reparten entre evaluaciones y procedimientos fragmentados y planteos integrales.
Con diferentes denominaciones, pueden observarse formulaciones que tienen como marco la idea de una
modernidad ecosostenible, donde el acento recae en el tratamiento y solución de problemas ambientales
específicos.
Frente al tipo de propuestas arriba reseñadas, surgen los posicionamientos que impulsan una mirada
holística de la problemática, considerando la necesidad de discutir políticas ambientales globales. Para
Ulloa la clave de diferenciación está en considerar la necesidad de un cambio que incluya o no las
cuestiones sociales, lo que abarcaría no apenas los problemas económicos y políticos, sino también las
responsabilidades diferenciales de los distintos sectores y actores involucrados.
Otros abordajes abarcativos los constituyen el ecofeminismo, la ecología profunda o los mismos
biorregionalismos que presentan como eje central de sus propuestas la necesidad de la adecuación de las
políticas públicas y demás normativas del ambiente en que serán aplicadas. Las propuestas holísticas
confluyen en el sostenimiento de implementar una nueva racionalidad ambiental tendiente a la equidad,
que respete la diferencia y preserve la diversidad social, cultural y ambiental. En ese orden, las propuestas
de integración de los saberes locales dan batalla sostenida frente a las contradicciones que presentan
modelos de desarrollo altamente depredadores.
Los difusos límites de una dicotomía precisa
Entrando a considerar los aspectos epistemológicos de la dicotomía naturaleza/cultura, cabe destacar que
el notable desarrollo alcanzado por las ciencias de la naturaleza en el siglo XIX las llevó a que se
constituyan en el modelo científico por seguir. El conocimiento fue compartimentado en áreas específicas y
la Antropología como disciplina quedó a cargo de los aspectos culturales. Al separar la naturaleza de la
cultura, y con ello de la sociedad, la modernidad las consideró como dos categorías claramente
diferenciadas. Progresos posteriores en la teoría antropológica han llevado a replantear la reproducción y
naturalización de las diversas dicotomías acuñadas en la modernidad, tales como mente/cuerpo,
hombre/mujer, naturaleza/cultura, como instrumentos adecuados para analizar la realidad. En este
contexto se puede observar cómo los estudios progresivamente vienen a poner en cuestión de los
contenidos de cada una de las categorías de naturaleza y de cultura, como ámbitos diferenciados y
jerárquicamente relacionados.
Philippe Descola considera que en las sociedades occidentales el Naturalismo constituye el modo de
identificación típico. La sociedad humana es tomada como modelo, la cultura es lo que se diferencia de la
naturaleza. Entre humanos y no humanos la diferencia residiría en la conciencia reflexiva, la subjetividad, el
poder significar, el dominio de los símbolos y el lenguaje por medio del cual esas facultadas se expresan. El
Naturalismo se caracteriza por crear.
De esta manera, en una muestra de etnocentrismo, se extiende a todas las sociedades humanas la
oposición naturaleza/cultura.
Por el contrario, Descola sostiene que todas las sociedades establecen algún tipo de compromiso entre
naturaleza y cultura, por lo que cabría entonces examinar las diversas expresiones particulares. Al
proponerse este tipo de abordajes, se traslada el acento a los procesos, cobra relevancia la distinción entre
aquellos colectivos sociales que ven los mundos humanos y no humanos como un continuo y aquellos que
los consideran como ámbitos independientes. La dicotomía naturaleza/cultura, fundamento clave de la
epistemología modernista, es así superada.
Ir más allá del dualismo abre un paisaje intelectual completamente diferente, un paisaje en el que
los estados y las sustancias son sustituidas por procesos y relaciones; la cuestión más importante ya
no es cómo objetivar sistemas cerrados, sino como explicar la propia diversidad de los procesos de
objetificación.
La oposición antes clara y firme entre naturaleza/cultura es puesta en duda. Los límites antes precisos se
tornan difusos. Este prototipo constituyente del quehacer científico entra en debate, sospechándose su
eficacia para dar cuenta de nuestro mundo.
Bruno Latour va más allá en este cuestionamiento, afirmando que la representación del mundo de nuestra
sociedad moderna, donde la naturaleza y la cultura resultan opuestas, no encuentra correlato en la
práctica. Por el contrario, la creación de híbridos, esto es, objetos que conjugan naturaleza y cultura, ha
sido una constante a lo largo de la historia. En ese sentido, nunca fuimos verdaderamente modernos. De
allí la necesidad de buscar alternativas epistemológicas que permitan considerar ambos órdenes
naturaleza y cultura- de modo simétrico, y lejos de separarlos, los integren en un continuo.
Las discusiones en torno a la reconsideración de estas categorías acarrean consecuencias no apenas
teóricas sino también políticas, en las que operan procesos de resignificación, negociación y conflicto. Todo
ello porque las categorías de naturaleza y cultura operan en la sociedad. Cuando entrar a considerarse
grupos sociales en sus particulares contextos, se observa cuánto de los contenidos de esta dicotomía son
resultado de un proceso histórico-político específico, atravesado por relaciones desiguales de poder.
De cara a los múltiples conflictos ambientales existentes en la actualidad, puede observarse cómo las
luchas ambientales que llevan a cabo distintos colectivos sociales dan cuenta de una particular apropiación
cultural del ambiente. Estos cambios en las concepciones tienen sus consecuencias políticas observables
en las resignificaciones que otorgan los colectivos sociales a los ambientes en que participan. Las
representaciones sociales conformadas en torno a esta cuestión ofrecen modelos orientadores de las
prácticas, donde la recategorización del medio, la redefinición de la naturaleza, llevan a que la separación
humano/no humano en órdenes jerárquicos diferenciados no tenga cabida.
Consideraciones finales
Resulta relevante reflexionar en torno a los modos estructurar y organizar el conocimiento, desde que al
clasificar y categorizar establecemos el elenco de elementos importantes y necesarios que deben ser
considerados y el modo adecuado de llevar adelante la tarea. Reconsiderar estas cuestiones nos coloca en
alerta frente a los procesos de naturalización de los que somos artífices y victimas a un mismo tiempo.
Esta es la estrategia de la modernidad: purificar los fenómenos hasta ubicarlos o bien en la naturaleza o
bien en la cultura. Pero ocurre que nuestro cotidiano ha estado siempre poblado de objetos híbridos.
La creencia en la existencia de esferas claramente delimitadas entre la naturaleza y la cultura no permite
advertir el tránsito permanente entre ambos dominios, que al final de cuentas no estarían tan
diferenciados, desde que habitamos un mundo donde naturaleza y cultura en nuestro cotidiano se
conjugan dando origen a universos indiferenciados.
Hablar de ambiente pone en evidencia la interrelación necesaria entre naturaleza y cultura. Descubre una
de las tantas combinaciones que permean nuestra sociedad, donde la pretensión de clasificar, categorizar
y establecer límites precisos se vuelve cada vez más impracticable, situación que necesariamente recogen
las producciones teóricas que reclaman por formulaciones más flexibles que permitan pensar y
comprender la sociedad en que vivimos, donde las seguridades que ofrecían los contornos precisos de las
dicotomías de la modernidad abandonan su exactitud evidenciando ahora sus límites difusos.
Descripción densa - Geertz.pdf
browser_emoji Estamos procesando este archivo...
browser_emoji Lamentablemente la previsualización de este archivo no está disponible. De todas maneras puedes descargarlo y ver si te es útil.
Descargar
. . . . .