tramitación normal. Es consustancial a las teorías freudianas, que todas las impresiones de las etapas
más tempranas del ser humano, son determinantes, las consideremos traumas o no. No cabe ninguna
duda, que hay acontecimientos que no se pueden entender más que como tales traumas, pero para
innumerables individuos, hay hechos que producen los mismos efectos que los mencionados traumas.
Sobre aquellos originales episodios de la vida del infante, cae luego un manto de olvido, imposible de
recordar, lo que se llama la amnesia infantil y que muchas veces se convierten en recuerdos
encubridores. En esas etapas, hasta los 4/5 años aparecen impresiones sexuales y agresivas, sin
distinguir unas de otras, cosa que van consiguiendo a medida que crecen. Trauma temprano – defensa
– latencia – estallido de la neurosis – retorno parcial de lo reprimido; así era la fórmula que
establecimos para el desarrollo de la neurosis. Freud nos invita a considerar el supuesto de que en la
vida del género humano ha ocurrido algo semejante a lo que sucede en la vida de los individuos.
También en aquella hubo procesos de contenido sexual – agresivo que dejaron secuelas duraderas,
pero las más de las veces cayeron bajo la defensa, fueron olvidados; y más tarde, tras un largo
período de latencia, volvieron a adquirir eficacia y crearon fenómenos parecidos a los síntomas por su
organización y su tendencia.
Dentro de la historia de la religión, la institución del monoteísmo en el judaísmo y su prosecución en el
cristianismo se puede ver con gran transparencia. Admitiendo que el imperio universal faraónico fue la
ocasión para que aflorara la idea monoteísta, vemos que esta, desprendida de su suelo y transferida a
otro pueblo, es tomada en propiedad por este último tras un largo período de latencia, guardada como
su posesión más preciada y así mantiene en vida al pueblo regalándole el “orgullo de ser el elegido”.
Es la religión del padre primordial, a la que se anuda la esperanza de una recompensa, una distinción,
y por fin un imperio universal. Dice que, al asesinato, le sigue la represión, el olvido y la culpa. Todo
queda en el inconsciente hasta que algo del tiempo presente lo active y lo ponga en la memoria, el
recuerdo, lo retornado. Acerca de este retorno de lo reprimido, Freud recurre a la vieja noción de
período de latencia. Del mismo modo que existe una etapa de detención en la evolución de la
sexualidad, que marca el ocaso del complejo de Edipo, ahora se postula un período de latencia,
durante el cual los procesos de naturaleza sexualmente agresiva… son desviados y olvidados, aunque
dejan un rastro permanente. Por tanto, si la huella queda, el asesinato de Moisés no señala el fin del
monoteísmo: por el contrario, pasada la etapa de latencia, permite que se consolide la idea de un Dios
único. O sea, la historia de la humanidad es análoga a la historia del individuo.
Ahora bien, el asesinato de Moisés fue reprimido en el judaísmo, dice Freud; no es mencionado en
ningún texto sagrado. Entonces Freud retoma Totem y tabú. Cuando Moisés trae a su pueblo la idea
de un Dios único, no le trae nada nuevo, dice Freud, sino algo de una vivencia arcaica, la vivencia de
un protopadre castrador, que exige la renuncia al goce. Freud sostiene que el asesinato de Moisés no
fue en el fondo más que la repetición de un crimen anterior: habían matado al padre de la horda
primitiva, mataron también a Moisés. Fue una especie de acting out: en lugar de recordar repitieron.
Parece como si esa protohistoria de parricidio se desplegara en bucle. Freud dice que el parricidio es
el verdadero origen de la culpa trágica. El héroe es siempre el que se subleva contra el padre, lo mata
y luego asume la culpa. Eso sería válido también para el teatro griego: el coro en la tragedia sería la
horda fraterna.
7- ¿Por qué la idea monoteísta para Freud constituye un progreso en la espiritualidad?
Para producir efectos psíquicos duraderos en un pueblo no basta asegurarle que la divinidad lo ha
elegido, es necesario probárselo de algún modo si es que ha de creer en ello. En la religión de Moisés,
el éxodo de Egipto hizo las veces de tal prueba. La religión proporcionó a los judíos la representación
de un Dios más grandioso. Entre los preceptos de la religión de Moisés hay uno mucho más sustantivo