GUIA DE ESTUDIO TEMA II PUNTO C
Freud, S.: Op. Cit. "Moisés y la religión monoteísta" (1939/1986).
Freud, S.: Op. Cit. “Construcciones en Psicoanálisis” (1939/1986).
1- Defina el concepto de Construcción en psicoanálisis. Defina su función.
El propósito del trabajo analítico es que el paciente pueda cancelar la represión, y para ello debe
recordar ciertas vivencias junto con las mociones afectivas ocasionadas por ellas- que se encuentran
olvidadas. La cura se trata de reconocer eso reprimido, el problema surge cuando eso no vuelve y se
acude a la construcción. Construcción es, para Freud, “que al analizado se le presente una pieza de su
prehistoria olvidada”. Hace referencia a la relación del analista con eso reprimido que no vuelve, con
ese recuerdo que el trabajo analítico no logra restituir. Trabajo que es comparable con el arqueológico,
puesto que se trata de recuperar aquello soterrado. Es a partir de algunos materiales que Freud
apunta a reconstruir lo sepultado, aún vivo. Si bien todo se conserva, se conserva bajo la represión.
Ella es la causa del tipo de material que sale a la luz, a saber, contamos con hilachas, con pequeños
trozos de aquello inconsciente. Lo que aparece son fragmentos de sueños, ocurrencias que el paciente
produce, e índices de fenómenos de repetición. Estos son los materiales -la materia prima- con que
cuenta el analista, y a los que ha de otorgarle coherencia por medio de la construcción. Freud sostiene
que la represión es como una omisión en un texto; es así que la construcción viene al lugar de lo
omitido, dándole continuidad a ese texto agujereado, simulando su completud. El papel del analista es
el de construir aquello que el paciente no recuerda, aquello que ha sido olvidado, mientras que el papel
del analizado es el de recordar. El analista ha de comunicar una pieza de construcción a fin de que
ejerza efecto sobre el paciente. Posteriormente, con el nuevo material que surja, podrá construir otra
pieza y así sucesivamente. De este modo el paciente produce material, se reactivan nuevas
asociaciones, hasta que se comunica otro trozo de construcción.
2- ¿Cuál es la diferencia con la interpretación?
El término «interpretación» se aplica a alguna cosa que uno hace con algún elemento sencillo del
material, como una asociación o una parapraxia. Pero es una construcción cuando uno coloca ante el
sujeto analizado un fragmento de su historia anterior, que ha olvidado
3- ¿En que se basa Freud para sostener la hipótesis del origen egipcio de Moisés?
Freud en sus investigaciones se dio cuenta que no coinciden años, lugares, identidades, procedencias,
pueblos. Se remonta al Antiguo Egipto, Siglo XVI a. C, el tiempo de más poderío de toda la historia de
Egipto, con una sucesión de reyes, faraones que convirtieron ese país en el más rico del planeta. Uno
de estos faraones, Amenhotep, que reinó durante 38 años implantó el culto al dios Atón, único dios,
primera religión monoteísta. La o las religiones politeístas, que tenían muchos dioses, según sus
deseos, fue considerada frívola, mágica, mística y quería para su pueblo una propuesta más
desarrollada. Del culto a la pulsión pasar a poner en valor la razón, el espíritu. En este contexto busca
y encuentra a Moisés, con lo que, para empezar, comprende que no es judío, sino egipcio. Freud
sostiene que Moisés era egipcio con los siguientes argumentos. El nombre de Moisés procede del
léxico egipcio: mose significa niño en el antiguo egipcio y es natural que el portador de un nombre
egipcio sea egipcio. En segundo lugar, Freud retoma de Otto Rank El mito del nacimiento del héroe.
Normalmente los mitos atribuyen al héroe un origen encumbrado. Sin embargo, a Moisés el mito le
atribuye un origen humilde: una madre judía lo abandona en un meandro del Nilo y una princesa
egipcia lo saca del agua y lo adopta. El mito está al revés. Pero en los mitos del héroe, dice Freud, la
familia que abandona al niño es la ficticia. Luego Moisés era egipcio y fue el pueblo judío quien quiso
transformarlo en judío. Aquí se expresaría en forma inversa a como se da en la novela histórica del
neurótico: los héroes se libran de una familia real para crearse una familia conforme a sus deseos. El
no era judío, sino un egipcio de alta cuna, un alto oficial, tal vez un sacerdote y un defensor celoso de
la fe monoteísta, que el Faraón Amenhotep IV había convertido en religión dominante hacia 1350
a.C.”.
4- ¿Cuál es el origen de la idea monoteísta en Moisés, según Freud?
Freud hace referencia a un paréntesis que hubo en el prolongado transcurso del politeísmo del Antiguo
Egipto. En el siglo XIV a. C., el faraón Amenhotep IV abandonó el politeísmo, impuso una nueva
religión, monoteísta, en torno a un único dios solar, llamado Atón. Fue una conmoción cultural. El
faraón adoptó el nombre de Akhenatón, el que agrada a Atón, y reinó con su esposa Nefertiti. Pero
murió tras solo diecisiete años de reinado y el monoteísmo que él había sostenido fue barrido por la
hostilidad de la clase sacerdotal que se había resistido desde un principio a la reforma. El politeísmo
fue restablecido en el acto. Freud sostiene que probablemente Moisés perteneciera a la familia real de
Akhenatón, fuera príncipe o sacerdote, que fuera prosélito del monoteísmo y se viera relegado. Habría
pretendido procurarse un nuevo pueblo que rindiese culto a la religión desdeñada por Egipto. Es decir,
fue Moisés quien eligió a los judíos como su nuevo pueblo. Así que el monoteísmo judío desciende del
monoteísmo egipcio.
5- ¿Cuáles son las lagunas discursivas que Freud descubre en el texto bíblico? ¿Cómo
establece el análisis al respecto y en que se basa para construir su hipótesis
fundamental?
Cuando Freud quiere saber de Moisés, se encuentra no con uno, sino con unos cuantos. Hay
leyendas, hay historias, hay conjeturas, hay hipótesis y hay muchos años, miles de años, entre unos y
otros hechos. Cabe señalar que el Egipto de Moisés es del siglo XVI al XIV a.C. Recoge la hipótesis de
que Moisés fue asesinado. Le atribuye ese asesinato a lo insoportable que debía resultar aquel
monoteísmo tan espiritualizado a la tribu hebrea que, al fin y al cabo, debía ser tan primitiva o más que
la sociedad egipcia. Hubo recaídas en la idolatría, apostasías, como el episodio del becerro de oro,
sublevaciones contra la autoridad de Moisés que fueron reprimidas con extrema dureza por los levitas,
clan sacerdotal, séquito egipcio de Moisés. Moisés habría sido asesinado en su intento de imponer el
monoteísmo.
6- ¿Cuál es la analogía que establece entre la formación de la religión judía y el desarrollo
del síntoma en la neurosis? Sitúe en cada uno cada momento.
Encontramos una singular analogía entre el proceso de la religión judía y lo que conocemos como
“latencia”, el surgimiento de unos fenómenos que no se entienden y esperan explicación y la condición
de la vivencia temprana, luego olvidada. Del mismo modo, el carácter de la compulsión (obsesión), que
se impone a la psique avasallando el pensar lógico, rasgo que no interviene en la génesis de la épica.
Hallamos esta analogía en el terreno psicopatológico, en la génesis de las neurosis humanas.
Entendemos por traumas a esas impresiones de temprana vivencia, olvidadas luego, a las que
atribuimos tan grande significación para la etiología de las neurosis. Toda vez que para la explicación
solo se disponga de unas predisposiciones hereditarias y constitucionales, es natural tentación decir
que la neurosis no es adquirida, sino desarrollada. Dicho esto, destaquemos dos puntos de este
contexto: uno, la génesis de las neurosis dondequiera y siempre se remonta a estadios infantiles muy
tempranos. Dos: hay casos designados traumáticos porque los efectos se remontan de manera
inequívoca a una o varias impresiones de esa época temprana que se han sustraído de una
tramitación normal. Es consustancial a las teorías freudianas, que todas las impresiones de las etapas
más tempranas del ser humano, son determinantes, las consideremos traumas o no. No cabe ninguna
duda, que hay acontecimientos que no se pueden entender más que como tales traumas, pero para
innumerables individuos, hay hechos que producen los mismos efectos que los mencionados traumas.
Sobre aquellos originales episodios de la vida del infante, cae luego un manto de olvido, imposible de
recordar, lo que se llama la amnesia infantil y que muchas veces se convierten en recuerdos
encubridores. En esas etapas, hasta los 4/5 años aparecen impresiones sexuales y agresivas, sin
distinguir unas de otras, cosa que van consiguiendo a medida que crecen. Trauma temprano defensa
latencia estallido de la neurosis retorno parcial de lo reprimido; así era la fórmula que
establecimos para el desarrollo de la neurosis. Freud nos invita a considerar el supuesto de que en la
vida del género humano ha ocurrido algo semejante a lo que sucede en la vida de los individuos.
También en aquella hubo procesos de contenido sexual agresivo que dejaron secuelas duraderas,
pero las más de las veces cayeron bajo la defensa, fueron olvidados; y más tarde, tras un largo
período de latencia, volvieron a adquirir eficacia y crearon fenómenos parecidos a los síntomas por su
organización y su tendencia.
Dentro de la historia de la religión, la institución del monoteísmo en el judaísmo y su prosecución en el
cristianismo se puede ver con gran transparencia. Admitiendo que el imperio universal faraónico fue la
ocasión para que aflorara la idea monoteísta, vemos que esta, desprendida de su suelo y transferida a
otro pueblo, es tomada en propiedad por este último tras un largo período de latencia, guardada como
su posesión más preciada y así mantiene en vida al pueblo regalándole el “orgullo de ser el elegido”.
Es la religión del padre primordial, a la que se anuda la esperanza de una recompensa, una distinción,
y por fin un imperio universal. Dice que, al asesinato, le sigue la represión, el olvido y la culpa. Todo
queda en el inconsciente hasta que algo del tiempo presente lo active y lo ponga en la memoria, el
recuerdo, lo retornado. Acerca de este retorno de lo reprimido, Freud recurre a la vieja noción de
período de latencia. Del mismo modo que existe una etapa de detención en la evolución de la
sexualidad, que marca el ocaso del complejo de Edipo, ahora se postula un período de latencia,
durante el cual los procesos de naturaleza sexualmente agresiva… son desviados y olvidados, aunque
dejan un rastro permanente. Por tanto, si la huella queda, el asesinato de Moisés no señala el fin del
monoteísmo: por el contrario, pasada la etapa de latencia, permite que se consolide la idea de un Dios
único. O sea, la historia de la humanidad es análoga a la historia del individuo.
Ahora bien, el asesinato de Moisés fue reprimido en el judaísmo, dice Freud; no es mencionado en
ningún texto sagrado. Entonces Freud retoma Totem y tabú. Cuando Moisés trae a su pueblo la idea
de un Dios único, no le trae nada nuevo, dice Freud, sino algo de una vivencia arcaica, la vivencia de
un protopadre castrador, que exige la renuncia al goce. Freud sostiene que el asesinato de Moisés no
fue en el fondo más que la repetición de un crimen anterior: habían matado al padre de la horda
primitiva, mataron también a Moisés. Fue una especie de acting out: en lugar de recordar repitieron.
Parece como si esa protohistoria de parricidio se desplegara en bucle. Freud dice que el parricidio es
el verdadero origen de la culpa trágica. El héroe es siempre el que se subleva contra el padre, lo mata
y luego asume la culpa. Eso sería válido también para el teatro griego: el coro en la tragedia sería la
horda fraterna.
7- ¿Por qué la idea monoteísta para Freud constituye un progreso en la espiritualidad?
Para producir efectos psíquicos duraderos en un pueblo no basta asegurarle que la divinidad lo ha
elegido, es necesario probárselo de algún modo si es que ha de creer en ello. En la religión de Moisés,
el éxodo de Egipto hizo las veces de tal prueba. La religión proporcionó a los judíos la representación
de un Dios más grandioso. Entre los preceptos de la religión de Moisés hay uno mucho más sustantivo
de lo que a primera vista puede parecer. Es la prohibición de crearse imágenes de Dios, o sea, la
compulsión a venerar a un Dios al que uno no puede ver. Moisés fue más allá que Atón y quiso que su
Dios no tuviera ni nombre, ni rostro, evitando así, posibles abusos mágicos. Como efecto de esta
prohibición hubo un retroceso de la percepción sensorial frente a una representación que se diría
abstracta, un triunfo de la espiritualidad sobre la sensualidad; en rigor, una renuncia de lo pulsional,
con sus efectos necesarios en lo psicológico.
En los niños, en los adultos neuróticos, así como en los pueblos primitivos, vemos el fenómeno
anímico al que llamamos creencia en la omnipotencia de los pensamientos. Suponemos que la
omnipotencia de los pensamientos era la expresión del orgullo de la humanidad por el desarrollo del
lenguaje, que tuvo por secuela la promoción de las actividades intelectuales. Se inauguraba el nuevo
reino de la espiritualidad, en el que representaciones, recuerdos, y procesos de razonamiento se
volvían decisivos por oposición a la actividad psíquica inferior, que tenía por contenido percepciones
inmediatas de los órganos sensoriales. Freud habla acerca de la vuelta de la madre al padre lo cual
define un triunfo de la espiritualidad sobre la sensualidad, o sea, un progreso de la cultura, pues la
maternidad es demostrada por el testimonio de los sentidos, mientras que la paternidad es un
supuesto edificado sobre un razonamiento y sobre una premisa. Entre el desarrollo del lenguaje y el fin
del matriarcado, el ser humano se vio movido a reconocer unos “poderes espirituales” que no se
podían aprehender con los sentidos, no obstante, lo cual exteriorizaban efectos indudables y muy
intensos. Todos estos progresos de la espiritualidad tienen por resultado incrementar el sentimiento de
sí de la persona, volverla orgullosa, haciéndola sentirse superior a otros que permanecen cautivos de
la sensualidad. Es Moisés quien transmite a los judíos que son el pueblo elegido; en virtud de la
desmaterialización de Dios se agregó una nueva y valiosa pieza al tesoro secreto del pueblo.
Determinados poderes inhibidores situados en el exterior, pueden haberse introyectado y convertirse
en una instancia que se contrapone a lo que observa, criticando y prohibiendo. A esta instancia la
conocemos como “superyó”. Cuando la renuncia a lo pulsional viene dada desde dentro, tiene otro
efecto económico. Además del displacer, la trae al yo una ganancia de placer, una satisfacción
sustitutiva. El yo se siente enaltecido, la renuncia a lo pulsional lo llena de orgullo como una operación
valiosa. El superyó es sucesor y subrogador de los progenitores y educadores que vigilaron las
acciones del individuo en su primer período de vida. En el desarrollo de la humanidad lo sensual es
avasallado poco a poco por lo espiritual y los seres humanos se sienten orgullosos y enaltecidos por
cada progreso en ese sentido. La religión, que se ha iniciado prohibiendo hacer imágenes de Dios se
desarrolla cada vez más en el curso de los siglos, como una religión de la renuncia de lo pulsional.
Dios es apartado por completo de la sexualidad y enaltecido al ideal de una perfección ética. Ética es
limitación de lo pulsional. Los profetas no se cansan de amonestar que Dios no demanda de su pueblo
más que una vida justa y virtuosa, o sea, abstenerse de todas las satisfacciones pulsionales. La
renuncia de lo pulsional parece desempeñar un sobresaliente papel dentro de la religión. Moisés
santificó a su pueblo al impartirle la costumbre de la circuncisión y se entiende así, el sentido profundo
de lo que se afirma. La circuncisión es el sustituto simbólico de la castración que el padre primordial
fulminó sobre sus hijos varones desde su total plenipotencia; y quien así recibía ese símbolo mostraba
estar dispuesto a someterse a la voluntad del padre, aunque este le impusiese el más doloroso de los
sacrificios.
8- ¿Cuál es el planteo de Freud sobre el cristianismo?
Finalmente, lo reprimido retorna. Un asesinato solo puede ser expiado con una muerte sacrificial: “era
preciso que fuera la muerte de un Hijo, pues debía expiarse el asesinato de un Padre”, dice Freud ¡De
allí la figura de Jesús! Así que el cristianismo no es más que el retorno de lo reprimido por el judaísmo.
“somos tan desdichados porque hemos dado muerte a Dios – padre”. Juntemos a esto: “estamos
redimidos de toda culpa desde que uno de nosotros ha sacrificado su vida para expiar nuestros
pecados”. No se habla aquí del asesinato de Dios, pero un crimen que tenía que ser expiado por un
sacrificio de muerte sólo podía haber sido un asesinato. El hecho del parricidio en su regreso al
“recuerdo” (retorno), de la humanidad, debía vencer resistencias mayores que el otro, el que había
constituido el contenido del monoteísmo. Esto supuso consentir una desfiguración más intensa. El
crimen innombrable fue sustituido por el supuesto de un pecado original, este sí. Luego que la doctrina
cristiana hiciera saltar los marcos del judaísmo, recogió elementos de muchas otras fuentes, renunció
a numerosos rasgos del monoteísmo puro, se adecuó en muchos detalles al ritual de los restantes
pueblos mediterráneos. Su principal contenido, fue por cierto la reconciliación con Dios-padre, la
expiación del crimen contra él cometido. Los cristianos, admitieron ese asesinato y han sido
purificados de esa culpa.
9- ¿Cuál es la explicación freudiana de la característica culpógena del pueblo judío y como
se articularía a la consideración de ser el pueblo elegido de Dios?
En la esencia de la relación padre, no puede faltar la ambivalencia, la hostilidad que antaño impulsó a
los hijos varones a dar muerte al padre admirado y temido. En el marco de la religión de Moisés no
había sitio para la expresión directa del odio parricida; solo podía salir a la luz una reacción poderosa
frente a él, la “consciencia de culpa”, a causa de esa hostilidad, la mala consciencia moral de haber
pecado contra Dios y no dejar de pecar. No era fácil conservar la ilusión, amada por sobre todas las
cosas, de que se era el pueblo elegido de Dios. Si no se quería renunciar a esa dicha, el sentimiento
de culpa por la propia pecaminosidad ofrecía una bienvenida disculpa de Dios. Uno solo merecía ser
castigado por él, porque no observaba sus mandamientos; y en el afán de satisfacer ese sentimiento
de culpa, que era insaciable y brotaba cada vez de una fuente más profunda, uno debía hacer que
esos preceptos se volvieran más rigurosos, penosos, hasta incluir pequeñeces. Uno se imponía
nuevas renuncias de lo pulsional y al menos alcanzaba en la doctrina y el precepto unas alturas éticas
muy altas
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