deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte
de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce
espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.
La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de
su producción. La relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la producción
misma es sólo una consecuencia de esta primera relación y la confirma. Consideraremos
más tarde este otro aspecto.
Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo, preguntamos por
la relación entre el trabajador y la producción.
Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabajador, sólo en un
aspecto, concretamente en su relación con el producto de su trabajo. Pero el extrañamiento
no se muestra sólo en el resultado, sino en el acto de la producción, dentro de la actividad
productiva misma. ¿Cómo podría el trabajador enfrentarse con el producto de su actividad
como con algo extraño si en el acto mismo de la producción no se hiciese ya ajeno a sí
mismo? El producto no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por tanto,
si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma ha de ser la enajenación
activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la enajenación. En el extrañamiento
del producto del trabajo no hace más que resumirse el extrañamiento, la enajenación en la
actividad del trabajo mismo.
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?
Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en
que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino
desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo
y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el
trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.
Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción
de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del
trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como
no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste.
El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio,
de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo
en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se
pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía
humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente
de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del
trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales,
en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío,