
francés, teñido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de aquellas
chapucerías, pero confesando al mismo tiempo francamente, en una controversia con la
Gaceta general de Augsburgo
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, que mis estudios hasta entonces no me permitían
aventurar ningún juicio acerca del contenido propiamente dicho de las tendencias
francesas. Lejos de esto, aproveché ávidamente la ilusión de los gerentes de la Gaceta
del Rin, quienes creían que suavizando la posición del periódico iban a conseguir que se
revocase la sentencia de muerte ya decretada contra él, para retirarme de la escena
pública a mi cuarto de estudio.
Mi primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue una
revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción vio la luz en
1844 en los Anales franco-alemames
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, que se publicaban en París. Mi investigación
desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de
Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del
espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida
cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo
XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que
buscarla en la Economía política. En Bruselas, adonde me trasladé en virtud de una orden
de destierro dictada por el señor Guizot, hube de proseguir mis estudios de Economía
política, comenzados en París. El resultado general a que llegué, y que, una vez obtenido,
sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su
vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura [Uberbau] jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona [bedingen] el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes,
o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad
dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.
De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten
en trabas suyas. Se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base
económica se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura
erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre
los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que
pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que
los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo
modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos
juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario,
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Allgemeine Augsburger Zeitung, diario alemán reaccionario fundado en 1789; desde 1810 hast a
1882 se editaba en Augsburg. En 1842 publicó una falsificación de las ideas del comunismo y el
socialismo utópicos y Marx lo desenmascaró en su artículo “El comunismo y el Allgemein Zeitung
de Augsburg, que fue publicado en el Reinische Zeitug, en octubre de 1842 (N. de la Edit.)
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Deutsch-Franzosische Jahrbücher, órgano de la propaganda revolucionaria y comunista, editado
por Marx en París, en el año 1844 (N. de la Edit.)