Segundo: Es preciso poner orden en estas ideas dominantes, probar que hay un
enlace místico entre las que se van sucediendo, cosa que se logra encarándolas como
“autodeterminaciones de la Idea”. Eso es posible, gracias a que estas ideas teniendo
como tienen una base empírica, están ligadas entre sí, y a que, consideradas como meras
ideas, se van autodiferenciando (aunque, en verdad, es nuestro pensamiento quien
produce esa diferenciación, y no ellas por sí mismas).
Tercero: A fin de quitarle el aire místico a esta, “idea que se va autodeterminando”,
lo transforman en persona: la “autoconciencia”. O, queriendo dárselas de materialistas en
regla, en una serie de personas, que encarnan la Idea en la historia: los “pensadores”, los
“filósofos”, los “ideólogos”. Ellos forjan la historia; forman el “consejo de los que vigilan”;
son los que mandan.
Con esto se han barrido de la historia todos los elementos materiales, y
tranquilamente puede uno soltarle entonces las riendas a su cordel especulativo.
En la vida corriente, cualquier tendero sabe distiguir muy bien entre lo que alguien
pretende ser y lo que de veras es. Lo que es nuestros historiadores no han alcanzado
este trivial conocimiento. Ellos le creen bajo su palabra a una época que es realmente lo
que dice y se imagina ser.
¿Por qué ha prevalecido este método de escribir la historia? ¿Por qué sobre todo
en Alemania? Para responder estos interrogantes, habrá que rastrear en las ilusiones,
sueños y torcidas imaginaciones de los ideólogos en general, por ej., en las de los
juristas, políticos (comprendiendo bajo éstos también a los estadistas). Ilusiones, sueños
e imaginaciones que se explican muy sencillamente por su posición en la vida, sus
ocupaciones y la división del trabajo. (...)
No es el pensamiento quien determina la vida
Karl Marx y Frederik Engels
El nacimiento de las representaciones, las ideas, la conciencia, se halla
inmediatamente enlazada desde sus comienzos con la actividad y las relaciones
materiales de los hombres, con su vida real. Lo que los individuos se representan, lo que
piensan, lo que ponen de manifiesto en el trato espiritual con sus semejantes, es
resultado directo de su vida material. Y lo dicho de los productos espirituales de los
individuos, aplícase asimismo a los de un pueblo entero, en los diversos órdenes de la
lengua, la política, la legislación, la moral, la religión, la metafísica, etc. Pero –insistimos-
los individuos a que nos referimos, son los individuos reales y activos, sujetos en su
acción al grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y a las relaciones –calcadas de
estas últimas- que los ligan los unos a los otros, desde las que rigen en los grupos
pequeños hasta las que se extienden a las agrupaciones más amplias.
La conciencia no puede ser otra cosa que conciencia del ser. Toda idea, aunque
falsa, tiene sus raíces en la realidad. Si los hombres y sus cosas se presentan trastocados
en la cámara obscura de los ideólogos, no deja de tener esto un fundamento en la
realidad; como no deja de tenerlo que los objetos del mundo exterior aparezcan invertidos
en la retina. La constitución física de la retina impone lo segundo; de su propia vida e
historia –única realidad humana- nútrese la visión del ideólogo.
La filosofía alemana desciende del cielo a la tierra. Parte de lo que el hombre dice,
se imagina, se representa, piensa; o del hombre objeto de discurso, imaginación,
representación, pensamiento, para arribar por él al hombre de carne y hueso. Justo al
revés procedemos nosotros. Nosotros ascendemos de la tierra al cielo. Nuestro punto de
partida es el hombre real, activo, que vive de cierto y determinado modo. Y en base de su