hablar del sujeto individual evitando confusiones lógicas y terminológicas, evitando tomar en
préstamo conceptos provenientes de diferentes enfoques epistemológicos, y manteniéndose, por
ende, con coherencia al interior de una lógica cibernética y de la teoría sistémica.
Una teoría cibernética del sujeto deberá proponerse desde el punto de vista de la circularidad
cibernética del viviente. Deberá, por lo tanto, describir las características lógicas del proceso según
el cual un individuo biológico se pone a sí mismo como observador, o como sujeto individual, al
interior de la circularidad sistémica de los eventos y de los procesos. En otros términos, una teoría
cibernética del sujeto deberá buscar dar una respuesta al interrogante planteado por Gregory
Bateson: cuando se pregunta sobre “… la curiosa distorsión de la naturaleza sistémica del hombre
individual, por efecto de la cual la conciencia es, casi por necesidad, ciega frente a la naturaleza
sistémica del hombre mismo” (1).
En el intento por responder a esta pregunta me ha parecido útil retomar el hilo de las
reflexiones de Bateson, descubriendo que sus escritos, nunca banales o simplificadores, son ricos en
ideas que anticipan sea una cibernética de segundo orden, sea el problema del observador.
Respecto de una relectura del pensamiento de Bateson a la luz de una cibernética de segundo
orden, ya he planteado que el concepto de niveles metalingüísticos de la comunicación (1) puede ser
considerado fundamento lógico de la distinción entre mapa y territorio, entre ‘realidad’ y realidad, y
por lo tanto, de la reflexividad lógica entre comunicación y ‘realidad’ humana (3).
Las reflexiones de Bateson sobre la personalidad individual como conjunto de premisas
lógico-emotivas (1) nos guiarán, en cambio, al proponer un estatus lógico del sujeto según la
epistemología de una cibernética de según orden.
La distinción lógica entre mapas y premisas
El individuo biológico se pone como observador humano al momento en el que se pone
como sujeto de mapas individuales: en el momento en que computa, puntúa, la circularidad de los
procesos en que participa. El infante (in-fans: que no habla) se pone como hombre desde el
momento en que habla, es decir, construye mapas (12).
Desde el punto de vista de una lógica cibernética, que presuponga la ‘realidad’ como
construida por el observador, el observador se define como observador de mapas individuales
lógicamente arbitrarios (1).
Se trata obviamente de una tautología: no se da ‘realidad’ o realidad conocida, o en
definitiva realidad humana, sin un observador; por otra parte, no se da observador sin realidad
observada, es decir, sin una ‘realidad’.
Para hablar de estatus lógico del observador es necesario ir más allá de la tautología, y
retomar a Bateson allí donde introduce la distinción lógica entre mapas y premisas.
No se construye un mapa si no en base a una premisa; no se selecciona y no se organiza una
‘realidad’ observada si no según una modalidad de organizarla; no se puede puntuar la circularidad
de los eventos si no es siguiendo patterns específicos de puntuación.
Nótese que la arbitrariedad misma de las ‘realidades’ humanas implica como lógicamente
necesario un nivel de premisas. De hecho, una figura vista en una mancha de tinta no es la mancha,
sino solo un elemento de una clase de figuras teóricamente de número infinito (1); por esto cada
figura específica presupone una modalidad específica de ver la mancha, o de organizar la
percepción. Del mismo modo, puesto que un mapa es una puntuación de los eventos de por sí
arbitraria, y es solo una de las posibles puntuaciones, implica una modalidad peculiar de organizar y
subdividir los eventos.
Cada mapa, por lo tanto, presupone lógicamente un nivel de premisas, que guían
implícitamente al observador en la construcción del mapa.
Nótese que, donde se renuncia a cada posible referencia a la objetividad, es necesario