“Los criminales”, Lombroso.
CAPITULO PRIMERO.
Anomalías morfológicas
Si es cierto que una gran fecundidad es la mejor prueba de una excelente salud. No faltan quienes pretenden que
estos estudios, agonizan apenas nacidos; parecen como que quieren hasta negarles el bautismo que, entre los
cristianos, acostumbra a administrarle aun a los niños muertos pocos momentos después de haber salido del vientre
de sus madres.
Se celebró en Roma el primer Congreso de Antropología criminal con asistencia de 128 sabios eminentes que, de
todos los países europeos, hubieron de reunirse para darse cuenta de los últimos descubrimientos de estos nuevos
estudios, confirmados experimentalmente por una maravillosa exposición. A partir de este acontecimiento, no
exageramos al decir que la antropología criminal ha duplicado en vitalidad e intensidad.
I. Cerebro
Hemos de ocuparnos solamente de las anomalías de las circunvoluciones cerebrales que parecían hallarse
sustraídas a las investigaciones científicas, por no ser conocido todavía completamente su tipo normal.
Lemoine (1886) ha descubierto en un cleptómano (roba compulsivamente) la anomalía de la fusión congenital de los
lóbulos frontales.
Hotzen (1886) dice haber encontrado en Maria Kauster que a la edad de quince años asesino a su madre para
heredarla, la anomalía psicológica es decir, la atrofia de las circunvoluciones frontales, del lóbulo occipital que no
cubría el cerebro, y de un gran número de segmentos atípicos en las circunvoluciones, principalmente en el
hemisferio izquierdo.
Richte ha presentado en la Academia de Psicología de Berlín el cerebro de un criminal, con bifurcación de la escisura
de Rolando.
Otro fenómeno explicado con toda claridad es el excesivo desarrollo del cerebelo, que contrasta con el volumen del
cerebro, esto se ha notado aun en las mujeres criminales, que presentan siempre el mínimo de las anomalías.
En los cerebros de los asesinos coincide con la amplitud de la mayor parte de las circunvoluciones, demostrando de
esta suerte la irregularidad del desenvolvimiento del cerebro.
II. Cráneo
La anomalía que pudiera decirse más característica es el hoyuelo en medio del occipital.
M. Penta ha observado a su vez un fenómeno atávico singularísimo, la presencia de dos huesos extraños a los lados
del occipital.
Resulta de datos anteriores, que la nariz torva, las anomalías de la oreja, del labio sobre todo y de la mandíbula son
más frecuentes en los criminales que en los soldados.
Entre las anomalías hereditarias, la que ofrece mayor número de ejemplos, es el aplanamiento unilastral de la frente
y del occipucio, la unión prematura de las suturas.
M. Severi nos ha enseñado una más grande capacidad de las fosas craneanas occipitales, esto explica y confirma la
magnitud del volumen descubierto en el cerebro de los criminales.
Se han encontrado en cráneos de asesinos y en otros terribles salteadores de caminos: senos frontales muy
pronunciados, mandíbulas de gran volumen, orbitas muy grandes y demasiado separadas una de otra, asimetría del
rostro, tipo pteleiforme de la abertura nasal y un exagerado apéndice de las mandíbulas.
III. Esqueleto
M. Tenchini, estudiando 63 esqueletos de criminales, ha advertido en un 6% de los casos, la perforación del
olecraneo. El mismo sabio ha observado suceder otros tantos de ellos, en un 10% de los casos, en las costillas y
vertebras. Esto indica la gran variabilidad de estos huesos en las vértebras inferiores.
Finalmente, en estos últimos tiempos, Tenchini ha descubierto también, en un criminal, la carencia de cuatro
vertebras sagradas, reemplazadas por otras cuatro cervicales suplementarias.
IV. Anomalías de los vivientes
Marro ha estudiado todas las subespecies de El hombre criminal, viendo que las anomalías atípicas (verbigracia, la
nariz torva, las escrófulas, etc.), son en los autores de heridas (criminales/asesinos) menos numerosas que en los
hombres normales, verificándose, sin embargo, todo lo contrario en los ladrones y en los rateros.
Únicamente los estafadores se aproximan al medio psicológico, el resto de delincuentes está muy por bajo de él.
Las anomalías patológicas (pereza, etc.), que dependen casi siempre de las costumbres alcohólicas o de la vida
hecha en prisión, se encuentran muy frecuentemente entre los homicidas, y bastante atenuadas en los delincuentes
por simples lesiones.
Marro ha observado también una capacidad mayor y una circunferencia más grande de la cabeza en los
ladronzuelos y en los simples ladrones, en los que llega hasta observar que la curva transversal de la cabeza alcanza
un radio más extenso. También ha encontrado el menor diámetro vertical posible del cráneo en los homicidas
reincidentes.
Ferri observa mayor longitud en la cara de los homicidas, que en la de los autores de heridas y que en los rateros.
Marro hace notar, por último, que en los estafadores la bracicefalia es menos exagerada y la microcefalia menos
frecuente.
En los asesinos, Marro ha hallado con muchísima frecuencia, el diámetro mandibular exagerado, los cabellos negros
y espesos, falta de barba y palidez en el rostro.
La bracicefalia se presenta en los autores de heridas con mayor frecuencia que en otra cualquiera especie de
criminales, la longitud de los brazos y aun de las manos es igualmente un carácter de estas gentes. Por el contrario,
en los violadores hállese la frente estrecha, cortas las manos y los brazos, caracteres frecuentes que les aproximan
demasiado a las mujeres criminales.
En los vagabundos se advierte la carencia de caracteres físicos y la presencia de otras anomalías (las hernias por
ejemplo) reveladoras de debilidad física y moral.
Las anomalías somáticas y psíquicas alcanzan en los asesinos un 45%, en los estupradores (delito que consiste en
tener una relación sexual con un menor de edad valiéndose del engaño o superioridad que se tiene sobre el menor)
un 33%, en los ladrones con violencias un 24%, faltando casi siempre en los criminales de ocasión.
Marro refiere que sus observaciones acerca de las diferencias de la mano le han demostrado que las manos gruesas
y cortas abundan entre los homicidas, al paso que en las restantes especies de criminales, predominan las manos
largas, en las cuales la longitud de los dedos es igual a la de la palma de la mano y algunas veces más grande.
También enseña, que la disminución de la sensibilidad general se presenta más frecuentemente en los violadores;
luego en los asesinos, salteadores de caminos y estafadores.
En lo que se refiere a la inteligencia, puede decirse que ella es menor en los que atentan contra la vida de las
personas, y más intensa en aquellos que dirigen todos sus esfuerzos contra la propiedad y en los que para
apoderarse de ésta emplean medios hábiles artificiosos.
La pasión del juego domina en alto grado a los estupradores y autores de heridas, y un poco menos a los
vagabundos, salteadores de caminos y asesinos.
En esto influye sin duda alguna, la mayor o menor intensidad que alcance el alcoholismo entre los criminales, en
efecto, Marro ha hallado esta proporción en las costumbres alcohólicas de esos seres degenerados, en un 75% de los
criminales. De sus estudios pueden deducirse igualmente que los criminales observan las prácticas religiosas casi
tanto como los hombres honrados, y aún más todavía los asesinos y estupradores, muy cierto que los criminales de
ocasión, exceptuando a los ladrones, son bien poco religiosos.
En lo que dice relación de herencia, depende en primer término de la edad avanzada de los padres, del alcoholismo,
de la irritabilidad del padre, y en segundo lugar de la alimentación y criminalidad de los progenitores.
Resumiendo estos caracteres, puede afirmarse que en los asesinos y homicidas predominan la curva y el diámetro
transversal de la cabeza, que en ellos la media circunferencia posterior de ésta es más fuerte que la anterior, y la
mandíbula inferior más voluminosa y los cigomas separados entre , sus cabellos son las más de las veces negros y
espesos, y rara su barba, cortos sus cuellos y sus manos. La bracicefalia es el carácter más común entre los autores
de heridas se deduce por consecuencia la longitud de las manos y los brazos.
En los estupradores se ha observado una talla pequeña, un peso relativamente elevado, cortos los brazos y las
manos, la frente estrecha y muy corta la media circunferencia anterior de la cabeza, las anomalías de los órganos
genitales y de la nariz son muy frecuentes en ellos, cuya inteligencia esta por lo general muy poco desarrollada.
Los cabellos y la barba espesa, y la derivación de padres alcoholizados y neurópatas, caracterizan a los grandes
salteadores de caminos. Muchos de estos tienen pecas y muestran en sus reflexiones grande exageración.
Los incendiarios son, casi todos, locos; sus padres lo fueron también.
Los estafadores tienen poderosas mandíbulas, los cigomas alejados entre , peso corporal bastante alzado, padres
ancianos, e inteligencia discreta y en algunas ocasiones muy desarrollada.
Los ladrones con violencia se parecen a los salteadores de caminos, por sus caracteres físicos y psíquicos, entre ellos
se encuentran muchos locos fingidos. Su inteligencia es más poderosa que en las otras clases de malhechores,
exceptuando a los estafadores, presentan frecuentes ejemplos de alcoholismo crónico, a pesar de hallarse bastante
atenuado en sus padres.
Marro ha hallado en los vagabundos no pocas anomalías psíquicas: el estacionamiento del desarrollo de la
inteligencia y muy en particular la epilepsia juntamente con otras causas que explican sus extrañas aberraciones.
Las influencias sociales pueden sobre las mujeres criminales más que sobre los hombres.
V.
Las anomalías más numerosas de la cabeza son:
- Senos frontales enormes en un 20%
- Oxicefalia (cierre prematuro de la sutura coronal), Platicefalia (cabeza ancha, bóveda craneal aplastada),
Scafocefalia (fusión prematura de la sutura sagital del cráneo), Plagiocefalia (aplastamiento lateral del cráneo) en un
5% cada una.
Y en la cara:
- Asimetría facial 24%
- Mandíbula hipertrófica y orejas a ansé 24%
- Estrabismo 14%
- Dientes montados 8%
- Falta de incisivos medianos, hipertrofia de los incisivos medianos o caninos medianos 2%.
VI.
Después se han estudiado las dimensiones, inclinación, superficie, dirección y protuberancia de los huesos nasales.
Los criminales (singularmente los asesinos) presentan estos más desarrollados (40%). También ha observado una
abertura nasal asimétrica rarísima en los normales, pero que predomina en los criminales, especialmente en los
ladrones. El ladrón presenta en su mayoría, la nariz rectilínea (40%), en bastante casos cóncava (23%), con base
frecuentemente levantada (32%), en muchas ocasiones cortas (31%), largas (54%), aplastada (31%) y algunas veces
desviada (37%)
Los estupradores tienen casi siempre la nariz rectilínea (45%), aplastada (50%) y desviada (50%) pero de medianas
dimensiones.
La nariz del epiléptico es frecuentemente ondulosa (43%) y ganchuda (33%), con base horizontal (73%), muy larga y
en bastantes ocasiones muy ancha. Casi siempre protuberante. El idiota tiene la nariz común, cóncava de base
horizontal, corta, ancha, aplastada y frecuentemente desviada.
VII.
M. Frigerio ha publicado dos importantísimos estudios acerca de las anomalías de la oreja en los criminales. Algunas
conclusiones:
- El pabellón de la oreja como el que nos ofrece más caracteres de degeneración.
- El ángulo auriculo-temporal excede de 90° en las condiciones normales, cifras muy inferiores a las que se
encuentran en los locos y criminales.
- En los locos, la concha tiene un desarrollo más intenso que el pabellón, principalmente en el sentido transversal.
En las personas honradas las orejas a ansé sin casi la mitad menos frecuente entre las mujeres que entre los
hombres. Las anomalías en la conformación del pabellón ofrece tanto dobles ejemplos en los criminales que entre
los adultos honrados. En los criminales se ven con mucha frecuencia labios adherentes prolongados todo lo largo de
la mejilla, especie de anomalía más grave. Ha observado además, en los criminales, una frecuencia totalmente
particular de las orejas de Darwin, de las falsas conformaciones del hélix y del anthelix, y de asimetría de
implantación, etc.
VIII.
Madama Tarnowseky, en sus estudios sobre las mujeres públicas, las ladronas y las campesinas, ha demostrado que
la capacidad craneana de las primeras es inferior a la de las segundas y muy particularmente a la de las mujeres de la
buena sociedad. Por el contrario, los zigomas y las mandíbulas se encuentran más desarrolladas en las prostitutas,
que tienen un número mayor de anomalías. Las prostitutas nacen en un 33% de padres alcoholizados, en tanto que
esta anomalía es en las ladronas de un 41% y en las campesinas de un 16%.
La prostituta. Exterior muy atildado y pulcro. Aspiraciones a la elegancia y a las exigencias del confort. Apetece las
comidas suculentas, las golosinas, la amistad de otras como ella, las fruslerías y esta ávida de emociones y placeres.
Precisa del vino para comer. No desea más que una linda toilette, distraer con algo las tardes, y una baraja de naipes
con que consultar su suerte futura. No quiere sino un holgar, porque ella es perezosa por excelencia y aborrece el
trabajo. La mujer pública vive un día y otro día, sin para nada preocuparse en el siguiente. Llora y ríe fácilmente, su
humor es variable, frecuentemente charlatana y expansiva muestra cierta propensión al sentimentalismo. Los
caracteres principales de la mujer que comercia con su cuerpo son la pereza y la carencia total de sentido moral.
La ladrona. Descuida su exterior, no siendo coqueta, ni glotona, e importándole un bledo sus estancias en la cárcel.
No es holgazana, trabaja voluntariamente en los talleres de la prisión, ocupándose bien en coser, en confección de
cajas, de diversos trabajos de cartonería, de envolturas, etc., trabaja también en el lavadero, allegando así un
pequeño peculio con que atender a sus necesidades en el día de su libertad. Da pruebas de energía y firmeza en
todo lo que emprende. Espíritu más estable, se aficiona a la bebida mucho menos. Tiene mucha circunspección y
prudencia, si bien le falta completamente la sinceridad, desconfía cuidadosamente de su carácter, nunca por
abandono, niega siempre al otro sus faltas, jactándose de no sentir remordimientos por ellas.
Las ladronas nunca contestan voluntariamente acerca de sus relaciones amorosas. Nunca confiesan francamente sus
faltas, la mayor parte del tiempo lo emplean en fantasear acerca de sus delitos, que niegan terminantemente. La
anomalía hereditaria de las ladronas es menos complicada que la de las prostitutas. La genealogía de los padres esta
menos influida por el alcoholismo. Las ladronas poseen menos signos de degeneración física.
Por otro lado, las prostitutas de profesión son seres incompletos, que sufrieron estacionamientos en sus desarrollos,
afectadas por una herencia morbosa y que presentan señales de degeneración física y psíquica en relación con la
imperfección de su desenvolvimiento. La frecuencia de las deformaciones de la cabeza, de las anomalías del cráneo,
y del rostro, numerosas anomalías de las orejas y dientes defectuosos. Su anomalía psíquica se revela bien por una
debilidad de inteligencia más o menos pronunciada, ya por una constitución neuropatica o por una carencia absoluta
del sentido moral; además, la confirman el abuso de las funciones genésicas y los medios que tales mujeres utilizan
para su abyecto comercio, al que ellas se entregan voluntariamente, despreciando hasta su propia libertad.
El nivel intelectual y moral de las ladronas supera al de las prostitutas. La ladrona tiene más amor propio, su espíritu
más vigoroso, es más enérgica y lucha con mayor resolución en el combate por la existencia. No es perezosa y por
eso no la aterra el trabajo. La ladrona de profesión y por numerosos que sean sus delitos, se resiste a cometerlos y
recordarlos a placer, y a todas las horas del día, según lo verifica sin repugnancia alguna mujer prostituta.
IX.
M. Ottolenghi ha estudiado las arrugas en 200 criminales y 200 hombres honrados (obreros y campesinos),
hallándolas con mayor frecuencia y precocidad en los criminales, con predominio de la arruga cigomática y que
pudiera denominarse muy bien la arruga del vicio, por ser verdaderamente la característica de los criminales.
X.
La multitud de ejemplos que ofrece la zurdes anatómica no puede exigir confirmación más cumplida, es un
verdadero carácter atávico.
CAPITULO II
Funciones de los criminales.
I. Resistencia al dolor
La anomalía más notable que se advierte en los criminales, es la resistencia al dolor, es decir la analgesia. Los
facultativos de las prisiones saben muy bien como los criminales soportan, cual si fueran insensibles, las operaciones
más dolorosas. Por ejemplo, el caso de un ladrón se deja amputar una pierna sin proferir el menor grito,
entreteniéndose después en jugar con el pedazo cortado.
Esta analgesia nos da alguna idea, aunque pobre, de los terribles medios empleados por los suicidas, en las cárceles.
También nos explica algunos fenómenos muy particulares del mundo criminal, sobre todo aquel que los antiguos
poetas hubieran llamado invulnerabilidad o llamado de otro modo, la disvulnerabilidad de los criminales.
Los individuos que poseen esta disvulnerabilidad, se consideran como seres privilegiados y desprecian a los
delicados y sensibles. Constituyen un placer, para estas gentes tan duras, atormentar incesantemente a las otras,
que ellas consideran como criaturas inferiores. He aquí un doble origen de la crueldad de los criminales, según dice
Benedikt: “si nosotros vemos sufrir a otra persona nos resentimos, ayudados por la memoria, de sensaciones
semejantes; experimentamos una refundición de aquellos sentimientos. Nosotros somos sensibles y dispuestos a la
compasión. Ahora bien, cuando hay una disminución congénita de sensibilidad para los dolores y los sentimientos
desagradables, entonces la aptitud a la compasión falta casi siempre”.
II. Secreciones
M. Ottolenghi ha realizado muchas observaciones acerca de la eliminación de los úricos, de los cloruros y de los
fosfatos. Hay, por consiguiente, en los criminales de oficio, una disminución de las eliminaciones de los úricos y un
aumento de los fosfatos, en tanto que las de los cloruros no varían.
Ha obtenido iguales resultados en los casos de epilepsia psíquica, al paso que los criminales de ocasión no ofrecen
anomalía alguna.
III. Olfato
M. Ottolenghi preparo un osmómetro, conteniendo doce soluciones acuosas de esencia de alhelí, el investigaba el
grado ínfimo en el que comienza la percepción del olfato.
En los hombres honrados el olfato medio vario entre el tercero y cuarto grado del osmómetro, en los criminales
entre el quinto y el sexto; 44 individuos carecían completamente del referido sentido. Los hombres honrados
presentaron por término medio tres faltas de disposición, los criminales cinco, de las cuales tres son graves. Las
mujeres honradas alcanzaron el cuarto grado del osmómetro, las criminales el sexto, en dos de ellas faltaban en
absoluto el olfato.
De ocho casos de anosmia descubiertos en los criminales, dos estaban relacionados con las alteraciones nasales,
para los otros ella era una especie de ceguera del olfato; ellos sentían las excitaciones olorosas sin poder
especificarlas y menos todavía clasificarlas. En los hombres honrados y en los criminales, el olfato se nos presenta
muchísimo menos desarrollado en esta última categoría.
IV. Gusto
Los criminales mostraron en todas las experiencias una considerable carencia de gusto.
V. Marcha
A la inversa de lo que acontece con las gentes honradas, el paso izquierdo de los criminales es generalmente mucho
más largo que el derecho; su pie izquierdo al posarse sobre la tierra forma con la línea de eje un ángulo de
desviación más pronunciado que el formado por el pie derecho; todos estos caracteres abundan entre los
epilépticos.
VI. Escritura. Gesto
Es costumbre muy antigua entre los criminales comunicarse sus pensamientos por medio de gestos. Jose Sallemant
expone una serie de gestos de los ladrones alemanes, que constituyen un verdadero lenguaje realizado con solo los
dedos, como hacen los mudos.
También se afirma que ciertos malhechores cuando acechan a su ctima, se hacen la señal de “San Juan” que
consiste en llevar la mano a su corbata o quitarse el sombrero.
Este abuso de gestos tiene su explicación en la movilidad exagerada de los criminales de profesión, parecidos en esto
a los niños.
VII. Tatuaje
Sorprende en estas investigaciones el carácter específico de estos tatuajes: la obscenidad, la jactancia del crimen y el
contraste por demás extraño de las pasiones más perniciosas y de los sentimientos más delicados.
Hay entre los criminales una especie de escritura jeroglífica, no sujeta a reglas, ni fija; ella nace de los
acontecimientos diarios y del argot, según debía acaecer también entre los hombres primitivos. En efecto, con
mucha frecuencia, la llave simboliza el silencio del secreto entre los ladrones, y la cabeza de un muerto, la venganza.
Determinadas figuras son empleadas exclusivamente por asociaciones de criminales, constituyendo una contraseña
para ciertos actos.
Muy frecuente entre los asesinos es el predominio del carácter religioso, pero siempre con ese sello de cinismo
obsceno, que se advierte en todos los demás.
VIII. Salvajes
Para comprender hasta qué punto el tatuaje es atávico, precisa estudiarlo entre los salvajes. En toda la Melanesia,
señala Letourneau, se prefiere por antiquísima costumbre el color rojo, considerado allí como el supremo honor,
para acicalarse y pintarse.
El tatuaje era en las edades primitivas, puramente ornamental, era hasta inocente, sencillo. Después poco a poco en
el transcurso de los tiempos, según lo ha comprobado el doctor Delisle, ha servido para caracterizar una clase social;
el tatuaje establecía ya entonces la distinción entre los miembros de una misma familia, de una tribu, de un pueblo,
como después ha servido para señalar las categorías sociales, profesionales o las ideas religiosas de los individuos.
Después de todo debemos afirmar que si el tatuaje de los criminales no es atávico, el atavismo no existe en la
ciencia. Los tatuajes son verdaderos fenómenos psicológicos.
CAPITULO III
Generalidades.
I. Patología del hombre criminal
En los criminales de oficio, la sensibilidad es menos obtusa, las flexiones más regulares, las anomalías menos
frecuentes sobre todo en el cráneo; ofrecen sin embargo, algunos caracteres anormales tales como los cabellos muy
negros de los ladrones domésticos y la zurdes tan común entre los estafadores, en todos se observa una gran
impulsividad y mayor cocidad. También se cuentan entre ellos más reincidencias.
El delincuente por herencia y el delincuente de oficio se diferencian, según Ferri, del delincuente de ocasión, el
primero es impulsado al crimen por una fuerza interna, adquirida o innata, que germina en él el extraño placer que
experimenta cuando obra mal, empero el ultimo al ser impelido por un impulso exterior, no es retenido en la
honradez por una repugnancia suficientemente fuerte. Todo esto se reduce a una cuestión de grados. Hay un
criminaloide tipo más ínfimo que el criminal por herencia, un hombre que no se siente arrastrado al crimen más que
en las ocasiones solemnes. Desgraciadamente la ocasión es siempre el punto de partida de un hábito, y la falta de
repugnancia lleva, por la repetición de los mismos actos a deleitarse más y más vivamente cada vez en estos.
La ocasión no hace el ladrón, le revela. La ocasión no obra por si misma más que sobre una disposición interna del
sujeto, causada bien por la herencia o por la educación, o por una combinación de ambas, pero en todo caso por la
acción directa o indirecta del medio ambiente social, en el cual los antepasados del individuo, como él mismo,
desenvolvieron su vida.
El amor del mal por el mal, verdadero carácter del criminal de nacimiento, y muy particularmente en los crímenes
de sangre. El criminal de nacimiento tiene insensibilidad moral, indiferencia por la vida de los hombres, esa
espantosa y fría crueldad en el crimen que es innegable. Por ejemplo el caso de un criminal que después del crimen
durmió tranquilamente en la misma habitación junto al cadáver de la víctima, actitud observada frecuentemente en
los criminales de nacimiento.
Una costumbre que se advierte en los criminales asociados, es que se acusan mutuamente después de haber
intentado atenuar su crimen, pretendiendo que al cometerlos hayan padecido de la influencia de sus cómplices.
El criminal vergonzante, es decir, en apariencia es el contrapeso del criminal de ocasión. Esta clase abunda entre los
hombres políticos, sucede con harta frecuencia que la política, la lucha en la sociedad y en no pocas ocasiones
también la religión, sirven de válvula de seguridad y aun de encubridoras de diferentes tendencias criminales.
Hombres que presentan el tipo criminal muy bien caracterizado con anomalías neuropaticas muy marcadas, no
solamente están exentos de todo delito de derecho común, sino que hasta se les ve entregados con una abnegación
extraordinaria a los deberes políticos.
II. Mattoides
No hay locuras adaptadas especialmente a las particulares especies de delitos, existe una locura que no paga su
atributo criminal más o menos considerable. Nos referimos al mattoidismo, combinación de imbecilidad y
megalomanía, mezcla extravagante de orgullo y de ambición, encerrada en una cabeza veleidosa. El mattoide es el
producto de una civilización precoz y ficticia.
Es amigo de pleitos, polemista rabioso, atormentado por ideas constantes, con argumentaciones contradictorias. Su
fisonomía y su cráneo son casi siempre normales, predomina constantemente entre los hombres. Conserva con
frecuencia las afecciones de la familia y hasta un amor a la humanidad en general.
Los mattoides tienen la convicción exagerada de su mérito personal, y de su propia importancia, este rasgo aparece
más en sus escritos que en los actos de su vida y que en su lenguaje, si bien ellos nunca se muestran irritados ante la
contradicción y las tristezas de la vida práctica.
En todos ellos se nota más la falta de inspiración. Desmoralizados por la hipertrofia del yo, ellos parten con el genio
la aptitud a emanciparse de la tradición y la costumbre del misonismo popular. Muchos regicidas y asesinos de
presidentes de estados han sido mattoides, muchos jefes de partidos lo fueron también. Ellos disculparon
frecuentemente su criminalidad con la grande aberración epiléptica.
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