
juguetes y de no hacer nada provechoso (...)Valor, pues, pequeño soldado de semejante y colosal
ejército. Tus armas son los libros; tu compañía, la clase; toda la tierra, campo de batalla; tu victoria,
nuestra victoria, significará el establecimiento de una paz verdadera, la comprensión entre todos
los hombres, la civilización humana. ¡No seas, hijo mío, un soldado cobarde!
TU PADRE”
Hay además, para reforzar los valores, la lectura del cuento mensual, historias hermosas como El
pequeño patriota paduano, El pequeño vigía lombardo, El pequeño escribiente florentino, entre
otras historias.
Todas las narraciones tienen que ver con los muchachos de la clase, por lo que es más un diario
de clase que una novela. Los conflictos de los niños se relaciona con la de sus padres, por ejemplo
la del niño Precossi. “No es raro que vuelva su padre a casa borracho. Le pega sin motivo, le tira
de un revés los libros y cuadernos, y el pobrecito va a la escuela con el semblante lívido, algunas
veces hinchado, y los ojos inflamados de tanto llorar.”
“...Su padre bebe y apenas trabaja, por lo que la familia pasa hambre. ¡Cuántas veces va el pobre
Precossi a clase en ayunas, y se come a escondidas un mendrugo de pan que le da Garrone, o
una manzana que le entrega la maestrita de la pluma encarnada, que lo conoce bien por haberle
tenido de alumno en primero inferior! Pero él jamás dice: «Tengo hambre; mi padre no me da de
comer. »
Escenas como esta son comunes por lo que en ese colegio los muchachos ricos de clase media y
pobres se entremezclan, dando lugar a muchos conflictos de clase por lo que la educación se hace
más difícil.
La narración también constituye por su espacio moral, la tradición y el patriotismo italiano, por
ejemplo el profesor celebra e ilustra a los alumnos sobre “Los funerales por Víctor Manuel «Hace
ahora cuatro años, tal día como hoy y a la misma hora, llegaba delante del Panteón, en Roma, el
carro fúnebre con el cadáver de Víctor Manuel II, primer rey de Italia, muerto después de
veintinueve años de reinado, durante los cuales la gran patria italiana, fragmentada en siete
Estados, oprimida por extranjeros y tiranos, quedó constituida en uno solo, independiente y libre,
tras veintinueve años de reinado que él había ilustrado y dignificado con su valor, con su lealtad,
con su sangre fría en los peligros, con la prudencia en los triunfos y la constancia en la
adversidad.”
Esa idea es también la idea pedagógica que recoge Edmundo de Amicis para la juventud italiana.
Como en toda clase siempre hay un elemento negativo, en este caso es Franti, el que tendrá que
ser expulsado del colegio porque siempre está llevando a cabo sus maldades. Franti es de un
espíritu cruel.
“Pero esta mañana hizo que le echaran como a un perro. Mientras el maestro daba a Garrone el
borrador del Tamborcillo sardo, el cuento mensual correspondiente a enero, para que lo pusiese en
limpio, Franti tiró al suelo un petardo que estalló, haciendo retemblar las paredes. Toda la clase
experimentó una sacudida. El maestro se puso en pie y gritó:
-¡Fuera de la escuela, Franti!
El respondió:
-¡No he sido yo! -pero se reía.
El maestro repitió:
-¡He dicho que te vayas!
-¡Yo no me muevo! -replicó.
El maestro perdió los estribos, se fue hacia él, lo cogió de un brazo y lo arrancó del banco. Franti
se revolvía, rechinaba los dientes, y tuvo que arrastrarlo a viva fuerza. ”
Este acontecimiento sella una etapa difícil de la clase, porque había momentos en que la clase se
hacía insostenible por la culpa de Franti. Esto nos da una lección de que a veces, por más
tolerancia que se tenga , es necesario extirpar a un mal elemento para que el resto de la sociedad
pueda convivir en paz. Aunque luego se le reciba otra vez.
Franti jamás cambiará porque sabe que las súplicas de su madre le defenderá.
“-Hijo mío, sé bueno. Tengan paciencia con él. Muchas gracias, señor Director; ha hecho usted una
gran obra de caridad. Adiós, hijo. Pórtate bien. Buenos días, niños. Gracias, señor maestro; hasta
la vista. Perdonen tanta molestia. ¡Soy una madre...!
Y dirigiendo desde el umbral una mirada más de súplica a su hijo, se fue, recogiendo el chal que le