
APERTURA
DEL
SEMINARIO
Desde
el
punto
de vista cientificista,
Freud
pareció entonces
coincidir con
el
más arcaico pensar: leer algo en los sueños.
Retornó
luego a la explicación causal. Pero, cuando
se
inter-
preta un sueño, estamos siempre de lleno en
el
sentido. Es la
subjetividad del sujeto, sus deseos, su relación con su medio,
con los otros, con
la
vida misma, lo aquí cuestionado.
Nuestra
tarea, aquí, es re-introducir
el
registro del sentido,
registro éste que debe ser reintegrado a su nivel propio.
Brucke, Ludwig,
Helmholtz,
Du
Bois-Reymond, habían
constituido una especie de pacto de
fe:
todo
se reduce a fuerzas
físicas, las de atracción y las de repulsión.
Cuando
se eligen
estas premisas
no
hay razón alguna para abandonarlas.
Si
Freud
las abandonó, fue
por
haber confiado en otras.
Osó
atribuir
importancia a lo que
le
ocurría a él, a las antinomias de su fil,,
fancia, a sus trastornos neur:óticos, .
ª-.-
sus sueños.
Por
ello,
es
Freud,
para todos nosotros,
un
hombre
situado como todos en
medió de todas las contingencias: la muerte, la mujer,
el
p
-ª'-9
re.
Esto
constituye un retorno a las fuentes que apenas merece
el título de ciencia.
Con
el
psicoanálisis sucede como con
el
arte
del buen cocinero que sabe cómo trinchar
el
animal, cómo sepa-
rar la articulación con la
menor
resistencia.
Se
sabe que existe,
para cada estructura, un
modo
de conceptualización que
le
es
propio.
Mas
como
se
entra así en
el
sendero de las complicacio-
ne
s,
hay quienes
se
atienen a la noción monista de una deduc-
ción del
mundo.
Así,
uno
se
extravía.
Es preciso entender que no disecamos con
un
cuchillo, sino
con conceptos. Los conceptos poseen su orden original de rea-
lidad.
No
surgen de la experiencia humana,
si
así fuera estarían
bien construidos. Las primeras denominaciones surgen de las
palabras mismas, son instrumentos para delinear las cosas.
Tu-
da ciencia, entonces, permanece largo
tiempo
en
la
oscuridad,
e
nr
edada en
el
lenguaje. ·
En
primer
lugar existe un lenguaje ya acabado, del que nos
servimos cual
si
fuese una mala herramienta.
De
vez en cuando
se
producen
vuelcos: del flogisto
al
oxígeno,
por
ejemplo. Pues
Lavoisier contribuye, a la vez, con
el
flogisto y con
el
concepto
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APERTURA
DEL
SEMINARIO
correcto,
el
oxígeno. La raíz de la dificultad estriba en que sólo
pueden
introducirse símbolos, matemáticos u otros, gracias
al
lenguaje cotidiano, pues
es
preciso explicar cómo
se
los va a
utilizar. Estamos pues en cierto nivel del intercambio
humano,
en este caso en
el
nivel del terapeuta. _Freud está allí a pesar de
s
~
de
~
g
A
ción.
Pero, como lo
mostró
J ones,
se
impuso desde
el
..--
inicio la ascesis de no caer en
el
dominio especulativo,
al
que su
naturaleza
le
inclinaba.
Se
sometió a la disciplina de los hechos,
al
laboratorio.
Se
alejó del mal
l~~aje.
Consideremos ahora la noción de
s{i'jeto.
Cuando
se
la in-
troduce, se introduce
el
sí
mismo. El
hombre
que les habla
es
un
hombre
como los demás: hace uso del mal lenguaje. El sí
mismo está entonces cuestionado.
Así,
Freud
sabe desde
el
comienzo que sól
q_
sj
se
analiza
progresa
~
n
-
cl..a..!!álisis
d
~
los
neuróticos. La importancia cre-
ciente actualmente atribuida a la contratransferencia implica
el
reg mQcimiento de que, en
el
análisis, no sólo está
el
paciente.
Hay
dos; y no solamente dos.
1
Fenomenológicamente, la situación analítica
es
una estruc-
tura,
es
decir que sólo gracias a
eHa
son aislables, separables,
ciertos fenómenos. Es
otra
estructura,
la
de la subjetividad, la
que
c:rea
en los
hombr
es la idea de gue
12ue<ien
comprenderse a .
~
.
sí
mismos.
Ser neurótico puede pues ser útil para
lle~
a ser un buen
psicoanalista, y
al
comienzo, esto
le
sirvió a
F
~¿_:
Proauci
mos sentido, contra-sentido, sin-sentido,
como
Müñs-i~ur
J
ourdain
su prosa.
Aún
hacía falta encontrar allí los lineamien-
tos de
la
estructura. También J ung, maravillándose, re-descubre
en los símbolos de los sueños y de las religiones, ciertos arque-
tipos
propios
de la especie humana. Esta también
es
una estruc-
tura;
pero
distinta a la estructura analítica. .
Freud
introdujo
el determinismo peculiar de esta estructu-
ra.
De
allí la ambigüedad presente
por
doquier en su obra. ¿El
sueño,
por
ejemplo,
·es
deseo o reconocimiento del deseo? O
más aún,
el
ego es,
por
un
lado,
un
huevo vacío diferenciado en
su superficie
por
el
contacto con
el
mundo
de la percepción,
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