
función de vigilancia y seguridad nos conducirá, más tarde, al superyó. Freud apoya su
demostración en un ejemplo extraído de las psicosis, el síndrome de influencia, donde
dice, esa instancia es particularmente visible. Antes de hablar de síndrome de
influencia aclara que, si una instancia tal existe, no podemos descubrirla, sino
suponerla como tal. Me parece muy importante que, en esta primera forma de
introducir el superyó, Freud diga que esta instancia no existe, que no se la descubrirá,
que sólo puede suponérsela. Añade que lo que llamamos nuestra conciencia cumple
esta función. Los enfermos de este tipo se quejan de estar vigilados, de oír voces, de
que se conoce su pensamiento, de que se los observa. Tienen razón dice Freud, esta
queja está perfectamente justificada y corresponde a la verdad. En todos nosotros, y
dentro de la vida normal, existe realmente tal poder.
Sin embargo no es exactamente en ese sentido. Freud dice que si una instancia tal
existe, no es posible que sea algo que aún no hayamos descubierto. Los ejemplos que
elige muestran que la identifica con la censura. Vuelve a encontrar esta instancia en el
delirio de influencia, donde se confunde con el que ordena los actos del sujeto. Le
reconoce luego en lo que se define como el fenómeno funcional de Silberer. Según
Silberer, la percepción interna por parte del sujeto de sus propios estados, de sus
mecanismos mentales en tanto funciones, en el momento en que se desliza en el
sueño, jugaría un rol funcional. El sueño daría de esa percepción una transposición
simbólica, entiéndase aquí simbólico simplemente en el sentido de representando por
imágenes. Vemos aquí una forma espontánea de desdoblamiento del sujeto. Freud
siempre conservó ante esta concepción de Silberer una actitud ambigua, diciendo a la
vez que este fenómeno es muy importante, y que no obstante es secundario respecto
a la manifestación del deseo en el sueño. Esta vigilancia del yo que
Freud destaca presente en el sueño, es el guardián del dormir, situado como al
margen de la actividad del sueño y muy a menudo listo, también él, a las instancias
que Freud presenta aquí con el título de censura, una instancia que habla, es decir
una instancia simbólica.
El desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una
intensa tendencia a reconquistarlo. Este alejamiento sucede mediante el
desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo (traducción española: yo ideal)
impuesto desde el exterior, y la satisfacción es proporcionada por el cumplimiento de
este idea.
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