LACAN, J. - EL ESTADÍO DEL ESPEJO COMO
FORMADOR DE LA FUNCIÓN DEL YO (JE) TAL COMO SE
NOS REVELA EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA
La concepción del estadio del espejo que introduje en nuestro último congreso,
hace trece años, por haber más o menos pasado desde entonces al uso del grupo
francés, no me pareció indigna de ser recordada a la atención de ustedes: hoy
especialmente en razón de las luces que aporta sobre la función del yo [je] en la
experiencia que de él nos da el psicoanálisis.
Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificación en el
sentido pleno que el análisis da a éste término: a saber, la transformación producida en el
sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinación a este efecto de fase está
suficientemente indicada por el uso, en la teoría, del término antiguo imago.
Esta forma por lo demás debería más bien designarse como yo-ideal, si
quisiéramos hacerla entrar en un registro conocido, en el sentido de que será también el
tronco de las identificaciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal
reconocemos bajo ese término. De igual manera, el paso, en la estirpe, del grillo peregrino
de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene exponiendo al individuo, en cierto
estadio, a la acción exclusivamente visual de una imagen similar, con tal de que esté
animada de movimientos de un estilo suficientemente cercano al de los que son propios
de su especie. Y estas reflexiones nos incitan a reconocer en la captación espacial que
manifiesta el estadio del espejo el efecto en el hombre, premanente incluso a esa
dialéctica, de una insuficiencia orgánica de su realidad natural, si es que atribuimos algún
sentido al término "naturaleza".
La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular
de la función de la imago, que es establecer, una relación del organismo con su realidad
o, como se ha dicho, Innenwelt con el Umwelt.
Pero esta relación con la naturaleza está alterada en el hombre por cierta
dehiscencia del organismo en su seno, por una Discordia primordial que traicionan los
signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales.
Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta
decisivamente en historia la formación del individuo: el estadio del espejo es un drama
cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto,
presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán
desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica
de su totaIidad, y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante, que va a
marcar con su estructura gida todo su desarrollo mental. Pero esa forma se muestra
tangible en el plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la anatomía
fantasiosa, manifiesta en los ntomas de escisión esquizoide o de espasmo, de la
histeria.
Pero, de edificar sobre estos únicos datos subjetivos, y por poco que los
emancipemos de la condición de experiencia que hace. teóricas quedarían expuestas al
reproche de proyectado en lo impensable de un sujeto absoluto: para eso hemos buscado
en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos objetivos la rejilla directriz
de un método de reducción simbólica.
Este momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación
con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales (valorizado por la escuela
de Charlotte Bühler en los hechos de transitivismo infantil), la dialéctica que desde
entonces liga al yo [je] con situaciones socialmente elaboradas.
A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la medida en que nos
aparta de concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción-conciencia, como
organizado por el "principio de realidad" en que se formula el prejuicio cientificista más
opuesto a la dialéctica del conocimiento, para indicarnos que partamos de la función de
desconocimiento que lo caracteriza en todas las estructuras tan fuertemente articuladas
por la señorita Anna Freud: pues si la Verneinung representa su forma patente, latentes
en su mayor parte quedarán sus efectos mientras no sean iluminados por alguna luz
reflejada en el plano de fatalidad, donde se manifiesta el ello.
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