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LA CIENCIA POLITICA COMO PROFESIÓN
por Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez*
Simplemente, considero que la política es la actuación
pública de pasiones privadas. Incluyendo, sobre todo, acaso, la
pasión amorosa. Pero las pasiones son formas arbitrarias de la
conducta y la política es una disciplina. Amamos con la máxima
libertad que nos es concedida por un universo multitudinario,
incierto, azaroso y necesario a la vez, a la caza del poder,
compitiendo por una parcela de autoridad.
Carlos Fuentes
Introducción
Es frecuente que al llenar un formulario uno de los ítems a completar
sea el de profesión, frente a esto la gente suele poner: abogado, empleado
administrativo, comerciante, químico, docente, y varias otras. Aquellas perso-
nas ligadas en algún sentido a la ciencia política se sienten un poco incómodas
en ese momento, de alguna manera una fuerte duda los invade, y tratándose
de algo muy importante en la vida de cualquier mortal, esta situación se ins-
tala y cuestiona aspectos profundos de su subjetividad. ¿Será la ciencia políti-
ca una profesión? Ese cuestionamiento recorre todo el campo de pertenencia
disciplinar, se instala en sus prácticas, se manifiesta en su enseñanza, se “en-
carna” en las conversaciones, se plantea en textos, da sentido a este artículo.
La ciencia política es una actividad humana, producto y producida
históricamente por sus cultores en diferentes marcos institucionales, en geo-
grafías distantes, en situaciones socio-económicas diversas. Posee una y va-
rias historias que son relatadas desde estos ámbitos en una red de discursos
orientados a trazar el “punto de gravedad” que, por un lado, le otorga espe-
cificidad y, por otro, la vincula a otras prácticas.
* Docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad
de Buenos Aires. E-mail: [email protected]. Docente e investigador de la
Universidad de Buenos Aires e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes.
E-mail: juancruzvazquez@yahoo.com.ar.
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Data 10, Diciembre/2004, ISSN 1515-209X, (págs. 255-304)
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En tanto ciencia pretende arrojar algún tipo de conocimiento especí-
fico y sistemático sobre alguna porción de la realidad social que define como
política, su objeto de estudio. Al ahondar como práctica “las propias prácti-
cas de las personas” se entrelaza en una doble hermenéutica en donde sujeto
y objeto de conocimiento no pueden ser tajantemente separados; situación
que comparte con las otras ciencias sociales y, en parte, con toda reflexión
humana
1
.
Pero la ciencia política es también una vocación, palabra intrínseca-
mente presente en nuestro tema convocante, la profesión –en el idioma ale-
mán, ambas denominadas con la palabra beruf–. Aquí biografía e historia se
conjugan en esta actividad, agentes y estructuras otorgan sentido a esto que
denominaremos ciencia política
2
.
Politólogos, politicólogos, cientistas políticos, científicos de la políti-
ca y varias otras denominaciones posibles encontrarán reflejo de parte de sus
actividades en este trabajo que intenta expresar algunas de las “cosas” que
diariamente los convoca en las horas que las personas dedicamos a aquello
que llamamos “nuestro trabajo”.
1
Coincidimos con Anthony Giddens (1987: 15) al señalar: “el deseo de establecer una
ciencia natural de la sociedad poseedora de la misma especie de estructura lógica y que
persiga los mismos logros que las ciencias de la naturaleza probablemente subsiste, en
el mundo de habla inglesa por lo menos, como el punto de vista dominante. Por
supuesto, muchos de los que aceptan este criterio han abandonado, por varias razones,
la creencia de que las ciencias sociales podrán igualar en el futuro cercano la precisión y
el alcance explicativo de las naturales, aun de las menos avanzadas. Sin embargo, es
bastante común cierto anhelo de que aparezca un Newton de las ciencias sociales, aun
cuando hoy probablemente son muchos más los escépticos que quienes siguen
acariciando esa esperanza. Aquellos que todavía se aferran a la esperanza de la llegada de
un Newton no solamente aguardan un tren que no arribará, sino que se equivocaron
totalmente de estación”.
2
Al hablarnos de la relación entre el trabajo intelectual y la historia C. Wright Mills
(1985: 235) aconsejaba: “mantened siempre abiertos los ojos a la imagen del hombre
–a la noción genérica de su naturaleza humana– que dais por supuesta con vuestro
trabajo; y lo mismo a la imagen de la historia –a vuestra idea de cómo se está haciendo
la historia–. En una palabra, trabajad y revisad constantemente vuestras opiniones
sobre los problemas de la historia, los problemas de la biografía y los problemas de la
estructura social en que se cortan la biografía y la historia. Mantened los ojos abiertos a
las diversidades de la individualidad y a los modos como ocurren en cada época los
cambios. Emplead lo que veis y lo que imagináis como guías para vuestro estudio de la
diversidad humana”.
Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez
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I. ¿Qué es la ciencia política?
Gran parte de los estudiosos de la ciencia política destacan la dificultad
de datar su nacimiento. Esta no es una cuestión menor sino que obedece a las
diferentes concepciones que, especialmente sobre la ciencia y el conocimien-
to, tienen las diferentes comunidades científicas. Este no es un dato menor en
materia de ciencia política ya que estamos hablando de siglos de historia
3
. Lo
cierto es que aquellos que han sostenido durante el siglo XX una teoría del
conocimiento orientada por las variantes del neopositivismo o del racionalismo
crítico tienden a ser estrictos en cuestiones de método científico y sólo le
conceden el status de ciencia a las actividades orientadas por el modelo que las
ciencias naturales han ido construyendo en la modernidad, más específicamente
desde fines del siglo XIX
4
. Aquí la ciencia política guarda su origen hacia fines
del siglo XIX y comienzos del XX. Por otro lado, los cultores de orientaciones
más historicistas, filósofos políticos y algunas vertientes posempíricas (Brown
1994) no consideran la cuestión metodológica con la misma relevancia y si-
túan el nacimiento de la ciencia política en los umbrales de la civilización
occidental, con la reflexión sobre la polis griega.
Desde otro punto de vista podemos indagar los aspectos constituti-
vos de una disciplina como la conformación de comunidades científicas y la
aparición de prácticas profesionales propias de este campo con cierto grado
de reconocimiento por el resto de la sociedad. Es aquí donde podemos ha-
blar del establecimiento de un “campo intelectual” propio de una ciencia
5
.
Este proceso histórico se va consolidando hacia fines del siglo XIX tanto en
Europa como, en mayor medida, en Estados Unidos.
3
Gianfranco Pasquino (1996: 16) sostiene al respecto: “el problema que se plantea con
mayor claridad al que intenta reconstruir la evolución de la ciencia política consiste en
la fijación de una fecha precisa, de un giro, en aceptar un momento antes del cual la
política se estudiara con métodos ‘pre-científicos’ y a partir del cual prevaleciera el uso
del método científico y fuera éste un elemento discriminante. El riesgo de una operación
así es grande. Implica no sólo devaluar las aportaciones de todos los estudiosos de la
larga fase precientífica, sino también atribuir un valor seguramente excesivo a los
análisis de los contemporáneos (nuestros y del método científico), amén de las
controversias generadas por la misma definición de método científico”.
4
Tanto para el Círculo de Viena como para el racionalismo crítico de Karl Popper
(1994: 33-38) es fundamental trazar un claro “criterio de demarcación” entre la ciencia
y la no ciencia.
5
El concepto de “campo intelectual” ha sido definido por Pierre Bourdieu (2003: 13-
14) de la siguiente forma: “para dar su objeto propio a la sociología de la creación
La ciencia politica como profesión
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Al abordar la definición de ciencia política intentaremos desagregar
el término para ahondar en cada una de las dos palabras que lo conforman,
dejando en claro qué se entiende por “ciencia”, y qué características tiene el
objeto de estudio de esta ciencia: la “política”; y, por último analizar la
conformación de su campo disciplinar específico.
I.1 ¿Qué se entiende por “ciencia”?
La ciencia es una actividad humana cuya finalidad es la producción de
conocimiento. Se presenta como explicativa de los fenómenos que estudia,
pero a través de esa explicación busca, muchas veces, predecir cuándo y bajo
qué condiciones volverán a ocurrir. A través de la explicación la ciencia busca
realizar generalizaciones sobre determinados fenómenos para lograr leyes que
indican bajo qué factores o circunstancias ocurrirán de nuevo
6
. De esta mane-
intelectual y para establecer, al mismo tiempo, sus límites, es preciso percibir y plantear
que la relación que un creador sostiene con su obra y por ello, la obra misma, se
encuentran afectadas por el sistema de las relaciones sociales en las cuales se realiza la
creación como acto de comunicación o, con más precisión, por la posición del creador
en la estructura del campo intelectual –la cual, a su vez, es función, al menos en parte,
de la obra pasada y de la acogida que ha tenido–. Irreductible a un simple agregado de
agentes aislados, a un conjunto de adiciones de elementos simplemente yuxtapuestos,
el campo intelectual, a la manera de un campo magnético, constituye un sistema de
líneas de fuerza: esto es, los agentes o sistemas de agentes que forman parte de él
pueden describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole
su estructura específica en un momento dado del tiempo. Por otra parte, cada uno de
ellos está determinado por su pertenencia a este campo: en efecto, debe a la posición
particular que ocupa en él, propiedades de posición irreductibles a las propiedades en el
campo cultural, como sistema de relaciones entre los temas y los problemas y por ello, un
tipo determinado de inconsciente cultural, al mismo tiempo que está intrínsecamente
dotado de lo que se llamará un peso funcional, porque su “masa” propia, es decir, su
poder –o mejor dicho, su autoridad– en el campo, no puede definirse
independientemente de su posición en él”.
6
Como ya hemos señalado el neopositivismo lógico ha tratado claramente esta concepción
de la ciencia estudiando principalmente su estructura y la forma en la que se construyen
los conceptos y corroboran las teorías; claro está siguiendo como modelo el desarrollo
de las ciencias naturales y especialmente la física. Para la concepción de las teorías y su
falsabilidad una obra fundamental es La Lógica de la Investigación Científica de Popper
(1994: 57-69 y 75-89); y Filosofía de la ciencia naturual de Hempel (1991: 76-103
y 107-110).
Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez
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ra, puede esbozarse un concepto de ciencia concibiéndola como la actividad
humana cuyo objetivo es la producción de conocimientos mediante el empleo
de ciertos métodos con un alto grado de rigor y sistematicidad, llevada a cabo
en diferentes ámbitos por personas que se consideran científicos y forman
parte de comunidades que difunden sus actividades compartiendo, en mayor
o menor medida, los criterios metodológicos por medio de los cuales se han
producido esos conocimientos. No hay que olvidar, ya cerrando esta defini-
ción, que al igual que cualquier otra actividad humana, la ciencia es una prác-
tica histórica y cambiante, inmersa con otras actividades en una dinámica
social más amplia que la sujeta a cuestiones políticas, culturales, sociales y
económicas. Esto no debe ser visto como algo negativo, sino como una carac-
terística propia del quehacer humano
7
.
En suma, si se tuviera que graficar lo expuesto hasta aquí, de manera
de retener la imagen antes de seguir adelante, se obtendría el siguiente es-
quema:
CUADRO 1
El flujo científico
7
E. Mendelsohn sostiene: “la ciencia es una actividad de seres humanos que actúan e
interactúan, y por tanto una actividad social. Su conocimiento, sus afirmaciones, sus
técnicas han sido creados por seres humanos y desarrollados, alimentados y compartidos
entre grupos de seres humanos. Por tanto el conocimiento científico es esencialmente
conocimiento social. Como una actividad social, la ciencia es claramente un producto
de una historia y de un proceso que ocurre en el tiempo y en el espacio y que involucra
actores humanos. Estos actores tienen vidas no sólo dentro de la ciencia, sino en
sociedades más amplias de las cuales son miembros” (Olivé 1985: 21).
La ciencia politica como profesión
Porción de realidad
Estudia con
un método
Válido.
Comunidad
científica
Nueva teoría explicativa
Perspectiva ideológica / Paradigmas de conocimiento
Tiempo:
Historia
“Realidad”
Significativa
ycompleja
Disciplina científica
Científicos
Influyen
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Ahora bien, se ha dado una definición general de “ciencia”, pero lo
cierto es que hasta aquí se ha tratado dicho concepto con un ejemplo de la
física, correspondiéndose con la idea que en general se tiene de la ciencia: un
grupo de hombres con guardapolvos blancos en un laboratorio que hacen
pruebas, realizan anotaciones sobre sus experimentos y observan células a
través de un microscopio.
Esta imagen se hace recurrente porque está generalizada la asociación
del término “ciencia” con la metodología y el status de validez que proviene
de las ciencias naturales como la química, la física, la biología y la geología
(entre otras), en desmedro de los estudios que llevan adelante las ciencias
sociales, humanas o antropo-sociales como la sociología, la economía o la
misma ciencia política. Así, las primeras son conocidas como las “ciencias
duras”: rigurosas, precisas, confiables; mientras que las segundas son deno-
minadas ciencias “blandas”: creadoras de leyes dudosas, sin mucha exacti-
tud, y fuentes de generalizaciones con el mote de habladurías sin rigor ni
seriedad. Esta injusta distinción, peyorativa hacia las ciencias sociales, tiene
su núcleo principal en el objeto de estudio de cada uno de estos grupos
8
. Y
es que las ciencias sociales estudian el hombre y sus comportamientos en
relación con otros hombres en el marco social (sociología), en el seno de su
cultura (antropología), con relación a los recursos de su subsistencia (econo-
8
Es interesante cómo muchos sectores vinculados con el desarrollo del conocimiento
no consideran “científico” a los estudios de ciencia política. David Marsh y Gerry
Stoker (1997: 15) lo ilustran de la siguiente forma: “los británicos nunca se han
sentido cómodos al utilizar el término ‘ciencia política’. La London School of
Economics (LSE) se inauguró en Londres en 1895 con el fin de enseñar economía y
ciencia política. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, las universidades británicas se
han ido apartando de esta nomenclatura y han preferido utilizar denominaciones
como ‘gobierno’, ‘política’, ‘teoría e instituciones políticas’ y ‘política y relaciones
internacionales’. El Reino Unido tiene una Political Studies Association (Asociación
de Estudios Políticos) y no una American Political Science Association (Asociación
Norteamericana de Ciencia Política). Los escrúpulos que suscita el uso de la palabra
ciencia’ reflejan sin duda la posición especial que las ciencias naturales reclaman para
sí y el desprecio por las ciencias sociales que a veces han expresado políticos de
renombre. La muestra más lamentable de la poca estima que algunos políticos tienen
por las ciencias sociales la proporcionó el desaparecido Sir Keith Joseph al insistir en
que el Social Science Research Council (Consejo para la Investigación en Ciencias
Sociales del Reino Unido), la fuente principal de recursos públicos para la
investigación, fuera rebautizado como Economic and Social Research Council, ESRC
(Consejo para la Investigación Económica y Social)”.
Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez
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mía) y en relación al poder y la organización jerárquica de decisión colectiva
de una sociedad (ciencia política)
9
.
El tema es que no se puede trasladar la sociedad a un compartimiento de
cristal para observarla en un microscopio, como no se puede aislar a un grupo de
hombres o una cultura en un laboratorio, ni se puede pretender hacer una ley
social que perdure para siempre mientras la historia, las costumbres, las relacio-
nes y las creencias van cambiando a través del tiempo. Es más, se puede añadir
otro elemento a la ecuación: no sólo es complejo el objeto de estudio de las
ciencias sociales –el hombre– sino también el hecho que quien estudia al hom-
bre es otro hombre, lo que trae aparejada la controversia respecto a la imparcia-
lidad y asepsia de los estudios en ciencias sociales (Schuster 2000: 31).
Una ilustración puede ayudar a propósito de lo complejo del estudio
en ciencias sociales: algunas tribus de la cuenca del Amazonas realizan el
rito de iniciación de los jóvenes cada luna llena, cuando sus dioses dan luz a
la selva para ver cazar a los nuevos hombres. Los adolescentes deben realizar
una danza alrededor del fuego para ahuyentar sus fantasmas, mientras el
shamman los sigue con la mirada y prepara una pócima con hierbas. Los
jóvenes tomarán esa pócima que les llenará de valor, recibirán la bendición
del brujo y se internarán en lo oscuro impenetrable armados sólo con un
cuchillo y una lanza. Tienen cinco lunas para volver a la aldea, trayendo
cada uno de ellos la piel de un animal feroz. Sólo así probarán que han
dejado de ser niños y se convirtieron en hombres (…) sólo así podrán tomar
una esposa, formar una familia y ocupar un rol activo dentro de la tribu
10
.
El desafío que tienen las ciencias sociales es el de introducirse en ese “mun-
9
Como sostienen David Marsh y Gerry Stoker (1997: 15-16): “por encima de todo, la
disciplina de la ciencia política descansa en el principio de que todo conocimiento es
público y cuestionable. No hay verdades ocultas ni infalibles portadores de la verdad.
La ciencia política exige a los que la practican que aporten argumentos y datos que
puedan convencer a otros. (...) La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto
implica definiciones claras y precisas tanto de los conceptos principales como de sus
correctas derivaciones. Los argumentos deben construirse evitando la incoherencia y la
imprecisión. También hay que asegurarse de que los datos presentados para respaldar
una afirmación sean realmente adecuados. Como se mostrará más adelante, los diferentes
enfoques de la ciencia política hacen hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno
de ellos afirma que éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se
basan frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos se ilustran con
ejemplos prácticos”.
10
Una crítica desde el neopositivismo lógico a la supuesta diferencia en los modelos de
explicación de las ciencias naturales y sociales puede verse en Nagel (1991: 453-492).
La ciencia politica como profesión
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do específico” y tratar de comprenderlo en su totalidad y funcionamiento:
captar el sentido que los actores le otorgan a sus actos”. En esta búsqueda,
se debe superar el aspecto individual de la conducta (cada uno de los adoles-
centes iniciados) para indagar y explicar la dimensión colectiva e histórica
(el rito de iniciación y la simbología en sus pasos) de los actos de un grupo
de hombres. Mientras se lee el ejemplo de arriba, puede pasar por la mente
del que lo hace toda una serie de cuestionamientos y prejuicios: “qué insen-
sato probar su hombría de esa manera”, “¿por qué los padres arriesgan a sus
hijos en ese rito (…) no los quieren?”, “¿qué lleva a los jóvenes a cometer la
locura de intentar matar un león?” Todos estos (y tantos otros) son los jui-
cios que pueden surgir del investigador (un ciudadano occidental común y
corriente) y que debe tratar de controlar si no quiere “contaminar” su estu-
dio. Los métodos para indagar ese mundo específico no se limitan a la ob-
servación: no se les puede solicitar a los nativos que repitan el rito porque no
se anotó algo (como un físico tiraría la piedra mil veces), tampoco se le
puede pedir una explicación porque muchas veces el idioma suele ser una
barrera (mientras que las piedras no hablan), y aun con una explicación
habría estructuras y comportamientos sociales que trasvasarían el rito siendo
imperceptibles para los mismos miembros de la tribu. ¿Quiénes son sus dio-
ses? ¿De dónde provienen? ¿Por qué luna llena y cinco días para la prueba?
¿Qué implicancia tiene la danza? ¿Por qué el animal a cazar debe ser peligroso?
Aun explicado todo este rito, el mismo podría ir cambiando con el paso del
tiempo, y entonces la explicación de la teoría social sobre esa tribu quedaría
obsoleta
11
, mientras que la piedra no cambiaría su comportamiento: a lo sumo
cambiaría su forma o tamaño por la erosión del viento o el agua hasta desapa-
recer. Como se ve: el grupo de sujetos al que se estudia, el sujeto que los
estudia, y el método de estudio que se requiere hacen de las ciencias sociales
algo distinto que las apodadas ciencias “duras” (D‘Alessandro 1999).
Recapitulando podemos sostener que la ciencia constituye una actividad
humana, y por lo tanto es una construcción colectiva, histórica y condicionada
por múltiples factores; con consecuencias deseadas y no deseadas
12
. Como cons-
trucción social la ciencia produce “conocimientos” que pretenden poseer algún
11
Ruth Sautu (1998: 181) caracteriza la investigación en ciencias sociales de la siguiente
manera: “la investigación social es una forma de conocimiento que se caracteriza por la
construcción de evidencia empírica elaborada a partir de la teoría aplicando reglas de
procedimiento explícitas. En su contenido la investigación es temporal-histórica, es
acotada y acumulativa, está sujeta a inexactitudes y, por lo tanto, es parcial o totalmente
refutable”.
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grado de valor cognitivo. Como toda labor humana, es simbólica y necesaria-
mente comunicable. Vistas hacia su interior los diversos grupos de científicos
agrupados institucionalmente establecen formas de hacer posible esa comuni-
cación elaborando muchas veces lenguajes específicos con pretensión de riguro-
sidad y alto grado de formalización. Jornadas, congresos, revistas especializadas,
libros, productos de aplicación tecnológica, constituyen los objetos en los cuales
se plasman y comunican lo que producen las comunidades científicas.
I.2 Los conceptos de “política” y lo “político” desde la historia
Uno de los rasgos comunes a las ciencias sociales, reiteradamente se-
ñalado en el caso de la ciencia política, es la constitución inacabada de un
mainstream: un cuerpo de definiciones consensuadas por los integrantes de
12
“Se entiende a las ciencias como prácticas sociales en activo; por consiguiente, están
sujetas al impacto de factores económicos, políticos e ideológicos, tanto como cualquier
práctica social. Una peculiaridad de las prácticas científicas es que producen discursos
cuya pretensión de conocimiento cree tener un estatus especial, en cuanto es científico.
En esta medida, la pregunta ¿qué es conocimiento científico? sólo puede contestarse
tomando en cuenta el lugar de las prácticas científicas presentes en una determinada
sociedad, es decir, sus relaciones con las prácticas económicas, políticas, etc. (...)
Indudablemente, empero, no es esto todo lo que debe tomarse en consideración. Las
prácticas científicas tienen peculiaridades que permiten identificarlas como científicas.
Estas peculiaridades no se refieren sólo a la estructura de las prácticas mismas, sino que
son propias también de sus productos. Estos productos son conocimientos. Sin embargo,
la pregunta acerca de la manera en que llegan a ser aceptados como científicos, sólo
puede contestarse tomando en consideración una serie de factores sociales, entre los
que cabe mencionar la división del trabajo (manual-intelectual), la estructura de poder
dentro de las instituciones académicas (trabajo intelectual), el lugar que ocupan las
instituciones académicas en la estructura de poder de la sociedad en la que están
inmersas, las formas en que determinadas concepciones se vuelven dominantes y son
impuestas a través de la propaganda (conferencias públicas, revistas, medios masivos
de comunicación) y así sucesivamente” (Olivé 1985: 17). “Aun cuando suscriba dicha
clase de crítica, esta obra supone también que existen conocimientos objetivos de
objetos reales, a diferencia de las creencias meramente subjetivas. Supone también
como verdad que nosotros, sujetos que vivimos en medio de redes de relaciones sociales,
sólo llegamos a conocer la realidad, natural y social, en función de nuestros sistemas de
conceptos determinados históricamente, y también que las teorías científicas están
restringidas a una trama conceptual, histórica y socialmente determinada. No hay
conocimiento fuera de los sistemas conceptuales, y éstos varían a lo largo de la historia
y en cada una de las sociedades” (Olivé 1985: 19).
La ciencia politica como profesión
264
la comunidad científica. De este modo, el concepto política y político po-
drían ser abordados de numerosas maneras (y recurriendo a diversos auto-
res), resaltando en cada una de ellas una u otra dimensión del término. Sin
embargo, y habiendo advertido al lector de las aristas que poseen éste y
otros conceptos en ciencias sociales, se recurrirá en el presente escrito a un
breve derrotero histórico del término hasta “acorralarlo” en su especificidad
(como si fuera una presa) para así intentar lograr una definición general
13
.
Como hemos sostenido, fechar el inicio de la ciencia política es una cues-
tión controvertida y que obedece a posiciones teóricas divergentes. La reflexión
sobre la vida comunitaria y sus modos de regulación escapa al propio desarrollo
del pensamiento occidental. El Código de Hamurabi de los sumerios, El Libro de
los Muertos del Antiguo Egipto, las propias enseñanzas del Antiguo Testamento,
El Arte de la Guerra de Sun Tzu y otros tratados son ejemplos de estos
cuestionamientos desde los confines más remotos de la Antigüedad. Originaria-
mente, la palabra política remite a la antigua Grecia donde se erigían las deno-
minadas polis, también conocidas como ciudades-Estado. En estas organizacio-
nes políticas el ciudadano griego vivía en y para la polis, siendo el bien y el
desarrollo de ésta última la finalidad de su vida
14
. ¿Exagerado? Puede parecerlo,
13
En este derrotero de la reflexión occidental sobre la política podemos encontrar
continuidad y cambio” como bien señala Sheldon Wolin (1993: 13): “si pasamos
ahora al objeto de la filosofía política, aun el más superficial examen de las obras
maestras de la literatura política nos revelará la continua reaparición de ciertos temas
problemáticos. Podrían exponerse muchos ejemplos, pero bastará mencionar unos
pocos, tales como las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados, la índole de
la autoridad, los problemas planteados por el conflicto social, la jerarquía de ciertos
fines o propósitos como objetivos de la acción política, y el conocimiento político. Si
bien los filósofos políticos no se han interesado en igual medida por todos estos
problemas, se ha establecido, en cuanto a la identidad de los problemas, un consenso
que justifica la creencia de que estas preocupaciones han sido permanentes. Y la
circunstancia de que los filósofos políticos hayan disentido, a menudo violentamente,
respecto de las soluciones, no desmiente que haya un objeto común de estudio”.
14
Como señala Norberto Bobbio en el vocablo “política” del célebre Diccionario de
política: “derivado del adjetivo de polis (politikós) que significa todo lo que se refiere a
la ciudad, y en consecuecia ciudadano, civil, público, y también sociable y social, el
término p. ha sido trasmitido por influjo de la gran obra de Aristóteles titulada Política,
que debe ser considerada como el primer tratado sobre la naturaleza, funciones, las
divisiones del estado y sobre las varias formas de gobierno, predominantemente en el
significado de arte o ciencia del gobierno, es decir de reflexión, sin importar si con
intenciones meramente descriptivas o incluso prescriptivas (pero los dos aspectos son
de difícil distinción) sobre las cosas de la ciudad” (Bobbio 1982b: 1240).
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pero en la visión griega del mundo conocido hasta ese momento Grecia consti-
tuía el máximo logro de civilización y cultura del hombre, siendo los demás
pueblos bárbaros. Era tal el aislacionismo imperante y tal el redentor que veían
los propios ciudadanos en aquellas polis, que el peor castigo para un ciudadano
griego era el ostracismo (exilio) y no la muerte
15
. Es importante destacar estos
rasgos porque sólo así se entiende que el vivir político de los ciudadanos era total,
no había separación tajante de ámbitos públicos y privados: la política abarcaba
toda la vida del hombre, no una porción de ella. Este significado cambia con la
preponderancia que comienza a tener Roma, y desaparece totalmente cuando
sucumbe Grecia. El gran imperio romano traería a Occidente el Derecho y éste
permanecería tras su caída como un legado para la posteridad. La Edad Media
haría su aparición en las líneas históricas y con su advenimiento cesarían ciertos
procesos sociales para dar lugar a otros: la religión sería el epicentro de significa-
dos y poder, y la divinidad explicaría los fenómenos que rodeaban al hombre,
acallando la herejía del cuestionamiento.
Es a partir del Renacimiento que lo político tratará de redefinirse por
fuera de la subordinación que en el medioevo había tenido a las cuestiones
teológicas. Y lo haría de la mano de Maquiavelo cuando éste, en su libro El
príncipe, separa la actividad política de la religión (hasta el momento muy
ligadas por el poder eclesiástico en la Edad Media) al secularizar el Estado,
arguyendo que la primera nada tenía que ver con la moral o los valores, sino
con el logro y retención del poder
16
. De esta manera volvía a resurgir en la
terminología la palabra política, y la acompañaban los movimientos sociales e
históricos que darían origen al Estado moderno
17
y al pensamiento político
15
En el libro Apología de Sócrates, Platón describe cómo su maestro cautivo rechaza los
ofrecimientos de ayuda para el escape de la cárcel y decide morir tomando la cicuta
(veneno) cumpliendo su (injusta) condena pero respetando con su muerte las leyes
griegas que le permitieron crecer y desarrollarse en la polis.
16
De Maquiavelo parte la idea de que el fin (conseguir y retener poder) justifica los
medios, cuando argumenta “procure pues el príncipe ganar y conservar el estado: los
medios serán siempre juzgados honorables” (Maquiavelo 1993: 73), frase que se cruza
directamente con la acepción de ética de la responsabilidad de Max Weber (1985).
17
Con el pensamiento del ilustre florentino se comienzan a desplegar los atributos que
permitirán establecer la constitución del “campo intelectual” propio de la ciencia política.
Sus aportes se orientan a: 1) la identificación del Estado moderno como centro de la
política; 2) El estudio de la relaciones de poder y la concentración de éstas en torno a
la conquista y mantenimiento del Estado; 3) las capacidades de los actores políticos
para adecuar sus recursos de acuerdo a ciertas condiciones, otorgándole a la actividad
política un carácter estratégico, y 4) la introducción del azar en la actividad política.
La ciencia politica como profesión
266
sobre su legitimidad. Hacía también ebullición el republicanismo (ya conoci-
do desde la antigua Roma pero ahora con otros significados) y la premisa de
que había una “cosa pública” (res pública) que atañe a los hombres y no a Dios
(Skinner 1985).
Pero el absolutismo que iba adquiriendo lo político se vio acotado
cuando el iusnaturalismo impuso una diferenciación en el alcance de toda
decisión política. Y es que en virtud del liberalismo clásico se separa a la
política de la sociedad (como ámbito específico), que en Grecia como en el
Estado absolutista se encontraban entremezcladas, para dar nacimiento a la
dicotomía público-privado: sólo en la primera de estas esferas tendría inge-
rencia directa la decisión política, pero en la segunda (donde se situó la
economía) la predominancia no sería del colectivo sino del individuo.
Un último proceso bidimensional se daría aún: durante los siglos
XIX y XX, la política sería separada del derecho (aquel que imperaba desde
el advenimiento romano y que prevalecía en la arena política desde los par-
lamentos y congresos), delimitando aún más su esfera de autonomía. Por
otro lado, en esta misma época la política sería claramente distinguida de la
sociología cuando se le atribuye a la primera una verticalidad (en la toma de
decisiones y su acatamiento) que la segunda no detenta: de esta manera la
sociología no absorbe a la política dentro de su esfera de indagación dado
que su perspectiva horizontal no logra explicar acabadamente los fenómenos
de asimetría que suscita el poder (como los regímenes dictatoriales).
Desde ese entonces y hasta la actualidad el debate y las pujas políticas
–tanto a nivel interno como internacional– estuvieron siempre presentes
18
.
Así, la política se torna una actividad ligada al uso del poder y su retención,
centrada en la decisión con efectos colectivos, separada de la religión, separada
de la sociedad en su esfera privada y poseedora de rasgos y espacios propios.
Dentro de éste se encuentran unidades políticas (organizaciones como la polis
o el Estado moderno) estructuras (instituciones políticas dentro de las unida-
des políticas), cierta organización (jerarquías y reglas), consensos colectivos
sobre la adquisición y los límites del poder (legitimidad y medios de acceso a
18
Algunos de los postulados utilizados en esta reseña histórica fueron extraídos del
desarrollo que efectúa Sartori sobre la autonomía del término “política”, en la que
expresa: “(…) se pueden mantener a este respecto cuatro tesis: primero, que la política
sea distinta; segundo, que la política sea independiente, es decir, que siga sus propias
leyes, planteándose, literalmente, como sus leyes propias; tercero, que la política sea
autosuficiente, es decir, que sea autárquica en el sentido que se baste para explicarse a sí
misma; cuarto, que la política sea una causa primera, una causa que genera no sólo a la
misma política, sino también, dada su supremacía, a todo el resto” (Sartori 1992: 209).
Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez
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Data 10,
267
cargos de decisión) y los actores que se mueven dentro de sus términos (los
que mandan y obedecen).
I.3 El desarrollo de la ciencia política
a partir de fines del siglo XIX hasta la década de los 70
De la mano de Saint-Simon y Augusto Comte, el nacimiento de la
sociología intentará darle un carácter “científico” a las especulaciones metafísi-
cas de la Ilustración. Es aquí donde se intenta perfilar una ciencia social basa-
da en los cánones de las ciencias naturales, pero con una gran capacidad de
transformación social. La “contra-ilustración”, de aristas muy diversas, permi-
tirá una reflexión que sentará las bases de las tradiciones más historicistas y
hermenéuticas que repercutirán en la conformación del pensamiento socioló-
gico anti-positivista (Berlin 1994).
Pero ¿cuándo podemos comenzar a hablar de un campo específico tan-
to intelectual como profesional de la ciencia política? Durante el siglo XIX las
reflexiones de la filosofía política y social comienzan a intentar establecer dife-
rentes ciencias sociales. Como ya mencionamos, Comte, Saint-Simon y luego
Spencer pretenden constituir áreas de conocimiento con un “centro de grave-
dad” propio, reclamando el status de ciencias. Ya a fines del siglo los trabajos
de Emile Durkheim en Francia y Max Weber en Alemania permitirán la con-
solidación de la sociología tal como la conocemos hoy en día. Por otra parte,
desde la creación de la Universidad Libre de Berlín en 1911, las instituciones
universitarias comienzan a adquirir claros objetivos en el desarrollo del cono-
cimiento y no en meros centros de reproducción de conocimientos pasados.
En lo que respecta a la ciencia política se comienzan a crear cátedras de
estudios políticos, centros de investigaciones y, principalmente, se constitu-
yen comunidades de profesionales que “trabajan” de politólogos. Esta con-
densación de actividades permite la realización de investigaciones empíricas
con la posterior publicación de libros, creación de revistas y un fuerte inter-
cambio de conocimientos. Estas situaciones se dan preferentemente, en sus
comienzos, en el mundo aglosajón. En el siguiente cuadro podemos observar
gráficamente los elementos que confluyen en la conformación de la ciencia
política
19
en “sentido estricto”:
19
Como sostiene Norberto Bobbio (1982a: 255): “la expresión ‘c.p.’ puede ser usada en
un sentido amplio y no técnico para denotar cualquier estudio de los fenómenos y de
La ciencia politica como profesión
268
CUADRO 2
Conformación del campo disciplinar de la ciencia política en “sentido
estricto” (fines de siglo XIX-mediados del siglo XX)
Con la publicación de The English Constitution de Walter Bagehot en
1865 y, posteriormente, en 1908 de The government of England de Abbot L.
las estructuras políticas, conducido con sistematicidad y con rigor, apoyado en un
amplio y agudo examen de los hechos, expuesto con argumentos racionales. En esta
acepción el término ‘ciencia’ es adoptado en su significado tradicional como opuesto a
opinión’, donde ‘ocuparse científicamente de la política’ significa no abandonarse a la
creencia del vulgo, no lanzar juicios sobre la base de datos no atinados, remitirse a la
prueba de los hechos (...) En un sentido más estricto y por lo tanto más técnico en
cuento cubre un área bastante bien delimitada de estudios especializados y en parte
institucionalizados, con cultores vinculados entre sí que se reconocen ‘cientistas políticos’,
la expresión c.p. indica una orientación de los estudios que se propone aplicar, en la
medida de lo posible, al análisis del fenómeno político –o sea en la medida en que la
materia lo permite, pero siempre con el mayor rigor– la metodología de las ciencias
empíricas (sobre todo la que resulta de la elaboración y de la codificación efectuada por
la filosofía neopositivista)”.
Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vazquez
Factores “internos”
Factores “externos”
Conformación institucional
de profesionales
universitarios
Desarrollos de teorías del
conocimiento.
Preocupación metodológica:
-
Sistematización
-
Estudios empíricos
-
Explicitación metodológica
-
Publicaciones periódicas
-
Libros
Desarrollo de otras
ciencias (antropología,
economía, sociología)
Ampliación mapa geopolítico:
-
Descolonización
-
Ampliación de la diversidad
político
-
ideológica
Desarr
ollo y apreciación
positiva por la ciencia y la
tecnología
Democratización del
“mundo occidental”
Desarrollo de las
burocracias públicas
CIENCIA
POLÍTICA
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269
Lowell y de Process of Goverment de Arthur Bentley comienzan los estudios
empíricos sobre los fenómenos políticos, en los que ya se perfila la orienta-
ción conductista que tomarán la mayor parte de las investigaciones poste-
riores. Junto a estas obras aparece en 1906 la American Political Science Review,
que ha guardado continuidad hasta nuestros días (Pinto 2003). En ese
momento los estudios sociales se encontraban fuertemente relacionados con
el desarrollo de la psicología experimental conductista de John Watson, quien
publica su obra Behaviorism en 1912
20
. En 1925 Charles Merriam publica
New Aspects of Politics. La importancia de los estudios de Merriam lo llevarán
a la presidencia de la Asociación Americana de Ciencia Política en 1926 y
colocarán al conductismo como el enfoque dominante en Estados Unidos,
difundido principalmente desde la Universidad de Chicago, donde trabaja-
ban Harold Lasswell, Gabriel Almond y David Truman. Los aportes de
Merriam representan una confluencia del desarrollo de la ciencia política y
los estudios comunicacionales. En 1927 se publica Propaganda Technique in
the World War, que cuenta con un análisis de los principales temas de la
propaganda alemana, francesa, norteamericana e inglesa durante los años de
la Gran Guerra. El problema de las razones que orientan el voto llevarán a la
publicación en 1936 de Politics: Who gets, What, When, How de Lasswell, y a
Power and Personality de Merrian, publicado en 1948, abordando el rol de
los políticos frente al liderazgo.
20
Las principales caracterísiticas del behaviorismo consisten en la utilización de la
experimentación controlada dentro del método científico, centrando su análisis en los
procesos readaptativos de la conducta, tanto animal como humana, y en los mecanismos
de estímulo-respuesta. La teoría del conocimiento presente en la mayoría de los trabajos
de la ciencia política norteamericana es producto de la confluencia de tres factores: la
tradición empirista anglosajona, el neopositivismo lógico del Círculo de Viena (con
nombres como Carnap, Schelick, Neurath, Feigl, Hempel y Nagel), y finalmente el
pragmatismo autóctono de John Dewey. Las ciencias naturales se constituían como
modelos para todas las disciplinas científicas, y posteriormente, muchos autores
incorporaron el racionalismo crítico desarrollado por Karl Popper. Los ejes del debate
epistemológico aportado por la “filosofía dura de la ciencia” se pueden sintetizar en: a)
la necesidad de establecer un criterio de demarcación entre “ciencia” y “no ciencia
–especulación metafísica o pseudo-científica–; b) la utilización de los cánones y
procedimientos del método científico como aspecto central del proceso de investigación;
c) la adopción de estrategias metodológicas de tipo inductivas o hipotético-deductivas
para la construcción o corroboración de hipótesis; d) la selección de técnicas de tipo
cuantitativas dentro de la estrategia de investigación; y e) la separación axiológica entre
conocimiento científico de la política y actividad política, intentando mantener una
fuerte “neutralidad valorativa” (Kolakowsky 1981).
La ciencia politica como profesión

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