donde cada especie sindrómica
representa
una
etapa
en la
desagregación progresiva
del espíritu
que
constituye
la
enfermedad mental. Permanece-
rá así por esta doctrina en la clínica alemana
ulterior
prekraepeliniana,
el concepto de
fases
se-
cundarias de terminación de las psicosis agudas
(manía,
melancolía, accesos
[bouffées] (a) deliran-
tes y
confusionales),
donde la
tempestad
emocio-
nal de la
entrada
en la locura se ha
atenuado,
de-
jando
tras
ella una
personalidad deformada,
débil o
disociada. Ésta es
la paranoia
secundaria,
donde la
apatía
y la
desagregación subjetiva hacen
entretan-
to a un delirio “pálido, descolorido” (Kraepelin),
preludio a la ineluctable demencia
secundaria
ter-
minal
[siguiendo]
(b)
concepciones
de
autores
ale-
manes
de la
segunda
mitad del siglo XIX, en parti-
cular Krafft-Ebing, el más influyente entre ellos.
La herencia de Griesinger se invistió, por
otra parte, en el pensamiento de un clínico ge-
nial, tan oscuro y marginal como creativo,
Kahlbaum, quien propone a partir de 1863 un
bosquejo
nosológico de gran originalidad del que
procede
la
mayoría
de los
conceptos
nosológicos
kraepelinianos. Él intenta en efecto una diferen-
ciación de las
psicosis
en función de su desarro-
llo diacrónico (siguiendo el programa clínico y
nosológico enunciado por
J.
P. Falret diez años
antes,
que
tardará
medio siglo para
plasmarse
en
las dos
escuelas clínicas),
pero sobre todo por su
terminación (influencia de Griesinger). De esta
manera opone las formas cuya evolución cíclica
es ineluctablemente
desagregativa
(modelo de
la
“psicosis
única”:
desarrollará así
en particular la
catatonia
y la hebefrenia),
aquéllas
que evolucio-
nan sin regla particular pero dejan en su decurso
un psiquismo intacto (en particular la ciclotimia); y
las formas
estables
cuya evolución cuantitativa
del modo de inicio resume las
capacidades
diacrónicas
(al modo de un delirio crónico
primiti-
vo no
desagregativo
que bautiza paranoia).
Hasta Kraepelin, la clínica alemana perma- nece
sin embargo débilmente
estructurada,
en tanto
que la
enseñanza demasiado
compleja de
Kahlbaum tenía
poca
audiencia. Las primeras
edi-
ciones del tratado de Kraepelin eran respecto a
esto
bastante
poco originales. Sólo es a partir de
la cuarta edición (1893) que aparece una clase
de
“procesos
psíquicos
degenerativos”,
rebautizados “procesos demenciales”
en la quin-
ta
(1896),
donde Kraepelin
reagrupa
la hebefrenia
y la
catatonia
de Kahlbaum, con una forma deli-
rante particularmente florida e incoherente, rá-
pidamente discordante (el delirio influye poco
sobre
el
comportamiento
del
paciente
y
se
acom-
paña de una subexcitación y de una rica pro-
ducción neológica) y desembocando bastante
rápido en un debilitamiento psíquico disociativo
por otra parte, poca profundo –la bautiza “de-
mencia paranoide”. En contrapartida, los esta-
dos
“secundarios” desaparecen
de la nueva cla-
sificación, completamente absorbidos por la
constitución del nuevo grupo.
En
la
misma época (1896), Kraepelin
divide la
gran
clase
de los delirios crónicos
sistematizados
(paranoia) en
formas
no
alucinatorias
(“combina-
torias” –los
franceses
dirán: “interpretativas”) y a-
lucinatorias (paranoias fantásticas).
En
1899,
en
su sexta edición, franquea el paso y decide re-
agrupar “procesos demenciales”
y
“paranoias
fan-
tásticas”
creando el cuadro único de la demen-
cia
precoz. Correlativamente
el concepto de pa-
ranoia
encuentra
su
acepción moderna
y no cu-
bre
más
que los delirios crónicos no alucinato-
rios (cf.
Analytica
Nº 30), en tanto que la locura
maníaco-depresiva absorbe todas
las
formas
no
disociativas
de
psicosis agudas,
que manifiestan
luego en su
decurso
una
restitución
ad integrum
de la personalidad anterior.
Esta
configuración
nosológica
va a dar la vuelta al mundo y quedar
como
base
del
trabajo
del conjunto de los traba-
jos clínicos y psicopatológicos
(psicoanalíticos
en particular) ulteriormente
consagrados
a las
psicosis –salvo en Francia, veremos el porqué
en el
siguiente
volumen.
El concepto kraepeliniano de demencia pre-
coz
está
constituido
alrededor
de la distinción en-
tre, por una parte, un
síndrome basal caracteriza-
do por el
doblegamiento afectivo,
la indiferencia,
la apatía, la
ausencia
de iniciativa voluntaria, la
desorganización
del pensamiento y de la psico-
motricidad, y por otra parte de
síntomas acceso-
rios
variados (depresión, excitación, ideas
deliran-
tes, alucinaciones, síndrome catatónico,
etc.) que
especifican
las formas clínicas de la afección. El
síndrome basal
define
esta
“demencia” muy parti-
cular que constituye la esencia de la afección