KOJEVE - La dialéctica del amo y el esclavo
El hombre es autoconciencia. Es autoconsciente; consciente de su realidad y de su
dignidad humana, y en esto difiere esencialmente del animal, que no supera el nivel
del simple sentimiento de sí. El hombre toma conciencia de en el momento en
que, por "primera vez", dice: "Yo".
Por tanto, el análisis del comportamiento cognitivo, contemplativo, pasivo de un ser o
de un "sujeto cognoscente", no descubre jamás el por qué o el mo del
nacimiento de la palabra "Yo" y por consiguiente, de la autoconciencia, es decir, de
la realidad humana. El hombre que contempla es "absorbido" por lo que él
contempla; el "sujeto cognoscente" se "pierde" en el objeto conocido. La
contemplación revela el objeto, y no el sujeto. Es el objeto, y no el sujeto el que se
muestra a mismo en y por - o mejor aún - en tanto que acto de conocer. El hombre
"absorbido" por el objeto que contempla no puede ser "vuelto hacia sí mismo"
sino por un deseo.
Es el Deseo el que transforma al Ser revelado a él mismo por él mismo en el
conocimiento (verdadero), en un "objeto" revelado a un "sujeto" por un sujeto
diferente del objeto y "opuesto" a él. Es en y por, o mejor aún, en tanto que "su"
Deseo que el hombre se constituye y se revela -a sí mismo y a los otros- como un Yo,
como el Yo esencialmente diferente del no-Yo y radicalmente opuesto a éste. El Yo
(humano) es el Yo de un Deseo o del Deseo. El ser mismo del hombre, el ser
autoconsciente, implica pues y presupone el Deseo. Por tanto, la realidad humana
no puede constituirse y mantenerse sino en el interior de una realidad biológica. Si el
Deseo animal (sentimiento de sí) es la condición necesaria de la Autoconciencia, no
es la condición suficiente de ella. Por sólo ese deseo no constituye más que el
Sentimiento de sí. Al contrario del conocimiento que mantiene al hombre en una
quietud pasiva, el deseo lo torna inquieto y lo empuja a la acción. Nacida del deseo,
la acción tiende a satisfacerlo, y sólo puede hacerlo por la "negación", la
destrucción o por lo menos la transformación del objeto deseado para satisfacer
el hambre, por ejemplo, es necesario destruir o, en todo caso, transformar el alimento.
Así toda acción es "negatriz". Lejos de dejar lo dado tal como es, la acción lo
destruye si no en su ser, por lo menos en su forma dada. Y toda "negatividad-
negatriz" por relación a lo dado es necesariamente activa. Más la acción negatriz
no es puramente destructiva. Porque si la acción que nace del Deseo destruye
una realidad objetiva para satisfacerlo, crea en su lugar, en y por esta
destrucción misma, una realidad subjetiva.
De manera general, el Yo del Deseo es un vacío que no recibe un contenido
positivo real sino por la acción negatriz que satisface el Deseo al destruir,
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transformar y "asimilar" el no-Yo deseado. Y el contenido positivo del Yo,
constituido por la negación, es una función del contenido positivo del no-Yo negado.
Si en consecuencia el Deseo conduce sobre un no-Yo "natural", el Yo será "natural"
también. El Yo creado por la satisfacción activa de tal Deseo tendrá la misma
naturaleza que las cosas sobre las cuales lleva ese Deseo: será un Yo "cosificado",
un Yo solamente viviente, un Yo animal. Y ese Yo natural, función de un objeto natural,
no podrá revelarse a él mismo y a los otros sino en tanto que Sentimiento de No
llegará jamás a la Autoconciencia. Para que haya Autoconciencia es necesario que
el Deseo se fije sobre un objeto no-natural, sobre alguna cosa que supere la
realidad dada. Más la única cosa que supera eso real dado es el Deseo mismo.
Porque el Deseo tomado en tanto que Deseo, es decir, antes de su satisfacción, sólo
es en efecto una nada revelada, un vacío irreal. El deseo, por ser la revelación de un
vacío, la presencia de la ausencia de una realidad, es esencialmente otra cosa que la
cosa deseada, distinto de una cosa, de un ser real estático y dado, pues se mantiene
eternamente en la identidad consigo mismo. El Deseo que conduce hasta otro Deseo,
tomado en tanto que Deseo, se creará entonces por la acción negatriz y asimiladora
que lo satisface, un Yo esencialmente otro que el "Yo" animal. Ese Yo, que se "nutre"
de Deseos, será el mismo Deseo en su ser mismo, creado en y por la satisfacción de
su Deseo. Y puesto que el Deseo se realiza en tanto que acción negadora de lo dado,
el ser mismo de ese Yo será acción. Ese yo no será, como el "Yo" animal, "identidad"
o igualdad consigo mismo, sino "negatividad-negatriz". Dicho de otro modo, el ser
mismo de ese Yo será devenir y la forma universal de ese ser no será espacio sino
tiempo.
Ese Yo será así su propia obra: será (en lo porvenir) lo que él ha devenido por la
negación (en el presente) de aquello que ha sido (en el pasado), pues esta negación
se efectúa en vista de lo que devendrá. En su ser mismo ese Yo es devenir
intencional, evolución querida, progreso consciente y voluntario. Él es el acto
de trascender lo dado que le es dado y que es él mismo. Ese Yo es un individuo
(humano), libre (frente a lo real dado) e histórico (con relación a sí mismo). Y es
ese Yo y ese Yo solamente el que se revela a mismo y a los otros en tanto que
Autoconciencia.
El Deseo humano debe dirigirse sobre otro Deseo. Para que haya Deseo humano
es indispensable que haya ante todo una pluralidad de Deseos (animales). Dicho
de otro modo, para que la Autoconciencia pueda nacer del Sentimiento de sí,
para que la realidad humana pueda constituirse en el interior de la realidad
animal, es menester que esa realidad sea esencialmente múltiple.
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La realidad humana sólo puede ser social.
El Deseo humano, o mejor, antropógeno, que constituye un individuo libre e
histórico consciente de su individualidad, de su libertad, de su historia Y,
finalmente, de su historicidad, el Deseo antropógeno difiere pues del Deseo
animal (que constituye un ser natural, sólo viviente y que no tiene más
sentimiento que el de su vida) por el hecho de que se objeto: es humano desear
lo que desean los otros, porque lo desean. Tal Deseo sólo es un Deseo humano,
y la realidad humana en tanto que diferente de la realidad animal no se crea sino
por la acción que satisface tales Deseos: la historia humana es la historia de los
Deseos deseados.
Al margen de esta diferencia esencial el Deseo humano es análogo al Deseo animal.
El Deseo humano tiende también a satisfacerse por una acción negadora, es decir
transformadora y asimiladora. El hombre se "alimenta" de deseos como el animal
se alimenta de cosas reales. Y el Yo humano, realizado por la satisfacción activa de
esos Deseos humanos, es tanto función de su "alimento" como el cuerpo del animal
lo es del suyo., Para que el hombre sea verdaderamente humano, para que difiera
esencial y realmente del animal, hace falta que su Deseo humano prevalezca
efectivamente en él sobre su Deseo animal. Pero todo deseo es deseo de un valor.
El valor supremo para un animal es su vida animal. Todos los deseos del animal son
en última instancia una función del deseo que tiene de conservar su vida. El deseo
humano debe superar ese deseo de conservación. Dicho de otro modo, el hombre
no se "considera" humano si no arriesga su vida (animal) en función de su
Deseo humano. Es en y por ese riesgo que la realidad humana se crea y se revela
en tanto que realidad; es en y por ese riesgo que ella se "reconoce", es decir, se
muestra; se verifica, efectúa sus pruebas en tanto que esencialmente diferente
de la realidad animal, natural. Y por eso hablar del "origen" de la Autoconciencia
es necesariamente hablar del riesgo de la vida (con miras a un fin esencialmente
no vital).
Todo deseo humano, antropógeno, generador de la Autoconciencia, de la
realidad humana, se ejerce en función del deseo de "reconocimiento". Y el
riesgo de la vida por el cual se "reconoce" la realidad humana es un riesgo en
función de tal Deseo. Hablar del "origen" de la Autoconciencia implica por
necesidad hablar de una lucha a muerte por el "reconocimiento".
El ser humano no puede por tanto constituirse si por lo menos dos de esos
Deseos no se enfrentan. Y puesto que cada uno de los dos seres dotados del
mismo Deseo está dispuesto a llegar hasta el fin en la búsqueda de su
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satisfacción, esto es, está presto a arriesgar su vida y por consiguiente a poner
en peligro la del otro, con el objeto de hacerse "reconocer" por él, de imponerse
al otro en tanto que valor supremo, su enfrentamiento no puede ser más que
una lucha a muerte. Y es sólo en y por tal lucha que se engendra la realidad
humana, se constituye, se realiza y se revela a misma en los otros. No se
realiza pues y no se revela sino en tanto que realidad "reconocida". No obstante,
si todos los hombres o, más exactamente todos los seres en trance de devenir
seres humanos se comportaran de la misma manera, la lucha debería culminar
necesariamente con la muerte de uno de los adversarios, o de ambos a la vez.
No sería posible que uno cediera ante el otro, que abandonara la lucha antes de
la muerte del otro, que "reconociera" al otro en lugar de hacerse "reconocer"
por él. Porque si así fuera, la, realización y la revelación del ser humano sería
imposible. Esto es evidente para el caso de la muerte de ambos adversarios, puesto
que la realidad humana -siendo esencialmente Deseo y acción en función de Deseo-
no puede nacer y mantenerse sino en el interior de una vida animal. Pero la
imposibilidad se presenta sólo en el caso de la muerte de uno de los adversarios. Pues
con él desaparece ese otro Deseo hacia el cual se dirige el Deseo para convertirse en
Deseo humano. El sobreviviente, al no poder ser "reconocido" por el muerto, no
puede realizarse y revelarse en su humanidad. Para que el ser humano pueda
realizarse y revelarse en tanto que Autoconciencia no basta entonces que la
realidad humana naciente sea múltiple. Es necesario aún que esa multiplicidad,
esa "sociedad", aplique dos comportamientos humanos o antropógenos
esencialmente diferentes. Para que la realidad humana pueda constituirse en
tanto que realidad "reconocida" hace falta que ambos adversarios queden con
vida después de la lucha. Más eso sólo es posible a condición de que ellos
adopten comportamientos opuestos en esa lucha. Por actos de libertad
irreductibles, es decir, imprevisibles o "fortuitos", deben constituirse en tanto
que desiguales en y por esa misma lucha. Uno de ellos, sin estar de ningún
modo "predestinado", debe tener miedo del otro, debe ceder al otro, debe negar
el riesgo de su vida con miras a la satisfacción de su Deseo de
"reconocimiento". Debe abandonar su deseo y satisfacer el deseo del otro: debe
"reconocerlo" sin ser "reconocido" por él. Pero, "reconocer" así implica
"reconocerlo" como Amo y reconocerse y hacerse reconocer como Esclavo del
Amo. Dicho de otro modo, era un estado naciente, el hombre no es jamás hombre
simplemente. Es siempre, necesaria y esencialmente. Amo o Esclavo. Si la realidad
humana, no puede engendrarse sino en tanto que socialmente, la sociedad, por lo
menos en su origen, no es humana sino a condición de implicar un elemento de
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Dominio y un elemento de Esclavitud, existencias "autónomas" y existencias
"dependientes". Y por eso hablar del origen de la Autoconciencia es necesariamente
hablar de "la autonomía de la dependencia de la Autoconciencia, de la Tiranía y la
Esclavitud". Si el ser humano sólo se engendra en y por la lucha que culmina en la
relación entre Amo y Esclavo, la realización y la revelación progresivas de ese ser no
pueden tampoco ellas efectuarse sino en función de esa relación social fundamental.
Si el hombre sólo es su devenir, si su ser humano en el espacio es su ser en el tiempo
o en tanto que tiempo, si la realidad humana revelada no es otra cosa que la historia
universal, esa historia debe ser la historia de la interacción entre Tiranía y Esclavitud:
la "dialéctica" histórica es la "dialéctica" del Amo y del Esclavo.
Esta dialéctica quiere dar explicación al origen de la historia, es decir, cómo
empieza la historia y el comienzo de las relaciones humanas.
Aquí se creería que el amo ha podido cumplir su propósito pero, por lo contrario,
se encuentra en insatisfacción porque el que lo reconoce como superior ya no
es un sujeto autónomo, es un esclavo. Este individuo dominado no es visto
como un par, un otro de su misma índole por el amo, como lo eran al comienzo
del conflicto. Incluso, al dejar de lado su deseo, es decir, aquello que lo hace ser
humano, se aproxima a la categoría de animal. De modo que el yo, en tanto individuo,
debe concebirse a mismo como algo distinto de la mera animalidad, y en general
como algo distinto de una mera cosa natural con sus determinaciones dadas.
La autoconciencia intenta afirmar su independencia ejerciendo su voluntad
sobre las cosas, sometiendo al objeto pero para satisfacer este deseo, es
necesaria la negación de la independencia del objeto. Y en última instancia su
destrucción; pero una vez que este es destruido, el sujeto no tiene nada sobre
lo que pueda ejercer control y de ese modo afirmar su individualidad.
A partir de esta relación de superioridad e inferioridad, dominación y
sometimiento, el amo pone al esclavo a trabajar mientras que se confina a
mismo a la pasividad, recibiendolo que el esclavo le da. El amo interpone al
esclavo entre él y el objeto de su deseo, de modo que su satisfacción se realiza en la
mera negación o consumo del objeto que el esclavo le proporciona. El esclavo, en
cambio, trabaja y al trabajar tiene que vincularse con la materia. Puede expresar su
individualidad en el trabajo y reconocerse, así, en el objeto perdurable que es su
producto. Esto le permite comenzar a construir la cultura, es decir, el trabajo que el
hombre ejerce sobre la materia y la naturaleza. El esclavo queda confinado a la
actividad y tiene una relación con la materialidad creativa que le permite sentirse más
humano que el amo, ligado al ocio y goce. Por lo tanto, la cultura es el desarrollo del
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esclavo trabajador. Es en este trabajo que el esclavo descubre su libertad. El
esclavo habrá de convertirse finalmente en una autoconciencia independiente, en un
sujeto libre, empezando por el momento en el que adquirió la condición de esclavo al
haber experimentado el temor ante la muerte y superando la condición de mera cosa.
Además, en su condición servil aprende a reprimir sus propios deseos por lo que se
ubica en posición superior a la del amo.
Momentos de la dialéctica.
A. Afirmación: es un origen abstracto sin contenido porque todavía no ha
sucedido nada más que enfrentamiento entre ambas conciencias. Se da la
afirmación de dos deseos: el deseo de A de ser deseado por B y el deseo de
B de ser deseado por A.
B. Negación: cuando una de las conciencias logra que la otra se le someta. De
esta manera, una conciencia niega a la otra. Cuando B somete a A, niega el
deseo de A.
C. Negación de la negación porque la conciencia que había sido negada niega a
la negadora. El esclavo niega al amo al superarlo y creando la cultura. A niega
la negación de B sobre su deseo de ser deseado por B, gracias a su labor
servil que, paradójicamente, lo convierte en un ser libre.
Las conciencias que se enfrentan pertenecen a la categoría del deseo humano,
ambas con el mismo fin de que la conciencia contraria se someta y la reconozca
como superior.
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