LA PATOLOGIA NARCISISTA HOY*
Otto Kernberg**
Ha sido difícil decidir si les voy a seleccionar un tema espe-
cífico o un panorama general sobre narcisismo, tal como veo
el tema en la actualidad. He decidido dar un panorama gene-
ral, eso significa tocar una multitud de temas. El peligro está en
quedarse en la superficie y ser dogmático por no tener tiempo
de desarrollar el tema en profundidad; pero, por otro lado por
lo menos les da una visión a vuelo de pájaro de lo que pienso.
En la discusión podrían hacer preguntas, confrontadas con crí-
ticas, lo que permitiría profundidad en el tema.
Para empezar por la base:
Definiciones
Hay dos definiciones de narcisismo. Una, a nivel metapsi-
cológico, psicoanalítico: el narcisismo es el investimiento del
Yo (o del Self) con líbido. Una definición breve y elegante, que
oculta todo tipo de problemas. En primer lugar, el hecho de
que lo que llamamos el Yo, incluye lo que ahora modernamen-
te se considera el Self, es decir, el Yo, no como una estructu-
ra abstracta, metapsicológica, (Yo, Ello y Super Yo), sino Yo
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*Texto tomado de la grabación de la Ponencia presentada el día 3 de
octubre de 1992 dentro del VI Congreso Nacional de la Sociedad Española de
Psiquiatría y Psicoterapia de Niños y Adolescentes (SEPYPNA), celebrado los
días 2, 3 y 4 de octubre de 1992 en Barcelona.
**Psiquiatra Psicoanalista Médico Director del Servicio de Psiquiatría Uni-
versidad de Cornell (New York).
también como estructura subjetiva, Yo como integración del
concepto de sí mismo, o sea el Self. Es importante tener en
cuenta que Freud siempre utilizó el concepto “ich” desde que
desarrolló lo que se llama en Europa, la segunda tópica, (en
Estados Unidos, la teoría estructural). Es decir, narcisismo,
desde un plano metapsicológico, es la investidura, no simple-
mente del Yo como aparato, sino del Self como estructura sub-
jetiva.
En el plano clínico: narcisismo se refiere a la regulación
normal o patológica de la autoestima. Desde este punto de
vista, puede haber una regulación de la autoestima normal o
patológica, que a su vez depende de una serie de estructuras
psicológicas complejas. Y es ahí donde lo clínico práctico se
enlaza con la metapsicología.
No hay una concepción única sobre narcisismo en el psi-
coanálisis. Existe lo que yo llamaría la escuela francesa, (cuan-
do hablo de la escuela francesa me refiero a la corriente no
lacaniana: Grumberger y André Green), está la escuela Kleinia-
na, especialmente las contribuciones de Herbert Rosenfeld
que me han influido enormemente, está la escuela de la psico-
logía del Self de Kohut, frente a la cual, como ustedes saben,
tengo actitudes muy críticas y, también mi posición.
Mi posición deriva de la escuela de la psicología del Yo
americana, pero de un subgrupo de esa escuela que incluye
una teoría de relaciones de objeto, especialmente la que
comenzó con Erikson, siguió con Edith Jacobson y Margaret
Mahler, que me han influido mayormente y que corresponden
por otro lado y en muchos sentidos, a la teoría de relaciones
de objeto desarrollada tanto por la escuela Kleiniana, como por
la escuela Independent group (especialmente Fairbairn) en
Inglaterra. Ustedes ya habrán reconocido en mis puntos de
vista la influencia tanto de Edith Jacobson como de Fairbairn.
Creo que las definiciones son comunes a todas las escue-
las, en tanto que las formulaciones teóricas y las implicaciones
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clínicas, muy diferentes,. Desde este punto de vista tengo que
limitarme de momento a hablar de mi propia posición y lo voy
a hacer de ahora en adelante, pero estoy dispuesto a discutir
los puntos de vista alternativos, si ustedes lo desean, en la dis-
cusión que sigue.
Para empezar desde un punto de vista clínico, yo creo que
hay que diferenciar el narcisismo normal adulto de la pato-
logía narcisista que, a su vez, es o infantil, o una patología
de inversión de la relación objetal dominante, y, por último,
la patología de la personalidad narcisista.
Debo decir en este sentido que Freud en su trabajo inicial so-
bre el narcisismo, describió las entonces llamadas neurosis nar-
cisistas (que son las psicosis). Ya no utilizamos el término nar-
cisismo para eso, desde un punto de vista descriptivo-estruc-
tural, y en cuanto a que hay problemática narcisista en toda
patología, ya el concepto deja de tener un aspecto específico,
y yo trataré de hablar de la patología específica narcisista.
Narcisismo normal adulto
La regulación de la autoestima normal está dada por la
integración del concepto de sí mismo que, a su vez, depende
de la capacidad de desarrollar lo que, en teoría Kleiniana, se
llaman relaciones totales de objeto, e integrar representaciones
buenas e idealizadas de sí mismo con representaciones malas
y persecutorias de sí mismo. De esta integración viene el con-
cepto del Yo normal, y este Yo (o Self) normal es investido libi-
dinalmente y asegura tanto una sensación de continuidad de la
experiencia subjetiva, como de valoración de sí mismo. El nar-
cisismo normal, entonces, está basado en la integración de
libido y agresión en las representaciones parciales de sí mis-
mo, que están integradas en el concepto del Self.
El Self está protegido secundariamente por la integración a
la vez de representaciones significativas de otros; tenemos un
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mundo interno de representación de las personas que quere-
mos y que nos quieren a nosotros, un mundo interno en nues-
tro corazón que nos protege libidinalmente hasta cuando
externamente estamos solos; en cambio, como veremos, en
las estructuras narcisistas tenemos un mundo interno destrui-
do. El narcisismo normal también está protegido por un super-
Yo normal, una moralidad inconsciente y consciente que nos
aprueba en cuanto que vivimos a la altura de las demandas del
Ideal del Yo y de las prohibiciones (de los aspectos prohibiti-
vos) del SuperYo. Esto también asegura la autoestima y hace,
por ejemplo, que cuando nos critican y sentimos que la crítica
es objetiva, nos sentimos mal, pero no nos provoca una melan-
colía. El SuperYo normal nos protege de reacciones excesivas
autoagresivas.
El narcisismo normal también está protegido por la grati-
ficación de nuestros instintos: la gratificación de nuestros
impulsos instintivos, la gratificación sublimatoria de impulsos
agresivos y la gratificación de impulsos sexuales, favorece el
narcisismo normal.
Narcisismo infantil
El primer grado de narcisismo patológico como les dije, es
el narcisismo infantil, que existe en toda la patología de carác-
ter, en todas las neurosis, por cuanto todos los conflictos neu-
róticos se basan en una fijación de conflictos infantiles, entre
impulsos infantiles y el SuperYo infantil. Puesto que el SuperYo
infantil mantiene demandas y prohibiciones infantiles, la auto-
estima infantil depende de valores infantiles y por tanto el nar-
cisismo infantil no es el mismo que el del adulto, y toda pato-
logía neurótica contiene también una patología narcisista en el
sentido de una fijación a ese narcisismo infantil. Ejemplo: una
niñita de cuatro años se siente muy bien porque está limpia y
no tiene ninguna conducta mala sexual y no se masturba. Eso
está bien para una niñita de cuatro años, una mujer de 30 años
104
que se rige según estos principios, tiene muy mala situación en
la vida real. En este sentido, el narcisismo infantil es una pro-
blemática envuelta en el mantenimiento inconsciente de los
valores infantiles del SuperYo, en contraste con los valores
adultos. Pero esto es una patología no específicamente narci-
sista.
Más específico, pero a un nivel intermedio de gravedad: la
inversión de roles entre sí mismo y objeto, que Freud describió
como patología narcisista en su famoso trabajo de 1914, en
aquellos homosexuales masculinos que quieren a otra persona
como si fuera ellos mismos, mientras ellos se identifican con
un madre y quieren a su pareja homosexual como quisieran
que la madre los hubiera querido a ellos. Existe ahí una pato-
logía narcisista, un amor narcisista, se quiere a la otra persona
que se representa a sí misma, pero al mismo tiempo, en cuan-
to a que uno se identifica con el objeto de este Yo proyectado,
actúa una relación de objeto, si bien con roles inversos, el Yo
en el rol de objeto, el objeto en el rol del Self.
Estos son casos relativamente poco frecuentes pero que
vemos donde hay un amor narcisista pero también existe la
capacidad de relación de objeto, de investidura de objeto, y en
el fondo no es una patología mucho más grave que la patolo-
gía general neurótica.
A propósito, metámonos en enredos metapsicológicos
para decir que la clasificación de Freud del amor, en amor ana-
clítico o dependiente y amor narcisista, es una clasificación
muy cuestionable, como Laplanche lo ha descrito brillante-
mente en su análisis. Si decimos que en el amor anaclítico, por
ejemplo, un hombre ama a la mujer que lo alimenta o al hom-
bre que lo protege, o a sus sustitutos, es decir que en el fon-
do se ama a la persona porque lo va a gratificar a uno, es un
amor narcisista al mismo tiempo. Y cuando hablamos de amor
narcisista, en el cual se ama lo que uno era, lo que uno qui-
siera ser, o alguien que era parte de uno, hay una relación de
105
objeto y uno se identifica con el objeto. Cuando decimos que
los padres aman al bebé, la relación de objeto primaria es, al
mismo tiempo, una relación narcisista.
A medida que examinamos estos conceptos, tenemos que
llegar a la conclusión de que narcisismo y relación de objeto,
investidura de sí mismo e investidura de objeto, normalmente
son indisolubles, no pueden separarse y que hay una oscila-
ción, una alternancia constante entre investidura de sí mismo y
de objeto: y veremos que esta realidad se nos confronta una
y otra vez.
Para adelantarme a lo que pasa en las estructuras narci-
sistas: no es simplemente que se aman a sí mismos y no pue-
den amar a los demás, sino como decía Van de Waals “ se
aman muy mal a sí mismos, al mismo tiempo que muy mal a
los demás”, y esto me lleva a la personalidad narcisista.
Personalidad narcisista
Es el tipo más grave de patología narcisista, la única pato-
logía narcisista que Freud no describió y que hoy en día tiene
enorme importancia. Primero, porque es muy frecuente: pen-
samos que hasta un 30% de las patologías graves de carácter
tienen esta estructura narcisista en un grado significativo;
segundo, porque esta patología narcisista afecta profunda-
mente, hasta en los mejores casos en que no hay mucha pato-
logía temprana, la capacidad de relaciones de amor, una fun-
ción fundamental de la vida; y tercero, porque las estructuras
narcisistas tienden a provocar fenómenos de grupo, psicología
de masas, y tienen una proyección sociológica muy importan-
te. Es una aplicación del psicoanálisis, pero muy importante,
porque, si ha habido un nuevo desarrollo en la técnica psicoa-
nalítica en los últimos 30 años, es la capacidad de tratar estas
estructuras, de cambiarlas, de mejorarlas y transformar profun-
damente el destino de los individuos comprometidos.
106
En forma brevísima, lo esencial de la personalidad narcisis-
ta, es que no logra integrar ese Yo normal que les describí
como parte de la definición de narcisismo normal, sino a base
de graves conflictos entre amor y odio, conflictos derivados
fundamentalmente de una condensación entre conceptos pre-
edípicos y edípicos, pero con un predominio de agresión pree-
dípica. No logra integrar ni un Yo (o Self) normal, ni represen-
taciones integradas de objeto normales. Se mantienen las esci-
siones profundas del Self y de los objetos internalizados y,
como defensa secundaría, se establece un Yo grandioso pato-
lógico, a base de la condensación de imágenes idealizadas de
uno mismo e imágenes idealizadas de objetos externos. O sea:
los componentes idealizados de sí mismo y del objeto que,
normalmente, o se integran en un Yo en que lo idealizado, lo
bueno y lo malo se integra, o en un SuperYo, que integra ide-
alizaciones (el Ideal del Yo) con las prohibiciones del SuperYo,
en vez de este proceso normal, todas las idealizaciones se
acumulan en este Yo patológico grandioso con varios efectos
nefastos, que veremos a continuación.
Las estructuras idealizadas del SuperYo no logran integrar-
se, predominan las estructuras agresivas persecutorias del
SuperYo, que a su vez son difíciles de tolerar y se reproyectan,
lo que produce una debilidad del SuperYo, pérdida de la fun-
ción normal del SuperYo de proteger el narcisismo del Self. El
Self es un Self patológico grandioso que está en peligro cons-
tante de chocar con la realidad, en la cual uno no es el rey del
mundo en todas las relaciones con los demás y, al mismo
tiempo, la falta de integración de relaciones de objeto interna-
lizadas, empobrece las representaciones de objeto, el mundo
interno de los demás en el corazón de uno, con la absorción
de los aspectos idealizados de los demás, y la reproyección de
lo indeseado, lo malo, lo persecutorio de los demás a objetos
exteriores que a su vez son desvalorizados. O sea, hay un
empobrecimiento del mundo de relaciones internas de objeto,
un Yo patológico grandioso desnudo como quien dice, en
107
cuanto a su necesidad y capacidad de gratificación narcisista,
y se produce entonces un peligro grave y constante de la auto-
estima, que fluctúa entre una grandiosidad habitual y repenti-
nas quiebras, con profundos sentimientos de inferioridad, de
desesperación como es frecuentemente descrito en la patolo-
gía de la personalidad narcisista.
Desde un punto de vista psicodinámico, un elemento cen-
tral descrito originalmente por Melanie Klein y después por
Herbert Rosenfeld, es la manifestación de agresión preedípica
en la forma de un afecto dominante que es la envidia. Sin
necesidad de estar de acuerdo con la teoría kleiniana de una
capacidad innata de envidia, podemos estar de acuerdo en
que la envidia, tanto consciente como inconsciente, es una
emoción central en las estructuras narcisistas. La formación de
un Yo patológico grandioso protege a estos individuos contra
la envidia inconsciente, insuficientemente, sin embargo, por-
que, en general, sufren de envidia conscientemente. Pero
mucho más allá de lo que sufren conscientemente de envidia,
está la envidia inconsciente, y en el tratamiento analítico, como
saben ustedes, primero tienen que enfrentarse con el aumento
del sufrimiento y de la consciencia de envidia.
Resumiendo, desde un punto de vista clínico, las persona-
lidades narcisistas se caracterizan por: un amor patológico de
sí mismos con grandiosidad, una sensación de tener derechos
de privilegio, exhibicionismo, exageración de la importancia de
las aspiraciones personales, dependencia excesiva de admira-
ción de los demás, superficialidad personal por la falta de inte-
gración en profundidad del sí mismo y de representaciones de
los demás, y esta oscilación entre grandiosidad e inferioridad,
que les mencioné.
Desde el punto de vista del amor de los otros, un amor
patológico caracterizado por tendencia a idealizaciones transi-
torias, devaluación, tendencia explotadora, incapacidad de
depender (porque necesitan que los admiren, pero no pueden
realmente depender por no poder tolerar profundamente el
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hecho de necesitar a aquellos de quienes dependen), falta de
empatía con los demás, dificultad en someterse a relaciones
en profundidad y, por la falta de integración del super Yo nor-
mal que ya les mencioné.
Manifestaciones de patología del SuperYo que, en los
casos relativamente leves, se ven en su incapacidad de expe-
rimentar tristeza, añoranza, y, si es que se deprimen, es una
desesperación profunda, y primitiva, tendencia a graves altera-
ciones del estado de ánimo, predominio de una cultura de ver-
güenza sobre una cultura de culpa (no roban, no por culpa,
sino por temor a que los pillen y a la vergüenza de ser pillados)
y de valores infantiles, es decir, ver su superioridad asegurada
por la belleza física, lo hermoso de la vestidura, por propiedad
de objetos brillantes y hermosos, todo lo que convencional-
mente pudiera darles la admiración de los demás. En resumen,
las manifestaciones de un SuperYo de valores infantiles.
Estos son rasgos relativamente leves de patología del
SuperYo, pero hay ciertos casos de patología narcisista en que
existe un grave alteración del SuperYo, más allá de lo que les
he descrito. Estos son pacientes en que hay franca conducta
antisocial y en que la agresión que normalmente está reprimi-
da, disociada o proyectada en las estructuras narcisistas que
funcionan mejor, vuelve, infiltrando el Yo patológico grandioso.
En las estructuras narcisistas menos graves, el Yo patoló-
gico grandioso, investido con libido, defiende al individuo efec-
tivamente contra la agresión, excepto cuando graves ataques
a la autoestima, heridas narcisistas, producen estados momen-
táneos de rabia. Pero en los casos más graves, hay tanto un
deterioro más grave del Super Yo como una infiltración del Yo
patológico grandioso con agresión.
La causa común de estos dos desarrollos es un predomi-
nio cuantitativo mucho mayor de agresión en los conflictos
inconscientes profundos, una envidia mucho más profunda y
destructora, y un predominio, no sólo de una emoción de envi-
109
dia sino de odio, como la estructura caracterológica más pro-
funda. Nos encontramos aquí no sólo con la psicopatología de
la envidia, sino con la psicopatología del odio, y vamos a tener
que hablar un poco sobre la psicopatología del odio.
Como consecuencia de este predominio de la agresión,
menos se tolera el SuperYo prohibitivo, que sería extremada-
mente sádico, y se le proyecta en forma de tendencias para-
noides. El SuperYo se debilita, tolera la conducta antisocial,
hay tendencias paranoides, la agresión invade el Yo patológico
grandioso y se produce una autoadmiración en cuanto a la
agresión, ya no es simplemente ser el individuo más guapo,
más rico, que tiene los coches más nuevos y brillantes, sino el
más cruel, el que tiene menos miedo al dolor, a la muerte, a la
herida y se produce una agresión egosintónica, un sadismo
caracterológico que puede estar también dirigido contra sí
mismo, en el sentido de una autodestructividad, con el orgullo
de que uno no tiene temor a la muerte, a la enfermedad, a la
herida. Por el contrario, está por encima de todos los comunes
mortales que temen a estos desastres, y encontramos tenden-
cias automutiladoras crónicas, en vez de un sadismo caracte-
rológico o en combinación con sadismo caracterológico.
Esta combinación de personalidad narcisista, tendencias
paranoides, tendencias antisociales, sadismo caracterológico
o automutilación crónica, constituye el síndrome de narcisis-
mo maligno, que es la forma más grave de las personalidades
narcisistas y es intermediario entre la personalidad narcisista
propiamente tal y y la personalidad antisocial. La personalidad
antisocial o psicopática es la forma más grave de patología del
carácter, y está constituida por estructuras narcisistas y una
destrucción total de la capacidad del SuperYo, una ausencia
total de sistema internalizado de valores, incluso una incapaci-
dad de empatizar con los sistemas de valores de los demás,
una falta total de capacidad de investidura de amor hacia sí
mismo o hacia los demás, un dominio total de la vida psíquica
por la agresión sobre el amor.
110
Si el narcisismo normal está basado en la integración sub-
yacente entre libido y agresión, y el narcisismo patológico está
basado en la incapacidad de esta integración, podríamos agre-
gar que esta incapacidad a su vez tiene varios grados: repre-
sión, disociación, proyección en la estructura narcisista habi-
tual; infiltración de las estructuras del SuperYo y del Yo por
agresión en el narcisismo maligno; y destrucción total de la
estructura del SuperYo y de las capacidades de investidura
libidinal en la personalidad psicopática.
Esto me lleva a referirme brevemente a la teoría del narci-
sismo de muerte de los autores franceses, (descrito original-
mente por Grunberger, después por André Green), refiriéndose
a un deseo original de no existencia como modo de evitar todo
conflicto y todo sufrimiento, secundariamente expresado en
depresiones gravísimas en que la autoagresión del SuperYo,
los vuelve regresivamente a esta depresión primaria relaciona-
da con los impulsos de muerte.
A mi juicio en esta teorización se confunden dos tipos de
situaciones, una en la cual existe una falta de desarrollo de la
vida afectiva normal, por gravísimos conflictos objetales, trau-
matización, enfermedad crónica en los primeros meses o años
de vida,una desorganización afectiva que impide la integración
normal tanto de afectos como de relaciones de objeto primi-
tivas, y lleva a esta destrucción de la vida profunda simboli-
zada, que existe en lo que en los Estados Unidos se llama
alexitimia o en Francia “la penseé operatoire”, o sea, organiza-
ciones con falta de desarrollo de estructuras simbólicas psí-
quicas, debida a la patología que les mencioné; y otro tipo de
casos en los cuales también por graves conflictos tempranos,
se organiza la agresión primitiva en una forma tan extrema que
lleva a una autodestructividad primitiva que está reflejada en el
narcisismo maligno y en la estructura antisocial o psicopática.
Esto me lleva entonces a la psicopatología del odio. En
forma muy breve, referiré mi conceptualización sobre el origen
de las pulsiones agresiva y libidinal. He propuesto que afectos
111
primitivos extremos constituyen las piedras de construcción de
las pulsiones de agresión y libido; es decir, que las pulsiones
de agresión y libido, son integraciones jerárquicamente supraor-
denadas a efectos básicos que las constituyen. Libido que, si
bien está basado en los primeros afectos de fusión libidinal pla-
centera entre bebé y madre desde este punto de vista, agrega
a esta sensación placentera que se maximiza en los momen-
tos de relación simbiótica la capacidad de excitación sexual y,
gradualmente, centra la libido en la excitación sexual como el
afecto básico de libido. Excitación sexual que, a su vez, según
sabemos hoy, se desarrolla gradualmente desde los primeros
meses de vida, basada en la relación sexual madre-bebé.
Del mismo modo, la agresión como pulsión, se organiza a
base de las primeras experiencias de rabia, que son reaccio-
nes afectivas inmediatas frente a frustraciones o dolor, como
medio primitivo de evacuar frustraciones y dolor, y que, bajo
condiciones extremas y patológicas, evolucionan hacia el odio
como un afecto agresivo secundario, permanente, estructura-
do, con el objeto de destruir el objeto odiado que origina el
sufrimiento, el dolor. Podemos decir entonces que, a base de
rabia primitiva, van elaborándose en escalones sucesivos eta-
pas de organización del odio: primero rabia como eliminación
de las fuentes de irritación, afecto agresivo transitorio; des-
pués, rabia como esfuerzo de eliminar un obstáculo o una
barrera para la gratificación; después, rabia para destruir a un
objeto frustrante. Ya en este momento la rabia se transforma
en odio, y la internalización de una relación de objeto entre Self
furioso y objeto odiado, internaliza no sólo la relación de obje-
to, sino la emoción de rabia transformada en destructividad
crónica, en odio, Y este odio evoluciona, primero, en una bús-
queda de destrucción del objeto; segundo, si esto no basta, en
una destrucción de la realidad, un deseo de destruir la reali-
dad, el mismo conocimiento del objeto, la percepción del sufri-
miento, la autodestrucción total como único medio de eliminar
el objeto del odio y a sí mismo como sujeto que sufre.
112
Esto es la destrucción defensiva de la realidad que ha des-
crito, por ejemplo, Bion, y que lleva a algunas de las manifesta-
ciones de patología más profunda en pacientes con graves tras-
tornos caracterológicos. En un grado más discreto, esto se
transforma en el sadismo, el deseo de hacer sufrir al objeto odia-
do sin que desaparezca el objeto odiado; después, simplemente
en el dominio del objeto odiado, la transformación de un sadis-
mo primitivo en estructuras obsesivas; y, finalmente, la sublima-
ción de la agresión en la afirmación de la autonomía personal.
Como ustedes ven, estoy describiendo la evolución afecti-
va en paralelo con el cambio de la relación de objeto, en para-
lelo con la transformación de afectos en superestructuras que
los coordinan, en este caso, la agresión. Odio es a agresión
como excitación sexual es a libido.
Hemos hablado de la relación entre narcisismo y libido
desde un punto de vista estructural y, en cierto sentido, clíni-
co. Y quizás se podría agregar aquí otro tema más. El hecho
de que la agresión primitiva tenga como objeto no sólo la des-
trucción del objeto sino de sí mismo, liga la problemática de
agresión y de narcisismo con el masoquismo.
El concepto de masoquismo también está en fluctuación,
igual que el concepto de narcisismo. Lo que llamamos maso-
quismo se extiende a través de una gradación extrema desde
la normalidad (porque la importancia del SuperYo en la vida
cotidiana hace imposible que no haya un cierto masoquismo
en la adaptación normal psicológica a sí mismo y a los demás.
En todos los esfuerzos, para trabajar, amar, sobrevivir, triunfar,
hay un elemento masoquista -que clínicamente no tiene impor-
tancia, hasta un extremo opuesto, en que el deseo de des-
trucción total para evitar todo sufrimiento es una agresión pri-
mitiva autodestructiva, pero en la cual ya es difícil hablar de
masoquismo, en el sentido de que faltan ciertos elementos
específicos que caracterizan los grados intermediarios de esta
patología, es decir, una relación del masoquismo con la sexua-
113
lidad y con el SuperYo. Si definimos masoquismo como una
patología específica de la sexualidad y del SuperYo, tenemos
que eliminar esta autoagresión más primitiva y más grave, en
la cual ya no hay sexualidad ni SuperYo.
Dejando al margen esta patología más primitiva, nos en-
contramos con el siguiente desarrollo de las tendencias auto-
destructivas:
En el sujeto normal la capacidad de experimentar placer
sexual con el dolor físico discreto, capacidad que le da el tin-
te agresivo a la excitación sexual, que es un elemento esencial
de la excitación sexual (y desde un punto de vista psicológico
apunta hacia el hecho de que la mayor fusión entre madre y
bebé no se produce solamente bajo momentos de estimula-
ción libidinal, de gratificación total del bebé al pecho, sino tam-
bién bajo momentos de dolor y de rabia extremos). Hay una
simbiosis de la agresión, lo mismo que la simbiosis del amor, y
un derivado de esta fusión bajo el signo de la agresión es el
elemento de dolor en la excitación sexual, que aumenta la sen-
sación de fusión con el objeto y que permite que impulsos
agresivos sean reclutados por la excitación sexual y provean
de un elemento masoquista a la excitación sexual. Es el primer
paso de la integración de la agresión al servicio del amor.
Si la agresión es discreta, este masoquismo sexual es todo
lo que necesitamos para manejarlo, por decirlo así. Si la agre-
sión es excesiva, este masoquismo integrado al polimorfismo
sexual infantil, es conducido a una perversión masoquista
específica, que contiene la agresión en las características
específicas del masoquismo sexual, como perversión específi-
ca, el deseo de sufrir como precondición para gozar sexual-
mente, el deseo de ser humillado, el deseo de ser controlado
por el objeto, la sensación de fusión, de amor con el objeto
bajo condiciones de control, humillación, sufrimiento.
Si esto no es suficiente para contener la agresión, ésta
puede ser integrada dentro del SuperYo. La culpa derivada de
114
conflictos edípicos por impulsos sexuales infantiles es expre-
sada en el deseo de sufrir como precio a pagar por la gratifi-
cación sexual, transformada simbólicamente en el deseo de
sufrir como condición para ser amado por el objeto idealizado
y ser perdonado por las culpas propias. Un SuperYo sádico
absorbe la agresión y permite el masoquismo moral, como
siguiente etapa de control de la agresión dentro del aparato
psíquico.
Si no es suficiente la absorción de la agresión en el Super-
Yo sádico neurótico, puede haber una dispersión general de
agresión en estructuras caracterológicas sádicas, una disocia-
ción y reproyección secundaria de un SuperYo que no se tole-
ra, y nos encontramos entonces con una estructura sadoma-
soquista, que expresa el masoquismo de una forma patológica
caracterológica crónica.
En resumen, el masoquismo es un gradiente que empieza
con el polimorfismo sexual normal, sigue con la perversión
masoquista, el masoquismo moral, y la estructura sadomaso-
quista. En el peor de los casos, encontramos una combinación
de todas estas condiciones. En sí esto no indica un narcisismo
patológico y puede existir sin la condensación de un narcisis-
mo patológico. Pero en la práctica clínica nos encontramos
dos superposiciones de patología masoquista y patología nar-
cisista:
La más grave, la infiltración agresiva del Yo patológico
grandioso que les mencioné, en que la grandiosidad se expre-
sa como una grandiosidad autodestructiva. Hay una autodes-
tructividad primitiva que podría llamarse masoquista, -a pesar
de que me parece una exageración del concepto-, es una
autodestructividad primitiva integrada en un narcisismo patoló-
gico.
Y también, la racionalización narcisista de toda la patología
masoquista, es decir, el esfuerzo de mantener la autoestima,
racionalizando el funcionamiento masoquista. El individuo ma-
115

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