
Tautologías, son enunciados verdaderos en cualquier circunstancia, sin importar su contenido, el cual resulta determinado
por las expresiones lógicas involucradas:
en este caso, o y no. Cualquier enunciado de la forma siguiente será verdadero, A o no
A | Si A entonces A.
Por ejemplo, “Diana vendrá o no vendrá.”
Es imposible que el enunciado sea falso, alguna de las opciones ha de ser cierta.
Contradicciones, son enunciados falsos en cualquier circunstancia, sin importar su contenido. Cualquier enunciado de la
forma siguiente serán contradicciones, A y no A.
Por ejemplo, “Llueve y no llueve.”
No importa el pronóstico meteorológico, cuándo ni dónde lo formulemos, es falso que llueve y no llueve, ¿por qué? porque no
puede llover y no llover al mismo tiempo o bien llueve o bien no llueve.
Existen enunciados que son contradicciones y tienen otras formas, no es cierto que A entonces A.
Por ejemplo, “No es cierto que Facundo vaya o no vaya a venir.”
Si atendemos a su forma, podemos notar que consiste precisamente en la negación de un enunciado tautológico. En tanto los
enunciados de esta forma niegan un enunciado que es verdadero en toda situación posible, son falsos en toda situación
posible, es decir, son contradictorios.
Contingentes, su validez o falsedad va a depender exclusivamente del contenido del enunciado y no de su forma o estructura.
La mayoría de los enunciados son de este tipo: “Francisco es hincha de Racing.” “El oro es valioso en América o Europa.” “A
Diana le gusta el dulce de leche o el chocolate.”
“A Diana le gusta el dulce de leche o el chocolate.” no sabemos qué le gusta, así que no se puede determinar su validez o
falsedad, salvo que le preguntemos.
Evaluar un argumento puede consistir, en términos muy generales, en determinar si es bueno o malo, o tal vez, qué tan bueno
o qué tan malo es.
La pregunta por las virtudes de un argumento contiene al menos dos cuestiones, ¿Logran las premisas ofrecer apoyo a la
conclusión? ¿En qué grado lo hacen? y ¿Son las premisas verdaderas? ¿Qué tan confiables son?
Esta doble cuestión radica en la naturaleza misma de los argumentos. Al argumentar, damos por supuesto las premisas y, en
base a ellas, inferimos una determinada conclusión.
Y una (o ambas) pueden resultar erradas: las premisas (el punto de
partida) o la inferencia (el paso de premisas a conclusión).
Hay ciertos casos en que si bien las premisas logran ofrecer razones a favor de la conclusión, esas premisas resultan
cuestionables. Difícilmente estaríamos dispuestos a admitir un argumento que suponga premisas falsas o difíciles de aceptar
como un buen argumento sin más.
Por ejemplo, “
Si la Tierra es el centro del universo, el Sol gira en torno a ella. La Tierra es el centro del universo, el Sol gira en
torno a ella.
”
Este argumento tiene un claro defecto, supone una premisa que hoy consideramos falsa, “La Tierra es el centro del Universo.”,
sin embargo, el argumento tiene una virtud, existe una conexión estrecha entre premisas y conclusión, tal que, si las premisas
fueran verdaderas, la conclusión se desprendería de modo necesario de ellas.
En otros casos, por el contrario, las premisas son confiables; creemos en su verdad, pero por sí mismas no logran establecer
la conclusión
, son insuficientes y, por ello, el salto hacia la conclusión (la inferencia de premisas a conclusión) no resulta
adecuado.
Por ejemplo, “Elba Selva es zurda y es una gran jugadora de fútbol, Maradona era zurdo y era un gran jugador de fútbol, Messi
es zurdo y es un gran jugador de fútbol. De modo que, todos los zurdos son grandes jugadores de fútbol.”