INVESTIDURA
Según el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo investidura es la
acción y el efecto de investir, y el de investir el de conferir una dignidad o un cargo
importante. Ahora bien, la cantidad de excitación es, por un lado, investida por la
representación, con lo que adquiere la «dignidad» de pasar a ser psíquica y llevar los
nombres de «libido» y
«quantum
de afecto». En este caso es la representación la que
inviste a la cantidad de excitación, le presta las «vestiduras dignas». Por otro lado, la
representación es investida por la cantidad (que en ese mismo instante toma la nueva
categoría de libido) y en el caso de la representación-cosa formará el deseo
inconsciente y la pulsión (este último concepto límite entre lo
biológico y lo psíquico).
También existe la investidura preconsciente (de atención) sobre las representaciones-
palabra, por la cual estas representaciones-palabra son anoticiadas por la consciencia.
Decimos entonces que la investidura es un concepto «bifronte», es tanto la libido que
inviste a la representación como esta última la que lo hace con la energía libidinal, en
ambos casos, que se producen al unísono, el fenómeno en cuestión pasa a otra
categoría, a la «dignidad» psíquica.
Tanto la desinvestidura como la contrainvestidura son fenómenos contrarios a este
proceso de investir, la desinvestidura de la representación-cosa (típica de la
esquizofrenia ) produce la pérdida de la «dignidad» representacional, quedando el
aparato psíquico así desarmado a merced de la cantidad de excitación en bruto, lo que
lleva el nombre de angustia automática. La contrainvestidura es el mecanismo de la
represión primaria por la que se produce la fijación a determinada zona erógena y
genera la escisión que produce un inconsciente reprimido del preconsciente. También
la contrainvestidura es uno de los componentes de la represión secundaria o
mecanismos de defensa, en este caso es la que produce la resistencia de la represión.
La representación-cosa, para poder llegar a un nivel más alto (o más digno) debe ser
sobreinvestida con la representación-palabra y ésta a su vez, sobreinvestida con
atención desde la consciencia para poder ser pensada con fuerte investidura y débil
desplazamiento, características del proceso secundario. Así vemos que a cada nuevo
nivel de complejidad representacional (<<dignidad»), mayor investidura.
DESINVESTIDURA
(SUSTRACCIÓN DE LA INVESTIDURA)
Forma de funcionamiento común a todos los mecanismos de defensa, por el cual
se le retira energía psíquica (libido): a representaciones-palabra Prec en las neurosis;
a representaciones-cosa lnc en las psicosis narcisistas; al aparato perceptual o
sistema percepción consciencia PCc. en las psicosis alucinatorias agudas, psicosis
histéricas y, en parte, en el fetichismo y las otras perversiones sexuales; o a todas
las partes del aparato psíquico, en el caso del sueño.
La desinvestidura corresponde al segundo paso de la represión o defensa, o sea la
represión propiamente dicha, complementaria de la represión primaria cuyo mecanismo
único es la contrainvestidura. Esta última también actúa en la represión secundaria
reforzándola y sosteniéndola.
Cuando la energía corporal inviste una representación-cosa, se transforma en psíquica.
Se la llama entonces «pulsión lnc». Si es sexual se la llama también «libido» (poniendo
en este caso el énfasis en la energía invistiente), principal representante de las
pulsiones de vida.
Cuando además de la representación-cosa inviste la representación-palabra
correspondiente, crea la precondición para el domeñamiento de la pulsión.
Si se desinviste la representación-palabra, la investidura, permaneciendo en la
representación-cosa en estado de represión, genera el deseo lnc reprimido.
En las psicosis narcisistas se retira la investidura de la representación-cosa lnc., lo
que deja al aparato psíquico sin
deseo Inc., sin pulsión de vida; con cantidad de
excitación pura, sin poder ser ligada a una representación. Esto es liberación de
pulsión de muerte, tendencia a la vuelta a lo inorgánico, a la pura cantidad. Las
representaciones-palabra están investidas entonces, como un puente sumamente
endeble tendido hacia un mundo objetal, delirante, pero mundo al fin. Se formarán
así los delirios, las alteraciones sintácticas con tema hipocondríaco (lenguaje de
órgano). Se habrá perdido la metáfora en estas representaciones-palabra,
retornarán a su sentido de representación-cosa original.
CONTRAINVESTIDURA
Investidura defensiva del yo a una representación, contraria por sus atributos,
a los de una cantidad de excitación que penetra en el aparato psíquico proveniente en
ocasiones del mundo exterior, rompiendo la protección antiestímulo (vivencia de dolor,
situación traumática actual), o en ocasiones del interior (pulsiones sexuales , las que
necesitan del «a posteriori» para ser traumáticas).
La formación de la contrainvestidura, defensa extrema, único mecanismo de la
represión primaria (esfuerzo de desalojo), deja una fijación y en algunos casos, como
lo es el de la formación reactiva -prototipo de contrainvestidura- la inversión de la
forma de satisfacción, o mejor dicho, el trastorno del afecto, respecto de la
satisfacción pulsional original.
La represión primaria (fijación) es el corolario final de múltiples contrainvestiduras
defensivas ante los hechos traumáticos exteriores e interiores ocurridos durante la
sexualidad infantil. Se consolida definitivamente con la represión del complejo de
Edipo y el establecimiento del superyó. Del superpodríamos decir también que es
una enorme contrainvestidura, la que termina de instalar la represión primaria,
unificando así todas las contrainvestiduras previas, formadas durante el predominio
de cada zona erógena (en unas se forman más contrainvestiduras que en otras,
depende esto de los sucesos vividos con los objetos, dando origen así a los diferentes
puntos de fijación). Cada fijación previa -cuando se consolida la represión primaria
edípica originando la amnesia infantil y la culminación de la escisión del aparato en un
inconsciente y un preconsciente - y toda la sexualidad infantil previamente reprimida
es resignificada
«a
posteriori» a la luz del complejo edípico quedando en estado de
represión. Pugnará siempre por retornar desde lo reprimido, como deseo Inc.; a veces
lo consigue, siempre que encuentre puntos débiles en la represión.
Después de la institución definitiva de la represión primaria y la estructuración del
superyó, la represión se realiza sobre los retoños de la pulsión -incestuosa y
parricida- original. Se la denomina, entonces, «represión secundaria» o represión pro-
piamente dicha. Ésa es la represión observable en la clínica, se establece en un sujeto
con un aparato psíquico terminado de constituir, con un ello inconsciente, y un yo y un
superyó que tienen partes inconscientes, preconscientes y conscientes.
La represión secundaria (esfuerzo de dar caza) tiene tres mecanismos: 1) la
sustracción de la investidura Prec. (de la representación-palabra), 2) la atracción
ejercida desde la represión primaria hacia el Inc., y 3) también la contrainvestidura.
En la represión secundaria la contrainvestidura es usada para reforzar a la
desinvestidura Prec.; con el monto de investidura libidinal proveniente de la
sustracción se inviste a otra representación, la que así desaloja al retoño de la
reprimida, actuando como tapón e impidiéndole el acceso al Prec.
También esta contrainvestidura se instala en el sistema percepción-
consciencia (PCc.). Se pueden percibir, en forma contrainvestida afectivamente,
los estímulos exteriores de la pulsión sexual reprimida (por ejemplo: el asco
ante los estímulos sexuales) ya veces hasta no se los percibe (como en el caso
de la ceguera histérica).
La contrainvestidura de la represión secundaria es a su vez la fuerza contraria
al avance del análisis que se muestra clínicamente como una de las resistencias
del yo.
Se define a la contrainvestidura principalmente desde dos puntos de
vista: económico y representacional. Es la investidura de otra representación
diferente y hasta opuesta a la original. La original es desalojada al inconsciente,
del que no podrá volver, mientras la nueva representación esté actuando como
contrainvestidura y el yo Inc. «tratando de dar caza» a toda otra
representación cercana o parecida.
En el dolor o los hechos trauticos externos, se contrainviste narcisistamente
el órgano dolorido o dañado. Se percibe entonces, un gran esfuerzo yoico. Éste
retira libido del resto de los lugares psíquicos y la ubica ahí, en el lugar del
cuerpo dañado, luchando por evitar el dolor, restañando el cuerpo herido con el
cariño narcisista, y tratando de alejarse de lo traumático. Esta explicación
muestra a la contrainvestidura funcionando dentro del principio de placer. En el
caso de que en el hecho traumático la cantidad de excitación sobrepase sus
posibilidades, puede entrar a tallar el «más allá» de la pulsión de muerte,
apuntando más, todo el fenómeno, hacia la tendencia a la repetición de lo
traumático, como marca la fijación. Esta repetición será por la necesidad de
repetir la situación traumática para reelaborarla y recuperada para el principio
de placer, por un lado, o por mera repetición, por otro.
SOBREINVESTIDURA
Podríamos definir como sobreinvestidura a toda investidura superior a la
anterior. La sobreinvestidura puede estar en la representación (representación-cosa
+ representación-palabra, por ejemplo) o en el
quantum
de afecto o energía libidinal.
Durante el estado de expectación ansiosa, previa a la acción específica o a la situación
de peligro, está sobreinvestido con atención todo el aparato perceptual.
Por otro lado, las cantidades de excitación provenientes del cuerpo se sobreinvisten
con representaciones-cosa y estas representaciones-cosa quedan sobreinvestidas con
libido tomando el nombre de «pulsión» o de «deseo objetal». Sin salir del Inc.
La sobreinvestidura puede ser producida por la energía y entonces toma un significado
económico, energético. Pero también la cantidad somática de energía puede ser
investida con la representación, vestirse con ella. Entonces la sobreinvestidura toma
un significado de cualidad representacional.
Todo pasaje de un nivel a otro más alto en la escala psíquica de una representación
requiere de una sobreinvestidura. Ésta puede resultar de diversa índole, por ejemplo
para acceder del Inc. al Prec del yo, una representación-cosa debe ser investida por
una palabra, y para que ésta llegue a la Cc. debe recibir una sobreinvestidura de
atención por parte de ella.
En un aparato psíquico concebido dinámicamente, con una direccionalidad, la
sobreinvestidura toma un sentido progresivo, opuesto al de regresión y, en cierto
sentido, a un mayor domeñamiento y mayor mezcla pulsional, independientemente de
las complejizaciones que surjan de la existencia de la represión y la escisión del
aparato psíquico en diferentes partes.
La cantidad de excitación que es sobreinvestida con una representación-cosa Inc., que
halla su representación-palabra, lo que la convierte en Prec., que puede por lo tanto
ser pensada con sobreinvestiduras de atención, las que siguen los caminos
representacionales con fuerte investidura y débil desplazamien
to (características
que definen al proceso secundario ), llegando a conclusiones y a un mayor
conocimiento del yo y de la realidad , así como a un mayor conocimiento de los
deseos provenientes de la pulsión, los que pueden o no convertirse en realidades a
través de acciones en el mundo exterior que serán experimentadas como vivencias
placenteras; esa originaria cantidad de excitación va en todas estas estaciones
adquiriendo distintos niveles de sobreinvestidura libidinal y representacional, va
teniendo niveles s altos de lo psíquico. La sobreinvestidura puede negar al
aparato perceptual encargado de percibir la realidad, así como tomar niveles cada
vez más intensos y perfeccionados, de ligadura y domeñamiento pulsional.
Los mecanismos de defensa del yo o represión secundaria tienen en común la
desinvestidura de las representaciones no aceptadas por el yo para «prestarle su
aquiescencia» y reconocerlas como propias.
El yo, entonces, puede restarle investidura a una determinada representación cuya
presencia le resulta angustian te, de diversas formas: por ejemplo quitándole su
sobreinvestidura de atención para lo que encontrará causas basadas en raciona-
lizaciones, con lo que se impedirá, de todas maneras su acceso a la Cc., pese a
tener representaciones-palabra en el Prec., pero desatendidas.
Puede también restarle la sobreinvestidura de la representación-palabra Prec y
dársela a otra que se convierte así en contrainvestidura de la anterior, que pasa
al estado de represión siendo enviada al Inc. reprimido.
Esto es producido por la represión secundaria clásica, origen de las neurosis de
transferencia, el olvido, los sueños, los actos fallidos, etcétera.
En las psicosis narcisistas, se retira la investidura de la representación-cosa Inc.,
motor del deseo Inc. del objeto y se pasa a sobreinvestir las representaciones
correspondientes al yo (definición del narcisismo), causando fenómenos clínicos
como la megalomanía o la hipocondría. En casos de patología narcisista de menor
gravedad se pueden establecer rasgos de carácter como la altanería o arrogancia,
más compatibles con el criterio de realidad.
Por lo tanto el yo, para defenderse de la angustia que le despierta la presencia
de determinados deseos pulsionales, no vacila ante la pérdida de grados de dominio
sobre la pulsión, con tal de expulsarla de cortándole así toda posibilidad de llegar a
la acción.
Ni más ni menos esto es lo que consigue con su represión secundaria (<<esfuerzo de
dar caza»), o mecanismos de defensa lnc., además de, por otro lado, conseguir también
sofocar a las pulsiones y los afectos que se puedan derivar de ellas (en las neurosis
esto suele fallar, excepto en la histeria de con versión ), pero no a raíz de
sobreinvestiduras sino, por el contrario, de desinvestiduras, que si bien en algún
momento defienden al yo, luego le ocasionan patología.
Cuando la representación Prec ha sido desinvestida, por más que la Cc. del yo
sobreinvista el resto de las representaciones presentes en el yo no las puede
encontrar, pues aquellas pasaron al lnc.
Cuando, en cambio, lo desinvestido fue la representación-cosa lnc., la libido se retrajo
del mundo de los objetos, lo que se hace presente clínicamente como diversos grados
de apartamiento de las vinculaciones sociales hasta la fantasía de fin de mundo de la
esquizofrenia.
En estos casos se sobreinvisten las representaciones-palabra Prec sin ningún tipo de
basamento lnc., se reemplaza con ellas a éste, y se generan así los delirios paranoicos,
por ejemplo, o cualquier forma de discurso vacío no sustentado por las repre-
sentaciones-cosa lnc.
También en ciertas ocasiones se logran diferentes niveles de reconexión con el mundo
regidas más por el principio de placer-displacer que por el principio de realidad , pero
reconstrucciones al fin, basadas en esta sobreinvestidura Prec en última instancia.
El concepto de sobreinvestidura resulta entonces en suma complejo, pues participa en
ocasiones de la salud, del domeñamiento pulsional, y en otras de la patología; depende
de qué y cómo se sobreinvista, aunque los intentos de sobreinvestir suelen ser los de
domeñar a la pulsión.
VI PSICOANALISIS EN LOS FUNDAMENTOS.docx
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