
contra unas obvias objeciones. La angustia es una reacción probablemente inherente a
todos los organismos; al menos, lo es a todos los organismos superiores. La angustia se
generó como reacción a un estado de peligro, en lo sucesivo se la reproducirá regularmente
cuando un estado semejante vuelva a presentarse. [arquetipo] Las inervaciones del estado
de angustia originario tuvieron pleno sentido y fueron adecuadas al fin, en un todo como las
acciones musculares del primer ataque histérico. Así, se separan dos posibilidades de
emergencia de la angustia: una, desacorde con el fin, en una situación nueva de peligro; la
otra, acorde con el fin, para señalarlo y prevenirlo. ¿Qué es un peligro? En el acto de
nacimiento amenaza un peligro objetivo para la conservación de la vida. Lo que ello significa
en realidad, pero psicológicamente no nos dice nada [No hay representación. no hay
ligadura] [analogía con la angustia traumática] El feto no puede notar más que una enorme
perturbación en la economía de su libido narcisista [aquel tipo como perturbación
económica] Grandes sumas de excitación irrumpen hasta él, producen novedosas
sensaciones de displacer; muchos órganos se conquistan elevadas investiduras, lo cual es
una suerte de preludio de la investidura de objeto que pronto se iniciara; y de todo ello,
¿qué es lo que podría emplearse como signo distintivo de una "situación de peligro"? La
angustia del niño es entendida debido a que extraña a la persona amada (añorada). La
imagen mnémica de la persona añorada es investida, al comienzo de manera alucinatoria.
Parece como si esta añoranza se trocara de pronto en angustia. Esa angustia sería una
expresión de desconcierto, como si no supiese qué hacer con su investidura añorante. Así,
la angustia se presenta como una reacción frente a la ausencia del objeto de amor. La
reflexión nos lleva más allá de esa insistencia en la perdida de objeto. Cuando el niño añora
la percepción de la madre, es solo porque ya sabe, por experiencia, que ella satisface sus
necesidades sin dilación [objeto protector]. Entonces, la situación que valora como "peligro"
y de la cual quiere resguardarse es la de la insatisfacción, el aumento de la tensión de
necesidad, frente al cual es importante. La situación de insatisfacción, en que las
magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero sin que se las domine por empleo
psíquico y descarga [perturbación económica], tiene que establecer para el lactante la
analogía con la vivencia de nacimiento, la repetición de la situación de peligro; lo común en
ambas es la perturbación económica por el incremento de las magnitudes de estímulo en
espera de tramitación; este factor constituye el núcleo genuino del "peligro". En ambos
casos sobreviene la reacción de angustia, que en el lactante resulta ser todavía acorde al
fin. Con la experiencia de que un objeto exterior, aprehensible por vía de percepción, puede
poner término a la situación peligrosa que recuerda al nacimiento, el contenido del peligro
se desplaza de la situación económica a su condición, la pérdida del objeto. Ahora el peligro
es la ausencia de la madre; el lactante da la señal de angustia tan pronto ella se ausenta,
antes que sobrevenga la situación económica temida. Esta mudanza significa un primer
gran progreso en el logro de la autoconservación; simultáneamente encierra el pasaje de la
reproducción involuntaria y automática de la angustia a su reproducción deliberada como
señal del peligro. En ambos aspectos, como fenómeno automático y como señal de socorro,
la angustia demuestra ser producto del desvalimiento psíquico del lactante. La llamativa
coincidencia de que tanto la angustia del nacimiento como la angustia del lactante
reconozca por condición la separación de la madre no ha menester de interpretación
psicológica alguna. La pérdida del objeto como condición de la angustia persiste por todo un
tramo. También la siguiente mudanza de la angustia, la angustia de castración que
sobreviene en la fase fálica, es una angustia de separación y está ligada a idéntica
condición. El peligro es aquí la separación de los genitales. El yo es el genuino almacigo de
la angustia. En la castración la alta estima narcisista por el pene se basa en la garantía de