Inhibición, síntoma y angustia (1926) SEMINARIO
3º teoría de la angustia
es la angustia la que crea la represión (ésta no proviene de la
libido reprimida); la actitud angustiada del yo es siempre lo primario y es la impulsión para
la represión.
Capítulo IV.
Como primer caso, consideremos el de una zoofobia histérica infantil; sea,
por ejemplo, el de la fobia del pequeño Hans a los caballos.
El pequeño Hans se rehúsa a andar por la calle porque tiene angustia ante el
caballo. La angustia frente al caballo es el síntoma; la incapacidad para andar
por la calle, un fenómeno de inhibición, una limitación que el yo se impone
para no provocar el síntoma-angustia. No es una angustia indeterminada
frente al caballo, sino de una determinada expectativa angustiada: el caballo
lo morderá. Este contenido procura sustraerse de la cc y sustituirse mediante
la fobia indeterminada, en la que ya no aparecen más que la angustia y su
objeto.
Hans se encuentra en la actitud edípica de celos y hostilidad hacia su padre, a
quien a la vez ama (conflicto de ambivalencia un amor bien fundado y un
odio no menos justificado, ambos dirigidos a una misma persona). Su fobia
tiene que ser un intento de solucionar ese conflicto. Por lo que la moción
pulsional que sufre la represión es un impulso hostil hacia el padre.
Es en el análisis donde Freud ve la prueba de ello mientras se empeñaba en
pesquisar el origen de la idea del caballo mordedor. Hans ha visto rodar a un
caballo, y caer y lastimarse a un compañerito de juegos con quien había
jugado al «caballito». Así dio el derecho a construir en Hans una moción de
deseo, la de que ojalá el padre se cayese, se hiciera daño como el caballo y el
camarada. Referencias a una partida de viaje observada permiten conjeturar
que el deseo de hacer a un lado al padre halló también expresión menos
tímida. Ahora bien, un deseo así tiene el mismo valor que el propósito de
eliminarlo a él mismo: equivale a la moción asesina del complejo de Edipo.
Vale decir que no podemos designar como síntoma la angustia de esta fobia;
si el pequeño Hans, que está enamorado de su madre, mostrara angustia
frente al padre, no tendríamos derecho alguno a atribuirle una neurosis, una
fobia. Nos encontraríamos con una reacción afectiva enteramente
comprensible. Lo que la convierte en neurosis es, única y exclusivamente,
otro rasgo: la sustitución del padre por el caballo. Es, pues, este
desplazamiento ¡descentramiento) lo que se hace acreedor al nombre de
síntoma. Es aquel otro mecanismo que permite tramitar el conflicto de
ambivalencia sin la ayuda de la formación reactiva.
Las expectativas de Freud se satisfarían mejor si el pequeño Hans hubiera
desarrollado, en lugar de su angustia frente al caballo, una inclinación a
maltratarlos, golpearlos. Por lo tanto, hay algo que no está en orden, ya sea
el modo de concebir la represión o en la definición de síntoma.
El hecho de que el padre hubiera jugado al "caballito" von el pequeño Hans
fue sin duda decisivo para la elección del animal angustiante.
Solo acerca del pequeño Hans puede anunciarse con exactitud que tramito
mediante su fobia las dos mociones principales del complejo de Edipo, la
agresiva hacia el padre y la hipertierna hacia la madre; es cierto que también
estuvo presente la moción tierna hacia el padre: desempeña su papel en la
represión de su opuesta, pero no puede demostrarse que fue lo bastante
intensa como para provocar una represión, ni que resulto en lo sucesivo. La
angustia frente a una castración inminente. Por angustia de castración
resigna el pequeño Hans la agresión hacia el padre: su angustia de que el
caballo lo muerda puede completarse, sin forzar las cosas: que el caballo le
arranque de un mordisco los genitales, lo castre [angustia motor de la
represión]
La conclusión a la que llega Freud es que en ambos casos (Freud desarrolla
este caso junto al del hombre de los lobos), el motor de la represión es la
angustia frente a la castración; los contenidos angustiantes ser mordido
por el caballo y ser devorado por el lobo son sustitutos desfigurados
{dislocados} del contenido «ser castrado por el padre».
Pero el afecto-angustia de la fobia, que constituye la esencia del caso Hans,
no proviene del proceso represivo, de las investiduras libidinosas de las
mociones reprimidas, sino de lo represor mismo; la angustia de la zoofobia es
la angustia de castración inmutada, vale decir, una angustia realista, angustia
frente a un peligro que amenaza efectivamente o es considerado real. Aquí la
angustia crea a la represión y no como Freud opinaba antes la represión
a la angustia. (Tercera versión de la angustia)
Freud sustentó la tesis de que por obra de la represión el representante de la
pulsión es desplazada, etc., en tanto que la libido de la moción pulsional es
mudada en angustia. Ahora bien, la indagación de las fobias, que serían las
llamadas por excelencia a demostrar directamente esa tesis, no la corrobora
y aun parece contradecirla directamente. La angustia de las zoofobias es la
angustia de castración del yo [sede de la angustia es el yo] La mayoría de las
fobias se remontan a una angustia del yo, frente a las exigencias de la libido.
En ellas, la actitud angustiada del yo es siempre lo primario, y es la impulsión
para la represión. La angustia nunca proviene de la libido reprimida. Ya no se
puede sostener el proceso metapsicológico de una trasposición directa de la
libido en angustia.
Capitulo VII.
Si volvemos a las zoofobias infantiles, comprenderemos, empero, estos casos
mejor que todos los otros. El yo debe proceder aquí contra una investidura
de objeto libidinosa del ello (ya sea la del complejo de Edipo positivo o
negativo), porque ha comprendido que ceder a ella aparejaría el peligro de la
castración.
En el caso de Hans (complejo de Edipo positivo) la moción tierna hacia la
madre sólo puede considerarse erótica pura, la agresiva (hacia el padre)
depende de la pulsión de destrucción, y siempre hemos creído que en la
neurosis el yo se defiende de exigencias de la libido, no de las otras
pulsiones. Tras la formación de la fobia la ligazón-madre tierna ha
desaparecido por la represión y la formación sintomática (formación
sustitutiva) es una sustitución en torno de la moción agresiva.
Dijimos que tan pronto como discierne el peligro de castración, el yo da la
señal de angustia e inhibe el proceso de investidura amenazador en el ello
[represión]; por medio de la instancia placer-displacer. Al mismo tiempo se
consuma la formación de la fobia. La angustia de castración recibe otro
objeto y una expresión desfigurada (dislocada): ser mordido por el caballo
(ser devorado por el lobo), en vez de ser castrado por el padre. La formación
sustitutiva tiene dos manifiestas ventajas; la primera, que esquiva un
conflicto de ambivalencia, pues el padre es simultáneamente un objeto
amado; y la segunda, que permite al yo suspender el desarrollo de angustia.
En efecto, la angustia de la fobia es facultativa, solo emerge cuando su objeto
es asunto de la percepción. Esto es enteramente correcto; en efecto solo
entonces está presente la situación de peligro. Tampoco de un padre ausente
se temería la castración. Sólo que no se puede remover al padre: aparece
siempre, toda vez que quiere. Pero si se lo sustituye por un animal, no hace
falta más que evitar la visión, vale decir la presencia de este, para quedar
exento de peligro y de angustia. Por lo tanto, el pequeño Hans impone a su
yo una limitación, produce la inhibición de salir para no encontrarse con
caballos.
Se adscribe a la fobia el carácter de una proyección, púes se sustituye
entonces un peligro pulsional interior por un peligro de percepción exterior,
del que puede protegerse mediante la huida y la evitación de percibirlo,
mientras que la huida no vale frente al peligro interno. La exigencia pulsional
no es un peligro en sí misma; lo es solo porque conlleva un auténtico peligro
exterior, el de la castración. Por lo tanto, en la fobia, en el fondo sólo se ha
sustituido un peligro exterior por otro. El hecho de que el yo pueda
sustraerse de la angustia por medio de una evitación o de un síntoma-
inhibición armoniza muy bien con la concepción que esa angustia es solo una
señal-afecto, y de que nada ha cambiado en la situación económica.
La angustia de las zoofobias es una reacción afectiva del yo frente al
peligro; y el peligro frente al cual se emite la señal es el de la castración.
En la fobia, el motor de la formación del síntoma es la angustia del yo frente
al superyó. La hostilidad del superyó es la situación de peligro de la cual el yo
debe evitar. El peligro está interiorizado. Lo que el yo teme del superyó, es el
castigo de este que es un eco del castigo de castración. Así como el superyó
es el padre apersonal, la angustia frente a la castración con que este
amenaza se transmuta en una angustia social o de cc moral. La angustia es la
reacción frente a la situación de peligro; se la ahorra si el yo hace algo para
evitar la situación o sustraerse de ella. Los síntomas son creados para evitar
la situación de peligro que es señalada mediante el desarrollo de angustia.
Ese peligro es el de la castración o algo derivado de ella.
Si la angustia es la reacción del yo frente al peligro, parece evidente que la
neurosis traumática, tan a menudo secuela de un peligro mortal, ha de
concebirse como una consecuencia directa de la angustia de supervivencia o
de muerte, dejando de lado los vasallajes del yo y la castración. Se aportaron
pruebas de que una amenaza a la pulsión de autoconservación podía
producir una neurosis sin participación de la sexualidad.
En lo icc no hay nada que pueda dar contenido a la muerte. La angustia de
muerte puede representarse a través de la castración, debe concebirse como
un análogo a la angustia de castración. La situación frente a la cual el yo
reacciona es la de ser abandonado por el superyó protector, los poderes del
destino. A raíz de las vivencias que llevan a la neurosis traumática es
quebrada la protección contra los estímulos exteriores y en el aparato
anímico ingresan volúmenes hipertróficos de excitación, estamos ante una
segunda posibilidad: la angustia no se limita a ser una señal-afecto, sino que
también es producida como algo nuevo a partir de las condiciones
económicas de la situación.
Mediante esta última puntualización, a saber, que el yo se pondría sobre
aviso de la castración a y través de pérdidas de objeto repetidas con
regularidad, hemos obtenido una nueva concepción de la angustia. Si hasta
ahora la considerábamos una señal-afecto del peligro, nos parece que se
trata tan a menudo del peligro de la castración como de la reacción frente a
una perdida, una separación. La primera vivencia de angustia, al menos del
ser humano, es la del nacimiento, y este objetivamente significa la separación
de la madre, podría compararse a una castración de la madre (de acuerdo
con la ecuación hijo=pene). El nacimiento no es vivenciado subjetivamente
como una separación de la madre, pues esta es ignorada como objeto por el
feto enteramente narcisista.
Capitulo VIII
El análisis del estado de angustia se distingue: 1) un carácter displacentero
especifico, 2) acciones de descarga y 3) percepciones de éstas.
Los puntos 2 y 3 nos proporcionan una diferencia respeto de los estados
como el duelo y el dolor. Las exteriorizaciones motrices no forman parte de
esos estados; cuando se presentan, se separan de manera nítida, no como
componentes de la totalidad, sino como consecuencias o reacciones frente a
ella. Por tanto, la angustia es un estado displacentero particular.
En la base de la angustia hay un incremento de la excitación, que da lugar al
carácter displacentero y por la otra es aligerado mediante descargas. Es la
reproducción de una vivencia que reunió las condiciones para un incremento
del estímulo y para la descarga por determinadas vías, a raíz de los cual, el
displacer de la angustia recibió su carácter específico. En el humano, el
nacimiento es una vivencia arquetípica de tal índole y por eso nos inclinamos
a ver en el estado de angustia como una reproducción del trauma de
nacimiento.
La reconducción de la angustia al suceso del nacimiento debe ser protegida
contra unas obvias objeciones. La angustia es una reacción probablemente
inherente a todos los organismos; al menos, lo es a todos los organismos
superiores.
La angustia se generó como reacción a un estado de peligro, en lo sucesivo se
la reproducirá regularmente cuando un estado semejante vuelva a
presentarse. [arquetipo]
Las inervaciones del estado de angustia originario tuvieron pleno sentido y
fueron adecuadas al fin, en un todo como las acciones musculares del primer
ataque histérico. Así, se separan dos posibilidades de emergencia de la
angustia: una, desacorde con el fin, en una situación nueva de peligro; la
otra, acorde con el fin, para señalarlo y prevenirlo.
¿Qué es un peligro? En el acto de nacimiento amenaza un peligro objetivo
para la conservación de la vida. Lo que ello significa en realidad, pero
psicológicamente no nos dice nada [No hay representación. no hay ligadura]
[analogía con la angustia traumática] El feto no puede notar más que una
enorme perturbación en la economía de su libido narcisista [aquel tipo como
perturbación económica] Grandes sumas de excitación irrumpen hasta él,
producen novedosas sensaciones de displacer; muchos órganos se
conquistan elevadas investiduras, lo cual es una suerte de preludio de la
investidura de objeto que pronto se iniciara; y de todo ello, ¿qué es lo que
podría emplearse como signo distintivo de una "situación de peligro"?
La angustia del niño es entendida debido a que extraña a la persona amada
(añorada). La imagen mnémica de la persona añorada es investida, al
comienzo de manera alucinatoria. Parece como si esta añoranza se trocara
de pronto en angustia. Esa angustia sería una expresión de desconcierto,
como si no supiese qué hacer con su investidura añorante. Así, la angustia se
presenta como una reacción frente a la ausencia del objeto de amor.
La reflexión nos lleva más allá de esa insistencia en la perdida de objeto.
Cuando el niño añora la percepción de la madre, es solo porque ya sabe, por
experiencia, que ella satisface sus necesidades sin dilación [objeto protector].
Entonces, la situación que valora como "peligro" y de la cual quiere
resguardarse es la de la insatisfacción, el aumento de la tensión de necesidad,
frente al cual es importante. La situación de insatisfacción, en que las
magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero sin que se las
domine por empleo psíquico y descarga [perturbación económica], tiene que
establecer para el lactante la analogía con la vivencia de nacimiento, la
repetición de la situación de peligro; lo común en ambas es la perturbación
económica por el incremento de las magnitudes de estímulo en espera de
tramitación; este factor constituye el núcleo genuino del "peligro". En
ambos casos sobreviene la reacción de angustia, que en el lactante resulta
ser todavía acorde al fin.
Con la experiencia de que un objeto exterior, aprehensible por vía de
percepción, puede poner término a la situación peligrosa que recuerda al
nacimiento, el contenido del peligro se desplaza de la situación económica a
su condición, la pérdida del objeto. Ahora el peligro es la ausencia de la
madre; el lactante da la señal de angustia tan pronto ella se ausenta, antes
que sobrevenga la situación económica temida. Esta mudanza significa un
primer gran progreso en el logro de la autoconservación; simultáneamente
encierra el pasaje de la neoproducción involuntaria y automática de la
angustia a su reproducción deliberada como señal del peligro.
En ambos aspectos, como fenómeno automático y como señal de socorro, la
angustia demuestra ser producto del desvalimiento psíquico del lactante. La
llamativa coincidencia de que tanto la angustia del nacimiento como la
angustia del lactante reconozca por condición la separación de la madre no
ha menestar de interpretación psicológica alguna.
La pérdida del objeto como condición de la angustia persiste por todo un
tramo. También la siguiente mudanza de la angustia, la angustia de
castración que sobreviene en la fase fálica, es una angustia de separación y
está ligada a idéntica condición. El peligro es aquí la separación de los
genitales.
El yo es el genuino almacigo de la angustia.
En la castración la alta estima narcisista por el pene se basa en la garantía de
la reunión con la madre en el coito. La privación de este órgano equivale a
una nueva separación con la madre y un nuevo desvalimiento a una tensión
displacentera de la necesidad.
La angustia de castración se desarrolla como angustia de la Cc moral, como
angustia social. Es la ira, el castigo del superyó, la pérdida de amor de parte
de él, aquello q el yo valora como peligro y a lo cual responde con la señal de
angustia.
Capitulo XI.
a)Resistencia y contrainvestidura
La represión reclama un gasto permanente. Si este falta, la moción reprimida,
que recibe continuos aflujos desde sus fuentes, retomaría el mismo camino
que fue esforzada a desalojar y debería repetirse indefinidamente. La
naturaleza de la pulsión exige asegurar al yo su acción defensiva mediante un
gasto continuo: resistencia. La contrainvestidura, necesaria para la
resistencia, presupone una alteración del yo como formación reactiva en el
interior del mismo. Son exageraciones de rasgos de carácter normales.
En la histeria hay un cierto grado de alteración del yo que resuelve la
ambivalencia (amor-odio). Tales formaciones reactivas no muestran la
naturaleza general de rasgos de carácter sino que se limitan a relaciones muy
especiales; retiene un objeto determinado. La contrainvestidura se dirige
preferentemente hacia fuera contra una percepción peligrosa para evitar
situaciones en que emergería esa percepción.
En las fobias hay un nexo mayor entre represión y contrainvestidura externa,
y regresión y contrainvestidura interna (alteración del yo por formación
reactiva). La resistencia la opera el yo por sus contrainvestiduras. Tras
cancelar las resistencias es preciso superar la compulsión de repetición, la
atracción de los arquetipos Icc sobre el proceso pulsional reprimido. Ese
factor es una resistencia del ello.
Existe un nexo más estrecho entre la represión y la contrainvestidura
externa, así como entre la regresión y la contrainvestidura interna (alteración
del yo por formación reactiva). La defensa contra la percepción peligrosa es
una tarea universal de las neurosis. Diversos mandamientos y prohibiciones
de la neurosis obsesiva están destinados a servir a este mismo propósito.
La resistencia que debemos superar en el análisis, es operada por el yo, que
se afirma a sus contra investiduras. Hacemos consiente la resistencia toda
vez que ella misma es inconsciente a raíz de su nexo con lo reprimido; si ha
devenido consiente, o después que lo ha hecho, le contraponemos
argumentos lógicos, y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la
resistencia. En cuanto a la resistencia de yo, entonces no hay nada que poner
en duda o rectificar. En cambio, es cuestionable que ella sola recubra el
estado de cosas que nos sale al paso en el análisis. Hacemos la experiencia de
que el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun
después que se formó el designio de resignar sus resistencias, y llamamos
"reelaboración la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio:
tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar todavía el poder de la
compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre
el proceso pulsional reprimido; y nada habría que objetar si se quisiese
designar ese factor como resistencia de lo inconsciente.
Diferenciación de las resistencias:
Yoicas: la represión (resistencia radial y longitudinal), la transferencia (que
consigue reanimar la represión mediante un vínculo con el analista) y la
ganancia de la enfermedad (integración del síntoma en el yo. Corresponde a
la renuencia a renunciar a una satisfacción a o un aligeramiento).
Del ello: la necesidad de reelaboración (condición de satisfacción de una
fantasía Icc q es necesario elaborarla varias veces en el análisis para q el
paciente tome noticia q en su padecimiento hay algo q le produce
satisfacción).
Del superyó: Cc de culpa o necesidad de castigo (se opone a todo éxito y a la
curación mediante el análisis).
B. complemento sobre la angustia:
La angustia es expectativa; es angustia ante algo. Lleva adherido un carácter
de indeterminación y ausencia de objeto; cuando ha hallado un objeto es
miedo. La angustia también tiene un vínculo con la neurosis.
Peligro realista es uno del que tomamos noticia, y angustia realista es la que
sentimos frente a un peligro de esa clase. La angustia neurótica lo es ante un
peligro del que no tenemos noticia.
El núcleo de la situación de peligro es el desvalimiento material en el caso del
peligro realista, y psíquico en el del peligro pulsional. Llamemos traumática a
una situación de desvalimiento vivenciada; tenemos entonces razones para
diferenciar la situación traumática de la situación de peligro [situación de
peligro para evitar la situación traumática].
Constituye un importante progreso en nuestra autopreservacion no aguardar
a que sobrevenga una de esas situaciones traumáticas de desvalimiento, sino
preverla [el logro], estar esperándola. Llámese situación de peligro a aquella
en que se contiene la condición de esa expectativa [espera/expectativa a fin
de no repetir la situación traumática]; en ella se da la señal de angustia. Esto
quiere decir: yo tengo la expectativa de que se produzca una situación de
desvalimiento, o la situación presente me recuerda a una de las vivencias
traumáticas que antes experimenté. Por eso anticipo ese trauma, quiero
comportarme como si ya estuviera ahí, mientras es todavía tiempo de
exiliarse de él. La angustia es entonces, por una parte, expectativa del trauma
[señal], y por la otra, una repetición amenguada de él. Su vínculo con la
expectativa se atañe a la situación de peligro; su indeterminación y ausencia
de objeto, a la situación traumática del desvalimiento que es anticipada en la
situación de peligro.
La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada,
esperada. La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el
trauma [angustia traumática], que más tarde es reproducida como señal de
socorro en la situación de peligro [angustia señal]. El yo, que ha vivenciado
pasivamente el trauma, repite ahora de manera activa una reproducción
moderada de este, con la esperanza de poder guiar de manera autónoma su
[de la energía] decurso.
Lo decisivo es el primer desplazamiento de la reacción de angustia desde su
origen en la situación de desvalimiento hasta su expectativa, la situación de
peligro. Y de ahí se siguen los ulteriores desplazamientos del peligro a la
condición del peligro, si como la perdida de objeto y sus ya mencionadas
modificaciones.
El peligro de la perdida de objeto, siendo este la protección frente a todas las
situaciones de desvalimiento.
6 S - EL SEPULTAMINETO DEL COMPLEJO DE EDIPO.docx
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