El Contextualismo: una introducción y traducción Horacio, Vol. 3
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en términos del hecho ya conocido. Ese hecho conocido se transformará entonces en
una metáfora guía para comprender el hecho nuevo.
Este proceder no es infrecuente: en nuestra vida cotidiana cada vez que se nos en-
contramos con algo nuevo, un objeto o evento, la forma más elemental de abordarlo es
por medio de ponerlo en relación metafórica con algo ya conocido –por ejemplo, puedo
explicarles qué es un caracal diciendo que es un tipo de gato, animal con el que tenemos
más familiaridad. Un proceso similar (aunque no idéntico) puede apreciarse en el uso
que la psicología cognitiva hizo de la metáfora o analogía de la mente (o el cerebro)
como una computadora (Gigerenzer & Goldstein, 1996). Esta metáfora sirvió como guía
para la exploración: la computadora, algo que era bien conocido y comprendido, podía
arrojar luz sobre el fenómeno más bien misterioso de la mente humana. Y dado que las
computadoras tienen módulos y circuitos, algo similar se buscó en la mente o en el ce-
rebro. Este uso de las metáforas, más limitado a algunos eventos, es parte normal de
nuestro funcionamiento cotidiano.
En WH, sin embargo, la metáfora es elevada al rango de dispositivo heurístico cós-
mico. Cuando una metáfora funciona, las personas pueden seguir utilizándola para abor-
dar todo nuevo fenómeno de interés. Usar al gato como metáfora es útil mientras ha-
blemos de ciertos animales (un caracal, un lince, un ocelote, etc.), pero difícilmente sirva
para comprender un módulo lunar o el mercado bursátil. Pero hay otras experiencias del
sentido común, otras metáforas que pueden utilizarse como guía para abarcar un rango
más amplio de eventos. La imagen de un organismo biológico, por ejemplo, puede apli-
carse a la organización social, usando las categorías que describen a los órganos físicos
para comprender el funcionamiento de los órganos de gobierno. Es decir, hay algunas
metáforas que no se agotan en algunos eventos o en un ámbito en particular, sino que
mientras funcionen puede aplicárselas para abordar todos los hechos del universo que
se le fueran presentando. Una metáfora usada de esta manera se convierte en la metá-
fora raíz de una hipótesis del mundo.
La metáfora, así utilizada, impone inicialmente sobre la masa difusa y contradictoria
del hecho de sentido común su propia estructura, lo cual permite inteligirlo mejor. Pero,
por ello mismo, deja sobre el evento las marcas inextricables de sus propias categorías;
a su vez, el hecho puede imponer un ajuste menor en las propias categorías de la metá-
fora. En ese proceso la estructura conceptual de la metáfora misma se va refinando, y
de a poco se va convirtiendo en una forma sistemática de ver y abordar el mundo, una
ontología general o metafísica sistemática, es decir, una hipótesis del mundo.
Que una metáfora raíz (y la hipótesis del mundo sobre ella construida) funcione quiere
decir básicamente que pueda servir para analizar los hechos nuevos sin perder precisión
y sin volverse contradictoria, y que al usarla con más y más hechos las categorías básicas
de la metáfora se sigan sosteniendo sin contradicción y con precisión. Es decir, una hi-
pótesis del mundo es adecuada en tanto pueda seguir ofreciendo precisión [precision]
y amplitud [scope] al lidiar con los hechos del mundo, es decir, en tanto sus categorías
puedan dar cuenta sin ambigüedad de los hechos analizados y en tanto pueda asimilar
más y más hechos [p. 74 y ss.]. Por ejemplo, la metáfora limitada de la mente como
computadora eventualmente fue abandonada porque su utilización llevaba a demasia-
das contradicciones, sus categorías internas oscurecían la cuestión más que aclararla
(Carello et al., 1984). Pero si una metáfora sigue ofreciendo precisión y amplitud, las