Fragmento de análisis de un caso de
histeria- Sigmund Freud
Nota introductoria
Los hechos suceden en el año 1900, se escriben en 1901 y se publican en 1905. En 1923 hace agregados
al historial que concuerdan con la época del viraje del falo como elemento simbólico.
Con este caso Freud inaugura el método de asociación libre, así como también una definición acabada de
la transferencia.
Lo importante del trabajo sigue siendo lo psicológico: la apreciación de la importancia de los sueños y la
descripción de algunas peculiaridades de las representaciones inconscientes. sólo contiene atisbos del
orgánico, es decir las zonas erógenas y la bisexualidad.
El presente trabajo constituye un eslabón intermedio entre la interpretación de los sueños y los tres ensayos
de una teoría sexual.
Anamnesis
1882: Nacimiento de Dora
1888: a los 6 años de Dora el padre enferma de tuberculosis y la familia se traslada a B
1889: enuresis
1890: Disnea
1892: El padre sufre de un desprendimiento de retina.
1894: El padre sufre un ataque de confusión y es atendido por Freud. Migraña y tussis nerviosa en Dora,
que tenía 12 años.
1896: Dora tenía 14 años y se da la escena del beso en el local del Señor K.
1898: Dora a los 16 años acude por primera vez al consultorio de Freud (A comienzos del verano, es decir
en julio aproximadamente)฀A fines de junio se da la Escena del lago. ฀ En invierno (Diciembre a Marzo)
Muere la tía de Dora, que reside en Viena.
1899: Dora a los 17 años en Marzo tiene apendicitis. En el otoño (septiembre a diciembre) la familia
abandona B. y se traslada a la ciudad donde se hallaba la fábrica del padre.
1900: A los 18 años la familia se traslada a Viena. Intento de suicidio: De octubre a diciembre se da el
tratamiento con Freud.
Síntomas de Dora
- Depresión de ánimo
- Alteración de carácter
- Evita el contacto social
- Fatiga constante
- Amenaza de suicidio (Acting out) ----- alí donde el otro no escucha, actúo.
Diagnóstico
Petit Histerie con síntomas psíquicos y somáticos propios: tos nerviosa, afonía, jaqueca, depresión del
ánimo, taedium vitae.
Sucesos que anteceden a la “denuncia” de Dora
El círculo familiar de Dora, de 18 años, incluía a sus padres y a un hermano un año y medio más grande
que ella. La persona dominante era el padre, tanto por su inteligencia y sus rasgos de carácter como por las
circunstancias de su vida, que proporcionaron el armazón en torno del cual se edificó la historia infantil y
patológica de la paciente. La hija estaba apegada a él con particular ternura.
Esa ternura se había acrecentado por las numerosas y graves enfermedades que el padre padeció desde
que ella cumplió su sexto año de vida. En esa época enfermó de tuberculosis y ello ocasionó que la familia
se trasladara a B, lugar que continuó siendo durante los diez años que siguieron el lugar de residencia casi
principal tanto de los padres como de los niños. Cuando el padre ya estaba sano, solía ausentarse
temporalmente para visitar sus fábricas; en los meses más cálidos del verano, la familia acudía a un
balneario en las montañas.
Cuando Dora tenía diez años, un desprendimiento de retina forzó al padre a una cura de oscuridad,
disminuyendo su visión de manera permanente. Pero la más seria dolencia sobrevino dos años después:
un ataque de confusión, seguido por manifestaciones de parálisis y ligeras perturbaciones psíquicas. Un
amigo del enfermo lo persuadió a que viajase a Viena para consultar a Freud. Ese amigo era el Señor K. Al
lograr una intervención satisfactoria, el padre de Dora le presenta cuatro años después a su hija,
claramente enferma de neurosis, y transcurridos otros dos años la pone bajo su tratamiento
psicoterapéutico.
A su vez, Freud conoció en Viena a una hermana del padre, quien sufrió una forma grave de psiconeurosis
sin los síntomas característicos de la histeria. Tras una vida abrumada por un desdichado matrimonio, esa
mujer murió a raíz de las manifestaciones de un marasmo que progresó rápidamente. El hermano mayor
del padre también era hipocondríaco.
Dora, quien se convierte en paciente de Freud a los 18 años de edad, había depositado desde siempre sus
simpatías en la familia paterna, y después de caer enferma también, veía su modelo en la tía mencionada.
La madre de Dora era una mujer de escasa cultura, poco inteligente, que Freud no conocía. Se concentró
todo su interés en la economía doméstica. Era ama de casa y listo. Todo el día limpiaba y mantenía limpia
la vivienda, muebles y utensilios. La relación entre Dora y la madre era desde hacía años muy inamistosa,
Dora la criticaba, no le hacía caso. Con respecto al hermano, se habían vuelto más distantes, y el hermano
se presentaba más cercano a la madre.
Dora, a la edad de ocho años ya presentaba síntomas neuróticos. En esa época contrajo una disnea
permanente, con ataques muy agudos. A los doce años le aparecieron una migraña y ataques de tos
nerviosa. La migraña fue desapareciendo de a poco y a los 16 años ya había desaparecido. Los ataques de
tos nerviosa perduraron todo el tiempo, cuando empezó el tratamiento con Freud a los 18 tosía de nuevo
de manera característica. La duración de cada uno era de tres a cinco semanas, y en los últimos años
empezó a presentar otro síntoma más molesto: una afonía total.
Dora solía burlarse de los esfuerzos de los médicos, renunciaba a su asistencia. Todo intento de consultar a
un médico resultaba infructuoso, no les daba pelota. Acudió a Freud movida sólo por la palabra de
autoridad del padre, sino no iba ni en pedo.
Así, Freud la ve por primera vez a comienzo de un verano, ella tenía 16 años y presentaba la tos y afonía.
Freud le prescribió un tratamiento y al desaparecer los síntomas Dora desestimó también el tratamiento.
Durante el invierno siguiente, tras la muerte de su tía, aparecieron unos cuadros febriles que terminaron en
un diagnóstico de apendicitis. En el otoño siguiente, la familia abandona definitivamente B. porque la salud
del padre parecía permitirlo, fijando residencia en Viena.
El padre le informó que él y su familia habían trabado íntima amistad en B con un matrimonio. La señora K
lo había cuidado durante su larga enfermedad, ganándose así un derecho a su agradecimiento. El señor K
siempre se había mostrado muy amable hacia Dora, salía de paseo con ella cuando estaba en B, le hacía
pequeños obsequios, y nadie había encontrado algo reprochable en ello. Dora atendía a los dos hijos del
matrimonio K, les hacía de madre. Cuando el padre y Dora van a verlo a Freud por primera vez un verano,
dos años antes del tratamiento, estaban a punto de viajar para encontrarse con el matrimonio, quienes
pasaban el verano junto a un lago alpino. Dora iba a permanecer varias semanas en casa de los K,
mientras que el padre se había propuesto regresar a los pocos días. Pero cuando el padre hacía los
preparativos para regresar, Dora le dice de pronto y con mucha decisión que se iría con él en vez de
quedarse. Sólo algunos días después explicó su llamativa conducta contando a su madre, para que esta a
su vez se lo transmitiese al padre: que el señor K, durante una caminata, tras un viaje por el lago, había
osado hacerle una propuesta amorosa. Cuando le pidió el padre explicaciones al Señor K, éste desconoció
la situación y empezó a arrojar sospechas sobre Dora, quien, según lo sabía por la Señora K, sólo
mostraba interés por asuntos sexuales y que inclusive había leído un libro: La fisiología del amor de
Mantegazza. Encendida por tales lecturas, se había imaginado toda la escena que contaba. Eso dijo el
Señor K.
La Sra. K, por otro lado, desmiente las acusaciones de Dora diciendo que se tratan de fantasías
provocadas por el interés de Dora en leer libros eróticos.
El padre dice que no duda de que ese suceso tiene la culpa de la desazón de Dora, de su irritabilidad y sus
ideas suicidas. Dora le pide al padre que rompa relaciones con la familia K, y en particular con la señora K,
a quien antes Dora veneraba. El padre dice que no puede hacerlo, ya que considera que el relato de Dora
es una fantasía y que está ligado amistosamente con la señora K, quien es muy desdichada con su marido.
A su vez le afirma a Freud que dado su estado de salud no le hace falta asegurarle que tras esa relación no
se esconde nada ilícito, que no tiene una relación amorosa con la señora K. Dora se afirma inconmovible en
su odio a los K, su último ataque sobrevino tras una conversación en la que volvió a pedirle que se aleje de
ellos. El padre le pide a Freud que “ponga a Dora por el buen camino”.
Entonces, Freud prosigue diciendo que en la vivencia del lago tendríamos el trauma psíquico definido como
condición previa para la génesis de un estado patológico de histeria. Ahora bien, esto no alcanza. La tos y
la afonía de Dora ya habían sido producidos por la enferma unos años antes del trauma, y sus primeras
manifestaciones se remontaban sin duda a la infancia, ya que habían sobrevenido en el octavo año de vida.
Se debe retroceder hasta la infancia para buscar allí influencias que pudieron producir efectos análogos a
los de un trauma.
Primer desarrollo de verdad
Dora: “Mi padre y la Sra. K son amantes y yo soy tomada como objeto del intercambio”
Escena del beso
Dora luego le comunica a Freud una vivencia anterior con el señor K, cuando ella tenía 14 años, mucho
más apropiada para producir el efecto de un trauma sexual. El señor K, había convenido con ella y su mujer
que pasado el mediodía, ellas irían a su tienda situada frente a la plaza principal de B, para contemplar
desde allí unos festejos. Pero el Señor K hizo que la mujer se quede en la casa, sacó a los empleados de la
tienda y estaba solo cuando Dora entró al negocio. Le pidió que lo espere junto a la puerta que daba a una
escalera que conducía al primer piso. En lugar de pasar por la puerta abierta, estrechó de pronto a la
muchacha contra sí y le estampó un beso en los labios. Dora, en vez de sentir excitación sexual, sintió un
violento asco, se desasió y pasando junto al hombre corrió hacia la escalera y de allí hacia la puerta de
calle. No obstante, el trato con el Sr. K prosiguió, ninguno de los dos aludió nunca a esa escena. Sólo evitó
encontrarse a solas con él.
Freud dice que en esta primera escena cronológicamente hablando la conducta de la niña es histérica,
denominando “histérica” a toda persona, sea o no capaz de producir síntomas somáticos, en quien una
ocasión de excitación sexual provoca predominantemente sentimientos de displacer. Además, Freud dice
que hay un desplazamiento de la sensación. En lugar de la sensación genital que en tales circunstancias
una muchacha sana hubiera sentido, le sobreviene la sensación de displacer del asco. Esta escena
también había dejado sobre sí otra secuela, una alucinación sensorial. Decía que seguía sintiendo la
presión de aquel abrazo sobre la parte superior de su cuerpo. Tampoco quería pasar junto a ningún hombre
a quien viera en tierno coloquio con una dama.
Freud termina interpretando todo esto diciendo que durante el apasionado abrazo ella no sintió meramente
el beso sobre sus labios, sino la presión del miembro erecto contra su vientre. Esta percepción fue
eliminada en el recuerdo, reprimida y sustituida por la inocente sensación de la presión en el tórax, que
recibía de la fuente reprimida su intensidad; y otro desplazamiento del sector inferior al sector superior del
cuerpo.
Estos tres síntomas (asco, sensación de presión en la parte superior del cuerpo y el horror a los hombres
en tierno coloquio) provienen de una misma vivencia, y sólo refiriéndolos unos a otros estos tres signos se
hace posible comprender el origen de la formación de síntoma. El asco corresponde al síntoma de
represión de la zona erógena de los labios. La presión del miembro erecto tuvo por consecuencia una
alteración análoga en el correspondiente órgano femenino, el clítoris, y la excitación de esta segunda zona
erógena quedó fijada en el tórax por desplazamiento sobre la simultánea sensación de presión. El horror a
los hombres obedece al mecanismo de una fobia destinada a proteger contra una revivencia de la
percepción reprimida. El asco a su vez parece ser originariamente la reacción frente al olor de los
excrementos. Los genitales pueden recordar las funciones excrementicias porque aquí el órgano, además
de servir a la función sexual, sirve a la micción. Se incluye el asco entre las manifestaciones de afecto de la
vida sexual.
Rol de Dora en el cuarteto
Dora sospecha que su padre y la Sra. K tienen una relación. Escena del bosque. Excusa de intento de
suicidio. Dora participa de un circuito de sostenimiento: ella cuida a los hijos de la familia K, sale a caminar
con el Señor K y recibe sus regalos, su padre la hace regalos a ella, a su madre y a la Sra. K, siente que el
padre la entrega a K como compensación por el amor del padre a la Sra. K.
Primera inversión dialéctica
Freud: “¿Cuál es su parte en el sufrimiento que la aqueja?”
De esta manera Freud busca implicarla en el análisis ya que no había iniciado por cuenta propia sino
porque su padre la había llevado.
Segundo desarrollo de verdad
Dora: reconoce ser cómplice.
Dora tenía razón en que su padre no quería aclararse la conducta del señor K hacia su hija para no ser
molestado en su relación con la Sra. K. Pero ella había hecho exactamente lo mismo, se había vuelto
cómplice de esa relación, desvirtuando todos los indicios que dejaban traslucir su verdadera naturaleza.
Sólo desde la escena del lago databan su claridad sobre eso y sus reclamos al padre. Todos los años
anteriores había hecho lo posible para encubrir las relaciones del Padre con la Señora K. Nunca iba a verla
cuando sospechaba que su padre estaba ahí, se alejaba con los niños del matrimonio K y se iba de paseo
con ellos. En casa de Dora había una persona que tempranamente le abrió los ojos sobre las relaciones del
padre con la Sra. K, y quiso incitarla a tomar partido en contra de esta mujer. Era su gobernanta, una
señorita mayor. Dora y ella se llevaron bien, hasta que Dora de pronto se enemistó con ella y pidió que la
despidieran. Esta gobernanta llamaba la atención a Dora sobre esa relación entre el padre y la Sra. K, le
decía que garchaban: pero sus esfuerzos fueron en vano, Dora seguía tiernamente afecta a la señora K y
no quiso saber de motivo alguno que hiciera parecer chocante el trato de su padre con ella. Además,
advertía las razones que movían a su gobernanta: notó que ésta estaba enamorada de su padre, cuando
éste estaba presente ella era encantadora y servicial, e indistinta e indiferente con ella cuando no estaba el
padre.
Ahora bien, el comportamiento que la gobernanta tenía con Dora era el mismo que Dora había tenido hacia
los hijos del Sr. K. Les hacía el papel de madre, los instruía, salía con ellos. El ocuparse de los niños era
para Dora la cobertura destinada a ocultar ante ella misma y ante los extraños alguna otra cosa: de su
conducta hacia los niños, tal como se extrae de la situación con la gobernanta, se extrae la misma
conclusión que de su tácito consentimiento al trato de su padre con la Sra. K: a saber, que todos esos años
ella había estado enamorada del Señor K. Dora no aceptó esta interpretación de Freud en primera
instancia, pero cuando empezó a aparecer más material se hizo difícil desconocer este designio amoroso, y
Dora termina concibiendo que podía haber estado enamorada del Sr. K en B, pero desde la escena junto al
lago eso quedó superado.
Los reproches de Dora
Una serie de reproches al padre hacen sospechar la existencia de una serie de auto reproches de idéntico
contenido. Su padre se aprovechaba de la enfermedad, creaba sus enfermedades como pretextos y los
explotaba como un recurso. Ahora, para Freud es posible identificar en esto las actitudes de Dora.
Observando a la Señora K, ella había averiguado cuán provechosamente pueden usarse las enfermedades.
El señor K estaba de viaje durante una parte del año; cada vez que regresaba, hallaba doliente a su mujer,
quien hasta el día anterior, según Dora, estaba espectacular. Dora comprendió que era la presencia del
marido lo que hacía enfermar a la mujer, y que ésta consideraba bienvenida su enfermedad para sustraerse
de unos deberes conyugales que le eran odiosos. Una observación de Dora acerca de su propia alternancia
entre enfermedad y salud durante los primeros años que pasó en B cuando era niña se insertó en este
lugar. Dora había presentado gran cantidad de ataques de tos con afonía; ¿la ausencia o la presencia del
amado habrá ejercido una influencia sobre la venida y la desaparición de estas manifestaciones patológica?
La duración media de estos ataques era de entre tres a seis semanas. Las ausencias del Señor K
correspondían a este tiempo. Con sus enfermedades, ella demostraba su amor por K, así como la mujer le
demostraba su aversión. Se había comportado a la inversa que la mujer: enfermaba cuando él estaba
ausente, y sanaba tras su regreso. Obviamente, se impuso la necesidad de borrar la coincidencia entre el
ataque y la ausencia de ese hombre a quien amaba en secreto. Además, En los primeros días de su afonía,
escribía muy bien, y mucho: El señor K le escribía mucho cuando estaba de viaje, le enviaba tarjetas
postales. El hecho de que uno entable correspondencia con el ausente, con quien no puede hablar, no es
menos natural que el de tratar de hacerse entender por escrito cuando uno ha perdido la voz. La afonía de
Dora admitía entonces esta interpretación: Cuando el amado estaba lejos, ella renunciaba a hablar, el
hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con él: en cambio, la escritura cobraba importancia como
el único medio por el cual podía tratar con el ausente.
Doble identificación: Con la madre- por los reproches. Con la Sra. K, con la afonía.
Síntomas histéricos
¿Son los síntomas de la histeria de origen psíquico o somático? Si se admite lo primero, ¿Tienen todos
necesariamente un condicionamiento psíquico? Freud dice que todo síntoma histérico requiere de la
contribución de las dos partes. No puede producirse sin cierta solicitud somática brindada por un proceso
normal o patológico en el interior de un órgano del cuerpo, o relativo a ese órgano. Pero no se produce más
que una sola vez (y está en el carácter del síntoma histérico la capacidad de repetirse) si no posee un
significado psíquico, un sentido. El síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado,
es soldado con él, y en cada caso puede ser diverso de acuerdo con la naturaleza de los pensamientos
sofocados que pugnan por expresarse. Los síntomas se solucionan en la medida en que se explora su
intencionalidad psíquica. Respecto de los ataques de tos y afonía de Dora no nos limitamos a la
interpretación psicoanalítica, sino que se pesquisará tras ella el factor orgánico del cual partió la
“solicitación somática” para que pudiera expresarse la inclinación que ella sentía por su amado
temporariamente ausente.
El síntoma es primero, en la vida psíquica, un huésped mal recibido; lo tiene todo en contra, y por eso se
desvanece tan fácilmente, en apariencia por sí solo bajo la influencia del tiempo. Al comienzo no cumple
ningún cometido útil dentro de la economía psíquica, pero muy a menudo lo obtiene secundariamente; una
corriente psíquica cualquiera halla cómodo servirse del síntoma y entonces este alcanza una función
secundaria. El que pretenda sanar al enfermo tropieza entonces con una gran resistencia, que le enseña
que el propósito del enfermo de abandonar la enfermedad no es tan cabal ni tan serio.
En el caso de la histeria, el punto débil para cualquier terapia reside en el combate contra los motivos de la
enfermedad. La peripecia de vida del propio enfermo, en cambio, tiene facilitadas las cosas, pues no le
hace falta atacar su constitución ni su materia patógeno; le quita un motivo para estar enfermo y él se libra
de su enfermedad temporariamente. Motivos que sostienen la condición de enfermo se hallarán
probablemente en todos los casos bien desarrollados, pero hay casos con motivos puramente internos,
como el autocastigo, el arrepentimiento y la expiación. En ellos la tarea terapéutica resultará más fácil de
solucionar que en los casos en que la enfermedad está vinculada al logro de una meta exterior. Para Dora,
evidentemente, esta meta era mover a compasión del padre y hacerlo apartarse de la señora K.
Dora se ponía fuera de sí cuando el padre se predisponía a pensar que la escena junto al lago era un
producto de su fantasía. Se ponía fuera de sí cuando suponían que era producto de su imaginación. A
Freud le costó mucho discernir el autorreproche que se encontraba tras el rechazo apasionado de esa
explicación. El relato de Dora respondía a la verdad en todos sus puntos. Apenas hubo comprendido el
propósito del Sr. K, no lo dejó explicarse, le dio una cachetada y escapó. La conducta tiene que haberle
parecido al hombre tan incomprensible como a Freud.
El síntoma de la tos y su sentido sexual
IDENTIFICACIÓN AL RASGO
Las acusaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas ella tosía
continuamente, por lo que Freud empieza a asociar este síntoma con el padre. Un síntoma significa la
figuración (realización) de una fantasía de contenido sexual. Por lo menos uno de los significados de un
síntoma corresponde a la figuración de una fantasía sexual. Un síntoma tiene más de un significado y sirve
para la figuración de varias relaciones inconscientes de pensamiento. Pronto se presentó la oportunidad de
atribuir a la tos nerviosa una interpretación de esa clase, por una situación sexual fantaseada. Cuando
insistió otra vez en que la señora K sólo amaba al padre porque era un hombre de recursos, por ciertas
circunstancias colaterales de su expresión Freud notó que tras esa frase se ocultaba su contraria: que el
padre era un hombre sin recursos. Sexualmente, el padre era impotente. Dora corroboró esta interpretación
y Freud le expuso la contradicción en que caía cuando por un lado insistía en que la relación con la Sra K
era un vulgar asunto amoroso, y por el otro aseveraba que el padre era impotente e incapaz de sacar
partido de semejante relación. Su respuesta mostró que no le hacía falta admitir la contradicción. Sabía que
hay más de una manera de satisfacción sexual, pero dijo que la fuente de este conocimiento le era
inhallable. Sin duda ella pensaba en aquellas partes del cuerpo que en ella se encontraban en estado de
irritación (garganta, cavidad bucal). No quiso saber nada de que sus pensamientos pudieran llegar hasta
ahí. Con su tos espasmódica, respondía al estímulo de un cosquilleo en la garganta, ella se representaba
una situación de satisfacción sexual per os entre las dos personas cuyo vínculo amoroso la ocupaba tan de
continuo.
Esto armoniza muy bien con que la tos desapareciera después de que ella recibió este esclarecimiento.
Otros síntomas de identificación histérica
- Dora se aqueja de un fuerte dolor de panza. Se identifica con la prima, quien está celosa de su
hermana que se va a casar. Quiere sustituir a otra mujer en la situación del deseo.
- Afonía, ya descrita anteriormente.
Sostén del padre
Dora asume que la Sra. K solo ama a su padre porque es un hombre con recursos (económicos).
Freud le pregunta, ¿con o sin recursos?
Dora construye a su padre como sin recursos (impotente). Esto se lo atribuye a la sífilis que su padre había
tenido. Hay una doble versión del padre.
Aún así, ella conoce que existen otras formas de llavar a cabo una relación sexual, oralmente.
Fantasía de sexo oral.
Satisfacción sexual: el cosquilleo en la garganta que provoca la tos. Hay en Dora una intensa actividad de
la sexualidad oral.
Chupeteo / zonas erógenas
Las menos chocantes de las llamadas perversiones sexuales gozan de la más amplia difusión en nuestra
población. No es asombroso que Dora tuviera conocimiento de esa clase de comercio sexual (oral), hubiera
desarrollado una fantasía inconsciente de esa índole y la expresara a través de la sensación de estímulo en
la garganta y la tos. Tampoco sería asombroso que sin esclarecimiento de Freud hubiera llegado por sí sola
a esa fantasía. Un hecho proporcionaba en ella la precondición somática para la creación autónoma de una
fantasía que coincide con el obrar de los perversos. Recordaba muy bien que en su infancia había sido una
chupeteadora, y el padre se acordaba de haberle quitado esa costumbre. Dora recordaba una imagen de
ella sentada en el suelo, chupándose el pulgar de la mano izquierda, mientras con la derecha daba
tironcitos al lóbulo de la oreja de su hermano. Nadie pone en duda que la mucosa de los labios y de la boca
puede considerarse una zona erógena primaria, pues una parte de esa satisfacción se ha conservado en el
beso, que se juzga normal. La intensa activación de esta zona erógena a temprana edad es la condición
para la posterior solicitación somática de parte del tracto de mucosa que empieza en los labios. Esta
fantasía perversa de la succión del pene, desde todo punto de vista chocante, tiene el más inocente origen,
es la nueva versión de una impresión que ha de llamarse prehistórica, la de la succión del pecho de la
madre o de la nodriza.
El síntoma de la garganta de Dora II
La interpretación del síntoma de la garganta de Dora da lugar a otra observación. Puede preguntarse cómo
se compadece esta situación sexual fantaseada con la otra explicación, que el advenimiento y desaparición
de los síntomas imitaba la presencia y ausencia del hombre amado, lo cual, por tanto, incorporando la
conducta de la señora, expresaba este pensamiento: “Si yo fuera su mujer, lo amaría de manera totalmente
diversa, enfermaría (de nostalgia) cuando él partiera de viaje, y sanaría (de contento) cuando regresara a
casa”. No es necesario que los síntomas sean compatibles entre sí, que se complementen. Basta con que
la trabazón quede establecida por el tema que ha dado origen a las diversas fantasías. En nuestro caso,
por lo demás, esa compatibilidad no queda excluida, uno de los significados adhiere más a la tos, el otro
más a la afonía y al ciclo de los estados. Un síntoma corresponde con toda regularidad a varios significados
simultáneamente y sucesivamente. El síntoma puede variar uno de sus significados en el curso de los años,
o el papel rector puede pasar de un significado a otro. Hay como un rasgo conservador en el carácter de la
neurosis: el hecho de que el síntoma ya constituido se preserva en lo posible por más que el pensamiento
inconsciente que en él se expresó haya perdido significado. La parte somática del síntoma histérico
aparece como el elemento más permanente, de más difícil sustitución, y la psíquica como el más mudable,
el más fácil de subrogar.
Formación de pensamiento híper intenso
La incesante repetición de los mismos pensamientos acerca de la relación entre el padre de Dora y la Sra.
K ofrece al análisis un aprovechamiento.
Un itinerario de pensamientos así puede llamarse híper intenso, reforzado. A pesar de su carácter en
apariencia correcto, resulta patológico porque no puede ser destruido ni eliminado por más esfuerzos
conceptuales conscientes y deliberados que haga la persona. Dora decía que no podía pensar en otra
cosa, y hasta sabía que no debería meterse en estos temas, pero sin embargo no podía. No podía perdonar
al padre. Este itinerario de pensamiento híper intenso debe su refuerzo a lo inconsciente. Uno de los
pensamientos es consciente con híper intensidad, pero su contraparte está reprimida y es inconsciente. La
represión se produjo por el esfuerzo desmedido del opuesto del pensamiento que se reprimía. A esto se le
llama refuerzo reactivo y pensamiento reactivo es el que se afirma en lo consciente con híper intensidad y
se muestra indestructible. El pensamiento reactivo retiene en la represión al repelido; pero al hacerlo; él
mismo queda como “taponado” y resguardado del trabajo conceptual consciente.
En Dora, la raíz de su preocupación compulsiva por la relación de padre con la señora K le era desconocida
porque residía en lo inconsciente. Era evidente que su conducta rebasaba con mucho la esfera que
corresponde a una hija; más bien sentía y obraba como una mujer celosa, tal como se lo habría esperado
de la madre. Con su exigencia “o ella o yo”, con las escenas que hacía y la amenaza de suicidio que dejó
entrever, evidentemente ocupaba el lugar de la madre. Y si tomamos la fantasía referida a una situación
sexual que estaba en la base de su tos, ella ocupaba en esa fantasía el lugar de la Sra. K. Por tanto, se
identificaba con las dos mujeres amadas por el padre: con la que amaba ahora y con la que habría amado
antes: la conclusión es obvia: se sentía inclinada hacia su padre en mayor medida de lo que sabía o querría
admitir, pues estaba enamorada de él.
Dora estaba enamorada de su padre, pero durante varios años no lo exteriorizó, más bien mantuvo en ese
lapso la más cariñosa armonía con la mujer que la había desalojado del lugar que ocupaba junto a él, y aun
favoreció su relación con este, como sabemos por sus auto reproches. Entonces, ese amor se había
renovado en fecha reciente y tenemos derecho a preguntarnos con qué fin sucedió. Manifiestamente, como
síntoma reactivo para sofocar alguna otra cosa que era todavía más poderosa en el inconsciente. Lo
sofocado era el amor por el señor K. El enamoramiento de ella perduraba y la muchacha había remontado
y reforzado su vieja inclinación hacia el padre a fin de no tener nada en su consciencia de ese primer amor
adolescente que se le había vuelto penoso. Por una parte le consternaba tener que rechazar la solicitud de
ese hombre, sentía gran nostalgia por su persona y los pequeños signos de su ternura; por la otra,
poderosos motivos, entre los cuales era fácil colegir su orgullo, se revolvía contra estas mociones de
ternura y nostalgia. De tal modo, dio en imaginar que había terminado con el Sr. K y, no obstante, tenía que
llamar en su auxilio y exagerar la inclinación infantil hacia el padre a fin de protegerse contra ese
enamoramiento que asediaba permanentemente su consciencia. Dora obviamente dice “No” al escuchar
por primera vez esto. Pero luego, ella confesó que no podía guardar hacia el señor K la inquina que este
merecía. Una situación que toma Freud para demostrar esto es que tras varios días que estuvo contenta
llega a análisis de mal humor. No podía explicarlo, se sentía contrariada, declaró que era el cumpleaños de
su tío y no se resolvía a felicitarlo. De pronto recordó que también era el cumpleaños del Sr. K. También, al
ser su cumple, recibió regalos que no le causaron ninguna alegría. Faltaba un obsequio, el del señor K.
Segunda inversión dialéctica
Freud se pregunta: ¿Con qué tienen que ver sus celos repentinos?
Tercer desarrollo de verdad
Dora está fascinada con la Sra. K - tiene los enigmas de la pregunta de qué es ser una mujer (Lacan).
El yo de Dora es el Yo del Señor K, identificación viril. La histérica ama por procuración para luego dirigirse
a la otra mujer.
Corriente homosexual
Tras el itinerario de pensamientos hípervalentes que la hacían ocuparse de la relación de su padre con la
Sra. K se escondía una moción de celos cuyo objeto era esa mujer, vale decir, una moción que sólo podía
basarse en una inclinación hacia el mismo sexo. Freud le pregunta respecto a sus relaciones con la Sra. K
hasta el momento de la ruptura. Se enteró de que la joven señora y la niña adolescente habían vivido
durante años en la mayor confianza. Cuando Dora se hospedaba en casa de los K, compartía el dormitorio
con la señora: el marido era desterrado. Era la confidente y consejera de la mujer en todas las dificultades
de su vida matrimonial. ¿Cómo llegó Dora a amar al hombre sobre quien su querida amiga supo decirle
cosas tan malas? En lo inconsciente los pensamientos moran con particular comodidad en vecindad
recíproca, y aun los opuestos se toleran sin trabar lucha.
Cuando Dora hablaba de la Sra. K solía alabar su cuerpo con un tono que era más el de una enamorada
que el de una rival vencida. Otra vez destacó que le habían regalado ciertas alhajas evidentemente por la
intervención de la Sra. K; eran en un todo parecidas las que había visto en casa de ella y que le habían
gustado. Nunca le escuchó Freud una palabra airada o dura respecto a esa mujer, en quien, empero, desde
el punto de vista de sus pensamientos hípervalentes, habría debido ver a la causante de su desdicha. Su
conducta parecía incongruente, pero esa aparente incongruencia no hacía sino expresar una corriente de
sentimientos que venía a complicar la situación. En efecto, ¿Cómo se había portado con ella esa amiga a
quien amaba tanto? Después que Dora presentó su acusación contra el Sr. K, él respondió primero con
protestas de respeto y se ofreció a venir a la ciudad fabril para esclarecer todo. Pocas semanas más tarde,
cuando el padre le habló en B., el Sr. K puso a la muchacha por el suelo y sacó a relucir las cosas que
hacía: una muchacha que lee semejantes libros y se interesa por esas cosas no puede reclamar el respeto
de un hombre. Era entonces la señora K la que la había traicionado y denigrado, sólo con ella había
hablado sobre el libro y temas prohibidos. Se repetía lo ocurrido con la gobernanta: tampoco la señora K la
había amado por su persona, sino por la del padre. La Sra. K la había sacrificado sin reparos a fin de no
verse perturbada en su relación con el padre de Dora.
Freud dice que no cree equivocarse al suponer que el hipervalente itinerario de pensamientos de Dora, que
la hacía ocuparse de la relación de su padre con la Sra. K, no estaba destinado sólo a sofocar el amor por
el Sr. K, amor que antes fue consciente, sino que también debía ocultar el amor por la señora K,
inconsciente en un sentido más profundo. Dora se decía sin cesar que su padre la había sacrificado a esa
mujer, hacía ver ruidosamente que no la dejaría poseer al papá, y de ese modo se ocultaba lo contrario:
que no dejaría al papá poseer el amor de esa mujer, que no le perdonaba a la mujer amada el desengaño
que le causó con su traición. La moción de celos femeninos estaba acoplada en el inconsciente con unos
celos como los que sentiría un hombre.
EL PRIMER SUEÑO
Dora le comunica a Freud un sueño que tuvo repetidas veces de la misma manera. El sueño era relatado
así:
En casa hay un incendio (Contó Dora); mi padre está frente a mi cama y me despierta. Me visto con
rapidez. Mamá pretende todavía salvar su alhajero, pero papá dice: “no quiero que yo y mis dos hijos nos
quememos a causa de tu alhajero”. Descendemos de prisa por las escaleras, al salir a la calle me
despierto.
Tuvo el sueño en L (lugar de la escena del lago) tres noches sucesivas y había vuelto a tenerlo unos días
antes en Viena.
Dora empieza a asociar respecto al sueño.
Primera asociación:
Y bien, en estos días papá tuvo una disputa con mamá, porque ella cierra por la noche el comedor. Es que
la habitación de mi hermano no tiene entrada propia, sino que sólo se puede llegar a ella por el comedor.
Papá no quiere que mi hermano quede así encerrado por la noche. Dijo que no estaba bien; por la noche
podría pasar algo que obligase a salir.
Eso hizo pensar a Dora en el peligro de un incendio.
Dora halla la conexión entre la ocasión reciente y la ocasión del sueño.
Segunda asociación:
Cuando llegamos a L aquella vez, papá y yo, él expresó angustia por el hecho de que pudiera producirse un
incendio. Arribamos en medio de un violento temporal y vimos que la pequeña cabaña de madera no tenía
pararrayos. Era una angustia totalmente natural entonces.
Dora afirma que el sueño ocurrió después de la escena del lago. Era una reacción frente a aquella vivencia.
Ella permaneció en L cuatro días más después de la escena. Luego se fue con el papá. El sueño fue el
efecto inmediato de la vivencia con el señor K. Dice que permaneció cuatro noches en L., por lo que pudo
haber tenido el sueño cuatro veces, a lo que Dora no contradice esta aseveración.
Tercera asociación: a la siesta del día de nuestro viaje por el lago, del que el señor K y yo regresamos a
mediodía, yo me había acostado sobre el sofá, como era mi costumbre, en el dormitorio, para dormir un
poco. Me desperté de pronto y vi al señor K de pie frente a mí. Tal como estaba su papá en el sueño frente
a la cama de ella.
Dora dice que lo increpó, preguntándole qué buscaba. El señor K le respondió que no dejaría de entrar en
su dormitorio cuando quisiese, y además tenía que agarrar algo. Alertada por este episodio, Dora le pide a
la señora K una llave para el dormitorio, y a la mañana siguiente Dora se encerró para cambiarse tranquila.
Pero cuando quiso encerrarse de nuevo a la siesta, faltaba la llave. Dora estaba convencida de que el
señor K la había quitado. He aquí entonces el tema del cerrar o dejar abierta la habitación que se presenta
en la primera ocurrencia del sueño.
Dora, en ese momento se propone no quedarse en ausencia de su padre en casa de los K. Las mañanas
siguientes temía que aparezca el Sr. K y entonces se vestía con mucha rapidez, tal como en el sueño.
Freud dice que el sueño se repitió cada noche justamente porque respondía a un designio: el designio de
sustraerse de esas persecuciones. Y un designio persiste hasta que se lo ejecuta. Acaso Dora se dijo: No
tendré tranquilidad, no podré dormir tranquila hasta que no me encuentre fuera de esta casa. Lo inverso
dice usted en el sueño: una vez abajo me despierto.
Queda por interpretar una buena parte del sueño. Freud sigue preguntando:
Asociaciones respecto al alhajero
“¿Qué hay sobre el alhajero, que su madre quiere salvar?”
Dora responde: “A mamá le gustan mucho las alhajas y papá le ha regalado unas cuantas. También a mí
las alhajas me gustaban mucho antes; desde la enfermedad no llevo ninguna. Hace unos cuatro años hubo
una gran disputa entre papá y mamá a causa de una alhaja. Ella quería algo muy especial, unos pendientes
de gotas de perlas, pero a mi padre no le gustaban y en lugar de las gotas le trajo una pulsera. Ella se puso
furiosa y le dijo que ya que había gastado tanto dinero en regalarle algo que no le gustaba, que se lo
regalase a otra.”
Dora dice que no sabe cómo aparece la mamá en el sueño, ella no se encontraba en ese tiempo en L.
además, dijo que “no sabía” si ella tomaría de buena gana ese regalo (sí).
Freud le sigue preguntando si no se le ocurre nada más sobre el alhajero. Le dice que solo habló sobre
alhajas y nada sobre una cajita. (el alhajero que nombra en el sueño).
Dice que el señor K le había regalado algún tiempo antes un costoso alhajero.
Freud le dice que le correspondía retribuir el obsequio. Alhajero es una designación preferida para los
genitales femeninos. Freud le da esta interpretación simbólica:
“Ese hombre me persigue, quiere penetrar en mi habitación, mi ‘alhajero´ corre peligro y, si ocurre alguna
desgracia, la culpa será de papá”. Por eso Dora eligió una situación que expresa lo contrario en el sueño:
un peligro del que su papá la salva. Su mamá aparece en el sueño porque es su primera competidora en el
favor de su papá. En el episodio de la pulsera Dora de buena gana hubiera aceptado lo que su mamá
rechazaba. Se sustituye el “aceptar” por “dar”, “rechazar” por rehusar”. Significa que Dora estaría dispuesta
a dar a su papá lo que su mamá le rehúsa, y aquello de lo cual se trata tendría que ver con una alhaja. Y
allí, Dora recuerda el alhajero que el señor K le obsequió. Ahí hay una serie paralela de pensamientos en
que el papá debe ser reemplazado por el señor K, tal cómo sucedía en la situación del que estaba frente a
su cama. Él le ha obsequiado un alhajero y Dora tiene que obsequiarle su alhajero, una retribución de
obsequio. En esta serie de pensamientos, su mamá tiene que ser sustituido por la Sra. K, quien sí estaba
presente en ese momento. Dora está dispuesta a obsequiarle al Sr. K lo que su mujer le rehúsa Este es el
pensamiento que debe reprimirse con tanto esfuerzo y que hace necesaria la mudanza de todos los
elementos en su contrario. El sueño refresca el viejo amor de Dora por su papá a fin de protegerse de su
amor por K. Dora tuvo miedo del señor K y de ella misma, temió ceder a su tentación. Dora obviamente no
acompañó esta interpretación.
El sueño y la conexión con la infancia
El esclarecimiento de un sueño es incompleto mientras no se satisface cierto carácter universal. Un sueño
en regla se apoya, por así decir, en dos piernas, una de las cuales está en contacto con la ocasión actual
esencial, y la otra con un episodio relevante de la infancia. Entre estas dos vivencias, la infantil y la
presente, el sueño establece una conexión: procura refundir el presente según el modelo del pasado más
remoto. El deseo que crea el sueño proviene siempre de la infancia, quiere transformarla una y otra vez en
realidad, y Freud cree individualizar en el contenido del sueño de Dora los fragmentos que podían
conjugarse como alusión a un acontecimiento de la infancia.
Recuerdo infantil: agua y fuego
Freud dejó al azar sobre la mesa una gran caja de fósforos. Le pregunta a Dora si sabía por qué se prohibía
a los niños jugar con ellos. Dora le dice que por un “peligro de incendio”. Además, Freud le agrega que por
el hecho de “no jugar con fuego”, se adhiere una cierta creencia: se teme que los niños mojen la cama. En
la base de esto se encuentra la oposición de agua y fuego. Esta oposición le presta a Dora en el sueño
servicios: su madre quiere salvar el alhajero para que no se queme, en cambio, en los pensamientos
oníricos se trata de que el “alhajero” no se moje. Fuego también sirve como subrogación directa de amor,
de estar enamorado, abrasado.
Desde fuego entonces se llega hasta los pensamientos amorosos; y también desde agua se desprende un
ramal que establece otro vínculo con “amor”: éste también hace mojarse. Dora dice en la primera
asociación: “Por la noche podría pasar algún percance que obligase a salir”. Esto decimos que se refiere a
una necesidad física, y si se traslada este percance a la infancia, no es otra cosa que mojar la cama. Y
¿qué se hace para evitar que los niños mojen la cama? Se los despierta por la noche: lo mismo que el papá
hace con Dora en el sueño. Ese sería el episodio real del que Dora se vale para sustituir al señor K, que la
despertó mientras dormía, por el padre. Así, Freud infiere que Dora siguió mojándose en la cama por
bastante más tiempo que el corriente en los niños. Dora le dice que le ocurrió durante un tiempo, pero sólo
en el séptimo u octavo año. Esto es la enuresis. Dice que se consultó a un doctor y que duró hasta poco
antes de su asma nerviosa.
El humo: nueva asociación de Dora respecto al sueño.
A su vez, todas las veces tras despertar ella había sentido olor a humo. El humo armoniza muy bien con el
fuego, pero además señalaba que el sueño tenía una particular relación con Freud. Dora le dijo que tanto el
señor K como el padre eran fumadores apasionados, y Freud también lo era. Ella también fumó en su
estadía en el lago, justo antes de que el Sr. K se le tire allí, él le acababa de dar un cigarrillo.
Freud dice que la sensación del humo se agrega a modo de suplemento, tras haber vencido un particular
esfuerzo de la represión. Probablemente pertenecía al pensamiento mejor reprimido y más oscuramente
figurado en el sueño: la tentación de mostrarse complaciente con el hombre. Difícilmente significara otra
cosa, en ese caso, que la nostalgia de un beso, que dado por un fumador por fuerza sabe a humo, ahora
bien, había habido un beso entre ellos unos dos años atrás en la tienda, y con seguridad se habría repetido
más veces si Dora hubiera cedido a los intentos de seducción del Sr. K. Los pensamientos de tentación
parecen remontarse a la escena anterior y haber despertado el recuerdo del beso frente a cuyo seductor
atractivo la chupeteadora se protegió en su momento por medio del asco. Por último, recogiendo los
indicios que hacen probable una transferencia sobre Freud, porque también es fumador, llega a la siguiente
interpretación: Un día se le ocurrió, probablemente durante la sesión, que desearía ser besada por mí. Esta
fue la ocasión que la llevó a repetir el sueño de advertencia y a formarse el designio de abandonar la cura.
La enuresis y su conexión con la masturbación
Este trastorno de la enuresis desapareció y volvió a aparecer después del sexto año de vida. La causa más
probable de una enuresis de esta clase según Freud es la masturbación. En el momento en que Dora contó
el sueño el análisis se encontraba en una línea de investigación que llevaba directamente a confesar una
masturbación infantil. Poco antes ella había preguntado por qué había enfermado, y antes que Freud le
respondiese le echó la culpa al padre. La muchacha conocía de qué clase había sido la enfermedad del
padre. (Sífilis)
El padre había enfermado por llevar una vida disipada, y ella suponía que le había contagiado la
enfermedad por vía hereditaria. Esta ilación de pensamiento de acusación al padre proseguía a través de
un material inconsciente. A lo largo de algunos días se identificó con la madre en pequeños síntomas y
singularidades. Además, Dora estaba pensando en una estadía en Franzensbad, lugar que había visitado
acompañando a su madre en algún momento. La madre padecía de dolores en el bajo vientre y de un flujo
(catarro) que hicieron necesario una cura de aguas en ese lugar. La opinión de Dora era que esa
enfermedad se la debía a su papá, quien había contagiado a su madre su afección venérea.
La persistencia en la identificación con su madre forzó a preguntarle a Freud si ella también tenía una
enfermedad venérea, y allí Freud se entera que Dora estaba aquejada por un catarro (fluor albus) que no
podía recordar cuando empezó.
Freud comprende que tras la ilación de pensamiento que acusaba expresamente al padre se escondía una
autoacusación. Le salió al paso asegurándole que el fluor de las jóvenes solteras era un indicio de
masturbación. Así, ella estaba en vías de responder a su pregunta por las razones de su enfermedad
confesando haberse masturbado probablemente en su infancia. Dora lo negó de la manera más terminante,
pero en otro momento Dora tiene una acción sintomática que Freud considera como otro acercamiento a la
confesión: Un día trajo una cartera portamonedas y jugaba mientras hablaba tendida en el diván con esa
cartera: la abría, metía un dedo, volvía a cerrarla, etcétera. Es una acción sintomática, representaba la
masturbación femenina. La acción sintomática son aquellos manejos que se realizan de manera
automática, inconsciente, como jugando, y si se pregunta se les resta significado, se los declara
insignificantes y listo fue. Pero estas acciones expresan pensamientos e impulsos inconscientes, no son
casualidad.
Síntoma de la tos
Vislumbramos una comprensión más amplia de los síntomas de Dora si consideramos el fluor albus
confesado por ella. La palabra “catarro” con que aprendió a designar su afección cuando un padecimiento
similar forzó a su madre a visitar Franzesbad no es sino otro “cambio de vía”, a través del cual toda la serie
de pensamientos referidos a la culpa de su papá en la enfermedad encontró abierto el acceso hacia su
manifestación en el síntoma de la tos. Esta tos, sin duda surgida de un ínfimo catarro real, era además una
imitación de su padre, aquejado de una afección pulmonar, y pudo expresar su compasión y su cuidado por
él. Pero también proclamaba otra cosa: “Soy la hija de papá, tengo un catarro como él. Él me ha
enfermado, como enfermó también a mi mamá. De él tengo las malas pasiones que se expían por la
enfermedad.”
Entonces Freud empieza a reunir las diversas determinaciones, determinismos que se hallan para los
ataques de tos y afonía. Debajo de todo en la estratificación cabe suponer un estímulo de tos real,
orgánicamente condicionado. Este estímulo es susceptible de fijación porque afecta a una región del cuerpo
que conservó en alto grado en la muchacha la significación de una zona erógena. Es apto para dar
expresión a la libido excitada. Quedó fijado por lo que probablemente fue el primer revestimiento psíquico
(la imitación compasiva del padre enfermo) y, después, por los autorreproches a raíz del catarro. Este
mismo grupo de síntomas se muestra además susceptible de figurar las relaciones con el Sr. K, de lamentar
su ausencia y expresar el deseo de ser para él una mejor esposa. Después que una parte de la libido se
volcó de nuevo al padre, el síntoma cobra el que quizás es su último significado: la figuración del comercio
sexual con el padre en la identificación con la Sra. K.
Análisis de Freud
El sueño corresponde según vimos a un designio que Dora retomó durmiendo. Por eso se repitió todas las
noches hasta que el designio fue cumplido, el designio podría formularse de la siguiente manera: “alejarme
de esta casa en la cual, según he visto, mi virginidad corre peligro; partiré con papá y por la mañana, al
cambiarme, tomaré mis precauciones para no ser sorprendida”. Estos pensamientos hallan expresión en el
sueño, pertenecen a una corriente que en la vida de vigilia alcanzó la consciencia y se volvió dominante.
Tras ellos puede colegirse un itinerario de pensamientos de subrogación más oscura que corresponde a la
corriente contraria y por eso cayó bajo la sofocación. Culmina en la tentación de entregarse al hombre en
agradecimiento por el amor y la ternura que él le había demostrado en los últimos años, y convoca quizás el
recuerdo del único beso que hasta entonces había recibido de él. Estos elementos no alcanzan igualmente
para formar un sueño. Un sueño es un deseo que se figura como cumplido, y en lo posible, además, un
deseo que proviene de la vida infantil.
El sueño contiene un material infantil que no guarda relación alguna con el designio de escapar tanto de la
casa del señor K como de la tentación que emana de él. ¿A raíz de qué emerge el recuerdo de cuando se
mojaba de niña en la cama y del trabajo que entonces se tomaba el padre para habituarla a la limpieza?
Sólo con ayuda de este itinerario de pensamientos era posible sofocar los intensos pensamientos de
tentación y hacer que prevaleciera el designio formado contra ellos. La niña se resuelve a huir con su
padre; en realidad, huye a refugiarse en su padre por angustia frente al hombre que la asedia; convoca una
inclinación infantil hacia el padre destinada a protegerla de su inclinación reciente hacia el extraño. Del
peligro presente, el padre mismo es culpable, pues llevado por sus propios intereses amorosos la ha
ofrecido al extraño. El deseo infantil, hoy inconsciente, de poner al padre en el lugar del extraño es un
poder-ser formador de sueños. Si existió una situación parecida a una del presente, aunque diversa de ella
por esta subrogación de personas, pasará a ser la situación principal del sueño. Y esa situación existe,
justamente como la víspera lo estuvo el señor K, una vez su padre estaba frente a su cama y la despertó tal
vez con un beso, como quizás el señor K se proponía hacerlo. El designio de huir de la casa no es, pues,
en sí y por sí soñable, se convierte en tal asociado con otro designio que se apoya en un deseo infantil. El
deseo de sustituir al señor K por el padre presta la fuerza impulsora para el sueño. La interpretación a que
me obligó el itinerario de pensamientos reforzado, referido a la relación del padre con la Sra. K: se había
despertado, evocado, una inclinación infantil hacia el padre a fin de poder mantener en la represión el amor
reprimido hacia el Sr. K.
El trabajo del sueño comenzó la siesta del segundo día tras la escena del bosque, después de que notó
que ya no podía cerrar más con llave su habitación. Dora entonces se dijo “aquí corro peligro” y se formó el
designio de no permanecer sola en la casa, de irse con su papá. Este designio devino susceptible de formar
un sueño porque pudo continuarse en el inconsciente. Ahí tuvo su correspondiente: convocó el amor infantil
por el padre como protección contra la tentación actual. La vuelta que así se consuma en ella se fija y la
lleva hasta la postura subrogada por su ilación hipervalente de pensamiento (celos por la Sra. K a causa del
padre, como si estuviera enamorada de él). Luchan en ella la tentación de ceder al hombre que la corteja y
la renuencia compuesta a hacerlo.
El sueño muda el designio de refugiarse en el padre, ahincado en el inconsciente, en una situación que
muestra cumplido el deseo de que el padre la salve del peligro. Para ello es preciso hacer a un lado el
pensamiento que estorba, pues es el padre quien la ha expuesto a ese peligro.
De acuerdo con las condiciones en que se forman los sueños, la situación fantaseada se escoge de suerte
que repita una situación infantil. Tal como el Sr. K apareció ante su sofá y la despertó, a menudo solía
hacerlo su padre en la niñez. Toda la vuelta puede simbolizarse certeramente sustituyendo en esa situación
al Sr. K por el padre. Pero el padre, en aquel tiempo, la despertaba para que ella no se mojase en la cama.
El opuesto de mojar, de agua, fácilmente puede ser fuego, quemar. La contingencia de que el padre, al
llegar a aquel lugar, expresara angustia frente al peligro de fuego contribuye a decidir que el peligro del cual
el padre la salva sea de un incendio. En esta contingencia y en el opuesto a “mojadura” se apoya la
situación escogida de la imagen onírica: hay un incendio, el padre está frente a su cama para despertarla.
La preferencia casual del padre no habría conquistado esta importancia en el contenido del sueño si no
armonizara tan excelentemente con la corriente afectiva que triunfó, la que a toda costa se empeña en que
aquel sea el auxiliador y el salvador. (En realidad, había expuesto a la muchacha a ese peligro).
En los pensamientos oníricos, la mojadura recibe el papel de un punto nodal para varios círculos de
representaciones. Mojadura no pertenece sólo al mojarse en la cama, sino al círculo de los pensamientos
de tentación sexual que, sofocados, están presentes tras este contenido onírico. Ella sabe que hay también
un mojarse a raíz del comercio sexual, que en el coito el hombre regala a la mujer el líquido en forma de
gotas. Ella sabe que el peligro reside justamente en eso, que es asunto de ella precaverse de que los
genitales le sean mojados.
Con mojadura y gotas se abre al mismo tiempo el otro círculo asociativo, el del asqueroso catarro, que en
sus años más maduros tiene sin duda el mismo significado vergonzoso que el mojarse en la cama en la
niñez. Mojado tiene aquí el mismo significado que ensuciado. Los genitales, que deben mantenerse limpios,
ya había sido ensuciados por el catarro: lo mismo le ocurrió a la mama.
Ambos círculos coinciden en uno: la mamá ha recibido las dos cosas del papá, la mojadura sexual y el fluor
que ensucia. Los celos hacia la mamá son inseparables del círculo de pensamientos del amor hacia el
padre. El recuerdo que mantenga con los dos círculos de la mojadura una relación buena pero que evite lo
chocante será el elegido para tomar sobre sí la subrogación en el contenido del sueño.
Tal recuerdo se encuentra en el episodio de las gotas, que la mama deseaba como alhaja. El recuerdo
proviene del material de los celos hacia la mamá, celos de raíz infantil, pero proseguidos hasta mucho
después. A través de ambos puentes verbales, todo el significado que adhiere a las representaciones del
comercio sexual entre los padres, de la contracción del fluor y de la martirizadora manía de limpieza de la
mamá puede ser transferido a una única reminiscencia, la de las gotas-alhaja.
Falta otro desplazamiento para que todo ello pueda entrar en el contenido del sueño. En este no se recogió
gotas, más cercano al original mojadura, sino alhaja, más alejado. Dice: “mamá quiere todavía salvar sus
alhajas”. La nueva modificación, alhajero, hace valer la influencia de elementos que provienen del círculo
subyacente de la tentación por el Sr. K. Este le obsequió una cajita para las alhajas: el subrogado de todas
las distinciones y ternezas a cambio de las cuales ella debería mostrarse agradecida. El alhajero es una
imagen usual para los genitales femeninos intactos e impolutos, y por otra parte es una palabra inocente,
apropiada para ocultar los pensamientos sexuales que hay tras el sueño y para aludir al mismo tiempo a
ellos.
Así, en el contenido del sueño se dice en dos lugares: alhajero de la mamá, y este elemento sustituye a la
mención de los celos infantiles, de las gotas; por lo tanto, de la mojadura sexual, del ensuciamiento por el
fluor y, por otra parte, de los pensamientos de tentaciones actuales y contemporáneos que presionan a
retribuir el amor contrario y pintan la situación sexual inminente. El elemento alhajero es como ningún otro
un resultado de la condensación y el desplazamiento y un compromiso entre corrientes opuestas.
El sueño es la reacción frente a una vivencia fresca, de efecto excitador, que necesariamente despierta el
recuerdo de la única vivencia análoga que ella tuvo años antes. Fue la escena del beso en la tienda, a raíz
del cual surgió el asco. Puede llegarse a esta escena asociativamente desde otras direcciones: desde el
círculo de pensamiento del catarro y desde el de la tentación actual. Entonces, hace una contribución
propia al contenido del sueño, la que tiene que adaptarse a la situación preformada. Hay un incendio… el
beso supo a humo y por eso en el contenido del sueño se huele a humo y se lo sigue oliendo tras el
despertar.
EL SEGUNDO SUEÑO
Pocas semanas después del primer sueño sobrevino el segundo, con cuya solución terminó el análisis.
Contó Dora:
Ando paseando por una ciudad a la que no conozco, veo calles y plazas que me son extrañas. Después
llego a una casa donde yo vivo, voy a mi habitación y hallo una carta de mi mamá tirada ahí. Escribe que,
puesto que yo me he ido de casa sin conocimiento de los padres, ella no quiso escribirme que papá ha
enfermado. “Ahora ha muerto, y si tú quieres, puedes venir”. Entonces me encamino a la estación
ferroviaria (Banhof) y pregunto unas cien veces: “¿Dónde está la estación?”. Todas las veces recibo esta
respuesta: “cinco minutos”. Veo después frente a mí un bosque denso, penetro en él, y ahí pregunto a un
hombre a quien encuentro. Me dice: “todavía dos horas y media”. Me pide que lo deje acompañarme. Lo
rechazo, y marcho sola. Veo frente a mí la estación y no puedo alcanzarla. Ahí me sobreviene el
sentimiento de angustia usual cuando uno en el sueño no puede seguir adelante. Después yo esto en casa,
entretanto tengo que haber viajado, pero no sé nada de eso…. Me llego a la portería y pregunto al portero
por nuestra vivienda. La muchacha de servicio me abre y responde: “la mamá y los otros ya están en el
cementerio (Friedhof).”
En el momento en que se da este sueño, Dora planteaba preguntas acerca de la conexión de sus acciones
con los motivos que podían conjeturarse: “¿Por qué durante los primeros días que sucedieron a la escena
del lago no dije nada acerca de ella?” “¿Por qué se lo conté repentinamente a mis padres?”.
Interpretación de Freud
Ingeniero y restos diurnos
Ella deambula sola por una ciudad extraña, ve calles y plazas. Aseguró que no era B, sino una cidad en la
que nunca había estado. Dora le termina diciendo que para navidad le habían enviado un álbum con
postales de una ciudad alemana de descanso, y ayer lo había buscado para mostrárselo a unos parientes
que estaban de visita en su casa. Estaba en una cajita de postales que no aparecía, y preguntó a su mamá
“¿Dónde está la cajita?”. Además, el remitente de ese álbum era un joven ingeniero a quien Dora había
conocido una vez en la ciudad fabril. El joven se había ido a otra ciudad y le mandaba cosas a Dora para
que mantuviese vivo su recuerdo, y se proponía en su momento aparecérsele con un requerimiento
amoroso, pero todavía no era tiempo, había que esperar.
El deambular por una ciudad extraña estaba sobre determinado. Para las fiestas había recibido la visita de
un primito a quien debió mostrar la ciudad de Viena. Ese primo le trajo a la memoria una estadía en Dresde,
donde deambuló como extranjera, pero visitó una galería. Otro primo que estaba con ellos y conocía
Dresde quiso hacer de guía en la recorrida por la galería pero ella lo rechazó y se fue sola, como en el
sueño. Se detuvo ante las imágenes que le gustaban, y estuvo dos horas frente a la Sixtina, del cual le
gusto la imagen de “la madonna”. Estas ocurrencias pertenecen realmente al material formador del sueño.
Freud, ante todo ve que en esta primera parte del sueño ella se identifica con un joven. El deambula por el
extranjero, se afana por alcanzar una meta, pero se ve demorado, hace falta paciencia, hay que esperar. Si
ella tenía en su mente al ingeniero, condeciría muy bien que esa meta fuera la posesión de una mujer, de
su propia persona. En vez de eso era una…. Estación ferroviaria, que por lo demás es lícito sustituir por
una cajita, según la correspondencia de la pregunta del sueño con la pregunta realmente formulada (a la
madre, por la cajita donde estaban las postales). Una cajita y una mujer, eso ya se compadece mejor.
Pregunta unas cien veces… esto lleva a otra ocasión del sueño. La noche anterior, el padre le pidió que le
buscase coñac. Dora pidió a su madre la llave para ir a buscarlo, pero ella estaba en una conversación y no
le dio pelota, hasta que Dora le dijo enojada y con exageración: “ya te pregunté cien veces donde está la
llave”. “¿Dónde está la llave” es el correspondiente masculino de la pregunta “¿Dónde está la cajita?”, por
tanto son preguntas por los genitales.
Contenido de la carta
El padre ha muerto, ella se había ido arbitrariamente de la casa. Freud le recuerda enseguida la carta de
despedida que había escrito a sus padres, carta destinada a horrorizar al padre para que renunciase a la
Sra. K, o vengarse de él si no era posible moverlo a que lo hiciese. La situación que constituye la fachada
del sueño corresponde a una fantasía de venganza contra el padre. La fantasía rezaba: “Ella se iba de
casa, al extranjero, y la cuita de padre, la nostalgia que sentía por ella, le partió el corazón”. Entonces
estaría vengada. La manía de venganza es otro elemento a tener en cuenta entonces.
¿De dónde venía la frase “¿Si tú quieres?”? Dora individualizó esto también como cita de la carta de la Sra.
K que contenía la invitación a L (el paraje junto al lago). Esto lleva nuevamente a la escena del lago, la cual
Freud le pide que se la cuente nuevamente. El Sr. K había comenzado un introito en alguna medida serio,
pero ella no lo dejó terminar. Tan pronto comprendió de qué se trataba, le dio una bofetada en el rostro y
escapó. Freud le pregunta por lo que le dijo el Sr. K en esa situación, y Dora le dice: “Usted sabe, no me
importa nada de mi mujer”. En ese momento ella quiso regresar a L bordeando el lago a pie, y preguntó a
un hombre a quien encontró que distancia había. Ante su respuesta dos horas y media (como en el sueño),
abandonó ese propósito y volvió en busca de la embarcación que partió poco después. El señor K estaba
allí de nuevo, se le acercó, le pidió que lo disculpara y que no contara nada de lo sucedido. Pero ella no
respondió, El bosque del sueño era en un todo parecido al bosque de la orilla del lago. Y a ese mismo
bosque denso lo había visto hace unos días en un cuadro de una exposición. En el trasfondo de la imagen
se veían ninfas.

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