★ El Estado de Bienestar: se desarrolló en Occidente a partir de 1945, es
decir, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Se
conformó para dar solución a los efectos económicos y sociales que la
contienda bélica había provocado y a los altísimos costos de la
reconstrucción. Se buscaba una fórmula que permitiera retomar el rumbo del
crecimiento y el logro de la estabilidad social, ante el avance del comunismo.
El Estado de bienestar es impulsor de políticas tendientes a asegurar la vida
de la población, desde la cuna a la tumba, para evitar las crisis recurrentes
del sistema capitalista. En este Estado, las instituciones públicas promueven
transferencias sociales (por ejemplo, mediante seguros de desempleo y
pensiones), que mejoran la calidad de vida de los habitantes. Además,
impulsa la prestación de servicios educativos y sanitarios. Esas funciones
son acompañadas por una legislación social que protege las condiciones
laborales, la prestación de los servicios y la calidad de los productos.
El Estado de bienestar busca la inclusión entre las fuerzas del capital (por
ejemplo, los empresarios) y los sindicatos. Se suma a esto una fuerte
presencia e intervención del Estado, como árbitro y constructor del consenso
entre las partes.
En tal sentido, con el fin de neutralizar conflictos sociales, el Estado
promueve una conciliación entre las distintas clases. Adopta la función de
árbitro, amortiguando tensiones sociales entre diferentes actores.
Por otra parte, el Estado impulsa la expansión del gasto público, en general, y
el gasto social, en particular, transformándose en un manifiesto prestador de
servicios tales como educación, salud, previsión social y jubilaciones.
El Estado de bienestar es interventor y regulador en la esfera económica.
Cabe señalar el papel de importancia creciente que pasaron a desempeñar
las mujeres. El ingreso de la mujer al mercado laboral no era ninguna
novedad, pero a partir de finales del siglo XIX, su número aumentó. Otro
hecho inédito en la época fue que las mujeres hicieron su entrada en un
número impresionante, en la enseñanza superior. En definitiva, más allá de
otros cambios igualmente trascendentes operados en el mundo de la
posguerra, puede afirmarse que la sociedad vivió una verdadera “Edad de
Oro”.