Guerra Fría
La llamada “Guerra Fría” surge al final de la Segunda Guerra Mundial con los acuerdos de Yalta y Potsdam.
A partir de este momento se origina un orden bipolar en el mundo, orden que se manifestó en el desafío
competitivo entre Estados Unidos y la URSS. Ambas potencias desplegaron un discurso mesiánico de
control en sus respectivas zonas de influencia. Como resultado de esta bipolaridad, desapareció la
flexibilidad del equilibrio del poder. Solo dos superpotencias se oponían entre sí.
En este contexto se llevó a cabo una carrera armamentista en la que la URSS demostró ser altamente
competitiva, pues logró desarrollar la bomba atómica (que ya había sido creada y probada por los EE.UU.) e
incrementó su poderío bélico. Sin embargo, no ocurrió lo mismo en el ámbito económico, ya que “a pesar de
la euforia expansiva provocada en la URSS por su veloz ritmo de crecimiento hasta la década del 60, jamás
logró un grado de desarrollo equivalente al del bloque occidental, y a partir de entonces se advierte un
estancamiento que perdurará hasta su desintegración”.
Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial los propósitos de los aliados eran divergentes. Por una parte,
Churchill quería impedir que la Unión Soviética dominara Europa Central y, por otra, Stalin quería que sus
victorias militares y los sufrimientos del pueblo ruso fueran pagados con el control de ciertos territorios de los
países perdedores del conflicto.
Los intereses de las dos potencias, Estados Unidos y la URSS, ambos situados en la periferia, ahora se
enfrentaban en el corazón mismo del continente europeo.
El Presidente de EE.UU.H. Truman presidió el comienzo de la Guerra Fría y el desarrollo de la política de
contención. Llevó adelante el Plan Marshall y el Programa de los Cuatro Puntos, con el cual Estados Unidos
dedicó sus recursos y economía a la recuperación y el desarrollo de Europa y Japón.
Stalin, por su parte, aprovechó el debilitamiento de la Europa Occidental y el retiro de las fuerzas
estadounidenses para aumentar su área de influencia hacia el Oeste.
El mundo de la posguerra había sido configurado para contemplar la hegemonía de los tres grandes aliados,
pero el agotamiento de Inglaterra y los graves problemas que le acarreó su proceso de descolonización, la
obligaron a ceder paulatinamente sus responsabilidades internacionales a los norteamericanos, que se
convirtieron así en los gendarmes occidentales frente al bloque soviético.
El bloque occidental puso en marcha una política de riesgos calculados destinada, en un primer momento, a
la contención de los avances del bloque soviético y, luego, a disuadirlo de cualquier acto hostil en su contra
para evitar, así, un conflicto de carácter mundial. Esta política condujo a la continua aparición de distintas
zonas de conflicto, donde las superpotencias se enfrentaron de manera indirecta.
Situaciones como las de Corea, Berlín, Cuba, etc., constituyeron espacios donde los bloques midieron sus
fuerzas. La incertidumbre ante las intenciones y la capacidad de resistencia del adversario llevaron a un
continuo incremento de la capacidad ofensiva de cada uno de ellos. El riesgo era tan alto, que al mínimo
ataque de cualquiera de los dos bandos, se desencadenaría un conflicto que aseguraría la destrucción de
ambos países y de grandes zonas del planeta. Esto es conocido como el principio de “mutua destrucción
asegurada”.
El papel que se le asignó a la Organización de las Naciones Unidas, (organismo que surge al finalizar la
Segunda Guerra Mundial con el objetivo de salvaguardar la paz mundial) dentro de este conflicto fue el de
foro de discusión entre los bloques, último recurso ante la crisis.
La OTAN y el pacto de Varsovia
En un clima de preguerra entre el bloque occidental y el oriental, los países que en 1949 se alineaban en el
primero, firmaron el Pacto Atlántico que en 1950 dio lugar a la Organización del Tratado Atlántico Norte
(OTAN). Fue suscrito por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos,
Luxemburgo, Portugal, Noruega, Dinamarca e Irlanda. Turquía y Grecia lo harían en 1952, la República
Federal Alemana en 1955 y España en 1982.
La entrada de la República Federal Alemana a la OTAN fue el detonante para que en 1955, la Unión
Soviética formara el Pacto de Varsovia. Estuvo compuesto por la Unión Soviética, Hungría, Rumania,
Polonia, Bulgaria, Checoslovaquia y Albania. En 1956 se produjo la adhesión de la República Democrática
de Alemania.
De un mundo bipolar a un mundo multipolar
Podemos señalar tres motivos esenciales para explicar las razones que llevaron a EE.UU. y la URSS a
replantear sus relaciones:
La crisis de los misiles en Cuba en 1962 hizo tomar conciencia a las superpotencias del peligro
mortal de la posesión y multiplicación de su arsenal nuclear.
Las dos superpotencias consideraron, por diferentes motivos, que una relajación de las tensiones
favorecía a sus objetivos a largo plazo.
Ambas potencias atravesaron un período de críticas en sus respectivos bloques. La URSS,
debilitada por la ruptura de relaciones con China, tuvo que hacer frente, entre otros conflictos, a la
Primavera de Praga en Checoslovaquia. EE.UU. vio cómo la Unión Europea se consolidaba como
una potencia económica y cómo en el seno de la OTAN surgía un foco de disidencia concretada
en la Francia de De Gaulle.
El bloque oriental, inspirado en un régimen estatista, abarcaba Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Hungría,
Yugoslavia y Bulgaria, extendiendo luego su influencia a Cuba, creaba el Pacto de Varsovia, que establecía
una defensa militar común para todos los países de su órbita. Por su parte, Estados Unidos ejercía su
influencia sobre todos los países de la Europa Occidental, organizando la restauración de sus economías
destruidas por la guerra a través del Plan Marshall para la defensa común de los países del bloque nace la
OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
El colapso de la Unión Soviética y del "bloque socialista" puso término abruptamente a la Guerra Fría, y de
esta forma desmanteló el eje de equilibrio de fuerzas entre la URSS y los Estados Unidos, lo que trajo como
consecuencia el epílogo de la confrontación de bloques este-oeste. Este nuevo escenario surgido en
forma súbita generó una secuela de hechos relevantes tanto políticos como económicos, sociales y
geopolíticos en el mundo entero, que significaron y significan un reordenamiento de las relaciones
geopolíticas mundiales
Un mundo multipolar
La hegemonía norteamericana surgida después de la Segunda Guerra Mundial, se vio modificada por el
surgimiento en el bloque occidental de dos nuevos polos de poder económico:
1) Japón
, de país derrotado en la Guerra, pasó a convertirse en la segunda potencia económica mundial.
Los productos Made in Japan
pronto comenzaron a inundar los mercados norteamericanos y europeos.
Después de la Segunda Guerra Mundial Japón estuvo gobernado hasta 1952 por el Comando Supremo de
las Potencias Aliadas. Se le obligó a renunciar a su institucionalidad, quitándole el carácter de divinidad al
emperador y entregando el poder al Parlamento, encargado de elegir un Primer Ministro.
Al recuperar su independencia, el país entra en un constante proceso de industrialización y una muy
eficiente explotación agraria y pesquera. Se desarrolló una industria de alta tecnología, preponderando la
construcción de aceros, barcos, vehículos y artículos electrónicos. A partir de 1970 ha obtenido un papel
hegemónico en el comercio internacional. Conocidas en el mundo son las marcas Toyota, Honda,
Mitsubishi, Toshiba, entre otras.
En gran parte el crecimiento económico de esta hegemonía se debe a la eficiencia productiva, basada en la
permanente capacitación de los trabajadores, una fuerte disciplina laboral, sindicatos negociadores y a una
eficiente política de inversiones en el extranjero. En consecuencia, se ha transformado en una de las tres
potencias económicas del mundo, junto a la CEE y EE.UU.
2) La Comunidad Económica Europea (CEE), nacida del Tratado de Roma en 1957, fue un éxito
económico de tal nivel, que el Reino Unido, que había negado a adherirse en su nacimiento, solicitó su
ingreso en 1961.
La CEE fue integrada en sus inicios por Francia, Italia, Alemania Federal, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Posteriormente se integran Gran Bretaña, Irlanda, Dinamarca, Grecia, Portugal, España, Austria, Finlandia y
Suecia.
Desde sus inicios la organización se planteó la solución de tres grandes problemas. El primero era cómo
consolidar lo comunitario con lo nacional. El segundo, cómo repartir las responsabilidades entre los distintos
miembros de la comunidad. Y el tercero, el de propiciar un control democrático del proceso de integración
con el objetivo de evitar que los miembros más poderosos de la comunidad terminen por gobernarla
arbitrariamente.
Su éxito fue inmediato. No obstante, el gran desarrollo económico de los años sesenta tendió a estancarse
con la crisis petrolera de los años setenta. En 1987 el Acta Única Europea pretendía crear una Europa “sin
fronteras”, con el paso libre de personas, mercaderías y servicios. Se institucionalizaba, de esa forma, la
cooperación intergubernamental.
En 1992 nace la Unión Europea, destinada a consolidar la integración económica a través de la “moneda
única” y dar pasos concretos hacia el establecimiento de una política exterior común. Dentro de este último
punto es donde se inserta el Parlamento Europeo, elegido por votación directa de los ciudadanos de cada
país. Este debe luchar contra las fuertes manifestaciones concretas hacia la total integración: el racismo, la
xenofobia y la oposición a la concesión de la ciudadanía a los inmigrantes extraeuropeos
.
Las relaciones Norte-Sur
Junto a las relaciones Este-Oeste que caracterizaron la Guerra Fría, en los años sesenta surge claramente
la conciencia de la existencia de relaciones Norte-Sur: relaciones entre el Norte desarrollado y el Sur o
Tercer Mundo.
Tercer Mundo fue un término acuñado por el francés Sauvy, viendo a los pueblos identificados con este
nombre como una prolongación del Tercer Estado de la Revolución Francesa, los excluidos de los
beneficios generados socialmente. Reúne a países con las siguientes características en cuanto a la
sociedad: alto crecimiento demográfico, alta mortalidad, desnutrición infantil y baja esperanza de vida. Las
características económicas: baja industrialización, mala infraestructura administrativa y vial y una renta per
cápita baja.
El Sur había iniciado su afirmación política en la Conferencia de Bandung, que establece que los países
emergentes no se alinean en el conflicto Este- Oeste.
Ya desde finales de la Segunda Guerra Mundial, los países de Asia, África y Oceanía, habían iniciado un
proceso de independencia. Bajo el principio de autodeterminación de los pueblos, de la misma Naciones
Unidas, se inicia la lucha por conseguir mayores libertades. La independencia política traía también una
independencia económica, llevando la lucha al escenario de optar entre el capitalismo y el socialismo.
En 1960 nació la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que trataba de imponer un alza
de los precios de este recurso. La mayoría de los países del Medio Oriente son muy pobres en la diversidad
de recursos que poseen, sin embargo, tienen petróleo, base del desarrollo local y de los intereses del
mundo occidental.
Los países del Medio Oriente no han estado ajenos a los conflictos del siglo XX. Basados en una
“renovación islámica” grupos terroristas intentan desestabilizar a los gobiernos y establecer una autoridad
fundamentalista. Uno de los precursores en Irán fue el Ayatollah Jomeine, quien impuso un gobierno
islámico con carácter teocrático, cerrándose a toda línea prooccidental.
Por su parte Irak, bajo la administración de Saddam Hussein, inicia una política expansionista invadiendo
Irán (1980) y Kuwait (1990). La respuesta occidental desencadenó la conocida Guerra del Golfo Pérsico
(1991).
Es dentro de este mundo musulmán donde se inserta el Estado Israelí, creando otro foco de conflicto
permanente en la zona. Sucesivos conflictos armados, entre ellos la Guerra de los Seis Días, han llevado a
que desde Occidente se busquen las soluciones de paz.
En 1964 se reunió en Ginebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo. Su
falta de resultados llevó a que en 1973 en la Conferencia de Argel, las naciones agrupadas en el
movimiento de los países no alineados proclamaran que los países pobres, más que confiar en la ayuda de
los países desarrollados, tenían que tratar de aumentar su propia capacidad para organizarse y conseguir
imponer unas nuevas reglas del juego económico a nivel mundial.
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